FRASES LAPIDARIAS

Cuando era muy pequeño estábamos cultural, educativa y socialmente formados para respetar no solamente a las personas mayores sino también a lo que ellos tenían que decir.

Aceptábamos a rajatabla sus opiniones y nunca las discutíamos, antes bien las tomábamos como la verdad misma. Eran sus frases, lapidarias.

Si te olvidabas de llevar el lápiz o el cuaderno a la escuela, Transición, el profesor o cualquier otra persona que se enteraba, te miraba fijamente a los ojos y te preguntaba:

  • ¿Qué diría usted de un soldado que va a la guerra sin su fusil?

Era una frase lapidaria, en ella llevaba tu sentencia: No tenía respuesta, solamente te quedaba agachar la cabeza y poner rostro compungido de vergüenza.

Pero en los años cincuenta se inventó una respuesta, en realidad la inventaron los hippies, y era una respuesta que llevaba en si misma tu liberación:

  • ¿Qué diría usted de un soldado que va a la guerra sin su fusil?
  • Diría que es un general.

Se correspondía con el lema por ellos inventado “Si quieren acabar con las guerras manden a los generales al Frente”.

Si de repente te compraron una camisa floreada o de algún color algo subido de tono no faltaban los “amigos” que te molestaban con la consabida frase:

  • ¿Hay para hombre?

Bueno, te retirabas callado procurando no hacer olas hasta que también se inventó la respuesta:

  • ¿Hay para hombre?
  • ¿Por qué? ¿Lo quieres para tu marido?

No te imaginas lo bien que te sentías al ver la cara colorada de tu interlocutor. Y la felicidad por haberlo puesto en su sitio.

Soldado que va a la guerra sin su fusil.

FINAL DE CAMPEONATO

Era el partido más esperado del año. Llegaba a su fin el Campeonato de Fútbol de Tercera División. Todo el año haciendo méritos para poder llegar a este punto donde se define su pase a Segunda División y de allí el salto a Primera División.

Todos ponían ardor y entusiasmo y al final se vería no sólo qué equipo se alzaba con el triunfo sino quien es el Equipo Papá, el men del fútbol loretano.

Les tocaba a dos de los equipos más aguerridos, fuertes y bestiales, literalmente hablando, como podrán darse cuenta, una final de campeonato donde se enfrentan Matanceros del Camal y Carniceros de Belén sería, pues, algo apoteósico y con mucha adrenalina.

Para comenzar, ningún Árbitro FIFA quiso hacerse cargo del arbitraje; tampoco ningún árbitro sin cartón. Nadie quería conducir un partido que de por sí sacaba roncha, donde podían botar al referee al río Amazonas, en el mejor de los casos, previa apanada o previa pateadura.

Peligraba la final del campeonato si no encontraban alguien que quisiera arbitrar este partido. Por fin encontraron un angelito, que inocente.

El Árbitro era Julito, una persona discapacitada que apenas podía caminar y caminaba de un modo muy singular: Un pie delante del otro, como si estuviera caminando en la cuerda floja. Pero no había otro, así que ambos contendores aceptaron a Julito para Árbitro.

Comenzó el partido, corren unos y corren otros, detrás de la pelota, patadas por aquí, patadas por acá, empujones, codazos y fin del Primer Tiempo.

En el Segundo Tiempo las acciones se pusieron más violentas haciendo más activa la labor del Árbitro, cuando de pronto, casi para terminar el Partido, un Carnicero le puso el pie a un matancero en el área y el Juez sopló su pito con fuerza: Penal.

No hay problema dijo el Arquero Carnicero, cogió la bola y comenzó a contar los once pasos de rigor:

  • ¡No!

Dijeron los Matanceros:

  • ¡No! Que cuente el Árbitro los once pasos.

El Juez Julito, que apenas podía caminar, contó los once pasos y puso la pelota a metro y medio del Arco, ante el estupor y el temor de los Carniceros que incrédulos asistían a esta situación. El taponazo lanzado con alma y vida entró la pelota con Arquero y todo:

  • ¡Goooool!

ERA UNA MALA PERSONA

El alumno Dueñas era un compañero que a todas luces sufría mucho en su casa.

Cuando nos poníamos uniforme de Educación Física, polo y pantalón corto blancos, se le notaban los moretones. Algunas veces también en la cara los lucía.

Nos daba pena y tratábamos de hacer para que esto se evite:

  • Dile a tu padre.

El pobre movía la cabeza negativamente y nos decía con tristeza:

  • A mi papá también le pega.

El papá era Suboficial de la FAP, de especialidad Mecánico de Avión, tenía buen porte pero la mujer era, según parece una fiera de temer.

El alumno Dueñas sólo estuvo con nosotros en el Primero de Media en la GUE Mariscal “Oscar R. Benavides” de Iquitos. No lo volvimos a ver, pero al papá lo vimos toda la vida. Dejó la Fuerza Aérea y se dedicó a manejar ómnibus de servicio público en Iquitos.

Pasaron muchos años y en el año de 1964, en plena era moderna y de gran desarrollo en la ciudad de Iquitos, una noticia sacudió nuestra tranquilidad. Un hidroavión de la Fap sufrió un accidente en el río Putumayo, estaba corriendo en el río para levantar vuelo cuando chocó con un tronco y se fue al fondo, todos sus ocupantes perecieron ahogados, entre ellos se encontraba la tal señora de Dueñas.

Apenas no enteramos de la noticie cuando en su casa comenzaron a ocurrir cosas espeluznantes a plena luz del día. La casa ubicada en la calle Palcazu, en la otra cuadra del cine Iquitos, de repente se volvió la casa del diablo. El señor Dueñas no podía entrar a su casa porque de adentro le tiraban con todos los objetos allí existentes.

Una mañana, desesperado el señor Dueñas dijo solemnemente que de todas maneras iba a entrar para enfrentar a su mujer que desde el más allá venía para seguir atormentándole. Afuera estaba la prensa, y todo el mundo. Nosotros saliendo de la universidad estábamos también allí.

Las manifestaciones de espíritus se habían dado siempre en lugares apartados y por la noche, nunca a plena luz del día y en un lugar tan céntrico como era en este caso.

No pudimos quedarnos a ver cuándo se atrevía a entrar el Señor Dueñas a su casa pero el asunto terminó, dicen que Monseñor había entrado a exorcizar la casa y hacer regresar al espíritu a donde vino, y que no fue fácil porque a él también lo recibió con una andanada de proyectiles, pero al final la fuerza del Espíritu Santo prevaleció y todo volvió a la normalidad.

Ella era, pues, una mala persona en vida e igual en la muerte.

Cosas de mi tierra.

EN LA BANDA DE MÚSICOS 2

En un poblado de la selva, de cuyo nombre en verdad no quiero acordarme, ocurrió esta anécdota increíble.

El 24 de Julio el Maestro Beny Soto nos dijo a los músicos de la Banda de la GUEMORB:

  • Mañana vienen temprano porque vamos a viajar a un poblado por el Río Amazonas para hacer desfilar a los estudiantes de ese distrito.

Emocionados porque nos pareció que se reconocían nuestros méritos, comenzamos a hacer las preguntas de rigor. Le dije:

  • ¿Maestro Beny debo llevar mi almuerzo?

Su respuesta fue categórica:

  • ¡No lleven nada!, allí nos van a dar todo.

Otros insistían:

  • ¿Maestro Beny llevamos rancho?
  • ¡No! No lleven nada. Allá nos van a dar todo lo que necesitemos.
  • ¿Maestro…?
  • ¡No! No vamos a llevar nada.

Al día siguiente temprano nos embarcamos en una Cañonera y llegando al sitio comenzamos el Desfile por Fiestas Patrias, pues, ya estaban esperándonos bien formados.

Bonito desfile, lleno de entusiasmo, patriotismo y alegría.

Al terminar nos hicieron entrar a una casa, uno por  uno, haciéndonos pasar por un pasadizo, al final del cual nos entregaban un sanguchito (por lo diminuto) y un vaso de chicha morada en vaso descartable y abriendo una puerta pasábamos (pensamos que a un salón) y nos encontrábamos en la calle.

Pueden imaginarse nuestro estupor, el dichoso sanguchito se quedó entre los dientes y no por nada se dice un dicho muy antiguo “come como músico”.

Le miré al Maestro Beny Soto y el pobre, encogiéndose los hombros con tristeza, me dijo apenas en un susurro:

  • Cómo iba a saber, yo, qué me iba a imaginar.

Me dolió más su desesperanza que el maltrato local.

Afuera continuaba el jolgorio y comenzó el “concurso de glotones” y los chicos de la Banda “reclamaron” para sí el derecho a participar, lo cual se les concedió y se dio la largada.

Todo el público miraba como pronto comenzarían a tragar para tratar de ganar el premio, pero lo que vieron los dejó sorprendidos. Los músicos no competían, estaban almorzando con total parsimonia y tranquilidad, y una vez saciados llamaban a otros músicos para que participen del banquete de tallarines, bizcochos y plátanos de seda. Una verdadera fiesta.

Nunca más viajamos a ningún sitio a hacer desfilar a nadie.

EN LA BANDA DE MÚSICOS 1

La GUEMORB tenía una Banda de músicos que en un principio todos eran músicos, es decir, sabían leer las partituras de música, pero luego esto cambió de manera radical.

Para ingresar al Primero de Media teníamos que dar el Examen de Madurez Mental en el mes de diciembre, el cual determinaba si eras Gratuito o Pagante. Al final del examen nos dijeron que habría clases gratuitas de Matemáticas a partir del 2 de enero y clases gratuitas de Música a partir del 1º de febrero.

Asistí a los dos cursos y al final de las clases de música era yo el único músico (asistieron cerca de 60). Muchos de los otros participantes se integraron a la banda sin saber leer las partituras, así que teníamos que tocarles la melodía para que ellos pudieran ejecutar la marcha.

Pero, no faltaba quien quisiera dárselas de consumado músico, sobre todo porque practicábamos de 2 a 3 y media todos los días y las chicas de la Comercial venían a mirar el ensayo.

Una tarde, particularmente calurosa, Amansio Molina tocaba su enorme contrabajo mirando su partitura como si estuviera leyendo: po, po, po, po, po, po, po, po, po po po po po, y vuelta a repetir, toda la marcha, y las chicas de la Comercial mirando por las ventanas del Gabinete de música. Para lucir su musculatura y debido a la calor se quitó la camisa y fue a colocarla en una silla cercana a la pared, visiblemente orgulloso de lo que tenía que mostrar: su arte y su físico.

Waldo Guzmán, irremediable gracioso, aprovechando que no lo veía, se dirigió de manera ostensible al atril de Amansio y de manera dramática puso la partitura al revés, de lo cual todos se dieron cuenta menos él. Regresó Amansio a su contrabajo y mirando la partitura siguió su ensayo sin notar que la partitura estaba cabeza abajo: po, po, po, po, po, po, po, po, po po po po po y mostrando más bien que no sabía leer música y todas las chicas de la Comercial se desternillaban de risa y él no sabía por qué.