Dice el WordReference.com que grifo es un surtidor de gasolina, lo cual coincide con la locución más usada en el Perú para referirse al lugar donde cargamos gasolina, diésel o gas para nuestro vehículo. Así mismo, también es el lugar oficial para adquirir querosene, el cual es el combustible ideal y necesario para cocinar en las cocinas a querosene, las cuales eran mayoritariamente usadas en la ciudad de Iquitos.
El gas fue siempre muy difícil de conseguir por su elevado precio y la poca disposición, amén que una cocina a gas era enormemente más cara que una a querosene.
Una de las marcas de grifo, abundante en la época que nos ocupa, era, precisamente Mobil Oil, una de las empresas petroleras más poderosas de entonces.
Sucedió que le enviaron a mi hermana Mónica una encomienda desde Iquitos y ella quería ir personalmente a recogerla.
Le indiqué claramente que antes de llegar al Aeropuerto en la avenida Faucett hay un grifo Mobil. Allí se tiene que bajar porque por allí está la oficina de encomiendas de Faucett.
Al volver del trabajo le pregunté si había logrado su cometido, pero me dijo que no:
Me bajé donde me dijiste pero no vi ningún grifo móvil.
Mientras lo decía, hacía con las manos como si estuviera empujando un triciclo. Le dije:
Yo te dije un grifo Mobil, Mobil con b grande. ¿Dónde viste tú un grifo móvil?
En Iquitos. Traen el querosene a las casas en triciclos, para las cocinas a querosene. Todos dicen que es un grifo móvil porque es un triciclo.
Nuevamente hizo con las manos el gesto de empujar un triciclo. Allí comprendí la verdad de las cosas. Ella no me había entendido que yo le hablaba de una marca de combustible, Mobil, y sí había comprendido que se trataba de un triciclo que vendía querosene como en Iquitos, un grifo móvil.
Para evitar más tropiezos la llevé en mi carro a la oficina de encomiendas de Faucett en la avenida Faucett y al fin pudo recoger su encomienda.
Como en este caso, muchas veces decimos una cosa pero nos entienden otra completamente diferente y de esta manera se arma una tremenda confusión. Dicen que es así como comienzan las guerras, pero, claro, en este caso no hubo guerra. Era mi hermana menor.
Todos los años mi amada esposa Maria Judith Alva Rivera preparaba los mejores juanes de la historia, no solamente para la celebración de la Fiesta de San Juan, que aun viviendo en Lima lo celebramos en familia todos los años, sino que lo preparaba para cualquier evento con la finalidad de no cocinar ese día, que los restaurantes no abundaban como ahora.
Para toda Elección Presidencial porque todos nosotros éramos nombrados miembros de mesa, de manera que nos hacía llegar los juanes para los tres miembros de mesa. Si queríamos ir a pasear al Parque de la Leyendas, cargábamos nuestro juane para almorzar en el pasto verde, y así para cualquier evento ella nos hacía juanes.
En una oportunidad se pusieron de acuerdo con nuestra comadre para ir a celebrar San Juan en Cañete donde residía una compañera de estudios de ellas. La amiga era conocida en la escuela como la Duce (Duche).
Cañete está a 100 km de Lima e íbamos a viajar en nuestra camioneta Station Wagon, nosotros cinco y ellos tres.
Pero me pareció curioso que nunca preguntaran sobre la gasolina ni los peajes. Supongo que pensarían que como es mi carro yo tengo que hacerme cargo de todo.
Bueno, fue una sorpresa para la Duce y su familia pues habíamos llevado suficientes juanes para todos. Fuimos bien recibidos.
En un momento dado vi que mi compadre salió con su hijo a la calle y Charito, mi hija menor de 6 años, los siguió. Fue con ellos.
Los seguí a cierta distancia y lo que vi me hizo sentir mal. Jamás lo hubiera pensado. Mi compadre compró un chupete para él y uno para su hijo, no le importó que Charito estuviera con ellos. Me imagino que también fue una desilusión para mi hija.
Me acerqué y llamé a Charito quien me sonrió sorprendida por lo que acababa de pasar, a unos pasos, en la pista, estaba un heladero. Le compré a mi hija el helado más grande y nos sentamos en una vereda para degustarlo frente a mi compadre y mi ahijado.
Cuando fui Presidente de la Comunidad Industrial de la Cervecería Backus y Johnston S.A. contraté una secretaria, de acuerdo a las reglas, porque la oficina tenía que estar abierta durante las horas de oficina y yo acudía al terminar mi jornada laboral en la fábrica.
La Secretaria se llamaba Gladys Olaya Pasco y tenía todos sus documentos en regla. Trabajamos bien, tan bien, que cuando fui elegido Presidente de la Junta de Propietarios del Edificio de la Avenida Manco Cápac tenía que hacer copiar el Reglamento Interno en el Libro de Actas, a mano, para presentarlo en el Juzgado de Paz para su legalización.
Le pedí a mi Secretaria que viniera a mi casa para un trabajo extra en mi domicilio. Le tomaría todo el domingo llenar el Libro de Actas.
Pero cuando llegó a mi casa me dijo:
Yo he estado en esta casa.
La miré, la imaginé más alta y con uniforme único, y recién me percaté que ella había sido compañera de estudios de mi hermana menor, Mónica. Cuando mi hermana vino a vivir en mi casa para continuar sus estudios la matriculé en la ESEP “María Parado de Bellido” en el distrito del Rímac.
ESEP fue solamente un intento del gobierno de turno para revolucionar la educación en el Perú. La ESEP equivalía al 4º y 5º Año de Educación Secundaria y tuvo corta vida, pero las alumnas culminaron la Educación Secundaria.
Fue entonces que Gladys venía a mi casa para hacer las tareas con mi hermana. Mónica me decía que a Gladys le llamaban en el colegio, Herman Monster.
“Herman Munster es un personaje de televisión protagonista de la teleserie The Munsters interpretado principalmente por el actor Fred Gwynne. El personaje está basado en el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley con el aspecto de la versión fílmica de Boris Karloff”.
Fuente: Wikipedia la enciclopedia libre.
Le decían Herman Monster porque usaba zapatos de colegio Herman Munster, que eran zapatos de cuero negro con la planta bien alta y la hacía parecer de mayor estatura y estaban de moda en aquel entonces. En ese momento le dije:
Tú eres Herman Monster.
Sí, señor, yo soy Herman Monster.
Entonces es cierto lo que dicen los refranes:
La vida es un pañuelo.
La vida da muchas vueltas.
Herman Monster entonces era mi secretaria, pero solamente duró tres meses. De repente dejó de venir a la oficina, y la oficina debe abrir todos los días para atender a las personas que vienen a hacer gestiones.
Pasada una semana vinieron de su casa para preguntar si sabíamos dónde estaba. No, no sabíamos.
De manera que contraté otra Secretaria, Consuelo Lucero Paredes.
Luego de tres meses apareció Gladys para decirme que había estado cuidando a su abuelita, por eso dejó de venir.
Era, en verdad, la mentira más grande que se podía haber escuchado. No tenía abuelita y en su casa no sabían dónde se encontraba. Solamente hice que el Contador le hiciera su liquidación porque ya tenía otra Secretaria pues la oficina debe atender todos los días.
Cuando trabajaba en la Cervecería Backus y Jhonston conocí a muchas personas en el Rímac. La mayoría de Supervisores eran empleados no profesionales pero desempeñaban a cabalidad su labor.
En la Sección de Botellas Vacías del Departamento de Producción, trabajaba don Pedro Bolívar Perrety. Era bastante mayor y sus compañeros eran todos jóvenes pero se igualaban con él y a él le agradaba ser el centro de atención.
Los jefes de Producción cuando se encontraban con él lo saludaban diciendo:
Don Pedro Bolívar Perrety, más Perrety qué Bolívar.
El Perrety tenía un significado diferente pero a don Pedro le agradaba siempre ser el centro de atención.
Sus compañeros de Sección, más jóvenes, decían de él que era un “camarón”. Cuando iban a festejar algo en alguna cantina o restaurante, cuando ya llegaba el momento de pedir la cuenta, don Pedro se tiraba a la mesa a dormir y no había poder que lo levante. De manera que la cuenta lo pagaban entre todos sin contarlo a él.
Una vez saldada la cuenta, don Pedro se “despertaba” y lo primero que decía echando la mano al bolsillo, era:
Cuanto es la cuenta, hermanitos, voy a poner mi parte.
No – le decían sus compañeros – ya pagamos la cuenta.
Disculpen hermanos pero me venció el sueño.
Sí, sí, decían todos, para la próxima vez será. Pero ya se había vuelto una costumbre de don Pedro hacerse el dormido para no pagar la cuenta: era un “camarón”.
Pero un día, los jóvenes se pusieron de acuerdo para darle un escarmiento. Fueron a la reunión consabida y apenas don Pedro se tiró a dormir, se fueron retirando de uno en uno diciendo que van al baño.
Cuando don Pedro “se recordó” y quiso hacer su número, no había nadie y la cuenta estaba frente a él. Tuvo que cancelar y se molestó con sus amigos pero la cólera le pasó pronto porque le dijeron:
Todas las veces que te tires a “dormir” en la cantina te vamos a dejar con toda la cuenta. Ya lo sabes.
No se sabe si don Pedro escarmentó, porque ya me tocaba retirarme de Backus y no me enteré más.
El primo Tito estaba de viaje en México y siempre enviaba cartas a sus padres a quienes amaba, contándoles cosas que ocurrían en esa gran urbe.
Tito es el apelativo con el cual lo llaman sus padres. Es común en las familias de la sierra llamar de algún modo característico a sus propios hijos. Su nombre es en realidad Mario Soto Moriano, artista plástico, cantautor y poeta, que es la manera que gusta ser reconocido. Es el artista de la familia.
Aunque, en realidad, toda su familia cantaba, en castellano y en quechua y el tema que más los emocionaba era Laulico. Basta que alguien comience:
Salías de tu cabaña
en busca de un mundo mejor
a veces por la mañana
a veces al ponerse el sol.
Y todos los familiares, padres, hermanos, tíos, primos, etc., acudían de cualquier rincón de la fiesta a sumarse a voz en grito, que Laulico fue el líder fuerabambino que quiso devolver la libertad al dios Apu Wamani. (Fuerabamba, provincia Cotabambas, departamento Apurímac).
Desde siempre se dedicó a la poesía y al canto, al igual que al dibujo. Fue contratado por la Marina de Guerra para ilustrar historietas sobre el héroe Miguel Grau. Decía que era admirador de la Nueva Trova pues su canto contenía reclamos acerca de la injusticia y la discriminación, acompañado de su fiel guitarra.
Una editorial de textos escolares lo contrató para ilustrar sus libros y con la finalidad de que se dedicara al 100% a su tarea le puso un departamento en San Borja, con todas las comodidades.
Así las cosas, de repente decidió ir a la ciudad de México para desarrollar su arte y enriquecer sus conocimientos. Estuvo algunos años por allí y conoció a muchos amigos que lo apoyaron.
Estábamos en una fiesta en casa de sus padres en el jirón Bello Horizonte en San Martin de Porres, cuando su padre don Pascual Soto me trajo la última carta que les llegó de México y la tía Regina Moriano, su esposa, me animaba a leerla. Era la carta de un poeta, no era una carta intima, que los poetas dicen cosas hermosas cuando dicen algo.
Lleno de emoción me puse a leer en voz alta para todo el grupo de familiares que nos rodeaban cuando de pronto, un familiar mal educado soltó ese lugar común:
Es mala educación leer cartas ajenas.
Era a todas luces una impertinencia, decir eso es nada más que un lugar común que no tenía nada que ver con la grandiosidad de lo que estaba ocurriendo.
Es restarle valor al documento de un poeta, el cual por sí mismo ya es suficiente para ser leído en voz alta. Es no apreciar el arte y el valor del artista.
Mis tíos me conocen y saben que en mi familia todos somos artistas y apreciamos mucho el canto, la música, el dibujo la pintura, la literatura porque todos lo practicamos y cuantas veces acudía a visitarlos me pasaba horas conversando con Tito y por ello me entregaron la carta porque sabían que lo comprendería bastante bien y lo apreciaría con el corazón. Y así fue realmente.
La impertinencia cesó cuando le dije son sencillez:
No es carta ajena, es carta escrita a sus padres pero dirigida a todos nosotros porque todos nos compenetramos con él, más que una carta es un poema, un canto de amor. Si prestas atención podrás comprenderlo pero no nos vengas con esas vulgaridades.
Un hermoso documento que nos contaba de sus éxitos rotundos en México City y los muchos amigos que lo apoyan, pero narrados como un poema.
Mario Soto, Tito, un gran artista cuyo arte perdura para siempre.
Don Noé Alva Vargas, papá de mi amada esposa María Judith Alva Rivera, es natural de Cajamarca. Pero eso es todo lo que sabemos de su origen. Nunca dijo de donde, exactamente, provenía. Lo único que pudieron sacarle en claro es que salió de su tierra a causa de su madrastra.
Suponemos que hizo un largo recorrido desde Cajamarca a Chiclayo y de aquí a Tarapoto. De Tarapoto, también por carretera hasta Yurimaguas, pasando por “El Paredón”.
A partir de Yurimaguas el recorrido es por el río Huallaga hasta desembocar en el río Marañón, cerca de Puntilla en el departamento de Loreto. Viajando por el río Marañón hasta Nauta donde el Marañón confluye con el Ucayali pera formar el río Amazonas.
De Nauta subiendo por el río Ucayali llegó a Requena, el destino que deseaba arribar.
Solamente para ser levado por el Ejército puesto que estaba en edad militar y llevado con el Batallón de Infantería Nº 9 en la nave América al mando del Teniente Primero don Manuel A. Clavero, en 1911, desembarcaron en La Pedrera a orillas del río Caquetá. Victoria completa registra la historia el Combate Naval de La Pedrera.
Luego de dos años fue dado baja por tiempo cumplido con el grado de Sargento Segundo. Lógicamente se dirigió a Requena donde tenía interés en desarrollar todo su potencial.
Trabajó en la hacienda de la familia Rivera donde dio muestras de conocimiento excepcional en tareas agropecuarias que nos hacen pensar que en su tierra había trabajado en una hacienda.
Sabía cazar, podía capar cerdos para engorde y mejoramiento de su carne. Un chancho sin capar se llama verraco y su carne apesta a pichi. Tenía conocimiento superior acerca de sembríos, de arroz, plátanos, yuca, frejol maní. Intercalaba un sembrío con otro sin interrumpir su desarrollo. Saber combinar el sembrado de plantas requiere mucho conocimiento y experiencia.
Naturalmente enamoró a la niña de la casa y se casó con ella, doña Natividad Rivera Pérez. A partir de allí ambos se dedicaron en cuerpo y alma a sus chacras (haciendas).
Tuvieron 6 hijos; Dolores, Javier Domingo, María Florentina, Martha, Noé Segundo y mi amada esposa Maria Judith a quien todos en su casa la llamaban “la bebe”. Es decir que es la huinsha o la benjamina, o sea la menor de todos.
Mientras los padres atendían la cuestión agropecuaria, los hijos estudiaban internados en los colegios.
Don Noé surtía de alimentos al Ejército, al Colegio Agustín López Pardo de varones y al colegio del Sagrado Corazón de Jesús, de mujeres. Tenía además cultivos de caña de azúcar y fabricaba chancaca y aguardiente. De acuerdo a la técnica ancestral hacía “podrir” la yuca durante la creciente para obtener almidón y fariña que es el principal alimento para los soldados y los estudiantes en la Selva.
Pero una característica resaltaba Judith como algo especial, muy especial: Se ponía en cuclillas en la ribera y oteaba el horizonte. Miraba el río como si escuchara lo que le está diciendo, de repente se ponía de pie y sabía: la creciente se va a adelantar o todo está normal. Si se adelanta la creciente del río se hace imperativo cosechar el arroz sembrado en las playas del río antes que se lo lleve la corriente. Fue el primer empresario que contrató mujeres para cosechar el arroz.
El Nóbel peruano en sus andanzas por la Selva Amazónica ha podido enterarse de las habilidades de mi suegro, de la misma manera que obtuvo informaciones para su novela Pantaleón y las Visitadoras, porque en su novela Travesuras de la Niña Mala dedica un capítulo entero a Arquímedes constructor de rompeolas, quien conversa con el mar y decide donde se debe construir el rompeolas para evitar que se arene o se lo lleve el mar.
Paralelos imposible de existir, tiene que haber escuchado acerca de las habilidades de mi suegro don Noé. Leroy Jethro Gibbs, protagonista de la serie de televisión NCIS, dice, las coincidencias no existen.
Desde luego, mi suegro, don Noé, era el único que tenía ese don y nadie se explicaba cómo es que él podía detectar y establecer el ritmo de la corriente del río para decidir de inmediato qué hacer en cada caso.
También mencionaba Judith la habilidad de su padre para construir canoas y tejer tarrafas. Las canoas en nuestra selva se hacen de una sola pieza sin junturas. Se escoge el tronco, se abre un canal donde se echa agua hirviendo que lo va expandiendo y poco a poco va tomando la forma característica de la canoa. Se le inserta una quilla y se plantan tablones transversales que sirven como bancos. Se tiene cuidado de establecer cuál es la proa y cuál es la popa. La tarrafa es una red tejida con hilo del cero de unos 5 metros de diámetro en cuyos bordes se insertan trozos de plomo para que una vez desplegado en su totalidad la red sobre el agua, las pesas de plomo al irse hundiendo van cerrando la red y todos los peces que están por allí quedan atrapados. Lanzar la tarrafa, cual tarzán, desde la proa de la canoa requiere habilidad y experiencia.
Fue su hijo Javier cuando regresó de Lima quien sembró cedros en su terreno y al cabo de algunos años tenían un cedral que le dio más precio a la chacra cuando tuvieron que vender todo lo que tenían en Requena para trasladarse a vivir a Iquitos, donde ya se habían establecido Dolores y Maria Judith, mi amada esposa.