16 LA CAJERA

Nancy es la hermana menor de José El zapatero y trabajaba como Nana en la casa de mi hija Claudia.

José era el diseñador y fabricante de zapatos para damas que abastecía al por mayor (por docenas de pares de zapatos) a las tiendas de Jesús María, sobre todo en la Galería La Quinta.

Pero como todos los pequeños fabricantes necesitaba siempre aporte de capital para adquirir los materiales y las hormas requeridas según el modelo elegido, y allí entraba mi amada esposa como habilitada, es decir como aportante de capital.

Se hizo más cercano el negocio entre ellos cuando decidieron hacerse socios en la empresa para fabricar los zapatos y colocarlos en los minoristas y les fue bastante bien hasta que se produjo la “invasión de los norteños”: Los fabricantes de zapatos de la zona industrial de Trujillo vinieron a Lima trayendo sus sobrantes y vendían a menor precio la docena de calzados. Lógicamente los comerciantes minoristas preferían ir temprano los viernes al Centro de Lima, por el Jr. Andahuaylas, para abastecerse de los modelos que venderían después al menudeo en sus tiendas.

Toda la familia de José participaba en la empresa y cuando ésta terminó, cada cual tomó el rumbo que pudo. De esta manera Nancy acabó trabajando como Nana en la casa de mi hija.

Mi nieta Andrea era pequeña y no entendía que dos personas pudieran tener el mismo nombre, cual Clara del Valle de “La Casa de los Espíritus” de Isabel Allende, así que, cuando le mostré a la chica que vendía verduras en el Mercado Bolívar y que se  llamaba Nancy ella negó con la cabeza al tiempo que señalaba con la mano hacia atrás en clara alusión a que Nancy era su Nana y estaba en ese momento en su casa en Miraflores y me dijo – Noo.

Mi yerno Jorge, quien siempre se las da de gracioso y pone apodos a todos sus compañeros, la llamaba “Gansi”, seguramente porque Nancy era una joven de temperamento tranquilo, suave y, más bien, humilde.

Un día que estaba en casa de Andrea le pregunté a Nancy

  • ¿Qué hacías tú en la fábrica de zapatos?
  • Era la cajera – fue la rápida respuesta de la Nana.
  • Vaya – dije sorprendido y claramente impresionado – tú manejabas toda la plata del negocio – añadí.
  • No – me respondió de inmediato – yo doblaba las cajas de cartón para poner los zapatos, era la cajera. Como mi otra hermana era la cortadora y mi mamá la aparadora, yo era la cajera, pero nunca manejé el dinero.

El Proceso de la Cajera

Pero la cajera Nancy, o, según Jorge, Gansi, de carácter tranquilo, suave y más bien humilde se puso hecho una fiera cuando se enteró que su “novio” había regresado a su tierra, Ayacucho. Dejó el trabajo y fue en su búsqueda y, cuenta José, que lo trajo de los pelos de vuelta al nido.

Por algo se repite siempre el refrán “De las aguas mansas líbreme Dios, que de las bravas me libro yo”

15 CUANDO MURIÓ MI MADRE

Mi madre era una hermosa mujer que por amor a mi padre fue a vivir en Guarniciones militares, así estuvo en Cabo Pantoja y en Curaray en 1941, cuando la guerra con Ecuador.

             Cabo Pantoja es una localidad peruana ubicada a orillas del río Napo, en la desembocadura del río Aguarico, cercana a la frontera con el Ecuador. Es capital del distrito de Torres Causana, ubicado en la provincia de Maynas en el departamento de Loreto.

Fuente: Wikipedia La enciclopedia independiente

             El río Curaray es un largo río de aguas blancas que discurre por Ecuador y el Perú, es un afluente del río Napo. Tiene una longitud de 800 km, ​ de los que unos 414 km2​ discurren por el territorio amazónico peruano del departamento de Loreto.

En la frontera con el Perú recibe por la izquierda su principal afluente, el río Cononaco, en la localidad homónima de Cononaco. En el Perú discurre en dirección sureste por los amplios llanos del departamento de Loreto, siendo un río totalmente meándrico. Recibe al río Nashiño por la izquierda, en la localidad de Puerto Arica, y, más abajo, al río Villano, por la derecha. Desemboca en el río Napo en la ciudad peruana de Curaray.

La tierra a lo largo del río es el hogar de los pueblos indígenas de varios grupos, entre ellos el quechua y huaorani. El río es hogar de cocodrilos, caimanes y pirañas. Fuente: Wikipedia La enciclopedia independiente

La casita en Curaray

No solamente de tales animales sino también de muchas enfermedades, tales como el paludismo y la fiebre amarilla. De hecho son lugares malsanos que a la postre ocasionaron la temprana muerte de mi madre, a los 46 años de edad.

Mi madre Maria Luisa

Cuando falleció mamá, tanto mi padre como yo, estábamos en quiebra. Ya no podía sustentarme con la música pues la invasión de las guitarras eléctricas acabó con mi profesión de músico y los gastos que ocasionaron la operación a la vesícula de mamá, pues, simplemente nos quedamos en la ruina y solamente dependíamos del sueldo de papá.

Se puso mal a las 8 de la noche y tuvimos que llevarla cargando en una sábana ayudados por los vecinos hasta la avenida pues nuestra calle estaba siendo canalizada y no podían entrar los carros. En un  taxi fuimos al Hospital Iquitos pero dos cuadras antes falleció. Cuando la ingresamos al hospital el Dr. Garayar dijo que ya estaba fallecida y no se podía intentar ningún procedimiento de resucitación.

Con mi padre fuimos donde “Charapa”, el servicio funerario más antiguo y más famoso de Iquitos.

El señor “Charapa” Bardales, un anciano famoso por ser muy tacaño y muy estricto con el pago de los servicios.

Pero curiosamente este personaje “tacaño” recogía varios muchachos para criarlos a quienes les enviaba a recorrer el jirón Lima para recoger los cajones de madera rústica y flejes de los embalajes de mercadería que descartaban los comerciantes luego de sacar su mercadería.

Con esos materiales y enderezando los clavos usados fabricaban mueblecitos de adorno y jaulitas para aves que vendían en su tienda aledaña “Modus Vivendi”.

Más curioso aún es  el hecho de que el señor Charapa sacaba cada año el Carnavalón. Para las festividades del carnaval no escatimaba gastos para armar y decorar un camión con una inmensa figura del Carnavalón junto con figurones que danzaban a pie, “El viejo” y “La vieja”, que alegraba a la ciudad entera y era ya como una obligada tradición. Se sumaban a este desfile algunas casas comerciales con carros alegóricos y hasta el ejército con una compañía de soldados disfrazados de fantoches. Nadie le pagaba a Charapa, era su gusto hacerlo.

Se cuenta también que su avidez por el dinero le jugó una mala pasada: Un modesto agricultor le ganó la partida.

Dicen que al hombre se le murió la mamá y fue a pedir a “Charapa” Bardales para enterrarla y este comenzó a averiguar qué tenía para cobrarse con ello.

  • ¿Tienes dinero?
  • No
  • Pero debes tener algo, motores, botes, gallinitas, algunos chanchitos, alguna vaquita…
  • Tengo un “torito”
  • Pues trae el torito
  • Pero tendría que ir a la chacra para traer el “torito”
  • Pues bien. Enterramos a tu mamacita y luego me traes el torito.

Cumplió “Charapa” y a la hora de cumplir el agricultor le entregó su “torito”, una herramienta  utilizada en carpintería para el cepillado fino de la madera, para el cepillado basto se usa la “garlopa”. Casi se muere de cólera el viejo “Charapa”, pues el joven agricultor sin ninguna mala intención le había hecho el avión, es decir, le había hecho de tonto.

También con nosotros utilizó la misma técnica para ver cómo podíamos pagar los gastos del sepelio y no teníamos nada, ni siquiera un “torito”. Yo, un estudiante universitario, músico en paro y mi padre un empleado del Ministerio de Guerra.

No sé cómo alcancé a decir

  • Mi padre trabaja como empleado civil en la Comandancia del Ejército – al punto se le iluminaron sus ojos y casi lleno de alegría dijo en voz alta
  • No se hable más, tenemos convenio con la Sociedad de Empleados del Ramo de Guerra. Entierro Primera de Primera. No tendrán que abonar ni un solo centavo. La Sociedad lo paga todo.

De esta manera mi madre tuvo el entierro que correspondía a su estatus y a su dignidad. Grande mi mamá y Grande mi papá. Gracias bendita Sociedad de Empleados del Ramo de Guerra. Honor al mérito.

La Familia Suárez Sandoval

Un hecho, más bien, curioso, es que mi madre nació un 25 de diciembre y hoy 25 de diciembre estoy publicando esta Elegía.

14 ELLA DICE QUE SUFRE DEL HÍGADO

Todo el día le dolía el estómago, mi esposa, Maria Judith; siempre manifestaba dolor en el estómago, pero esta vez fue más intenso. Era el día lunes 17 de febrero de 1997. No cenó, así que con mi hija Rocío conversamos y le dije

  • Por los síntomas, mamá está sufriendo un ataque de apendicitis. Debemos llevarla a la clínica más cercana y más capaz de poder atenderla de emergencia, y es la Clínica Stella Maris.

Mi hija estuvo de acuerdo, sobre todo porque a ella le consta que yo leo bastante y devoro las enciclopedias sobre la salud. Y justamente había vuelto a revisar la enciclopedia ese día y pude confirmar los síntomas que presentaba mi esposa.

La llevamos de inmediato pese a la oposición férrea de mi esposa quien en todo momento decía

  • Ya me va a pasar, ya me va a pasar, no es necesario ir a la clínica, no me lleven a la clínica. No quiero ir a la clínica.

Curioso que una mujer que había aceptado, en su momento, que le hagan tres cesáreas, ahora manifestara temor a ir a la clínica.

Cuando llegamos a la Clínica Stella Maris conversé con el Médico de Guardia y le dije

  • Doctor, investigue posible apendicitis.
  • También yo pienso que es apendicitis – me dijo – ya llamé al Médico Especialista, mientras llega el doctor le vamos a tomar una radiografía vertical.

El Médico de Guardia, mientras la llevaban a la sala de Rayos X, le preguntó a mi esposa si yo era médico, ella le dijo, en medio de los dolores, que su esposo es Ingeniero pero lee bastante, por eso sabe mucho de todo.

Mi esposa, quien toda su vida ha cuestionado el trabajo de los demás y siempre tenía algo que enseñar a los especialistas, sea en electricidad, en mecánica de carros o en pintura de carros, también ahora tenía que manifestar su cuestionamiento

  • ¿Por qué me van a cortar aquí? – señalando el costado derecho de su vientre – sí me duele aquí – señalando su estómago.

Llegó el doctor Alejandro Langberg La Rosa, y luego de enterarse de los pormenores decidió llevarla al quirófano de inmediato y fue operada.

El Dr. Langberg era el Presidente de la Sociedad Peruana de Laparoscopia y miembro de la Sociedad Internacional de Laparoscopía, de manera que hizo la operación con el método laparoscópico.

Al salir el doctor me informó que el apéndice ya se había reventado y su contenido es muy irritante por lo que tendría fiebre alta y se quedaría dos días más de lo establecido para estos casos. Mi esposa fue muy bien tratada en la clínica y se pasaba el día hablando por teléfono.

Cuando salió de alta fuimos a la consulta con el Dr. Langberg y aproveché para decirle que mi esposa desde hace varios años no come mantequilla, la cual siempre ha sido una delicia para toda la familia, porque, dice ella, que “sufre del hígado” y siempre se la pasa tomando hepabionta.

  • Yo no creo que su señora sufra del hígado y no es bueno que esté tomando hepabionta, no le hace nada bien. Lo que su señora sufre es de gastritis crónica.
  • ¿Y qué medicinas debe tomar doctor?
  • Ninguna medicina. Lo que debe hacer es NO tomar café, gaseosas, ni cosas ácidas ni ají, y no fumar, solamente por dos semanas y quedará como nueva.

Dios bendiga al doctor Alejandro Langberg La Rosa, fue un santo remedio y, desde entonces, cuando alguien en la familia manifiesta malestares tipo gastritis le recomendamos lo mismo y se sanan fácilmente.

Hotel Mossone de Ica

Almorzando en el Hotel Mossone

Lo máximo se dio cuando fuimos tres días al Hotel Mossone en Ica, donde a la hora del desayuno, el almuerzo y la cena ponían en la mesa una cesta de panes calientes y mantequilla en cubitos. Después de muchos años vi a mi esposa disfrutar de una buena mantequilla sin temor a “sufrir del hígado”.

 

13 SEÑORA, NO HAY POLICÍA QUE CARGUE FUSIL

Sábado 15 de abril de 1950, había mucha agitación en mi casa, se preparaban para la venta en la puerta de mi casa, donde funcionaba un restaurante modesto.

Todos los sábados eran de fiesta en la ciudad de Iquitos, y el lugar más concurrido fue, definitivamente, el Sindicato de Albañiles, en la primera cuadra de la calle Ricardo Palma. Vivíamos entonces a pocas casas de este local.

De pronto mi mamá se dio cuenta de que no habían comprado los cigarros para vender y la mayor ganancia se obtenía de la venta de sánguches de chancho asado, chicles y, por supuesto, cigarros, gaseosas y cerveza.. Ocurría que en el baile vendían todas estas cosas pero al doble de su precio y la gente prefería venir a consumir a mi casa que estaba a sólo un paso.

Toda presurosa mi mamá me encomendó para que fuera a comprar una “rueda de cigarros Aviación” en la Caja de Depósitos y Consignaciones, el cual, años después, el Presidente Belaunde lo convirtió en el Banco de la Nación.

La Caja de Depósitos quedaba en la calle Morona primera cuadra, frente a la Comisaría, y el mayor problema era que cerraba a las 5 de la tarde y ya eran las 4 y media.

Salí corriendo por el jirón Lima y al voltear a la calle Morona me detuvo un policía y cogiéndome del brazo me llevó a la Comisaría mientras iba insultándome de “muchacho vago que no tienes nada que hacer”, una y otra vez.

Guardia Civil

En la Comisaría me hicieron cargar un fusil y me llevaron a la Comisaría de la Plaza Grau, distante 10 cuadras. Iba yo todo avergonzado sobre todo porque los chicos, compañeros del colegio, me veían en un extraño trance: iba con un policía cargando un fusil con mis seis años a cuesta.

Todo el trayecto el desgraciado policía iba insultándome de la misma forma. En la Comisaría de la Plaza Grau los policías le daban la razón a este animal, dejamos ese fusil y me hicieron cargar otro fusil y regresamos a la Comisaría de la calle Morona, con los mismos insultos.

Cuando llegamos el tipo este me dijo que me largue, y dale con lo de “muchacho vago que no tiene nada que hacer”.

Fusil Mauser Original Peruano

Naturalmente la Caja de Depósitos ya había cerrado y en el camino de regreso me encontré con  mi mamá quien venía muy preocupada porque nunca me retraso en un mandado; le conté lo que me había ocurrido y cogiéndome de la mano fuimos a la Comisaría y ella entró como una tromba gritando

  • “Malditos policías”, no saben respetar a un niño, han de saber que este niño no es ningún vago, tiene casa y es un buen estudiante y no es el sirviente de nadie. Ustedes bolsudos por qué no cargan sus propios fusiles, por qué tienen que hacerle cargar a un niño indefenso.

El policía que estaba de centinela le dijo a mi mamá una frase que me pareció la más estúpida del mundo, y, aun hoy al cabo de setenta años me sigue pareciendo así

  • ¡Señora, no hay policía que cargue fusil!

El miserable seguía repitiendo la estúpida frase mientras mi madre les insultaba reclamándoles por el maltrato que me habían infligido. Lo que estaba diciendo el malvado es que un policía no puede cargar un fusil. Ningún superior de la tal comisaría salió a dar explicaciones sobre tan grave suceso. Claro, sábado más de las 5 de la tarde, seguramente no había ningún superior.

Mi mamá cansada de reclamar sin que nadie atine a presentar sus disculpas ni se haga responsable del grave daño producido, salimos.

Evidentemente no hubo cigarros en la venta de esa noche y todos los clientes le reclamaban por ese “olvido”. Fue también la única vez que faltó cigarros en nuestro negocio.

Lo más triste de este episodio es que aún hoy en día siento desazón cuando debo entrar a una comisaría para realizar algún trámite obligatorio. Trauma producido por un policía ignorante de sus deberes y obligaciones para con la sociedad.

 

12 AUTOESTIMA

El 11 de setiembre de 2018, mi buen amigo Alberto Luis Chevarría Kershbaumer subió a su Facebook este meme

Y se suscitó el siguiente diálogo, porque no todos los memes son verdades absolutas y muchos no resisten el menor análisis:

Yo: Es inevitable, en el colegio me decían cofla, en La Cerro (La Oroya) me decían dogor. Nunca me molestó pues era consciente de lo que era, flaco o gordo.

Alberto: Pero podemos cambiar, porque casi todos lo hacemos y hacemos daño y además quienes somos nosotros para juzgar la vida de los demás.

Yo: Te repito que nunca me sentí mal y creo que nadie se debe sentir mal, a menos que a una dama le digas fea lo cual sería imperdonable y el idiota se merece una patada, mejor no te digo donde.

Alberto: Jorge Suárez Sandoval,  aunque te parezca mentira la gente busca la aprobación de los demás, así forma su autoestima, es un error, pero más del 90% está en esa situación, tu actitud ha sido la correcta, has tenido una buena salud mental pero no es la historia de la mayoría, la gente cuando se equivoca o es criticado(a) sufre, realmente no sabe quién es y todo el sistema coadyuva a eso, los vemos todos los días en la TV que no muestran el ideal de una persona exitosa o bella, ¿Qué nos dice la TV?, es mi punto de vista. Saludos estimado amigo.

En realidad la cosa iba más allá, tenía un amigo en el Colegio que cada vez que nos encontrábamos, ya sea en el colegio o en la calle, me reñía

  • Ya te vas a volver tuberculoso, deja la Banda de una buena vez.

Yo sonreía nada más, pero nunca le contestaba, sólo lo saludaba porque sabía que lo hacía por la amistad y el afecto que nos teníamos, pues en efecto, desde el Primero de Secundaria fui miembro de la Banda de Músicos del Colegio, Gran Unidad Escolar “Mariscal Oscar R. Benavides” de Iquitos. Tocaba primero clarinete y después saxofón, lo cual me permitió ser músico profesional y trabajar en varias de las mejores orquestas de la localidad.

También es cierto que me alimentaba bien, tanto mi mamá como después mi esposa, decían que era “tragoncito”. O sea que por allí no era la cosa, no me iba a volver tuberculoso por más que “soplara” el saxofón.

También era deportista, todos los sábados salíamos de clases a las 10 am e invariablemente íbamos al campo de fútbol del Club Deportivo Dos de Mayo y disputábamos ardorosamente un buen partido. Como era negado para el dribling, en mi tierra se decía “cabrear”, me autocolocaba como back izquierdo, posición que nadie quería porque todos eran diestros y me obligaba a mí mismo a patear con el pie izquierdo para despejar la bola. De esa manera participaba en todos los partidos de fútbol de los sábados. Estaba  fijo en mi puesto de back izquierdo

Era igualmente miembro importante del Equipo de Gimnasia en Aparatos del Colegio y había “saltos” en el taburete que solamente yo lo podía hacer, porque era flaco, ágil y le había encontrado el quid del trampolín, y, por eso, saltaba más alto.

Músico reconocido, atleta consumado, además de bien parecido, mi autoestima era bien alta y no me afectaba que me dijeran flaco.

Tampoco me afectaba que me dijeran “dogor” cuando subí de peso   porque en La Oroya también jugaba fútbol. La Oroya está a 3,750 msnm. Aquí sí jugaba de Centro forward porque tenía más dribling que los demás, Ya saben “En el país de los ciegos, el tuerto es rey”.

11 JORGE REÁTEGUI BURGA

Nuestro distinguido catedrático don Víctor H. Montenegro Vilches publicó un texto de Prácticas de Química Analítica Cuantitativa, y en ese libro incluyó 200 problemas de cálculos de Análisis Químico Cuantitativo.

En realidad el Ingeniero Montenegro publicaba textos de todos los cursos que dictaba en la Facultad de Ingeniería Química de nuestra Universidad, la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP) de Iquitos.

El Ingeniero Montenegro fue después Decano de la Facultad y nuestro padrino de matrimonio, son, pues, varias las razones por las que sentimos en mi familia un gran afecto por él y su entrañable familia.

Pero este texto de Prácticas era el único que contenía tales problemas, de difícil solución, que lo consideré un verdadero reto y cuando logré terminar de resolverlos había llenado varios cuadernos y me parecía que estaba tan bien organizada la secuencia de los problemas que me pareció que el mejor homenaje que podía hacerle a nuestro querido Profesor era publicarlo. Entonces me propuse hacerlo.

Pero para publicar un  libro no basta con la noble intención; de hecho, requiere en primer lugar una buena redacción, un buen “tipeo” de los esténciles y los materiales para la impresión, esténciles, papel, tinta para mimeógrafo y cartulina para la carátula. Todo lo cual, es necesario decirlo, cuesta mucho. Más cuando no se cuenta con los medios necesarios.

Como siempre he considerado que los retos se resuelven paso a paso comencé con el primer paso: La buena redacción.

Mi, entonces, novia Maria Judith Alva Rivera, profesora en el Centro Educativo de Mujeres 172, quien siempre me apoyó en todo, se puso a escribir con su bonita letra el texto del libro que tenía proyectado publicar.

Terminada la redacción le pedimos a nuestra buena amiga Maria Alicia Amaya Córdova, funcionaria de la Oficina Regional de Educación, que “picara” los esténciles.

Veamos lo que Wikipedia dice sobre el mimeógrafo:

“El mimeógrafo es una máquina que se utilizó como medio para producir muchas copias de un texto, sobre todo en escuelas. Al principio eran enteramente manuales pero después se les añadió motor y dispositivos para hacer más fácil su uso.

Los textos eran preparados con la ayuda de una máquina de escribir, una matriz en papel, llamada esténcil, que se impregnada con tinta por una de sus caras. La hoja del esténcil era de papel encerado y sobre ésta se escribía con la máquina de escribir anulando previamente la cinta entintada, es decir, se escribía perforando la hoja con los tipos de cada letra, y justamente en esos agujeritos el mimeógrafo introducía una pequeñísima cantidad de tinta para que el papel blanco que se superponía en el aparato, recibiera la impresión de esos tipos”

También podíamos escribir o dibujar a mano en el esténcil con un bolígrafo sin tinta. Los artistas tenían trabajo en el Departamento de Copia e Impresiones de las instituciones porque tenían que diseñar y dibujar las carátulas de las publicaciones con ayuda de instrumentos y plantillas especiales y muy costosas.

La caja de esténciles contenía 12 unidades y para imprimir un centenar de copias debía ser el mejor material, así como la tinta para mimeógrafo. Resumiendo, estamos hablando de 10,000 hojas de papel periódico tamaño carta (216 x 279 mm), 20 resmas, 10 cajas de esténciles Gestetner, 10 cartuchos de tinta para mimeógrafo Gestetner, 100 pliegos de cartulina. Una fortuna.

Después de cavilar con  mi novia, decidimos presentarnos donde el señor Jorge Reátegui Burga para solicitarle todo ese material al crédito. ¿Éramos ilusos? Tal vez. Pero nada se logra si no se intenta, por lo menos.

Don Jorge Reátegui Burga era el dueño de la Imprenta, librería y papelería “Bazar Moderno” ubicada en el Jirón Lima. Todos los días, desde que era niño, lo veía al frente de su tienda cuando iba y volvía yo del colegio. Siempre afable y jamás le vi de mal humor o tratar mal a sus dependientas. Creo que esa impresión que tenía sobre su carácter fue lo que me animó a solicitar el crédito. Judith no lo conocía porque ella era de Requena y vino a Iquitos para estudiar la Normal y no conocía mucho a las personas de Iquitos.

Conversamos con don Jorge en la puerta de su tienda, le dijimos quienes éramos, un estudiante del Cuarto Año de Ingeniería Química de la Universidad local y ella una profesora de la Escuela 172. Le solicitamos el crédito a pagar en tres armadas, a partir del segundo mes de la fecha en que estamos hablando. Le explicamos que teníamos que picar los esténciles, luego imprimir los textos, después armar los libros y finalmente proceder a su venta. Que era un texto necesario en la Universidad, con lo cual estaba asegurada su venta. Él lo resumió así:

  • ¿Has escrito un libro de problemas planteadas por tu profesor, necesitas todo ese material para imprimirlo y lo piensas vender en la misma Universidad?
  • Sí señor, así es.
  • ¿Y piensas pagarlo en tres meses a partir de 60 días del día de hoy?
  • Efectivamente, señor.
  • Bueno … me parece bien. Vamos entonces adentro para despacharles el material

Nunca nos dijo para firmar ningún documento ni compromiso de pago, ni siquiera nos pidió nuestros documentos, simplemente nos entregó el material solicitado. El libro se publicó en mayo de 1968, con prólogo de nuestro querido Profesor. Nosotros por nuestra parte cumplimos fielmente con nuestro compromiso y la venta fue un éxito. Todos los estudiantes de Química querían tener ese libro.

Dios lo tenga en su Gloria a don Jorge Reátegui Burga, un señor a carta cabal y un gran caballero, cuya figura quiero ahora resaltar.