94 TRANSPERUANA DE AVIACIÓN

Mientras estudiaba en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP) en Iquitos, trabajé como Auxiliar de Educación en la Nocturna del Politécnico Regional del Oriente. Conmigo trabajaba Juan Vela Vela, un joven muy animoso quien me manifestó un día que estaba trabajando durante el día en una nueva empresa, Transperuana de Aviación.

Todos  quienes trabajábamos en la Nocturna teníamos en el día otras ocupaciones, yo estudiaba en la Facultad de Ingeniería Química, Juan laboraba en Transperuana, Julio Vela y Manuel Aspajo eran Auxiliares en el mismo colegio, el “flaco” Sicard era obrero en la Tabacalera, y Alejandro Alva León y Luis Ubilluz Palacios eran el Director y Subdirector en ambos turnos.

Juan Vela nos contó que Transperuana de Aviación era una empresa antigua en el transporte terrestre y recorrían toda la costa del Perú. Ahora estaban incursionando en el transporte aéreo. Se habían comprado toda la flota que Avianca utilizaba para el transporte aéreo internacional y las había dado de baja para modernizarla. Eran unos aviones sin par en el Perú. Aviones de categoría Internacional.

También nos dijo que sus precios eran menores a los de Faucett y Satco, además, por cada 10 pasajes daban uno de regalo.

Era, pues, una oferta increíble y cuando el Decano de la Facultad, José Reátegui Cárdenas, me entregó el cheque para pagar los pasajes de ida y vuelta de toda la promoción (éramos 10) que viajábamos a Lima para realizar prácticas pre profesionales en las distintas industrias de Lima me fui directamente a Transperuana de Aviación. Me dio el cheque porque yo era el Presidente de la Promoción.

Una vez que registramos a toda la promoción, mi amigo Juan Vela me preguntó a nombre de quien sería el pasaje de cortesía. Le dije a nombre de Maria Judith Alva Rivera, nos casábamos el mismo día del viaje.

En el aula el Ingeniero Reátegui dijo a todo el salón

  • Jorge, sabemos que la compañía de aviación ha entregado un pasaje de cortesía y lo has puesto a nombre de tu novia. Considéralo como un regalo de toda la promoción.

El día de la boda fue un día de mucha tensión, toda la promoción asistió con terno porque a continuación partiríamos al aeropuerto. Pero antes rindieron examen final de Química Orgánica en la Universidad, yo, por mi matrimonio, postergué mi examen hasta el regreso de Lima. Mi cuñada Lolita se fracturó el tobillo en el Salón Parroquial y mi cuñado Javier la llevó al hospital, razón por la que no están en ninguna de las fotos del matrimonio. No probamos ni un bocado de nuestra torta extraordinaria diseñada y elaborada por nuestra extraordinaria amiga Carmen Amaya y su esposo Jorge Barreyro. Alguien nos dio para llevar una porción de la torta que entregamos a mi cuñada Flora quien había ido a recibirnos en el aeropuerto.

Pero si Transperuana se mostró muy generoso con los pasajes, durante el vuelo lo fue mucho más: viajábamos tres parejas de recién casados y el capitán lo anunció por el parlante, felicitando y pidiendo aplausos para los novios, y sirvieron champán y bizcotelas a todos los pasajeros. Un viaje memorable. Al bajar del avión una aeromoza entregó a cada novia una pequeña y linda torta blanca con sus novios encima. Un detalle muy hermoso que pinta de cuerpo entero a esta gran compañía y lo disfrutamos entre los dos. Era una torta deliciosa.

Muy lamentablemente, los trabajadores de tierra le hicieron una huelga muy prolongada, al arreglar el pliego de reclamos, se declararon en huelga los trabajadores aéreos. La empresa no lo pudo soportar y se declaró en quiebra. Una lástima que nos habla de la irracionalidad de algunos trabajadores.

Pero, Transperuana de Aviación se portó de manera muy correcta hasta el fin. Cuando nos tocó regresar a Iquitos se nos hizo saber que debíamos canjear nuestros pasajes en Faucett. También el pasaje de cortesía fue cubierto por esta gran empresa.

Hemos sentido mucho la desaparición de una empresa que habíamos deseado que creciera hasta el Cielo.

Durante mucho tiempo hemos visto los aviones de Transperuana de Aviación que se desmoronaban a un costado de la pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional. Qué pena.

Transperuana de Aviación

 

 

93 LAS ANDANZAS DE MI AMADA ESPOSA 4

Cuando trabajaba en la cervecería Backus éramos continuamente invitados a las fiestas en la casa de mis compañeros de trabajo. Algunos vivían en urbanizaciones nuevas, en sitios recónditos y para regresar salíamos con alguno de los amigos que tenían carro.

Para mí era normal y justo, salir con ellos, hasta que un buen día mi amada esposa me dijo muy seria que le daba vergüenza tener que estar esperando la hora que a ellos les daba las ganas de salir para volver juntos.

Nunca lo había visto así, pero era notorio el disgusto en Maria Judith. “Tienes que comprar tu carro”, me dijo. Como si fuera fácil la cosa. Pero visto bien, ella tenía mucha razón, como en todo lo que decía.

La situación en aquel tiempo era tal que solamente comprabas carro de segunda, o tal vez de tercera o cuarta o quizás quinta mano. Era común que algunos trabajadores de la cervecería, para deshacerse de su carro lo rifaban con la Lotería de Lima, a 10 soles el boleto.

Algunos ejecutivos, que recibían carro nuevo de la empresa, vendían su carro viejo a algún empleado, y así, los carros se recirculaba entre los trabajadores.

Comencé a averiguar precios y oportunidades, en los locales de Maquinarias. Hubo uno en la Avenida Colonial que me interesó bastante. El vendedor me aseguró que ese fin de mes le entregarían un carro como el que yo quería, me gustaba el color rojo metálico de mi motocicleta que solamente lo podía usar en Iquitos. Le ofrecí entregar un adelanto para asegurar la compra, pero el empleado se negó a recibirlo. “No se preocupe – me dijo – de todas maneras a fin de mes le entrego su carro nuevo”

Desde niño admiraba los enormes carros Station Wagon que circulaban en Iquitos y me prometí que apenas pueda me compraría uno así. Pero cuando pensé que ya podía, ya no existían los enormes SW, ni tampoco tenían la decoración tipo madera que eran los que habían en Iquitos, por eso preferí el rojo metálico: Un Station Wagon con su parrilla instalado en el techo para colocar el equipaje cuando viajábamos por todo el Perú, es, definitivamente, un carro con personalidad.

Cuando llamé a fin de mes, el vendedor se disculpó pero el carro que era para mí, su jefe se lo había entregado a otro cliente. Muy decepcionado, solicité préstamos a dos cooperativas, Santa Teresita de Jesús y Santa Elisa, y me puse a buscar para comprarme un carro nuevo al contado. En Maquinarias me pedían 4 millones 200 mil Intis, y las placas aparte.

Buscando en el diario encontré que se había creado una nueva empresa en Surquillo, avenida República de Panamá, Autodelta. El precio 4 millones de Intis y las placas de regalo. Lo conseguí.

Se produjo un revuelo en la cervecería. Era el primero que compraba carro nuevo, creando una tendencia que fue in crescendo.

Con nuestro carro recorrimos todo el sur hasta Arequipa, todo el norte hasta Trujillo y todo el centro hasta Huancayo. Viajes inolvidables en familia y todo por el empuje y la increíble ayuda de mi esposa. Un gran carro y una gran esposa. Me siento afortunado.

Station Wagon Datsun 1982

92 CABEZA DE TECHO DE PAJA

En 1973, alquilé una habitación en una casa en la calle Las Turquesas en la Urbanización Balconcillo en La Victoria porque me quedaba cercano a mi trabajo en el Instituto de Salud Ocupacional. Era una casa de dos pisos con cuatro dormitorios y azotea. Los inquilinos podíamos usar toda la sala, comedor, cocina y azotea. Estaba solo pues mi esposa y mis hijas las mellizas Lisa y Cisa vivían en Iquitos, mientras se pudiera “conseguir” el traslado de mi esposa, Profesora, a Lima.

También tomó una habitación una joven profesora Lily Linares, con quien tuvimos una gran amistad, al igual que con su enamorado Samuel Adrianzén.

Lily Linares era natural de Chiclayo y Samuel Adrianzén era Piurano. Lily trabajaba en Chorrillos y Samuel, Contador, trabajaba cerca a nuestra casa.

Cuando venía mi familia a visitarnos, tomaba dos habitaciones, porque venían con su nana, y Samuel nos sacaba a pasear en su Peugeot. Un domingo de verano nos llevó a Punta hermosa donde estuvimos todo el día en la playa.  A las seis de la tarde les dije para volver y mi hija Claudia sacó a relucir toda su rebeldía de sus escasos tres años “¿Para qué nos traen si nos van a llevar tan pronto?”. A las 8 de la noche emprendimos el retorno.

Samuel nos contaba que allá en su lejana Piura, cuando era chico, un señor se había molestado con los muchachos porque jugaban en su patio, pero toda su furia se había centrado en él – “Tú, cabeza de techo de paja” – le dijo.

Y siempre nos recordaba que el viejo de Piura le había dicho Cabeza de techo de paja, y se reía.

En una oportunidad nos hizo una adivinanza “¿Cómo se llama la mujer del huevo?”. Como no dábamos nos dijo “¿Nunca han escuchado decir clara de huevo? Clara es, pues, la mujer del huevo”.

Resulta que en la casa vino a vivir una dama que algunas noches recibía la visita de un señor misterioso que jamás saludó ni se presentó. La dama se llamaba Clara.

Mi habitación era el punto de reunión pues tenía una gran Radiola y un Televisor de 24 pulgadas; el summum de aquella época. Y Samuel mirando por la ventana a la calle nos dijo “allí viene «don Huevo»”, comprendimos el chiste y nos matábamos de risa: El misterioso caballero venía a visitar a doña Clara.

Mientras hacían planes para casarse, nosotros estábamos incluidos  en ellos porque íbamos a ser los padrinos del “Cabecita de techo de paja” que vendría en algún momento. Desde entonces nos llamábamos compadres y compadres fuimos para siempre.

La verdad es que ellos, los esposos Lily y Samuel, son Padrinos de Bautizo de nuestra hija Claudia Inés. Tuvieron tres “Cabecitas de techo de paja”: Manuel, Carlos Alberto y Jorge. Samuel hace años que está en el Cielo.

El Bautismo de mi hija Claudia

 

91 ¿POR QUÉ LE PAGA LA CERRO DE PASCO A UN INGENIERO?

Mayo de 1970, a escasos días de producido el nacimiento de mis hijas mellizas, viajé a La Oroya para hacerme cargo de mi primer trabajo como Ingeniero Químico.

Atrás quedaban mi ciudad natal, Iquitos, mi universidad, Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP), mi esposa, Maria Judith, y mis hijas Luisa Iliana y Claudia Inés. Ir de la selva a la Sierra Central es ya, de por sí, un cambio enorme de clima, ambiente e idiosincrasia.

Había ingresado al selecto y muy disputado Plan Cerro para Ingenieros Químicos Metalurgistas, donde nos entrenarían durante 12 meses en el manejo de todas las Plantas de una División: División de Plomo, División de Cobre, División de Zinc y División de Refinerías de cobre y plomo. Cada división cuenta con un mínimo de cuatro Plantas.

Durante el primero y el último mes del programa nos prepararon en las aulas de la Oficina de Entrenamiento, a cargo del Ingeniero Alcides Meléndez. Llevábamos cursos tales como Cómo enseñar, Cómo enseñar en el trabajo, Seguridad industrial, Primeros Auxilios, Fortran IV, etc.

Allí el Ingeniero Meléndez nos soltó la frase del título

  • “¿POR QUÉ LE PAGA LA CERRO DE PASCO A UN INGENIERO?”

Hubo respuestas de todo tipo, rimbombantes,  político-sociales, demagógicas, etc., y hasta se cuenta de la graciosa respuesta de un Ingeniero de un programa anterior:

  •             “Para ganar en dollares” (pronunciado como está escrito)

Pero ninguna respuesta le satisfacía al Ingeniero Meléndez y las rechazaba todas haciendo gestos negativos con la mano, como diciendo “nada que ver”. Y la respuesta era bastante simple:

  • “LA CERRO DE PASCO LE PAGA A UN INGENIERO POR DOS COSAS:
  • PARA APRECIAR SITUACIONES Y TOMAR DECISIONES”.

Agregó, si creen que se les paga para ayudar al obrero a desatorar un chute dando golpes a las tolvas, están equivocados. No se necesita eso. El Ingeniero de Guardia debe estar siempre atento a todo lo que ocurre a su alrededor y decidir de inmediato para dar órdenes al instante a fin de que no se detenga el proceso productivo.

Es bien simple, el Ingeniero de Guardia es El Jefe y es, por tanto el responsable directo de lo que suceda con la Planta y con el personal. No está para ayudar a los trabajadores en el desempeño de sus tareas. Para eso está el Reglamento Interno de Trabajo, un manual de más de 500 hojas.

Cuando veo a la Jefa de la Farmacia del Padomi (Essalud) llevar y traer los recipientes de plástico con los medicamentos para atender a quienes tenemos que ir a recibirlos, mirando su cara de satisfacción, pienso que a lo mejor ella cree que eso es ser buen jefe. Puedo ver que se esfuerza hasta el agotamiento con el intenso trajín.

Mientras tanto, observamos que no se ha dado cuenta que los empleados que reciben las recetas para procesarlas en su computadora no le hacen firmar su respectiva receta a la persona que viene a la farmacia a recibirlas. Y en consecuencia, la persona que entrega las medicinas tiene que hacerles firmar las recetas en ese momento, ocasionando demoras en el procedimiento.

Por años nos hemos atendido en el Policlínico geriátrico Ancije, hospital de Essalud para maestros jubilados, y en la ventanilla donde se entregan las recetas para procesarlas, hay un letrero que dice claramente que los usuarios deben firmar su receta y, además, anotar su número de DNI y teléfono. Que no se aceptará una receta que no cumpla con ese requerimiento.

Pero en el Padomi, la Jefa de la Farmacia se agota “ayudando” a sus subalternos y descuida su trabajo, que es organizar el sistema para que funcione mejor.

No le han dado el entrenamiento que todo jefe debe recibir: Que está allí para dirigir y recomendar la mejor manera de atender a los asegurados ancianos y discapacitados, no para ser uno más de los empleados subalternos que están allí para cumplir sus funciones. Parece que los ejecutivos del Seguro Social no se han preocupado de entrenar a los jefes en gestión humana y están allí sin saber por qué o para qué están.

Es una lástima que el Seguro Social nombre jefes y jamás los supervise para ver si están a la altura de las funciones encomendadas o decidir su reemplazo. Una lástima.

El entrenamiento recibido en la Cerro nos ha servido para desempeñarnos en otros lugares, distintos en ambiente y en naturaleza del trabajo, como el Instituto Nacional de Salud Ocupacional y la Cervecería Backus y Johnston, y por siempre recordamos la famosa frase del Ingeniero Químico Alcides Meléndez.

Trabajando en La Oroya

 

89 MICROBE ET GASOIL

Sobre la película

El oscarizado director de «Olvídate de mí» presenta una inolvidable historia de amistad entre dos adolescentes, uno apodado Microbio (por su tamaño) y otro Gasolina (por su afición al motor) que deciden construir un coche, suerte de casa rodante, que les permite huir de los horrores del instituto. Un canto a la amistad por el que resuenan desde «Zazie en el metro» a «Cuenta conmigo».

Microbio y Gasolina. Con semejantes motes, está claro que no se puede estar en la cima de la popularidad. Cuando al instituto de Daniel, a quien llaman Microbio por su pequeño tamaño (y cuya melena hace que le confundan con una chica) llega un alumno nuevo de duro aspecto, apodado Gasolina por su afición al motor, la unión hace la fuerza y ambos deciden construir un coche –que termina siendo una especie de casa rodante– para escapar de los horrores del instituto y de sus casas.

Fuente: Filmin

Los personajes son Theòphile, Theo, llamado Gasolina y Daniel a quien le dicen Microbio. Película francesa del 2015.

Estos dos chicos, quizás realizan lo que todos, alguna vez, en nuestra vida ha querido hacer. Una suerte de Tom Sawyer, quien para huir de su casa se junta con sus amigos Joe Harper y Huckleberry Finn y se van a vivir en una isla desierta.

En mi casa solamente mi hermano Pedro Ángel, QEPD, tuvo el valor para huir de la casa con su vieja guitarra para ir a correr aventuras musicales en Tarapoto con su entrañable amigo el “Oso”.

Volviendo a la historia, mientras trataban de dormir la primera noche de la fuga, Gasolina le cuenta a Microbio una historia

  • Se trata de la Mujer del brazo de oro
  • ¿Es para reír?
  • Es de terror
  • Ah, bueno. Porque las historias para reír no las entiendo y por eso me pegan.

  » La historia trata de un hombre con su mujer y se querían mucho. Pero la mujer se enferma de cáncer y le tienen que amputar el brazo. Para que no se vea mal el hombre le manda a hacer un brazo de oro para su esposa, pero la dama continúa enfermando y muere.

               Luego de un tiempo, el hombre que había gastado toda su fortuna en el brazo de oro, se quedó pobre. Fue a recuperar el brazo de oro para poder vivir y esa noche, se le apareció un esqueleto con un solo brazo y le decía

  • ¿Dónde está mi brazo? ¿Quién agarró mi brazo? Devuélveme mi brazo»

La historia se interrumpe en este punto porque el dueño de la casa donde habían estacionado su casamóvil les lleva a su casa.

Esta historia es un tema recurrente en todas partes del mundo, solamente que en algunas historias, la mujer es una bruja que al morir el esposo le corta ciertas partes del cuerpo antes de enterrarlo y luego vienen las apariciones y reclamos.

No encontré referencias en el Internet acerca de la mujer del brazo de oro, pero sí encontré lo de “El Hombre del brazo de oro”, una película estadounidense de 1955 dirigida por Otto Preminger, con Frank Sinatra, llamado así porque era croupier en un casino. En la cervecería a un trabajador del departamento de Seguridad e Higiene Industrial, encargado de desatorar los W.C., también le llamaban así, pero por razones, obviamente, totalmente diferentes.

En suma, es una buena película que vale la pena ver, admirando de paso los extraordinarios paisajes de esta parte de Francia. Y el modelo de casamóvil es tan ingeniosamente construido que tiene una especie de mandil que al bajarlo tapa las ruedas y solamente parece un chalecito al borde del camino. Lo usaban cuando se les aparecía un patrullero: lo estacionaban al borde de la carretera, bajaban el mandil y se quedaban quietos. Tan curiosa es su apariencia que dos policías se toman una selfie porque les parecía tan curiosa una pequeña casita al borde del camino.

El póster de la película

 

 

89 NOTAS DE HUMOR 4

El Oculista

  • Doctor, un ciego quiere verlo.
  • Dígale que yo no hago milagros.

El Médico

  • Doctor, me tiemblan mucho las manos.
  • Felícita, ¿no será que bebes demasiado alcohol?
  • ¡Qué va, Doctor, si lo derramo casi todo!

El Médico

Un matrimonio va al médico y tras examinar a la mujer, el médico le dice al marido:

  • La verdad es que no me gusta nada el aspecto de su esposa.
  • Ni a mí, Doctor, pero su padre es rico.

El Médico

  • Doctor, doctor, me he roto el brazo en varios sitios.
  • Pues yo que usted no volvería a esos sitios.

El Médico

  • Doctor, ¿se pueden tener hijos después de los 40?
  • Personalmente, señora, yo creo que con cuarenta ya hay bastante.

El Médico

¿En qué se parece el número 111 al médico?

En que empieza con uno sigue, sigue con uno y acaba con uno.

Los problemas

  • Porque se suicidó el libro de Matemáticas?
  • ¡Porque tenía muchos problemas!

¿Cuánto son 2+2?

Para un ingeniero: 3.9999989

Para un Físico: 4.0004 +/- 0.0006

Para un Matemático: Un momento, he probado que la solución existe y es única, ahora la estoy acotando.

Para un Filósofo: ¿A qué se refiere cuando dice «2+2»?

Para un Informático: Acote la operación «+» y le responderé.

Para un Contable: (pregunta en voz baja) «¿Cuánto quiere que sea el resultado?»

El animal

  • Mamá, ¿Qué es un tejón?
  • Una teja grande, como las que pone tu padre en la obra
  • ¿No es un animal?
  • Sí, es un poco bruto, pero es tu padre

La felicidad

La verdadera felicidad está en las pequeñas cosas:

Una pequeña mansión, un pequeño yate, una pequeña fortuna

La Navidad

  • Hijo, ¡Feliz Navidad!
  • ¡Mamá! sabes que no me gusta la Navidad
  • Entonces, ¿Qué hago con este iPhone XS Max?
  • Belén, campanas de Belén ♬♪♫♬

Hacer reír a una mujer en 3 pasos

Paso 1. Dirígete a ella

Paso 2. Mírala a los ojos

Paso 3. Ahora dile: «Aquí mando yo»

El avión

Varios profesores de una Facultad de Ingeniería fueron invitados a un viaje con todos los gastos pagados. Una vez sentados y bien acomodados, se les indicó que el avión había sido construido por sus alumnos. De inmediato todos los profesores empezaron a gritar despavoridos para que los bajaran del avión.

Solo un docente se quedó en su sitio, muy tranquilo y sereno. Cuando le preguntaron el motivo de tanta calma, el tipo respondió:

“Conozco perfectamente la capacidad de mis alumnos. Si ellos fueron los que construyeron este avión, tengo la más plena certeza de que este aparato ni siquiera va a arrancar”

Los Médicos