Mi hija menor tenía 6 años cuando le regalaron un perrito bebé, Hush Puppies. Aunque todas las hermanas jugaban con él, Charito era su dueña. Luisa que pone nombre a todo le llamó Sting, como el genial músico británico de la banda The Police.
Charito jugaba a las escondidas con Sting, un juego donde uno se esconde y el otro lo busca hasta encontrarlo y tiene que tocarlo sino no vale. Primero ella se escondía y Sting la buscaba y encontraba muy pronto porque aspiraba y resoplaba por la nariz utilizando su olfato.
Luego le tocaba el turno de esconderse a Sting y ella lo buscaba por toda la casa hasta encontrarlo. Sting por su pequeño tamaño se podía meter en cualquier rincón.
Una vez le comenté que me sorprendía sobremanera que el perrito pudiera “entender” las reglas del juego y participar como si fuera una persona. Ella me dijo: “Es un tramposo”. “Se mete debajo de tu cama y se coloca justo en el centro donde no puedo llegar y así no puedo tocarle”.
Nuestra cama matrimonial era un Box Spring Chaide y Chaide. Esto es, un tipo de cama matrimonial popular en los años 70, consta de un colchón de dos plazas superortopédico puesto sobre una tarima. La tarima tenía baja altura y por ello Charito no se podía meter allí y de ello se aprovechaba el mañoso Sting.
En la azotea del edificio de la Cervecería Backus se encuentra ubicado un tanque de agua blanda y cuyo contenido es convenientemente clorinado. Esta agua es utilizada para el enjuague en el punto final del lavado de botellas, en la Planta de Embotellamiento. De aquí las botellas salen, limpias, brillantes y estériles hasta ingresar a las embotelladoras.
El agua de una cervecería es por naturaleza dura. Quiere decir que tiene sales de calcio y magnesio, y es muy importante que sea dura para el desarrollo de las levaduras en el mosto durante la fermentación, pero para poder utilizarla en el enjuague de botellas se le debe ablandar, es decir pasar el agua dura por los ablandadores para eliminar las sales de calcio y magnesio y convertirla así en agua blanda.
Para asegurar que ningún microbio ingrese a las botellas en el corto trecho que hay desde que sale de la lavadora de botellas hasta que ingrese a la embotelladora, es necesario adicionarle cloro al agua blanda.
Esto es lo que ocurre en la azotea donde se clorina el agua blanda dentro de ciertos límites normalizados. Hay un trabajador permanente a cargo del tanque de agua blanda. Cada hora debe verificar que el agua está blanda, utilizando una solución de jabón. Toma una cantidad de muestra en un frasco de vidrio, agrega las gotas de la solución de jabón, lo tapa y agita el frasco. Debe producir una espuma de 5 mm de altura y tiene que durar un minuto.
El agua blanda se clorina haciendo pasar cloro gaseoso por una manguera hasta un difusor de piedra porosa ubicada en el fondo del tanque. El cloro residual debe estar presente en una concentración de 0.5 a 2.0 ppm. El encargado toma 10 centímetros cúbicos del agua en un tubo de ensayo y le agrega 3 gotas de ortotolidina, tapa el tubo con un dedo e invierte el tubo: el agua debe colorearse de amarillo y su intensidad se compara con un colorímetro portátil.
El Jefe de Guardia del Laboratorio de Embotellamiento en cumplimiento de sus funciones debe subir a verificar el ablandado del agua y su clorinación correcta.
El balón de gas cloro lleva en la válvula de salida un regulador de vacío donde podemos controlar el flujo mirando una bolita en un tubo de vidrio graduado.
Ambas operaciones son rutinarias y llevamos un control permanente por que de esto depende para que las botellas salgan limpias, brillantes y estériles de la máquina lavadora de botellas.
Pero en una oportunidad subí a controlar este proceso y sentí un fuerte olor a gas cloro. Es un olor característico e irritante. Conversé con el operador y me dijo que hay una fuga de gas en la base de la válvula del balón de gas.
Fui de inmediato a la oficina del Jefe de Seguridad, Andrés Lugerio Castro para informarle sobre esta situación anómala. Estaba con su asistente, Burga, le manifesté:
Ingeniero Lugerio, hay una fuga de gas cloro en la azotea donde está el tanque de agua blanda.
¿Ingeniero Suárez, es peligroso?
Altamente peligroso. En la Primera Guerra Mundial fue utilizado como “gas de guerra” y mucha gente murió con terribles sufrimientos. El cloro gaseoso es 2.5 veces más pesado que el aire, por lo que tiende a acumularse en los lugares bajos y se difunde lentamente por lo cual ingresa a las trincheras causando estragos. Si la válvula de gas cloro se rompe, medio Rímac va a sufrir las consecuencias. Es urgente tomar medidas.
¿Qué podemos hacer?
Debes llamar de inmediato a la empresa proveedora e informarle de la terrible situación. Ellos tienen personal calificado para manejar situaciones de emergencia.
En menos de una hora se hizo presente el personal de la empresa proveedora con ropa y equipo especial, desconectaron el balón, lo montaron en una base de acero, cubrieron la cabeza del balón con regulador y todo con una campana de acero y lo tensaron a la base con cuatro cadenas de acero. Dejó de percibirse la fuga. Pusieron en su lugar otro balón con un regulador nuevo y pudimos seguir trabajando.
El personal de la empresa proveedora se llevó a su planta el balón defectuoso.
Es importante tener conocimiento y experiencia para el manejo de situaciones de emergencia y todo el tiempo debemos de estar alertas.
Felizmente que todos actuamos con rapidez y pudimos evitar una catástrofe.
Vivíamos en la calle Ricardo Palma, primera cuadra, en Iquitos. Mis hermanos menores Mary Wilma, Enrique y Pedro Ángel, asistían a la Catequesis en la Iglesia Matriz los domingos por la tarde.
Para Navidad les dieron regalos por su asistencia, a Wilma le dieron una carterita de niña (un bolso para colgar en el hombro), a Enrique le dieron un libro infantil de tapa dura, Vacaciones en Dinamarca y a Pedro le regalaron un libro infantil ilustrado Felipillo Santo.
Todos encantados con sus regalos pero quien más disfrutó la lectura fui yo. Aún recuerdo sus nombres y siempre me motivó la historia del santo.
Ahora en el ocaso de mi vida vuelvo a tomar esta parte de mi vida para desentrañar los misterios sobre la vida de Felipillo.
Felipe de las Casas y Martín nació en Ciudad de México en 1572, al poco tiempo que sus padres llegaran a vivir viniendo de Sevilla, España.
Su padre, Alonso de las Casas, había traído una higuera de Tierra Santa pues no existía en América, pero con el tiempo se secó.
Felipe de las Casas fue siempre un chico travieso y paraba haciendo siempre “diabluras”. Cada que la mamá se enteraba, en vez de castigarlo rogaba al Señor “Quiera Dios que te haga santo”.
La nana, una negra esclava, dudando de esa posibilidad, decía para sus adentros “¿Felipillo Santo? El día que la higuera florezca” o “Cuando la higuera florezca sabré que Felipillo es santo”.
En realidad no podía creer que ese niño tan inquieto pudiera llegar a ser santo, en su opinión los santos desde chiquitos ya son formalitos y obedientes, un poco más y se verían aureolas sobre su cabeza.
Pero al crecer se hizo religioso con el nombre de Felipe de Jesús y su sueño era ir a catequizar al Imperio del Sol Naciente.
Estando en Manila, Filipinas, fue llamado por su padre para que vuelva a México para profesar y ordenarse, pero una tormenta destrozó el barco y lo desvió a Japón. Sin ningún dispositivo apto para la navegación el barco se dirigió y se acoderó en Japón sin ningún contratiempo. Este viaje también fue considerado como milagroso y los religiosos no cesaban de dar gracias.
Luego de predicar poco tiempo fueron perseguidos y apresados por los militares japoneses. Todos los religiosos profesos debían morir.
Felipe de Jesús pudo librarse de este suplicio porque aún no había recibido la Orden Sacerdotal y como cualquier otro turista hubiera podido continuar su viaje, pero él prefirió compartir la suerte de los demás religiosos.
Los 26 religiosos fueron ejecutados en la colina de Nagasaki en una cruz y el primero en fallecer fue Felipe pues cuando vieron que se ahogaba por la argolla en su cuello, lo atravesaron con dos lanzas. Murió mártir el 05 de febrero de 1597, mientras agonizaba solo pudo repetir “Jesús, Jesús, Jesús”.
“Entre tanto Dios glorificaba a sus mártires con ruidosos prodigios. Los cuerpos de los mártires difundían un delicioso perfume. Durante dos meses duraron colgados de las cruces sin dar signos de putrefacción. Las aves de rapiña que solían alimentarse de los cuerpos de los condenados en aquel lugar, dieron muchas vueltas alrededor de los cuerpos de los mártires sin tocarlos».
Cuando llegaron las noticias a Ciudad de México fue un día de luto en su casa y la nana fue al jardín a llorar su dolor cuando vio la higuera seca reverdecida y floreciente. Sin poder contenerse gritó a voz en cuello “Felipillo Santo”, “Felipillo Santo”, y les mostraba la higuera floreciendo, señal de la santidad de Felipe.
Se cortaron ramas de esa higuera para difundirla por toda la ciudad pues se la consideraba bendecida.
Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de setiembre de 1627 y canonizado el 08 de junio de 1862, convirtiéndose en el primer santo mexicano.
Su día se celebra el 05 de febrero y se dice que sus atributos son las lanzas y el higo. Es considerado en la Iglesia Católica Mexicana como Patrono de la ciudad de México y de su arzobispado.
Jamás he podido olvidar esta lectura que me impactó desde el primer momento, “Felipillo Santo” fue el libro más inspirador que he tenido en mis manos.
Tenía 6 años de edad, vivíamos en la primera cuadra de la calle Ricardo Palma, en la ciudad de Iquitos. A las 2 de la tarde con el sol cayendo a plomo sobre la ciudad, la calle estaba enteramente desierta.
Ningún muchacho con quién jugar y mi hermano mayor, Raúl, no era precisamente un buen compañero para estar de a dos. Cuando jugábamos toda la patota del barrio estábamos juntos, de otra manera no.
Salí a caminar por la calle, asoleada por la parte de mi casa, pero con sombra y fresca por el frente. Después de recorrer toda la cuadra, desde el almacén del caucho en la esquina de la calle Ramírez Hurtado, hasta el Polo Norte, un bar de antología en la esquina del jirón Lima. En los altos quedaba la Comandancia de la Guardia Civil. Hoy en día a la Guardia Civil le denominan Policía Nacional del Perú (PNP).
De regreso me senté en el umbral de un portal al frente de mi casa. No vivía nadie allí, era parte del gran almacén del caucho.
Continuamente, sobre todo por las mañanas, atracaban las balsas trayendo el caucho en el Puerto Bellavista, en la bajada de la Ricardo Palma. Los chaucheros (cargadores) subían las pesadas balas de caucho hasta el almacén donde eran pesadas en una enorme balanza romana y utilizaban una herramienta especial: una hoja muy afilada de metro y medio de largo con dos asas. La utilizaban dos hombres para cortar por la mitad las balas de caucho para ver que todo era caucho en su interior.
Pero a esa hora estaba cerrado el almacén. Sentado en el umbral me fijé que a mi lado se encontraba un juguete. Un juguete extraño.
Sumamente sorprendido de encontrar un juguete que nunca había visto. En nuestro barrio éramos muy pocos los niños que recibíamos regalos de tienda por Navidad y este juguete jamás lo había visto. Seguramente algún “gringo” pasó por el lugar y su pequeño lo dejó olvidado. Después es muy difícil que el niño pueda recordar donde lo dejó.
Asumí, de hecho, que era un juguete traído de Estados Unidos porque era algo por demás ingenioso y, posiblemente, muy caro.
Estuve sentado en el lugar durante una hora a la espera de que alguien viniera a preguntar por el juguete pero nadie se apareció.
Tomé el juguete y me fui para mi casa. Durante los próximos días estuve a la escucha de si alguien preguntaba, pero nunca nadie se enteró. Nadie dijo nada.
Era un barquito de metal, un barco arponero, tenía hélice, un piloto y un arpón unido a una cuerda. Le di cuerda (en esa época no existían los juguetes a pilas. Había pilas pero eran para linternas, muy necesarias para la selva) y lo puse en nuestra bandeja “shiringuera” de más de 1 metro de diámetro. El barquito arponero se desplazaba con un típico run run en círculos, de trecho en trecho se ponía de pie el piloto y lanzaba el arpón que estaba unido a una cuerda y mientras seguía su desplazamiento, la cuerda se metía en el interior hasta que el arpón volvía a su lugar y así hasta que se acaba la cuerda.
Dos años tuve ese juguete y jugábamos con mi hermano mayor con un entusiasmo único y desbordante. Fue el único juguete que mi hermano no lo malogró.
Fue el juguete más ingenioso que vi en toda mi vida, y lo tuve yo. Una suerte.
Al regresar a mi casa encontré a mi amada esposa, Maria Judith Alva Rivera, con nuestra amiga Jesús Arévalo Borbor.
Jesús es hermana de Antonieta, la amiga inseparable de mi esposa y era empresaria residente en la ciudad de Yurimaguas, capital de la provincia de Alto Amazonas del departamento de Loreto.
Estaban en la cocina y Judith estaba enseñándole nuestra más moderna adquisición, la sartén de teflón. Un artefacto de tecnología de punta que facilitaba grandemente la labor en la preparación de alimentos.
Era el teflón una novedad tan reciente que aún no lo conocían en Loreto y eso explica el interés de Jesús por conocerlo para llevarla a Yurimaguas para ofrecerlo en su Gran Almacén y mi esposa, de profesión Maestra, la pasión por enseñar.
El teflón es una marca registrada cuyo componente es un polímero de polytetrafluoroetileno (PTFE), y es el recubrimiento antiadherente más famoso a nivel mundial. Cuando lo compramos en Saga, el vendedor nos explicó que para usar esta sartén solamente debíamos poner una pizca de aceite, fuego bajo y nunca jamás emplear utensilios de metal. Al adquirirla nos obsequió una espátula de teflón. Solamente debíamos lavarla cuando esté completamente fría usando para ello una esponja suave.
La sartén antiadherente era una maravilla, cualquiera podía usarla y obtener un huevo frito a la inglesa fabuloso. Siempre nos gustó estar en la avanzada.
Seguí atentamente la explicación que Judith le brindaba con hechos a Jesús:
“Pones un poquito nada más de aceite, enciendes la candela con fuego bajo, revientas el huevo y te pones a mirarlo. Poco a poco verás que se empieza a cocer la clara poniéndose de color blanco lechoso. Cuando todo está hecho, mueves la sartén y ves que el huevo se despega y se desplaza por toda la sartén. Luego lo inclinas y vuelcas en un plato. Ahí tienes un huevo frito perfecto, lo vuelcas sobre el plato o sobre el arroz o sobre el bisté con total facilidad”.
Fue a todas luces una clase magistral y Jesús, emocionada por lo que acababa de ver, dijo que de todas maneras lo va a llevar a Yurimaguas. Es algo totalmente novedoso y muy práctico. Y vi en mi amada esposa un orgullo que parecía reventar su pecho.