EL YACURUNA

Serían las ocho de la noche cuando se escuchó un grito espeluznante que resonó en toda la cuadra.

Vivía entonces en la primera cuadra de la calle Ricardo Palma en Iquitos, a la vuelta estaba el cuartel de los militares, el BI 47, más allá el Batallón Tren Mixto y la Comandancia General del Ejército, y por el otro lado la calle Ramírez Hurtado.

A esa hora todos los chicos del barrio estábamos jugando en la esquina y al escuchar el grito nos sorprendimos, y nos sorprendimos más aun cuando vimos a los soldados salir a la carrera del cuartel para dirigirse al lugar de donde provino ese extraño grito.

Al pasar por nuestro lado nos sumamos al tropel de soldados y entramos en la casa de la familia Miranda en la primera cuadra de la Ramírez Hurtado. Esta casa da al río Amazonas.

La señorita Miranda manifestó que estaba practicando en la máquina de escribir en la sala y cuando se equivocó fue a su habitación a buscar su borrador. Al volver a la sala encontró a un hombre enorme, de cabeza pequeña, sentado en su silla y sus manos sobre la máquina.

Ella dio el grito de terror porque no sabía qué podía ser eso, se asustó mucho. Vio al hombre que chorreaba agua levantarse de la silla, mirar hacia ella y luego dirigirse al callejón que da hacia el río.

Los soldados traían linternas y bajamos hasta el río pero no se encontró a nada ni a nadie y en la sala quedaba el reguero de agua que  iba hacia abajo, al río.

Dijeron los entendidos que era el Yacuruna y que estaba interesado en la chica, joven, alta y muy linda, para llevarla al fondo del rio.

Yacuruna, literalmente quiere decir Hombre del agua, pero en realidad es el Demonio del río que toma forma humana para seducir jóvenes bellas y llevarlas a las profundidades del agua para nunca más volverlas a ver.

Nunca más escuchamos un grito en la noche y nunca más volvimos a escuchar del Yacuruna. Fue una experiencia increíble.

EL VUELO DEL CÓNDOR

Todos los años aguardábamos impacientes la llegada del circo en el mes de julio. Cada año venía un circo diferente trayendo fieras y espectáculos novedosos, pero lo que más me interesaba eran los números de acrobacias en el trapecio.

Y es que nosotros practicábamos en el colegio toda suerte de acrobacias en el taburete, las paralelas y en la barra como parte de la formación académica. Pero además nuestra práctica incluía también ejercicios en el columpio, la pértiga, la cuerda y, sobre todo, el trapecio, por nuestra cuenta, debido a nuestra gran afición.

Practicábamos, por ejemplo, subir la pértiga y la cuerda “en escuadra”: se sube sólo con las manos teniendo el torso recto (vertical) y las piernas en horizontal formando un ángulo de 90º con el torso. Para poder hacerlo debes tener buenos músculos abdominales, es decir, ser un atleta consumado; y de todas maneras éramos pocos quienes teníamos esta afición que siempre atraía la atención de los demás estudiantes quienes eran incapaces de realizarlo pero sí de apreciarlo.

En el circo apreciábamos la limpieza de los movimientos del artista desde que trepaba por la cuerda. En cierta ocasión anunciaron a una “extraordinaria trapecista” y cuando apareció una señora ya mayor, como de sesenta años y cabellera canosa el público rompió a reír a carcajadas y comenzaron a silbar y a abuchear.

Pero la señora, imperturbable, cogió la cuerda y comenzó a subir “en escuadra”. El público, en su mayoría colegiales, se quedó mudo. Ellos no lo hubieran podido hacer y la dama, en adelante, pudo continuar con su número que consistía en enganchar sus zapatos especiales en el trapecio a gran altura y girar hacia abajo y arriba como un molinete.

Éramos 16 los alumnos que integrábamos el Equipo de Gimnasia en Aparatos” y representábamos al colegio, GUE “Mariscal Oscar R. Benavides” de Iquitos. Cuando había eventos el colegio nos proporcionaba los uniformes y el buzo oficiales. Era un gran honor representar al colegio.

Aparte de los ejercicios en el taburete también nos gustaba hacer ejercicios en la paralelas y en la barra, generalmente las prácticas las hacíamos por nuestra cuenta antes de entrar a clase a las 3:30 de la tarde y sin ningún tipo de supervisión.

La prueba que más me gustaba realizar en la barra era “el salto del gato”. Era la prueba más impresionante y de más difícil realización: te balanceas cogido con las manos, de pronto cuando tu cuerpo se va hacia adelante, encoges bruscamente los brazos, te sueltas, giras en redondo y te vuelves a coger de la barra, todo en un instante, y continúas realizando la prueba una y otra vez. Era en verdad impresionante.

Un día aciago estaba muy entusiasmado ejecutando el “salto del gato” y, por esas cosas del destino, “me olvidé” de pegar el jalón con los brazos y literalmente volé a gran altura y aterricé de pecho.

Me quedé sin habla, no entraba aire a mis pulmones que se vaciaron por el impacto, los chicos que asistían a la demostración me llevaron a rastras al Consultorio Médico del Colegio, donde el Dr. Pinillos, y, justo antes de entrar al consultorio recuperé el habla y me negué a entrar.

Estaba muerto de vergüenza y no quería aumentarlo teniendo que explicar al Dr. Pinillos lo ocurrido: Que era un eximio artista de la barra y que haciendo demostraciones me equivoqué y volé por los aires. Jamás volvió a ocurrirme un percance similar.

Pensándolo bien, fue un vuelo perfecto “El vuelo del Cóndor”. Debe haber sido impresionante ver a un joven en uniforme de colegial volar por los aires y realizar un aterrizaje de pecho, también perfecto. Luego dicen que el ser humano no forma aerodinámica pero mi vuelo dice lo contrario.

Caí de pecho. No me lastimé ni la cara ni las rodillas, pero el apéndice xifoides quedó salido hacia afuera. Pero eso solamente me di cuenta de viejo.

EL VALOR DE UNA PROMESA

Habíamos comprado una casa nueva en Pueblo Libre y nos mudamos e hicimos el traslado de mi hija Charito al Colegio Canonesas de la Cruz en el mes de setiembre.

Tenía mi niña 8 años de edad y cursaba el 3er. Grado de Primaria. Me imagino que debió haber sido un cambio radical en su modo de vida: Vida nueva y amistades nuevas.

Vaya uno a saber que experiencias ocurrirían entre sus amistades en su nuevo colegio, pero de pronto un día se acercó y me dijo muy en serio:

  • Papá, si alguna vez pasa algo, no te cases con una mujer menor que yo.

Me sorprendió su expresión y sobre todo el tono en que lo dijo, por lo que yo traté de ser simple y sobre todo amigable cuando le respondí:

  • Ah, hijita, una sola vez se capa al gato.

Al instante se iluminó su rostro y sonriendo volvió a preguntar, pero esta vez más ilusionada.

  • Entonces ¿No te volverías a casar?

Pensé en mis padres, mi mamá falleció a los 46 años y mi papá falleció 34 años después sin haber siquiera pensado en volverse a casar, así que le respondí sereno y confiado:

  • No hijita, jamás me volveré a casar.

Dicho esto se fue alegre a sus asuntos y nunca más tocamos el tema. Quise ser un buen papá y terminé siendo además un buen esposo.

Lo dicho tiene el valor de una promesa.

EL PROFESOR VISIGODO

EL PROFESOR VISIGODO (1)

En Segundo de Media de la GUEMORB el Profesor de Historia del Perú, Walter Salazar Souza, Director del diario El Oriente y locutor de una emisora local, nos explicaba sobre los inicios de la Edad Media en Europa y cómo España había sido invadida por los bárbaros, en particular por los Visigodos que estuvieron 8 siglos en la península Ibérica.

En ese momento pasaba por la puerta del salón el profesor de Geografía y de Castellano, de cuyo nombre no quiero acordarme, momento que el profesor Salazar aprovechó para decir: Los visigodos eran unos tipos burdos más o menos como su profesor de Geografía y Castellano.

Y desde entonces el profesor de Geografía y Castellano se llamó Visigodo.

EL PROFESOR VISIGODO (2)

El profesor Visigodo en clase de Castellano nos dictaba de su libro un modelo de oficio. Era evidente que el libro tenía gruesos errores tipográficos que cualquier persona medianamente culta se hubiera dado cuenta de inmediato, pero no el profesor Visigodo pues era bien burro e ignorante.

En mi generación desde los 6 años de edad lidiamos con oficios: Una calle deseaba jugar un match de fútbol con tu calle, te enviaba un oficio y le respondías aceptando con otro oficio, por supuesto, escrito en papel de oficio. Ningún equipo de fútbol (no existía el fulbito) que se respete iba a organizar un Campeonato Relámpago sin enviar el correspondiente oficio a todos los equipos existentes y estos a su vez aceptaban con un oficio.

En Segundo de Media estábamos más que expeditos en materia de oficios.

El profesor Visigodo comenzó a dictar desde el “cuerpo”, siguió con la “despedida” y finalmente dictó el “encabezado”.

Le dije que estaba mal ese oficio; se molestó, en tono matón preguntó:

  • ¿Vas a saber más que el profesor?

Le dije que sabía escribir un oficio. Me botó de la clase y me puso cero.

En la clase siguiente, de arranque nos dijo:

  • El día de ayer les dicté mal el modelo de oficio, ahora les voy a dictar un modelo que está bien.

No me pidió disculpas ni borró el cero que me había puesto. Era un visigodo.

EL PROFESOR DE DIBUJO

Nos pasamos toda la educación primaria teniendo como única manifestación de arte el cantar las canciones escolares, pero ningún profesor te daba ni la más pequeña enseñanza de dibujo y menos de pintura o escultura.

Sin embargo tenías que presentar láminas dibujadas en cartulina y con lápices de colores. Lo solicitaban a principio de año en la lista de útiles escolares pero jamás te enseñaban a utilizarlos.

Si, llevado por tu afición, te anotabas para dar una poesía o una canción, no te ayudaban con tu preparación. Al parecer el arte no forma parte de la formación académica de los Normalistas, o no les interesa en absoluto enseñarlo.

Cuando pasamos al Colegio Secundario se nota un cambio total en el comportamiento tanto de los profesores como de los alumnos, quizás debido a que la mayoría de quienes enseñaban no eran docentes sino profesionales de otras ramas de la actividad  humana: Médicos, Abogados, Militares o Ingenieros.

Nuestro profesor de Dibujo en el Primero de Secundaria era el Profesor Linares. Alto, flaco como una lombriz, razón por la que le llamaban “Cuica”, lombriz en loretano, y era un verdadero artista, Además del dibujo, la pintura y la escultura, cultivaba la práctica de la mandolina. Pero era un ser insoportable y un genio malvado.

Fue el único que nos dio verdaderas lecciones de dibujo, y el punto de mira, la línea de horizonte, las líneas de fuga y la perspectiva eran elementos comunes en esta clase. En la primera clase traía el boceto con todos estos elementos mencionados y en la siguiente clase lo traía empastado y en la tercera clase el trabajo terminado. Teníamos que hacer la lección en clase mientras él se paseaba por entre las filas de carpetas bipersonales y cuando veía que estabas errando el trabajo se detenía y te increpaba sin más:

  • ¿Pero eres imbécil? ¿No te das cuenta que la línea de horizonte está mal ubicada? Arréglalo pedazo de bruto.

Este profesor cajamarquino se llevaba mal con todos los demás profesores, a tal punto que cuando el Director de la GUE Dr. Juan Ángel Dextre Rojas plantó el “Arbolito de la Confraternidad” en una emotiva ceremonia, el arbolito se secó, lo que motivó a que el alumno Benites lanzara su famosa sentencia:

  • Cómo va a crecer el arbolito de la confraternidad si el Profesor Linares no es amigo de nadie.

Pero era el artista que diseñaba la insignia de la GUE y lo trasladaba y pintaba en la parte trasera del ómnibus del colegio y se veía muy bonito. Era el mandolinista que amenizaba las veladas Literario – Musical acompañado por la guitarra del profesor de Primaria Renato Mesía en las ocasiones especiales en que se invitaba a los padres de familia. Era por lo tanto muy apreciado por las autoridades del colegio que pasaban por alto su pésimo carácter.

El Profesor Linares “Cuica” sostenía que el blanco y el negro no son colores: el blanco es luz y el negro es ausencia de luz.

En Segundo Año nuestro profesor era Rengifo a quien llamaban “Bayuca”, gusano con vellosidades que al tocarlo resulta urticante, quizás por el bigote tipo Hitler que usaba. Era de profesión Dibujante Técnico y Pastor Adventista. Jamás pintó, su asunto era solamente el dibujo de formas geométricas. Él dibujaba en la pizarra y nosotros lo copiábamos.

En el Tercer Año nos tocó el “Loco” Gil; nunca supe si era Médico Veterinario o Ingeniero Agrónomo, pero era el Jefe de la Granja Militar. Era  hermano del “Loco” Gil, Médico del Ejército.

Era Dibujante Comercial, basado solamente en líneas y círculos como los que se emplean para los iconos de deportes o de seguridad. Andaba siempre con un cartapacio voluminoso y a veces sacaba de él una revista de modas y dibujaba en la pizarra una pierna femenina, seguramente una propaganda de medias de mujer, y teníamos que copiarlo en nuestro cuaderno de Dibujo Raphael. Otras veces hacía letreros señaléticos, pero jamás hablaba.

A pesar de “tamaño esfuerzo de nuestros profesores” hubo alumnos que sobresalían en el arte del dibujo y la pintura, e incluso hacían negocio con ello. Había en la calle Brasil un dibujante que pintaba los polos de algodón con la insignia del CNI, muy solicitado, su precio era cómodo, pero otros cobraban para hacer la tarea de los alumnos menos dotados para el arte, para presentarlo en el colegio como su “trabajo”.

Es conocida la anécdota del alumno León Urrunaga, quien en el examen final de Dibujo presentó una lámina extraordinaria y el profesor Cuica, para burlarse, le preguntó a boca de jarro:

  • ¿Cuánto te costó?

Queriendo significar que era imposible que el alumno lo hubiera hecho.

El alumno, no se sabe si por la pregunta de sopetón o simplemente porque le resbalaba la actitud del profesor, contestó al toque:

  • Veinte soles profesor.

Cogido de sorpresa, el profesor Cuica lo aprobó. No esperaba una respuesta sincera o cínica.

EL PROFESOR DE ÁLGEBRA

El profesor de Álgebra era el más temido para los pequeños alumnos del 2º de Media de la GUEMORB desde antes de pasar a este nivel.

Sin embargo, nuestro profesor, David Bocanegra, acabó siendo el más importante en nuestra vida, sobre todo para los que escogimos carreras como la de Ingeniería, marcó nuestra existencia de manera imborrable, en nuestra memoria y en nuestro corazón.

Gracias a él nuestro estudio de las matemáticas fue un camino intenso con ansias incontenibles de avanzar hacia un conocimiento total de la ciencia.

Sus clases eran verdaderas cátedras que nos dejaban satisfechos de haber aprendido algo más. Todo ello con un fino humor que difuminaba el temor que sentíamos por su personalidad más bien adusta.

Nuestro compañero Francisco Da Costa Pérez puede dar fe de ello pues no era muy ducho en esta materia e, invariablemente, en todas las clases se repetía el mismo sketch.

Según las normas que venían del Ministerio de Educación, su nombre se escribía en el Registro así: Costa Pérez Francisco Da. Y el Profesor Bocanegra al entrar a Clase decía:

  • Costa Pérez Francisco Da. ¿Qué va a dar?

Da Costa se retorcía en su asiento y encogiéndose de hombros decía:

  • No sé Profesor.

Y acto seguido el profesor Bocanegra expresaba en voz alta:

  • Paso pues hombre, va usted a dar paso. A la pizarra.

Y allí teníamos a nuestro compañero pelándose delante de todos en la pizarra, porque de todas maneras no había estudiado, mejor dicho, no estudiaba nunca.

Nuestro emblemático Profesor fue ascendido a Jefe de Normas de la GUE pero nunca nos libramos de él. Cada vez que faltaba un profesor, de la materia que fuera, aparecía el inefable Profesor Bocanegra.

Y aquí viene lo bueno. Preguntaba:

  • ¿De qué vamos a hablar?

Y de inmediato se respondía él mismo:

  • Exponente Cero, Exponente Negativo y Exponente Fraccionario.

Por eso lo recordamos ineludiblemente, y hasta mis hijas lo tienen presente y se saben de memoria:

Exponente Cero – Toda cantidad elevada a exponente Cero es igual a la unidad.

Exponente Negativo – Toda cantidad elevada a exponente Negativo es igual a la inversa de la cantidad elevada a exponente positivo.

Exponente Fraccionario – Toda cantidad elevada a exponente Fraccionario es igual a la raíz de la cantidad en  la que el denominador de la fracción es el índice de la raíz y el numerador es el exponente de la cantidad.

Jamás nos olvidamos de esta lección y jamás nos olvidamos de nuestro querido Profesor David Bocanegra. Honor a él.