Mi amada esposa era dueña de un vehículo de transporte de pasajeros, Toyota Hi-
ACE. Lo adquirió con la ruta y chofer.
Sus muchas obligaciones ya no le permitían administrar todas sus cosas, de manera que, como ya estaba jubilado, me dediqué a administrar la Tienda en Galerias Mercado Central y la Toyota. La ruta era Chama y por su tamaño, 16 pasajeros, a su ruta le llamaban Chamita.
Al Mercado Central acudía una vez al mes para cobrar la renta de alquiler de la tienda, pero al carro tenía que dedicarle más atención: cambio de aceite y filtro de aire, cambio de llantas, reparación de llantas, reparación de la puerta lateral, planchado y pintura, pero, sobre todo, pasar la Revisión Técnica, que no es sino una manera ociosa de fastidiar.
La reparación de la puerta, planchado y pintura se hacía en un conjunto de talleres que estaban en jirón José Miguel Ríos, a un par de cuadras del coliseo Amauta. Todo este sector es un conglomerado de talleres en el que puedes encontrar tapicerías, reparaciones mecánicas, reparaciones eléctricas, reparaciones de puertas, reparaciones de asientos, planchado y pintura de vehículos de todas las marcas.
En una oportunidad en que fuimos por un asunto de planchado y pintura para poder presentarnos a la RT, fuimos temprano con Rubén, el chofer.
De hecho, mi amada esposa jamás me dejaba salir de la casa sin tomar desayuno. Pero los choferes desayunan, almuerzan y cenan en los puntos donde se detienen a esperar la autorización de salida del controlador de la Empresa Chama. De manera que sabía que Rubén Antoine Romero no había tomado desayuno.
Rubén es un joven robusto de aparente sobrepeso pero es fuerte y ágil, es el goleador de su equipo en las competencias de Fulbito que la empresa realiza cada año por su aniversario. Pero Rubén come bastante.
Mientras esperamos que hagan el trabajo encomendado, le pregunté si deseaba tomar desayuno en el puesto de comida al aire libre que había en ese parque.
- Caldo de gallina, don Jorge.
No debía sorprenderme su respuesta puesto que conocía su apetito, de manera que le indiqué el puesto de Caldo de Gallina que estaba frente a nosotros. Presto se ubicó y se puso a disfrutar con fruición su “desayuno”.
Mientras esperaba su colación escuché que un muchacho, conocido de la dueña y trabajador cercano, pidió:
- Señora, deme un Caldo de Gallina de un sol.
La señora le sirvió al instante su pedido. Era todo un Caldo de Gallina pero sin presa. Me animé entonces y pedí:
- Señora, deme un Caldo de Gallina de un sol.
- No hay Caldo de Gallina de un sol, señor. Éste joven es un gracioso. Cómo yo le debo un sol de vuelto, él viene a pedir un caldo de un sol, pero como una manera de cobrarme lo que le debo. El caldo más barato es de dos soles.
- Entonces deme un caldo de dos soles.
Fue el Caldo de Gallina más delicioso que he probado en toda mi vida. En un tazón grande tiene las papas peladas y cocidas, todas del mismo tamaño. En otro tazón tiene los huevos cocidos y pelados. En una olla están los tallarines y en la olla principal está hirviendo el caldo con las presas de gallina.
Cuando te sirve pone primero en el gran tazón la papa, el huevo y los tallarines y sobre ellos sirve el caldo, en mi caso sin presa. Es decir lo que te sirve es un caldo no una sopa porque no hay nada que lo espese. Es por ello que es el verdadero Caldo de Gallina.
Fue una experiencia grandiosa que explicaba por sí sola la predilección de Rubén. Que buen Caldo de gallina, el mejor que conocí, y estaba en un modesto lugar, al paso, donde muchas veces está la mejor comida gourmet.