En quechua significa mozo de los yayas (padres, personas mayores). En quechua de Huánuco significa sandalias de pellejo de animal, pero también indio, habitante de las partes altas.
En loretano simplemente significa serrano sucio y asqueroso.
En mi niñez en Iquitos, el cuartel BI 47 quedaba a la vuelta de mi casa y cuando atracaba la lancha en el Puerto Maldonado, todos los chicos del barrio corríamos a ver lo que “llegaban los shucuyes”.
Eran los tiempos en que la División de Selva del Ejército Peruano cubría un territorio más extenso y traían jóvenes de la zona de Huancayo. Eran, también, tiempos del Servicio Militar Obligatorio (SMO). Decían que a los shucuyes los traían como ganado en la lancha.
Lo cierto es que llegaban con la ropa rota, la cintura amarrada con soguilla y ojotas en los pies. Completamente sucios, hediondos y con la cara roja como una manzana de California y semejaban animalitos asustados. Al llegar toda su vestimenta era quemada.
Era, pues, un espectáculo digno de ver porque era la única vez en que los veíamos de manera lamentable y desastrosa.
Y es que al día siguiente cuando bajaban al río a lavar sus gamelas eran otras personas: pelo cortado al rape, bien bañados, uniforme militar limpio, botines militares lustrosos, cinturones militares y una actitud nítidamente militar. Eran los nuevos soldados de la patria que se iban a preparar para defender nuestro territorio con fiero valor, fuerza y destreza.
Pero, mientras nosotros solamente nos limitábamos a observar y apreciar el cambio absoluto en su modo de ser, chicos que venían de otros barrios se dedicaban a hacer negocio: Muchos soldados no comían su pan. El pan de tropa era un prodigio por su tamaño, peso, forma y sabor, y era por lo tanto muy apreciado por la población.
Estos muchachos, sabedores que muchos jóvenes de todas partes gustan mucho fumar, traían cigarrillos Aviación y les cambiaban dos cigarrillos por su pan. Negocio redondo porque ese pan era luego vendido en su barrio a precios muy altos.
Algo en verdad curioso era que, a pesar que venían de la sierra, nadie hablaba en quechua. Como si el Ejército les hiciera enterrar su idioma nativo. Entiendo que esto es muy importante para que las órdenes dadas sean entendidas cabalmente por todos y para todos los efectos, pues esto puede salvar sus vidas y las de todos los demás. Paulatinamente iban perdiendo el rojo manzana de sus rostros para tomar el tostado característico de la selva donde el sol todo lo quema.
Cuando mi padre se reunía con sus hermanos en Lima, ellos hablaban en quechua. Mi padre me decía que les entiende pero no puede responderles porque ya no sabe hablar en quechua. Tantos años fuera de su tierra, en un ambiente donde no se permitía su uso, ocasionaron la pérdida de su capacidad de interactuar con sus hermanos. Mi padre fue el único militar de su familia. Y el único también con visión cultural y social con la cual formó a sus hijos.
Quizás debo agregar que mi papá nunca fue shucuy. Él fue levado en Arequipa, su tierra natal, cuando tenía 15 años y no tenía documentos. A los policías irresponsables encargados de la leva les importa un pepino que tenga o no la edad requerida, solamente les interesa “cumplir” con la orden de su capitán.
Historias que se narran en otro artículo lo llevaron a servir en Loreto.
En los pueblos alejados de la sierra, la entidad más importante es la Asociación de Licenciados y es a sus miembros que se les designa para autoridades porque han sido formados en la disciplina, orden, trabajo y habilidad en sus días en el Ejército.