377 HISTORIAS DE ESAN

            En 1975, fui seleccionado por la Cervecería Backus para asistir a un Curso Para Supervisores en la ESAN (Escuela Superior de Administración de Negocios).

            Como esta institución quedaba al final de la Avenida Primavera, en mi tierra hubieran dicho “donde el diablo ha botado su cachimba” porque queda muy lejos, como exmilitar hice un reconocimiento previo del terreno, para determinar en qué carro ir y a qué hora debía tomarlo desde mi casa en la Plaza Manco Cápac.

            Con curiosidad me encontré con un Supervisor de Bodegas, también exmilitar, quien estaba igualmente haciendo “reconocimiento del terreno”, técnica sine qua non del militar del Ejército Peruano.

            El Decano era nuestro expositor y algunas veces nos sorprendía con algunas cosas salidas del tema. Supongo que es la mecánica en que se apoya el método ESAN.

            Una vez dibujó en la pizarra un vaso con agua hasta la mitad y nos hizo la pregunta clásica: ¿el vaso está lleno o está vacío?

            Otra vez nos sacudió con su exposición. Eran tiempos del gobierno militar en el que un militar depone al otro militar que había depuesto al Presidente.

            Nos dijo: Dicen que los asesores se presentaron donde el presidente y le dijeron que tenían una noticia buena y otra mala. – Como somos humanos, siempre queremos escuchar primero las noticias buenas – Así que el presidente les dijo:

  • “¿Cuáles son las noticias buenas?” – Con mucho tacto, le dijeron:
  • “Señor presidente, el próximo año vamos a estar comiendo caca”. Aquí sí que se sorprendió el presidente.
  • “Si esas son las noticias buenas, ¿cuáles son las malas?
  • “Que no va a alcanzar para todos”

            Era un seminario de 6 a 9 pm una vez por semana. Cada vez, una persona de cada grupo debía exponer sobre el tema que nos encargaban. Al final de la clase nos entregaban el tema para estudiarlo y debatirlo y llevar una conclusión para exponerlo en la siguiente clase.

            Invariablemente, era yo quien exponía el tema. En realidad me agradaba hacerlo y no demandaba de mí ningún esfuerzo.

            Pero, mi pequeña hija comenzó a padecer de asma y nos tenía desvelados y preocupados. La llevamos a un especialista en males bronquiales que se había especializado en Londres para atender a su esposa. Antes habíamos trabajamos juntos en el Instituto de Salud Ocupacional. Nos dio una vacuna que debía tomar mi pequeña, pero le producía aún más tos. Un médico amigo nos dijo que ese doctor es especialista en asma pero en adultos, que a un niño debe atenderle un médico Pediatra. Lo encontramos en el Centro Médico de la Parroquia “Nuestra Señora de Guadalupe” en el Parque de las Américas, en Balconcillo. Era el doctor Boado Cockting.

            Mientras tanto, esa semana no pude revisar el escrito y no pude preparar mi exposición. Al llegar a la escuela se los dije y les pregunté si alguno había preparado algo.     El Supervisor exmilitar me dijo:

  • “Ingeniero, yo he leído la lección y puedo hacer la exposición”.

            Fue el único, pero fue nuestra salvación. Presentó una buena exposición y el Decano estuvo satisfecho.

            En otra Clase, el Decano nos contó una historia trágica:

            “En un lugar del mundo, el esposo salía de viaje para atender asuntos de su trabajo, mientras tanto su esposa iba en su carro al pueblo vecino a visitar a su amante. Para llegar tenía que utilizar el Ferry (transbordador) para pasar a la otra orilla, pagando el peaje. Había un puente viejo pero estaba muy deteriorado y nadie quería usarlo”.

            “Una vez que volvía de ver a su amante, al llegar al Ferry se dio cuenta que no traía dinero para pagar el peaje. El maquinista no quiso hacerla pasar si no pagaba. Ella volvió donde su amante y le pidió el dinero”.

            “El amante se negó, adujo que la relación entre ellos era puramente sentimental y no quería enturbiarlo con cuestiones tan prosaicas como el dinero. Presa de desesperación volvió al Ferry y el maquinista erre que erre, con que si no paga no la hace pasar”.

            “Sumamente asustada, porque su marido ya estaba al llegar, se atrevió a cruzar el puente viejo. El puente se cayó (según el Alcalde Castañeda, colapsó) y ella falleció”.

            “¿Quién es el culpable?”.

            Un tema muy delicado y todos y cada uno tenía una opinión al respecto y nadie se ponía de acuerdo.

            En realidad es una pregunta retórica y no existe una respuesta correcta, pero los Psicólogos la emplean para determinar acerca de ti según tu respuesta y, sobre todo, según las razones que aduces.

            Fue una magnífica oportunidad para nosotros que la Cervecería haya decidido enviarnos al Curso en la ESAN. Lastimosamente en el segundo curso me fue peor porque se agravó el mal de mi niña y tuve que abandonar. El Gerente de Producción me reclamó y le expliqué por qué tuve que fallar, esperando que me enviaran a repetir la oportunidad, puesto que el clima mejoró al igual que mi hijita, pero la empresa desistió y nunca más nos envió a ESAN. Fue una magnífica oportunidad perdida, pero fue grandiosa.

376 ESTOY BRISTOL

            “Estoy Bristol” es una locución típicamente loretana, que significa simplemente que tengo el cabello muy crecido y debo ir a la peluquería. Es tomado de la imagen del Almanaque Bristol que regalaban todos los años en la Botica la Loretana en la cuadra 3 del Jirón Lima (ahora Próspero) de Iquitos, el señor de la imagen tenía el cabello crecido y parecía necesitar ir con urgencia al peluquero. La verdad es que solamente cuando estaba Bristol iba al peluquero, una vez por mes.

            Ya dije antes que los niños de mi época solamente teníamos dos opciones: estilo boxeador o estilo caballito. Prefería el boxeador, pelo bien corto, a llevar un copete como crin de caballo.

            Cada mes íbamos donde los señores Montero en la segunda cuadra de la calle San Martín en Iquitos. Tanto el esposo como la esposa eran peluqueros y nos cortaba el pelo cualquiera de los dos.

            Cuando tenían fiesta, mi mamá iba donde la señora Moncada en la segunda cuadra de la calle Raimondi. La fiesta era de “rompe y raja”  en el aniversario de la Sociedad de Empleados del Ramo de Guerra, en la primera cuadra de la calle Brasil. Después se pasarían a su propio local en la cuadra cuatro de la calle Sargento Lores.

            Crecí con la idea fija que el cabello debían cortarme  hombres, con la excepción, claro está, de la señora Montero.

            Cuando pasamos a vivir en la calle Tacna cuadra cuatro, había una peluquería. Llevé a mi hermano Enrique para que le corten el pelo. El peluquero me preguntó si le cortaba bajo o alto. Era algo que no conocía y no supe que contestar. Por parecerme que el corte bajo se refería a pelo bien corto, le dije: Bajo.

            El peluquero me explicó que en el corte bajo solamente le pelan la parte de la nuca y las patillas y el resto queda igual. De ninguna manera, le dije, corte alto, y bien corto.

            Cuando me tocó ir a cortarme el pelo me preguntó cómo lo quería, le dije sin titubear: corte alto y raya a la izquierda.

            El peluquero me dijo: entonces corte a lo John F. Kennedy. Efectivamente, como antiguo militar John tiene ese corte de pelo. Fue héroe de la Segunda Guerra Mundial.

            Cuando me casé, al frente de mi casa en la  Julio C. Arana cuadra tres, ahora es Nauta, había un peluquero, a la vuelta en la Fizcarrald estaba la peluquería El Faro del papá de Estelita, colega de mi amada esposa, y a la espalda, en la Pevas otra peluquería  cuya historia lo cuento en el Libro En nuestra Selva.

            Pero ya Kennedy estaba pasado de moda y nadie lo recordaba, por lo cual pedía siempre corte alto.

            Cuando vinimos a vivir en Lima, durante nuestra estancia en la Plaza Manco Cápac en La Victoria, acudía a una peluquería de hombres en la cuadra 4 de la avenida Manco Cápac. Luego pasamos a vivir en Pueblo Libre, un mundo nuevo y todo por descubrir. Busqué una peluquería de hombres y la encontré a la vuelta de mi casa. Quedaba en la cuadra 6 de la calle Andalucía. Un peluquero ya de edad. Mi corte de pelo es simple y no necesité nunca nada especial.

            Pero, la última vez que fui, el señor estaba borracho y el corte de pelo fue una experiencia de cuentos de terror. Nunca más fui.

            Por exigencias del colegio de mi nieta Andrea, sus padres se tuvieron que casar por la iglesia. El Colegio San José de Cluny es de las monjas y son muy rígidas con este tema. Como yo tenía que llevar a Claudita al altar, busqué una peluquería aparente. En la esquina de Andalucía con Pedro Murillo queda el Salón José. Le explique a José para qué necesitaba sus servicios y me hizo un trabajo muy profesional, con unos sprays que me aseguró que no me iba a despeinar y, sobre todo, ocultando la incipiente calvicie. Quedé muy satisfecho.

            Luego  pusieron un spa en Andalucía con Leonidas Yerovi, administrado por un señor que cobraba y entregaba la boleta, pero todo el personal era femenino. Primero escogí a Carmen.

            Una vez fui al Policlínico de Backus para ser atendido por el otorrinolaringólogo, que nombre tan largo y tan feo. El médico me llamó la atención, me riñó porque mis oídos tienen mucho pelo. Nunca me había fijado en ello y los especialistas jamás me habían comentado nada. Me dijo:

  • Dígale a su peluquera que le corte los pelos del oído.

            Mi amada esposa, Judith Alva, también me reñía porque mi nariz tiene muchos pelos. Ella cogía las tijeras y los recortaba, pero me decía:

  • Se ve feo que un caballero todo elegante tenga pelos sobresaliendo en la nariz.

            También, en cierta oportunidad sentí molestias en los ojos, cuando me miré en el espejo del baño vi que mis cejas habían crecido exageradamente y doblándose se metían en mis ojos.           

            De resultas de todos esto le digo a mi peluquera:

  • Corte de pelo alto con máquina eléctrica, me recorta las cejas, los pelos de la nariz y los oídos.

            Lo hacen a cabalidad, lo malo es que la peluquera solamente duraba tres meses. Cuando acudía a buscarla me informaban que se había retirado para poner su propio salón.

            Escogí luego a Amelia, con las mismas indicaciones e igual satisfacción. Tres meses después ya no estaba.

            Escogí entonces a otra joven que me dijo:

  • A usted se le conoce aquí como el señor que viene con las patillas desiguales.

            Como no veo bien es posible que fuera cierto y no me corto con regla para medir el largo de mis patillas. Pero nunca más acudí a este salón.

            Como tenía que llevar a mi amada esposa para que le hagan el corte de pelo, las manos y los pies, acudía donde nuestra paisana de Iquitos Teresa Torres, su salón queda en la Galería Popi en la cuadra 7 de la calle Andalucía y aprovechaba para yo también hacerme el corte de pelo, con las indicaciones ya especificadas, y la podología. A cierta edad ya no es posible ser autosuficiente.

            El problema con Teresa era que tenía que cuidar a su pequeño nieto y salía a recogerlo del nido dejando en outside a Judith. Se demoraba media hora pero las personas aquejadas del Mal de Alzheimer no tienen paciencia, cuando regresaba, Judith ya estaba alterada y seguía alterada todo el día. Por ello dejamos de ir donde Teresa.

            Nos acogimos al Spa Nicoll en Leonidas Yerovi, a la espalda de la casa. Le expliqué el problema de mi esposa a quien debían atender de un solo tirón porque se altera si se demoran. También me atendían a mí, en momento diferente, se entiende.

            Tres meses sin salir a la calle por el Covid, estaba en verdad Bristol. Por fin, abrió el Spa Nicoll, pero mi amada esposa ya no puede salir. A ella ahora la atienden personas de la amistad de Charito en su cama. Yo sigo atendiéndome con Nicoll.

375 HUMOR NAVAL 3

EL DROMEDARIO

  • ¿Qué es un dromedario?
  • Un caballo diseñado por un Ingeniero Naval.

TECNOLOGÍA DE PUNTA

            Corre el rumor, que los barcos de última generación estarán tan automatizados que solo necesitarán de un Capitán, para echarle las culpas y un perro, para que el Capitán no se acerque a las computadoras.

NOMENCLATURA MARINERA

  • Capitán, ¿puedo desembarcar por la izquierda por favor?
  • Se dice por babor.
  • ¿Puedo desembarcar por la izquierda por babor?

JUNTOS PERO SEPARADOS

            Dos mujeres conversan, una le dice a la otra:

  • Mi marido es marinero y se pasa 11 meses en el mar y uno en casa.
  • Vaya… Se te debe hacer eterno ¿verdad?
  • Ni creas, porqué se pasa medio mes en casa de su madre.

TATUAJE DE VERDAD

            Un marinero enseñando orgulloso su tatuaje a un amigo:

  • Pues si tío, este tatuaje me lo hice hace 20 años en el puerto de La Habana.
  • Está muy bonito. ¿Y si te bañas con jabón, no se va?
  • Pues… ahora que lo dices… no lo sé.

ESCOTILLA

            Un caballero le contaba a su amigo:

  • Mi mujer quiso salir a la cubierta del yate y se golpeó la cabeza con la ventana.
  • Escotilla.
  • ¡Sí, un montón, ni te imaginas como pone a todas las vecinas!

AL AGUA PATOS

  • ¿Qué pasa si tiras un pato al agua?
  • Nada.

EN LA CAMA

  • ¿Cómo tienes el valor de hacerte marino si todos tus antepasados murieron en el mar?
  • ¿Dónde murieron los tuyos?
  • En la cama.
  • ¿Y tienes el valor de acostarte todos los días?

EL CAMARÓN

  • ¿Qué usan los animales marinos para tomarse una foto?
  • Un camarón.

EL COLMO DE UN MARINO

  • ¿Cuál es el colmo de un marino?
  • Tener problemas para navegar en internet.

EL ANCLA

  • Marineros, tiren anclas.
  • Pero mi Capitán, el ancla es nueva.

EL TITANIC

  • Una réplica del Titanic volverá a zarpar en 2022 y hará la misma ruta que el original.
  • ¿Hasta el fondo del mar? No, gracias.
Atrinca

374 LAS AVENTURAS DE TOM SAWYER

            Novela humorística y satírica de Mark Twain, seudónimo del célebre escritor Samuel Clemens.

            Mark Twain es también autor de obras  inmortales, tales como El Príncipe y el mendigo, Un yanqui en la corte del Rey Arturo, pero es más conocido por su novela Las aventuras de Tom Sawyer y su secuela Las Aventuras de Huckleberry Finn.

            Tom Sawyer es un chico travieso, aventurero y enamorador, con una imaginación muy activa que lo mete en muchos problemas. Aparentemente sus aventuras ocurren en un poblado a orillas del rio Mississippi (Estados Unidos).

            Es esta novela la que hizo mis delicias en mi niñez y, pese a su extensión, son dos secuencias las que recuerdo con mucho cariño porque pintan de cuerpo entero al personaje:

Uno

Pág 31.

La escuela dominical

Los tres niños marcharon a la escuela dominical, lugar que Tom aborrecía con toda su alma; pero a Sid y a Mary les gustaba.

Las horas de esa escuela eran de nueve a diez y media, y después seguía el oficio religioso. Dos de los niños se quedaban siempre, voluntariamente, al sermón, y el otro siempre se quedaba también…, por razones más contundentes. Al llegar a la puerta, Tom se echó un paso atrás y abordó a un compinche también endomingado.

  • Oye, Bill, ¿tienes un vale amarillo?
  • Sí.
  • ¿Qué quieres por él?
  • ¿Qué me das?
  • Un cacho de regaliz y un anzuelo.
  • Enséñalos.

Tom los presentó. Eran aceptables, y las pertenencias cambiaron de mano. Después hizo el cambalache de un par de canicas por tres vales rojos, y de otras cosillas por dos azules. Salió al encuentro de otros muchachos, según iban llegando, y durante un cuarto de hora siguió comprando vales de diversos colores.

Entró en la iglesia, al fin, con un enjambre de chicos y chicas, limpios y ruidosos.

Pág. 32

Las lecciones de la escuela dominical

Llegó el momento de dar las lecciones y fueron saliendo trabajosamente del paso, y a cada uno se le recompensaba con vales azules, en los que estaban impresos pasajes de las Escrituras.

Cada vale azul era el precio de recitar dos versículos; diez vales azules equivalían a uno rojo, y podían cambiarse por uno de éstos; diez rojos equivalían a uno amarillo, y por diez vales amarillos el superintendente regalaba una Biblia, modestamente encuadernada (valía cuarenta centavos en aquellos tiempos felices), al alumno.

La entrega de uno de estos premios era un raro y notable acontecimiento.

El alumno premiado era un personaje tan glorioso y conspicuo por aquel día, que en el acto se encendía en el pecho de cada escolar una ardiente emulación, que solía durar un par de semanas. Es posible que el estómago mental de Tom nunca hubiera sentido verdadera hambre de uno de esos premios, pero no hay duda de que de mucho tiempo atrás había anhelado con toda su alma el éclat que traía consigo.

Pag. 33

El Superintendente

Al llegar el momento preciso el superintendente se colocó en pie frente al púlpito, teniendo en la mano un libro de himnos cerrado y el dedo índice inserto entre sus hojas, y reclamó silencio. Empezó de esta manera:

  • Ahora, niños os vais a estar sentados, todo lo derechitos y quietos que podáis, y me vais a escuchar con toda atención por dos minutos.

Pero todo ruido cesó de repente al extinguirse la voz de mister Walters, y el término del discurso fue recibido con una silenciosa explosión de gratitud.

Pág. 35

Los visitantes

Buena parte de los cuchicheos había sido originada por un acontecimiento más o menos raro: la entrada de visitantes. Eran estos el abogado Thatcher, acompañado por un anciano decrépito, un gallardo y personudo caballero de pelo gris, entrado en años, y una señora solemne, que era, sin duda, la esposa de aquél. La señora llevaba una niña de la mano.

Se dio a los visitantes el más encumbrado asiento de honor, y tan pronto como mister Walters terminó su discurso los presentó a la escuela. El caballero del pelo gris resultó ser un prodigioso personaje, nada menos que el juez del condado; sin duda el ser más augusto

en que los niños habían puesto nunca sus ojos. Aquél era el gran juez Thatcher, hermano del abogado de la localidad. El Superintendente y todos los funcionarios se pusieron a presumir.

Y cerniéndose sobre todo ello, el grande hombre seguía sentado, irradiaba una majestuosa sonrisa judicial sobre toda la concurrencia y se calentaba al sol de su propia grandeza, pues estaba «presumiendo» también.

Pág. 37

El premio

Sólo una cosa faltaba para hacer el gozo de mister Walters completo, y era la ocasión de dar el premio de la Biblia y exhibir un fenómeno. Algunos escolares tenían vales amarillos, pero ninguno tenía los necesarios: ya había él investigado entre las estrellas de mayor magnitud.

Y entonces, cuando había muerto toda esperanza, Tom Sawyer se adelantó con nueve vales amarillos, nueve vales rojos y diez azules, y solicitó una Biblia. Fue un rayo cayendo de un cielo despejado. Walters no esperaba una petición semejante, de tal persona, en los próximos diez años. Pero no había que darle vueltas: allí estaban los vales y eran moneda legal. Tom fue elevado en el acto al sitio que ocupaban el juez y los demás elegidos, y la gran noticia fue proclamada desde el estrado. Era la más pasmosa sorpresa de la década; y tan honda sensación produjo, que levantó al héroe nuevo hasta la altura misma del héroe judicial.

El premio fue entregado a Tom con toda la efusión pero el superintendente se daba cuenta, instintivamente, de que había allí un misterio. Era simplemente absurdo pensar que aquel muchacho tenía almacenadas en su granero dos mil gavillas de sabiduría bíblica, cuando una docena bastarían, sin duda, para forzar y distender su capacidad.

El juez le puso la mano sobre la cabeza y le dijo que era un hombrecito de provecho, y le preguntó cómo se llamaba. El chico tartamudeó, abrió la boca, y lo echó fuera:

  • Tom.
  • No, Tom, no…; es….
  • Thomas.
  • Eso es. Ya pensé yo que debía de faltar algo. Bien está. Pero algo te llamarás además de eso, y me lo vas a decir, ¿no es verdad?
  • Dile a este caballero tu apellido, Thomas -dijo Walters-; y dile además «señor». No olvides las buenas maneras.
  • Thomas Sawyer, señor.
  • ¡Muy bien! Así hacen los chicos buenos. ¡Buen muchacho! ¡Un hombrecito de provecho! Dos mil versículos son muchos, muchísimos. Y nunca te arrepentirás del trabajo que te costó aprenderlos, pues el saber es lo que más vale en el mundo: tú serás algún día un hombre grande y virtuoso, Thomas, y entonces mirarás hacia atrás y has de decir: «Todo se lo debo a las ventajas de la inapreciable escuela dominical, en mi niñez; todo se lo debo al buen superintendente, que me alentó y se interesó por mí y me regaló una magnífica y lujosa Biblia para mí solo: ¡todo lo debo a haber sido bien educado!» Eso dirás, Thomas, y por todo el oro del mundo no darías esos dos mil versículos. No, no los darías. Y ahora ¿querrás decirnos a esta señora y a mí algo de lo que sabes? Ya sé que nos lo dirás, porque a nosotros nos enorgullecen los niños estudiosos. Seguramente sabes los nombres de los doce discípulos.
  • ¿No quieres decirnos cómo se llamaban los dos primeros que fueron elegidos?

Tom se estaba tirando de un botón, con aire borreguil. Se ruborizó y bajó los ojos: Mister Walters empezó a trasudar, diciéndose a sí mismo: «No es posible que el muchacho contestase a la menor pregunta… ¡En qué hora se le ha ocurrido al juez examinarlo.» Sin embargo, se creyó obligado a intervenir, y dijo:

  • Contesta a este señor, Thomas. No tengas miedo.

Tom continuó mudo.

  • Me lo va a decir a mí -dijo la señora-. Los nombres de los primeros discípulos fueron…
  • ¡David y Goliat!

Dejemos caer un velo compasivo sobre el resto de la escena.

Dos

Pág 177

CAPÍTULO XXII

Tom ingresó en la nueva Orden de los «Cadetes del Antialcoholismo», atraído por lo vistoso y decorativo de sus insignias y emblemas. Hizo promesa de no fumar, no masticar tabaco y no jurar en tanto que perteneciera a la Orden. Hizo en seguida un nuevo descubrimiento, a saber: que comprometerse a no hacer una cosa es el procedimiento más seguro para que se desee hacer precisamente aquello. Tom se sintió inmediatamente atormentado por el prurito de beber y jurar, y el deseo se hizo tan irresistible que sólo la  esperanza de que se ofreciera ocasión para exhibirse luciendo la banda roja evitó que abandonase la Orden.

El «Día de la Independencia» se acercaba, pero dejó de pensar en eso, lo dejó de lado cuando aún no hacía cuarenta y ocho horas que arrastraba el grillete, y fijó todas sus esperanzas en el juez de paz, el viejísimo Grazer, que al parecer estaba enfermo de muerte, y al que se harían grandes funerales por lo encumbrado de su posición. Durante tres días Tom estuvo preocupadísimo con la enfermedad del juez, pidiendo a cada instante noticias de su estado.

A veces subían tanto sus esperanzas, tan altas estaban, que llegaba a sacar las insignias y a entrenar frente al espejo. Pero el juez dio en conducirse con las más desanimadoras fluctuaciones. Al fin fue declarado fuera de peligro, y después, en franca convalecencia. Tom estaba indignado y además se sentía víctima de una ofensa personal. Presentó inmediatamente la dimisión, y aquella noche el juez tuvo una recaída y murió. Tom se juró que jamás se fiaría de un hombre como aquél.

El entierro fue estupendo. Los cadetes desfilaron con una pompa que parecía preparada intencionadamente para matar de envidia al dimisionario.

Tom había recobrado su libertad, en cambio, y eso ya era algo. Podía ya jurar y beber; pero, con gran sorpresa suya, notó que no tenía ganas de ninguna de las dos cosas. Sólo el hecho de que podía hacerlo le apagó el deseo y privó a aquellos placeres de todo encanto.

373 LA MASCOTA COMO PRETEXTO

            Existe una serie de personas y de organizaciones que se preocupan mucho por los animales. Viven haciendo apología de la crianza y cuidados. Se ocupan de regalarlos “sólo a personas responsables” para darles un hogar.

            Hasta el Alcalde de Pueblo Libre que no ayuda a los ancianos y discapacitados se preocupa de organizar ferias de mascotas y de cuidar su registro, vacunación y cuidados de los animales. Las personas que pagan sus impuestos de lo cual cobra su salario, carecen de importancia para él y toda su administración.

            Un hermano del EPCA (Encuentro de Promoción Cristiana de Adultos) de la Parroquia Santa María Magdalena, Jorge Sánchez, se retiró de nuestro grupo. Su esposa Lupe nos dijo que pasa sus días echado en la cama, no quiere salir. Parece que le agarró la depresión. Quizás se aburrió porque cuando acudía a nuestra Misa le encargaban invariablemente vender las hojitas en la puerta del templo. Pero es que él mismo nos dijo que no veía bien, por lo cual no podía participar en las Lecturas de la Misa. Hago notar que vender las hojitas en la entrada de la Misa es un mandato y una obligación

            Un día le vi paseando un perrito por el parque El Carmen. Encontrarme con doña Lupe fue costeante, me miró y rompió a reír “paseando perrito, ya dice”.

            El 14 de mayo del año 2016, en el Vaticano, el papa Francisco criticó a quienes exageran el interés hacia los animales:

            El papa Francisco criticó a quienes «exageran el interés hacia los animales» mientras quedan «indiferentes ante el sufrimiento del prójimo».

            «Hoy se debe estar atentos a no confundir la piedad con el pietismo, que consiste sólo en una emoción superficial, que no se preocupa del otro», manifestó el pontífice.

            «Tampoco se puede confundir con la compasión hacia los animales, que exagera en el interés hacia ellos mientras deja indiferente ante el sufrimiento del prójimo», completó.

            «Cuántas veces vemos gente tan ligada a los gatos y perros y luego dejan librado al hambre al vecino y a la vecina. No, eso no. ¿De acuerdo?».

            Una vecina me preguntó cuando le comenté esta situación: “¿Qué hacer cuando se tiene tiempo? ¿No es mejor cuidar una mascota?”.

            Le conté que mi esposa al jubilarse tenía tiempo y fue a la Casa de San Martín de Porres, frente a la Casa de Santa Rosa de Lima, en El Centro, para ayudar en la cocina. Es un comedor donde atienden gratis a los ancianos. Ella hacía las labores más humildes con mucha satisfacción. La vi trabajar orgullosa vistiendo el hábito del santo que se ponía desde que nacieron mis mellizas. Esa fue una decisión lógica. Existen muchas organizaciones que requieren voluntarios para atender a personas: los hospitales del Ministerio de Salud, hospitales de Essalud, los bomberos, etc. Mi esposa fue al comedor de San Martín hasta que nació nuestra nieta Andrea. Entonces nos abocamos a ella.

            En cuanto a quienes dejan de atender y cuidar a sus padres, les recuerdo que el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios es “Honrar padre y madre”.

            Cristo mismo les dice a los fariseos:

            «Ustedes descuidan el mandamiento de Dios por aferrarse a tradiciones de hombres». Y Jesús añadió: «Ustedes dejan tranquilamente a un lado el mandato de Dios para imponer su propia tradición». Así, por ejemplo, Moisés dijo: Cumple tus deberes con tu padre y con tu madre, y también: El que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte.

            En cambio, según ustedes, alguien puede decir a su padre o a su madre: «Lo que podías esperar de mí es Corbán («consagrado»), ya lo tengo reservado para el Templo». «Y ustedes ya no dejan que esa persona ayude a sus padres». «De este modo anulan la Palabra de Dios con una tradición que se transmiten, pero que es de ustedes. Y ustedes hacen además otras muchas cosas parecidas a éstas». (Marcos 7, 8 – 13)

            En cuanto al amor al prójimo podemos enterarnos también en la Sagrada Escritura:

            Un fariseo preguntó: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?». Jesús le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran mandamiento, el primero. Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos». (Mateo 22, 36 – 40)

            Como podemos notar, es muy importante la atención a las personas, ya sea tu prójimo o tus padres, o simplemente una persona que requiere tu ayuda y tu cuidado, mucho más que las mascotas. No debemos olvidarlo.

            ¡Que Dios te bendiga!

Una mascota importa más a algunos.

372 EL CATECISMO

            Todo lo que sabía de religión nos lo inculcaron en la niñez. Todo lo que aprendí provino de nuestra preparación para la Primera Comunión.

            El padre José María Quintana, sacerdote agustino, vino a la Escuela Práctica a darnos una charla sobre el Catecismo.  Nos habló sobre Dios, uno y trino: tres personas distintas y un solo Dios verdadero.

            Nos dijo para comprar un catecismo. Costaba cincuenta centavos y era un pequeño librito que contenía todas las oraciones necesarias para nuestra formación religiosa:

  • Yo pecador
  • El Credo
  • El Padre nuestro
  • El Ave María
  • El Dios te Salve
  • Los 10 Mandamientos de la Ley de Dios
  • Los 5 Mandamientos de nuestra Santa Madre Iglesia

            Cuando rezábamos el Yo pecador teníamos que golpear tres veces nuestro pecho al son de: por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.  Parece que golpeábamos demasiado fuerte como queriendo sacar a la fuerza la culpa que en la actualidad solamente debemos tocar suavemente con la palma de la mano abierta nuestro pecho.

            El dogma que más caló en nuestra mente es: Dios está en el Cielo, en la tierra y en todo lugar. Jamás lo olvidamos y hacia cualquier lugar que volteamos siempre encontramos a Dios en la persona humilde, conocida o no, que necesita una mano.

            Con el padre Quintana aprendimos los cánticos clásicos.

  • Oh buen Jesús
  • Tú reinarás
  • Salve, Salve

            Para hacer la Primera Comunión no debíamos comer pasada las seis de la tarde del día anterior hasta después de realizada la Comunión. Ahora solamente es necesario  abstenerse de tomar alimentos 1 hora antes de la comunión. Pero en mi época lo tomaban muy en serio. Luego de la ceremonia nos servían un suculento desayuno, digno de esta buena causa.

            Es por esta razón que hice la “Primera Comunión” en la Escuela Práctica  en el Tercer año de Primaria (correspondiente al Primer Grado de Educación Primaria), Cuarto y Quinto Año de Primaria en la Escuela de Segundo Grado Nº 161, también con el padre Quintana, y los cinco años de estudios Secundarios en la Gran Unidad Escolar “Mariscal Oscar R. Benavides”. Incluso cuando fui soldado hice la “Primera Comunión” en el cuartel GAC 2 “Coronel Bolognesi”, siendo mi padrino el Teniente Rodríguez. Los desayunos eran de película y yo siempre fui “tragoncito”, según mi mamá y mi esposa.

            Aprendimos  en la Escuela Práctica acerca del Bautismo. El sacramento lo administra el sacerdote pero en caso de necesidad cualquier persona bautizada puede bautizar, asperjando el agua bendita en forma de cruz y bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

            Yo bauticé al niño muerto de Genoveva con agua bendita que tomé de la Iglesia Matriz.  Tenía yo 8 años de edad. El padre Ricardo Rebolleda, Asesor Espiritual del EPCA, me dijo que estaba bien pero que no era necesario: porque todos los niños al morir van de frente al Cielo.

            Con solo este bagaje religioso tuve que hacer frente a la vida, desarrollarme, hacerme Ingeniero, casarme, tener una familia, formar a nuestras hijas y ayudarlas a formar su propia familia. No estuvo mal el resultado, es decir que está de lo más bien. Y doy gracias porque esos dogmas me ayudaron a construir mi vida. Con solo un catecismo de cincuenta centavos. Ahora tenemos un catecismo de 702 páginas que tiene muy desarrollado lo que en mi tiempo fue  un simple librito de poco precio.

            En la Misa en la Iglesia de santa Rosa de Lima, el 30 de agosto, al final de la ceremonia el sacerdote invita para que se acerquen las personas que han traído imágenes para bendecirlas. Muchas personas llevan “Niñitos” o “Santarrositas”. Luego de la bendición regresan llevando en alto sus imágenes para no chocar pero la gente trata de tocar las imágenes para sentirse igualmente bendecidas. Un señor se puso a gritar: “Allí no está Dios”, “Allí no está Dios”. Se volteó hacia mí y me dijo “¿Verdad que allí no está Dios, no señor?”. Bueno – respondí – a mí me dijeron cuando era niño que Dios está en el Cielo, en la tierra y en todo lugar.

            El señor parece que entendió el mensaje, se tranquilizó y miraba serenamente a quienes pugnaban por tocar las imágenes bendecidas, y se sintió satisfecho.