INFARTO CON DOLOR EN LA ESPALDA

El 13 de noviembre del año 2013 estuve toda la noche con un intenso dolor en la espalda, a ambos lados de la columna vertebral. Empezó a las 10 de la noche, pensé que “me había dado el aire”, trataba de presionar mi espalda contra los bordes del sillón de la PC para calmarlo, pero era inútil, el dolor no cedía. A las 12 de la noche me dormí.

A las 6 de la mañana me desperté con un dolor tan intenso que no me calmaba con nada, tenía la sensación de que había dos hachas, uno a cada lado de mi columna vertebral, en la zona dorsal. Me arrimaba a los filos de la pared para tratar de minimizar el dolor pero era inútil.

 Llamé a mi hija Luisa, Odontóloga, para preguntarle si cree que debo ir al hospital de asegurados Rebagliati. Me dijo que sí.

A las 08 de la mañana llamé a mi hija Charito quien estaba en su trabajo para informarle que estoy yendo, con su mamá, al Hospital Rebagliati. Me sentía muy asustado.

De inmediato Charito me llamó para decirme que no vaya al hospital del seguro sino que vaya directamente al Hospital Santa Rosa, cercano a nuestra casa. Me dijo también que ella estaba viniendo al Santa Rosa para acompañarme.

Entramos a Emergencia del Hospital Santa Rosa y mi esposa se apresuró a pagar el importe de la atención en emergencia y tenía la boleta en la mano, de forma visible. Ignoro sus razones.

El Técnico que auxilia al Médico Jefe de Emergencia vino a decirme:

  • Si no tiene fiebre alta no le vamos a atender. Saque cita en el hospital para atención ambulatoria.

Le dije que no iría a ninguna parte, que tengo un dolor tan intenso que ya no puedo más. El Técnico vio la boleta en la mano de mi esposa y le escuché decir:

  • Ah, ya pagó la atención.

Habló con el Jefe y de inmediato me hizo pasar.

Le dije al doctor cómo me dolía y agregué:

  • Estoy asustado doctor, estoy pensando en Pleuresía, Neumonía o Infarto.

El doctor me miró y dijo:

  • ¿Infarto con dolor en la espalda? Bueno en fin. Que le tomen una placa de Rayos X del tórax y un Electrocardiograma.

En ese momento llegó mi hija Charito y se encargó de pagar los servicios y me acompañó a tomarme la placa de Rayos X, que yo consideraba el más importante, luego fuimos al Electrocardiograma. Una vez concluido el examen el encargado me dio la cinta de papel lleno de gráficos en zigzag, chino para mí, pero cuando le di al doctor este dijo:

  • Tenemos problemas coronarios – y gritó – ¡No camine! Le van a traer una silla de ruedas.

En un instante fui transportado a una sala especial donde me “crucificaron”, me pusieron una “vía” en cada brazo y me conectaron a una serie de instrumentos digitales y pantallas, estaba el Médico Residente y llamaron al Especialista del corazón y otros dos médicos más. Me habían puesto ropa de hospital.

El Médico Residente, una persona joven y muy amable, comenzó a averiguar la génesis de la situación. Preguntó:

  • De 1 al 10 ¿Cuánto es el dolor?
  • 10 – le dije.

Su comentario fue preocupante:

  • Le duele bastante.

Le dije que tenía una hija Odontóloga graduada en Cayetano Heredia. En ese momento llegó Luisita y él me preguntó:

  • ¿Es la Doctora?
  • Sí.

Ella fue la única que permitió estar a mi lado durante todo el procedimiento y conversaban. A ella le dijo que yo había tenido un Infarto a las Vías Coronarias

Disparaban recetas que mi Charito corría a comprar en la farmacia del hospital y de inmediato me aplicaban.

Allí fue cuando vi a mi esposa, afuera de la sala, la vi perdida como nunca antes la había visto. Al contrario, ella era la que llevaba la batuta y hubiera estado  dando instrucciones a los médicos sobre cómo atenderme mejor.

Mi esposa no es médico pero igual les hubiera estado enseñando, del mismo modo que no es mecánica de carros y les “enseñaba” a los mecánicos a reparar su Toyota Hi Ace de la Línea Chamita, o a los electricistas y a los pintores, igual.

La vi perdida a mi pobre esposa y fue cuando me di cuenta que ya el mal se estaba apoderando de su ser: El Mal de Alzheimer. Me sentí tan triste que le pedí a la Virgen María que me deje aún en este mundo para cuidarla y le prometí que Nunca perdería la paciencia con ella. Lo merece.

A las dos horas le dije al Doctor que el dolor estaba en 8. Dos horas después en 6. A las dos de la tarde había cedido completamente el dolor. El Médico Residente, muy alegre, me dijo:

  • Señor Suárez le informo que usted ha sido completamente estabilizado.

El Especialista del corazón decía:

  • Lo subimos y lo operamos de una vez.

Pero el Médico Residente le decía:

  • El señor Suárez es asegurado, tiene derechos.

Discutían una y otra vez, por último el Médico residente tomó su celular y llamó al Hospital Rebagliati para informarle la situación y pedirle que vengan de inmediato a llevarme para continuar el tratamiento, ya como paciente asegurado.

En un momento estuvo una Ambulancia de Essalud con una Doctora muy linda y amable y me trasladaron a Emergencia del Hospital Rebagliati.

Apenas me colocaron en un rincón de la Sala de Emergencia cuando vino una Técnica con la orden de llevarme de inmediato al Piso 10, Cardiología Digital. La joven me subió con la camilla del hospital al ascensor y al llegar al piso 10 emprendió una veloz carrera, no había nadie en ese largo pasillo, que se me ocurrió bromear, ya me encontraba bien. Le dije:

  • ¡Cuídate de las Fotopapeletas!

Ella se rió divertida.

Los Médicos Especialistas en Cardiología Digital me hicieron una Operación muy Sui Generis: Me pusieron un Stent en la Arteria Coronaria izquierda descendente lanzándolo desde mi muñeca derecha. Veían todo el procedimiento en sendas pantallas sobre mi cabeza y al ubicar el Stent en su sitio elevaron la camilla hasta el Dispositivo y lo encendieron. Calentaba como una plancha que casi quemaba mi cara. El Stent es como el resorte de un bolígrafo que va a mantener la arteria abierta.

Luego dieron por terminada la Operación y me enviaron a una Sala de Cuidados Intensivos donde continuaba “crucificado”, conectado a un sinfín de aparatos. Las Vías seguían instalados en cada brazo y todo el día y toda la noche venían los Médicos con sus alumnos, los Técnicos, las Enfermeras para aplicarme en las vías antibióticos y en el abdomen medicina para mantener licuada la sangre. Todos los Médicos me pedían que relate todo lo ocurrido hasta llegar al Hospital Santa Rosa, uno de ellos, Catedrático, concluyó que a las 6 de la mañana fue el infarto.

Al cuarto día de mi hospitalización me retiraron todas las sondas y electrodos que me mantenían conectado a diversos aparatos digitales y me trasladaron a otra Sala en el mismo piso. Aquí ya no venían nadie, solamente los Médicos y Enfermeras de Turno para revisarme.

Recibí muchas visitas de todos mis amigos y familiares, pero la más extraordinaria fue la visita de mi nieta Andrea. Andreíta de 11 años no podía entrar al Hospital Rebagliati por ser menor de edad, pero como es bastante alta, su mamá le puso sus tacos de 5 cm, su casaca de cuero negro y la maquilló como una señorita y pasó nomás. Fue una alegría muy grande, lo que viene a demostrar que cuando se desea algo es siempre posible de conseguir. Andreíta era la viva imagen de Olivia Newton John en Grease.

El sábado me dieron de Alta, completamente recuperado.

De hecho, hay también, infarto con dolor en la espalda. Para sus libros.

Cuando le comenté a mi Doctora del ANCIJE mi promesa a María, me dijo:

  • Se ha metido usted en una «camisa de once varas» pero habrá que hacerle el empeño.

Hospital Santa Rosa de Pueblo Libre

Infarto

Hospital Rebagliati de Essalud

HÁGANLE CASO A LA VIEJA

Pedro Urdemales estaba trabajando en una construcción cuando en eso perdió pie y cayó del segundo piso a la calle.

Se arremolinó la gente y daban órdenes sin concierto. Una viejecita decía:

  • Traigan un vaso de vino.

Otras personas exclamaban:

  • Traigan un vaso de agua.

Y la viejita:

  • Traigan un vaso de vino.

Y los demás:

  • Traigan un vaso de agua.

Pedro, como pudo se incorporó y dijo:

  • ¡Háganle caso a la vieja!

HABLADORCILLO

El Jefe del Departamento de Educación Física de la GUEMORB era el profesor de Educación Física Ramiro Vásquez Ruiz, a quien todos llamaban “Habladorcillo”, creo que él nunca se enteró porque no toleraba bromas a nadie.

Él, en cambio era un bromista consumado.

En el Gabinete de Educación Física se exhibían todos los años las fotografías de los Viajes de Promoción, de los cuales él siempre formaba parte como tutor. Se mostraban las fotos en vitrinas construidas de manera ex profeso.

Una tarde nos encontrábamos mirando esas fotos y como ya se acercaba la hora de ir a clases nos dijo:

  • Bueno hijitos, vayan saliendo, vayan saliendo.

Un chico le dijo, a su vez:

  • ¿Por qué profe? ¿Acaso vamos a robar?

Y él contestó:

  • No hijito, no es porque van a robar sino para que no roben.

GUAYABA

Guayaba” irrumpió en el Patio Central de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP), de Iquitos, y comenzó a declamar en voz alta:

  • “Como dijo Charles Darwin, ser o no ser, esa es la cuestión”

Le pifiaron de todos lados y le dijeron:

  • “Oye, eso es de Shakespeare”

Guayaba solamente atinó a decir lo que dice siempre:

  • “Bueno, yo lo digo así”

Le llamaban guayaba porque era colorado, como el interior de una guayaba. Él decía que su tío, maquinista de tractor, era el verdadero guayaba.

FRASES LAPIDARIAS

Cuando era muy pequeño estábamos cultural, educativa y socialmente formados para respetar no solamente a las personas mayores sino también a lo que ellos tenían que decir.

Aceptábamos a rajatabla sus opiniones y nunca las discutíamos, antes bien las tomábamos como la verdad misma. Eran sus frases, lapidarias.

Si te olvidabas de llevar el lápiz o el cuaderno a la escuela, Transición, el profesor o cualquier otra persona que se enteraba, te miraba fijamente a los ojos y te preguntaba:

  • ¿Qué diría usted de un soldado que va a la guerra sin su fusil?

Era una frase lapidaria, en ella llevaba tu sentencia: No tenía respuesta, solamente te quedaba agachar la cabeza y poner rostro compungido de vergüenza.

Pero en los años cincuenta se inventó una respuesta, en realidad la inventaron los hippies, y era una respuesta que llevaba en si misma tu liberación:

  • ¿Qué diría usted de un soldado que va a la guerra sin su fusil?
  • Diría que es un general.

Se correspondía con el lema por ellos inventado “Si quieren acabar con las guerras manden a los generales al Frente”.

Si de repente te compraron una camisa floreada o de algún color algo subido de tono no faltaban los “amigos” que te molestaban con la consabida frase:

  • ¿Hay para hombre?

Bueno, te retirabas callado procurando no hacer olas hasta que también se inventó la respuesta:

  • ¿Hay para hombre?
  • ¿Por qué? ¿Lo quieres para tu marido?

No te imaginas lo bien que te sentías al ver la cara colorada de tu interlocutor. Y la felicidad por haberlo puesto en su sitio.

Soldado que va a la guerra sin su fusil.

FINAL DE CAMPEONATO

Era el partido más esperado del año. Llegaba a su fin el Campeonato de Fútbol de Tercera División. Todo el año haciendo méritos para poder llegar a este punto donde se define su pase a Segunda División y de allí el salto a Primera División.

Todos ponían ardor y entusiasmo y al final se vería no sólo qué equipo se alzaba con el triunfo sino quien es el Equipo Papá, el men del fútbol loretano.

Les tocaba a dos de los equipos más aguerridos, fuertes y bestiales, literalmente hablando, como podrán darse cuenta, una final de campeonato donde se enfrentan Matanceros del Camal y Carniceros de Belén sería, pues, algo apoteósico y con mucha adrenalina.

Para comenzar, ningún Árbitro FIFA quiso hacerse cargo del arbitraje; tampoco ningún árbitro sin cartón. Nadie quería conducir un partido que de por sí sacaba roncha, donde podían botar al referee al río Amazonas, en el mejor de los casos, previa apanada o previa pateadura.

Peligraba la final del campeonato si no encontraban alguien que quisiera arbitrar este partido. Por fin encontraron un angelito, que inocente.

El Árbitro era Julito, una persona discapacitada que apenas podía caminar y caminaba de un modo muy singular: Un pie delante del otro, como si estuviera caminando en la cuerda floja. Pero no había otro, así que ambos contendores aceptaron a Julito para Árbitro.

Comenzó el partido, corren unos y corren otros, detrás de la pelota, patadas por aquí, patadas por acá, empujones, codazos y fin del Primer Tiempo.

En el Segundo Tiempo las acciones se pusieron más violentas haciendo más activa la labor del Árbitro, cuando de pronto, casi para terminar el Partido, un Carnicero le puso el pie a un matancero en el área y el Juez sopló su pito con fuerza: Penal.

No hay problema dijo el Arquero Carnicero, cogió la bola y comenzó a contar los once pasos de rigor:

  • ¡No!

Dijeron los Matanceros:

  • ¡No! Que cuente el Árbitro los once pasos.

El Juez Julito, que apenas podía caminar, contó los once pasos y puso la pelota a metro y medio del Arco, ante el estupor y el temor de los Carniceros que incrédulos asistían a esta situación. El taponazo lanzado con alma y vida entró la pelota con Arquero y todo:

  • ¡Goooool!