EL PUEBLO
San Antonio de Cumbaza está ubicado a orillas del río Cumbaza y queda a 12 kilómetros de Tarapoto en el Departamento de San Martín y comparte su realidad con el poblado de San Pedro de Cumbaza.
Carecía de luz eléctrica, agua potable y desagüe. Algunos pobladores disponían de Grupo Electrógeno y brindaban su luz en el frontis de su casa hasta acabar el galón de gasolina que le ponían al motor y eso ocurría, más o menos, a las 10:00 pm.
San Antonio de Cumbaza es un poblado cafetalero y es el único lugar que sembraba uvas y producía vino que no llegaba a madurar porque se vendía apenas estaba listo, como pan caliente. Era una delicia el vino fresco y dulce.
Cuando uno visitaba una casa, de inmediato exprimían uvas para invitarte ese delicioso refresco. San Antonio de Cumbaza es el único lugar que conozco que da tres cosechas de uva en 14 meses.
El hermano de Vicente Meza recorría toda la zona comprando cerdos y los arreaba hasta el pueblo donde los beneficiaba. A las 5 de la mañana se procedía a la venta por kilos y se anunciaba desde la noche anterior por Alto Parlante. También se anunciaba por Alto Parlante cuando llegaba el Dentista, hermano del dueño de casa.
Cuando se beneficiaba los cerdos era un día de gran agitación en la casa, todo el mundo estaba despierto ayudando. Limpiando las vísceras, acarreando agua, atizando la leña para hervir el agua y friendo las vísceras para el desayuno de todos nosotros.
El hermano de Vicente Meza tenía una mula de buena alzada que siempre estaba en la entrada de la casa con la silla puesta. Cualquiera podía montarla, una vez que subías la mula caminaba al paso hasta la chacra distante 1 kilómetro. Llegando a la chacra te botaba al suelo y de yapa te mandaba una coz que si no eras rápido te podía lastimar.
No había manera de que el animal te llevara a otro sitio, solamente a la chacra. El único que podía manejarla era su dueño que la llevaba a donde él quería ir.
El río Cumbaza era apenas un riachuelo y se podía cruzar por sobre las piedras, pero cuando llovía en las alturas en instantes se convertía en una corriente impetuosa que si un caballo intentaba cruzar era despedazado por las piedras.
Está visto que el Cumbaza era un río muy infecto que si tomabas su agua te venía una disentería amebiana en cuestión de media hora. Por tanto no había peces.
La población no cultivaba productos de pan llevar; y las verduras y pescados lo traían en avión desde Iquitos.
Una vez al mes el dueño de la pensión iba a Iquitos en avión. Llevaba unos baúles de madera para transportar las gamitanas frescas que conseguía en el Puerto de Belén a las 4 de la mañana, también otros peces, artículos de pan llevar, frutas frescas y verduras, así como artículos de bazar por encargo.
Cuando el dueño de la pensión viajaba a Iquitos para traer mercadería, todas las noches en la pensión se encendía la radio a las 7 pm para escuchar Radio Atlántida, la emisora más potente decían ellos. De pronto se oía decir:
- “Atención San Antonio de Cumbaza, Atención San Antonio de Cumbaza, mañana viajo esa. Preparen acémilas”.
Al día siguiente sus peones iban al cruce del camino con la carretera a Tarapoto a esperarlo para trasladar toda su carga al pueblo. Al llegar comenzaban a vender todo lo que traía que salía como pan caliente.
El clima es muy bueno y la pensión nos dejaba con hambre por lo cual siempre iba a La Banda en busca de guayabas, nísperos y mullacas para completar el menú.
Una vez vi una hermosa guayaba madura al alcance de la mano, estiré la mano para cogerla y al instante la retiré, mi Ángel de la Guardia estaba cuidándome, porque un loro machacuy salió disparado hacia donde debía estar mi brazo que iba a coger el fruto. El loro machacuy es una serpiente muy venenosa y tiene el cuerpo de color verde claro como el de una rama de guayaba, es decir, no se le puede ver a simple vista. Una salvada de milagro que siempre he agradecido a Dios.
En nuestro Grupo Polivalente había un Voluntario de Lima, uno de Santo Domingo y tres de Iquitos, de la UNAP.
Nuestro amigo dominicano se llamaba Blas Santos y decía que en su país era Médico Práctico, entiendo que era una especie de Enfermero Técnico. Tenía una peculiaridad; al café le echaba una cucharadita de azúcar y una de sal. Decía que es una costumbre de su país y que todos lo tomaban así.
Muchos años después tuve amistad por Internet con una persona de ese país y le pregunté al respecto, la señora me dijo que era la primera vez que escuchaba eso. En fin.
Nos invitaron a un matrimonio en el pueblo. Mandé traer de Tarapoto un regalo y se los envié. Al llegar al local nos cobraron la entrada, Veinte soles. También la cerveza se vendía. Nos explicaron que era una manera de ayudar a los desposados para que inicien bien su nueva vida.
Cuando recuerdo esto pienso en mi mamá que cuando era niño y ocurría algo que para mí era incomprensible, me cantaba una tonada:
- Costumbre de mi país, hermano.
Nos hicimos amigos de todos los pobladores pero no al nivel de reunirnos con ellos para celebrar algo con algunas copas de aguardiente, o vasos de vino o botellas de cerveza. Todos eran trabajadores y se acostaban temprano:
- Costumbre de mi país, hermano.