LA MUERTA ENAMORADA

Joao del Cuadro vivía en la primera cuadra de la calle Ramírez Hurtado en la ciudad de Iquitos. Era un joven apuesto de 20 años, vestía con elegancia y le gustaba mucho bailar los ritmos de moda, guaracha y merecumbé.

Todos los sábados por la noche el Sindicato de Choferes realizaba bailes sociales en su local de la calle Aguirre con Alfonso Ugarte, con una buena orquesta, y Joao se decidió pasar una linda noche en ese lugar.

La fiesta, en realidad, no le parecía agradable, las personas que veía no le resultaban confiables, en suma, estaba aburrido.

De pronto, a la media noche, algo captó poderosamente su atención, llegó una jovencita muy linda y bien vestida. Quedó cautivado y de inmediato la invitó a bailar.

Además la joven sabía bailar muy bien, era alegre y muy divertida; todo lo que necesitaba Joao y quedó prendado. Bailaron hasta las tres de la mañana y cuando la damita dijo que iba a regresar a su casa él allí mismo se ofreció para acompañarla.

Lloviznaba cuando salieron y él, caballero, le puso su saco para protegerla del frío.

En ese entonces en Iquitos la gente bien se vestía con terno para acudir a reuniones importantes, y un baile social, aunque fuera en el Sindicato de Choferes, era, pues, muy importante.

Al llegar a la calle Arica, cerca a la San Martín, la chica se despidió con un beso y entró a su casa. Joao subió por la San Martín  para ir a su casa cuando al llegar a la esquina del jirón Lima se dio cuenta que no tenía su saco – No importa – se dijo – Así tendré un pretexto para volver a verla. Mañana mismo vendré y la invitaré a salir y a comer pasteles en la Dulcería Suiza.

Efectivamente, al día siguiente, después de almuerzo, se presentó en la casa donde había entrado su “amada” y pidió ver a la joven. Salió a recibir una señora y al escucharle se puso triste y le preguntó de dónde la conocía. Él le explicó que la noche anterior estuvieron juntos en una fiesta y bailaron bastante.

La señora, con lágrimas en los ojos, le dijo que no podía ser. Tenía una foto enmarcada sobre la mesita de centro y el joven reconoció a su amada. Ella le dijo que esa chica era su hija y había muerto hacía cinco años, y sí, si le gustaba bailar.

Joao pensó que le querían robar el saco y fue a la comisaría a denunciar el hecho. Cuando el policía demandó a la señora la devolución de la prenda ella rompió a llorar desconsoladamente. Que su hija hacía cinco años que estaba muerta y está enterrada en el Cementerio General. Que podían ir al cementerio para que pudieran constatar el hecho.

Fueron al cementerio y sobre la tumba estaba el saco del joven.

No podía creerlo, no entraba en su cabeza que la dama con la que bailó toda la noche estaba muerta ¿Y cómo?

Joao se volvió loco, lo llevaron a Lima y nunca más supimos de él.

LA LUZ

A la cuadra tres de Julio C. Arana, ahora Nauta, llegó un borrachito a quien nadie conocía, y llegó diciendo en voz alta:

  • Víctor Raúl es la luz. Víctor Raúl es la luz.

Apenas podía tenerse en pie y dando traspiés seguía:

  • Víctor Raúl es la luz.

La cuadra tres de Julio C. Arana era un barrio de muchos mataperros entre los que sobresalían los de la familia Rojas a quienes llamábamos simplemente los “rojillos”.

Y el borrachito:

  • Víctor Raúl es la luz.

Uno de estos muchachos traviesos, posiblemente un “rojillo”, le dijo:

  • Pero Víctor Raúl ya ha muerto.

El transeúnte se paró, pareció meditar un instante y contestó apuntándole con un dedo:

  • Pero quedan sus reflejos.

Ante ese nivel de fanatismo no tuvieron los muchachos ya nada más que decir y el señor se alejó con aspecto satisfecho.

LA LUSITANIA

En  los años cincuenta en Iquitos había dos fábricas de gaseosas: El Pueblo y La Lusitania.

La fábrica de Gaseosas y hielo Lusitania de Joan Pinto era la más grande y mejor surtida y de mayor aceptación entre la población. Estaba ubicada a mitad de la Primera cuadra de la Calle Sargento Lores.

Todos los raspadilleros compraban el hielo para sus raspadillos en esta fábrica. Se vendía planchas de 100 kilos, pero también podías comprar media plancha o un cuarto de plancha.

Era característico ver cada mañana a don Pancho Cruz empujando su carretilla con media plancha de hielo por el Malecón Tarapacá para el negocio del día en su negocio raspadillero en la esquina de Ricardo Palma.

Todos los que teníamos negocio de bebidas, restaurantes, bodegas, bares, etc., igualmente nos surtíamos de ese hielo y sus gaseosas. Teníamos heladeras de madera con forro interior de aluminio. La cerveza era negocio aparte. Las botellas de gaseosa eran de dos tamaños, botella entera y media botella.

Cada semana el camión de reparto venía a nuestro restaurante ubicada en la primera cuadra de la Ricardo Palma, trayéndonos el surtido de sus gaseosas: Orange, Naranjada Turbia, Kola Lusitania, Kola Limeña, Kola Iquitos, Piña, Ginger Ale y la extraordinaria Guaraná, de la cual todos decían que era digestiva, seguramente por su agradable sabor amarguito característico. De modo que si en la casa había algún enfermo del estómago o recuperándose de algún proceso gripal, era de reglamento beber Guaraná Lusitania.

La Guaraná de El Pueblo no gozaba de este prestigio.

La Kola Lusitania era como la Lulú, rosada, Kola Limeña y Kola Iquitos eran gaseosas de cola, negras, como la Coca Cola.

Cuando niño muchas veces entramos a mirar la fábrica, era enorme y veíamos sorprendidos cómo era el proceso automático de la fabricación del hielo. Eran levantados los moldes enormes con gran ruido y dejaban caer la plancha sobre una especie de mesa ranurada por la que se deslizaba hasta los trabajadores que lo asían con una especie de pinza grande para hielo y lo entregaban al comprador colocándolo en su carretilla.

Dicen que Joan Pinto, su dueño, iba a poner una fábrica de cerveza pero La Pilsen le ofreció dinero para que desista, ya que toda la selva era su mercado. De no hacerlo le amenazaron con impedir que pueda comprar los insumos, malta de cebada, lúpulo, levadura, y hasta la maquinaria misma. De modo que tuvo que aceptar el dinero y desistir de poner una planta cervecera. Hubiésemos sido los primeros de provincia en tener fábricas de cerveza.

Dicen también que la Fábrica de aceite Nina, existente en nuestra ciudad, cerró por este mismo motivo. Boicot para impedir que pueda comprar las pepitas de algodón, su materia prima básica. La fábrica aún existe pero no produce. Por años el Ingº Armando Cabrera Quiroz fue su Administrador y una vez fuimos sus alumnos con él a ver la Planta y a ponerla en funcionamiento, su tarea era mantenerla operativa por si acaso alguna vez volvía a funcionar. Quién sabe.

Planchas de hielo La Lusitania

LA FIESTA DE SAN JUAN

El día de San Juan se celebra en toda la región amazónica el día 24 de junio.

En las oficinas los sueldos se pagan a más tardar el día 23 porque no se puede concebir que una familia no pueda pasar el Día de San Juan sin celebrarlo como se debe.

Ese día en la escuela nos sueltan a las 11 de la mañana para ir a nuestra casa para “ayudar a preparar los juanes”.

El juane es el plato tradicional que se come para celebrar el día de San Juan Bautista, que consiste en un preparado de arroz, condimentado con palillo o tomate, gallina de corral, huevo duro y aceituna, envuelto en hoja de bijao y cocido en agua hirviendo. La preparación es ardua por lo que se requiere la colaboración de todos los miembros de la casa: acarrear el agua, juntar la leña, preparar la tushpa donde se va a cocinar por lo menos dos docenas de juanes, preparar las soguillas para amarrarlos, soasar las hojas de bijao para que estén flexibles y se puedan doblar, y también cuidar la chicha de maíz que se está cocinando en latas de manteca en la huerta.

Por la tarde acudíamos a las carpinterías a pedir que nos regalen las virutas para saltar shuntos en la noche, víspera de San Juan.

Es el día más importante en la festividad regional amazónica. El día 23 en la noche comienza la celebración con bailes en el caserío de San Juan, todos los locales aparentes, escuelas y salones, se alquilan para estos bailes, y tengo entendido el alquiler es muy caro.

San Juan era un caserío ubicado a 4.5 km al suroeste del centro de la ciudad, y esa distancia se consideraba bastante. Contaba con escuelas, Plaza de Armas, Iglesia y campo de fútbol, además de terrenos agrarios de los pobladores y tiendas de artesanías.

Nosotros, los chicos, en la ciudad preparamos los shuntos en las calles. Felizmente no hay muchos carros en la ciudad.

Los shuntos son fogatas de gran tamaño y de corta duración y el juego consiste en saltar por encima mientras se canta:

“San juancito de bandera

pide pan y no le dan,

pide queso, menos eso,

pide látigo, eso sí.

Dale que dale chin chin chin,

dale que dale chin chin chin”.

Con el objeto de evitar accidentes con la candela formábamos cola todos los participantes para saltar en orden y de un mismo lado. Es evidente que todos terminamos con las cejas chamuscadas y la piel expuesta, tostada. Las chicas no se inhibían, por el contrario, participaban muy activamente en los juegos, aunque no recuerdo que alguna haya traído nunca las virutas. Para saltar, como hombres, ellas se acomodaban el vuelo de su falda en las “piernas” de su ropa interior y listo, dispuestas a dar su mejor salto, formadas en la cola.

El día 24 toda la población se vuelca al caserío de San Juan a pasar el día allí. El Ejército presenta todos los años números de Gymkana, las clásicas estatuas humanas con soldados pintados de sapolín.

Se recorre el lugar campestre, por la tarde hay partidos de fútbol entre Mariscal Sucre de San Juan con Mariscal Sucre de Punchana, Mariscal Sucre de Morona con Mariscal Sucre de Nanay. A las 5 de la tarde sale la Procesión de San Juan Bautista de la Iglesia de San Juan.

Nuestro grupo de muchachos nos íbamos a pie, en romería, a San Juan, cargando cada uno su juane y su chicha que ha de ser nuestro almuerzo. Al medio día nos íbamos a bañar en el río Rumococha, donde almorzábamos y por la tarde disfrutábamos de los espectáculos, artísticos y deportivos y luego la Procesión. Volvíamos satisfechos de haber cumplido como se manda el Día de San Juan, aunque en extremo agotados. Lo hice desde que tenía 6 años hasta los 8 en que salimos del barrio y nunca más tuve una patota y un barrio así, el más extraordinario.

Hoy en día se continúa celebrando la festividad de San Juan, pero el poblado, ahora convertido en distrito, ha sido partido por el medio para dar paso a la carretera Abelardo Quiñones para llegar al Aeropuerto Francisco Secada Vignetta, distante a 7 km del centro de la ciudad de Iquitos.

Los juanes

Saltando shunto

LA ESCUELITA PIRULÍ

Vivíamos en la calle Sargento Lores, a una cuadra del Mercado Central, y al frente de nuestra casa vivía una señorita Ana Victoria Flores, hermana del conocidísimo maestro Fico Flores, que estudiaba la escuela Normal y a quien el médico le recomendó no estudiar ese año.

Era común que a algunas personas el médico les encontrara debilidad mental y les recomendara dejar de estudiar un año. Y lo curioso es que los padres aceptaban esa recomendación y el alumno descansaba todo un año. Si tan solo supieran lo difícil que resulta volver a estudiar. Hasta duele la cabeza.

A esta señorita para no estar sin hacer nada, seguramente, se le ocurrió por eso formar una escuelita de preparación para chicas en el verano, era más bien una escuelita informal por lo cual la gente le dio en llamar Escuelita Pirulí.

Enseñaba escribir, a leer, a recitar poesías, a cantar y a bailar; pero también normas de moral y buena educación. Preparó con ellas un baile español para la clausura: Dele cuatro mulieres.

En ese entonces para ir al baño se decía:

  • Voy a hacer del cuerpo.

Pero la señorita Flores les enseñó un novísimo modo de decirlo:

  • Voy a hacer el uno, para lo más simple, y voy a hacer el dos, para lo más complejo.

Mi hermana Wilma, novelera como nadie, siempre, cuando se inició el año escolar en su escuela de la calle Samanez Ocampo, entre la Tambo y la Putumayo, quiso demostrar su nueva educación.

Se paró en media clase y dijo en voz alta:

  • Permiso señorita, voy a hacer el uno.

La maestra sorprendida, quizás porque no lo comprendía, le dio el permiso.

Al cabo de una rato, Wilma volvió a la carga:

  • Permiso señorita, voy a hacer el dos.

Un rato más tarde:

  • Permiso señorita, voy a hacer el uno.

Y poco después:

  • Permiso señorita voy a hacer el dos.

Y así una y otra vez.

La maestra, ya irritada seguramente, le largó:

  • Anda y vete a hacer aunque sea el ocho.

Mi hermana llegó molesta a la casa. Le expliqué que era un modo demasiado moderno y quizás por eso no lo comprendía. Poco a poco aprenderá. Es la resistencia al cambio, le dije. Se confortó con eso, menos mal.

LA COMPOSICIÓN

La expresión escrita de una excursión debería ser la culminación de una grata experiencia donde conocimos lugares y personas nuevas en un contexto especial, pero en vez de ello, era, más bien, la parte que malograba toda la diversión.

Jamás un profesor, sea de Primaria o Secundaria o, incluso, la universidad, se ha tomado el trabajo, o por lo menos el interés, de enseñar o siquiera explicar qué es una Composición, cómo se escribe una Composición y las partes que pudiera tener; pero invariablemente el profesor exige que tu composición sea un trabajo meritorio y se da el lujo de calificar lo que no supo, no quiso o no pudo enseñar. El peor era el profesor Visigodo, quien no sólo te ponía mala nota si no que se burlaba de tu trabajo.

Todos los años lo mismo, ya sabíamos la rutina: Día de la Madre, composición; Paseo a Santa Clotilde en Cañonera, composición, Excursión a la Playa de Nanay, composición; Visita al Museo de la Piscicultura, composición. Menos mal que no existía entonces el Día del Padre ni el de los abuelitos o de los niños. Y hasta el Viaje de Promoción a Nauta fue motivo para una composición.

Legos en la materia e ignorantes de lo que el profesor quería, no éramos adivinos, durante el recorrido buscábamos afanosamente al único alumno que tenía reloj para averiguar a qué hora estábamos pasando frente a algún lugar que nos pareciera interesante y digno de figurar en nuestra composición. En consecuencia todas las composiciones tenían la misma historia y el profesor Visigodo se burlaba de nuestro trabajo diciendo que era “un cronograma del recorrido”, y en el caso de la madre, todos los trabajos incluyen los temas trillados acerca de lo que significa una madre.

También el padre Arroyo en la universidad, en la cátedra de Composición y Elocución Castellana nos encargaba el dichoso trabajo: Composición sobre un tema libre, para también descalificar nuestra labor donde poníamos nuestro mayor esfuerzo.

Como nunca se van a librar los estudiantes de hacer composiciones, quiera Dios que el Ministerio de Educación prepare a los maestros de todos los niveles en hacer composiciones para que puedan ser capaces de enseñar a sus alumnos. Tales autoridades se podrían ganar su entrada al Cielo sin pasar por aduanas.

Un paseo en cañonera por el río Amazonas