No bien habíamos aprendido a jugar “Damas” cuando Arturo Chumbe Mori, un chico de nuestro barrio nos vino con:
- “Jugamos Damas, el que gana pierde y el que pierde gana”.
Las damas es un juego de mesa para dos personas en un tablero de 64 cuadros. El juego consiste en mover las fichas en diagonal sobre los cuadros negros con el objetivo de comer las piezas del contrario saltando sobre ellas.
Cada jugador dispone de 12 fichas de un mismo color situadas en las casillas negras más próximas a éste. El objetivo del juego es capturar las fichas del oponente o acorralarlas para que no puedan realizar movimientos.
Fuente: Mini Damas, disponible en https://www.minidamas.com/
El nuevo juego consistía en colocar nuestras fichas delante de las del contrario para hacer que el contrincante se “coma” nuestras fichas. Es obligatorio comer una ficha delante del nuestro. De manera que nuestra fácil entrega le hacía ganar a nuestro adversario, con lo cual perdía la partida. Un juego zonzo pero muy divertido y cuánto más trataba de zafarse más fácil le poníamos nuestras fichas.
Esto viene a colación pues es el motivo perfecto para contar una historia de nuestra niñez.
Allá, en la lejana ciudad de Iquitos, capital del Departamento de Loreto, los sábados por la noche, el Mercado del Sacha Chorro se convertía en un Coliseo de Box. Retiraban todas las mesas del Mercado y ponían en el centro un ring de box.
Mi papá solía llevarme para espectar estas impresionantes peleas. Había algunos boxeadores ya conocidos y algunas veces llegaban de la Capital boxeadores famosos.
Había un boxeador Néstor Luna a quien siempre le sangraba la nariz. Los mayores decían que se debía a que era narizón y para ser boxeador debes ser “ñato”.
Recuerdo vivamente una oportunidad en que faltó a la cita un boxeador importante para el último preliminar (antes del match de fondo). Era un verdadero problema y no habían previsto ningún suplente, de manera que se pusieron a buscar entre los asistentes quien quisiera pelear por una propina con un boxeador ya cuajado.
Encontraron a un joven delgado, parecía que venía de la chacra. El cholito cayó simpático a los asistentes y estábamos a la expectativa sobre qué papel iba a hacer el novato.
El cholito, posiblemente chacarero y probablemente cazador, se calzó los guantes y de entrada le encajó al boxeador profesional un “machetazo” en la región costal que fue sancionado de inmediato por ser un golpe anti reglamentario, por el árbitro, el popular “Shiruy”.
Shiruy era un ex jugador de fútbol de Primera División hasta que le rompieron la pierna, tibia y peroné, por lo cual devino en árbitro de fútbol y árbitro de box. Era famoso don Hermógenes Arévalo, más conocido como Shiruy.
El shiruy es un pez de cocha, parecido a la carachama. Conocemos la diferencia entre pez de mar y pez de río, pero en la Selva hay una significativa diferencia entre pez de río y pez de cocha. La cocha es una laguna pequeña, muchas veces temporal. Algunos peces sólo habitan en cochas, no en ríos.
Toda la pelea fue una seguidilla de machetazos con la izquierda y con la derecha que el cholito era ambidiestro, y también una seguidilla de pitazos del árbitro que sancionaba cada golpe por “ilegal”.
Terminada la pelea los cuatro jueces le dieron la victoria al profesional que terminó vapuleado y nunca pudo soltar un solo golpe. Ganó solamente por límite de faltas del novato quien definitivamente ganó la pelea: el que gana, pierde, y el que pierde, gana.
Apenas se supo el resultado el público ovacionó al joven chacarero y lanzaron monedas al ring y algunos importantes pusieron billetes en la trusa del joven, lo cual me entusiasmó sobre manera porque había visto una pelea excepcional, donde el público eligió a su propio ganador. A mi manera de ver, el cholito sabía pelear, no boxear. Posiblemente nunca ha rehuido ni perdido una pelea, es lo que ocurre cuando peleas por tu vida.
El juego de damas