Mi hija Charito se acercó a mí cuando estaba amasando el pan para la cena de ese sábado, pan pita, y me preguntó:
Papá ¿Te gusta hacer pan?
Me encanta hacer pan. Estoy pensando hacer otras variedades de pan también.
Me figuro que esta pregunta viene a colación de un tema que conversamos no hace mucho relacionado con el pan, cuando le dije a mi comadre Clara Alván que los sábados hago pan pita y los domingos pan campesino, siempre a pedido de Charito y Pedro. Charito terció en la conversación en el Facebook:
Papá, dile que haces pan porque quieres, ya parece que te estamos explotando.
Su preocupación no tiene asidero habida cuenta que cuando hice mi primer pan, que consta en mi libro La Cocina de la Abue, dije una expresión fatua:
Tiemblen panaderos del mundo porque ya llegué.
En realidad realicé muchas variedades de pan y también bollitos rellenos de jamón y queso para el cumpleaños de Ainhoa, amén de muchas otras lindezas que hago en la casa.
No parecen darse cuenta los jóvenes que los mayores debemos siempre hacer algo: Si no caminamos nos entumecemos, si paramos en la cama nos cae la depresión y allí si la cosa se complica de veras. Si no ejercitamos la mente con geniogramas y sudokus o jigsaws, entonces nuestra memoria se deteriora.
Lo mejor para todo esto es salir a caminar y mirar nuevos escenarios, nuevas personas y los recuerdos vienen a la memoria y me pongo a escribir.
Ya llevo publicados 6 libros digitales y mi editor cada tres meses me hace llegar dinero a mi cuenta personal por los libros vendidos. De hecho todos mis títulos tienen ISBN, es decir que la propiedad de mi obra está garantizada.
Pero lo mejor es la investigación y el hacer las cosas hasta que me salgan fáciles y bien hechas. Esto luego pienso trasladarlo al segundo tomo de la Cocina de la Abue, con énfasis en la comida loretana escrita por un loretano de verdad.
¿Me gusta hacer pan? Por supuesto que me gusta hacer pan, me parece el triunfo del hombre sobre la naturaleza desde la domesticación de la levadura hace más de 5,000 años. Habida cuenta de que la levadura es un ser vivo. Y muchos otros seres también han sido domesticados para el provecho del hombre.
No hace mucho hice juane al horno que tiene un enorme significado en el que se ahorra mucho tiempo y trabajo sin perder calidad. Salieron excelentes.
La Cervecería Backus y Johnston tenía por costumbre, acuerdo sindical, entregar cada 6 meses un nuevo par de zapatos de color negro.
Los zapatos se denominaban en el Catálogo del Almacén: Botín de Cuero Minero Tanque. Eran zapatos de seguridad con puntera de acero y acolchados en la boca. Muy suaves para andar y muy resistentes a la cerveza y a la soda cáustica.
Estaban hechos para el trabajo y muy apropiados para el personal de Control de Calidad quienes teníamos que trabajar en el Salón de Embotellamiento, en las Bodegas de Cerveza y en el Sótano de soda.
Resultaban de tan buena calidad que, de hecho, duraban mucho más allá de los seis meses reglamentarios. Pero la fábrica te exigía que uses siempre los implementos nuevos, zapatos, uniformes y casacas de cuero negro.
A muchos familiares y amigos les regalé zapatos y casacas de cuero negro, las casacas nos entregaban cada dos años pero duran toda la vida.
Bien lustrados no parecían viejos o usados los zapatos. Una vez hice durar un año y el zapato nuevo lo regalé a mi padre quien residía en la ciudad de Iquitos. Nunca se me ocurrió pensar en la importancia que significó para él este obsequio.
Todo el tiempo le llevaba camisas y ropa interior nuevas para que siempre esté bien vestido ya que de joven vestía como un “Dandy”. La vecina Ada me decía todas las veces que mi padre anda siempre en BVD (palabra gringa que no tiene traducción porque no es una palabra sino las iniciales de los apellidos de los inventores, se pronuncia como los gringos: bividí). Hace referencia a la camiseta sin cuello y sin mangas usada como ropa interior, pero como en Iquitos hace mucho calor las personas suelen vestir solamente con el bividí.
Y el bividí de mi padre siempre está deteriorado. Suele pasar con muchos padres que en la vejez les gusta más vestir con sus ropas viejitas porque le sienten más agradable.
Hablaba con mi padre, la misma conversación que mi amada esposa tuvo con los suyos:
La gente no va a hablar mal de ti sino de mí. Van a decir que no sé cuidarte, que no me preocupo por ti, que nunca te compro ropa.
Ya hijito, voy a ponerme la ropa que me traes.
Pero doña Ada me informa:
Ahora que estás aquí tu padre anda bien vestido, pero el resto del año es la misma historia.
Los zapatos, en cambio, tuvieron un significado muy especial para mi padre, los denominó “Zapatos de Desfile”. Todos los años en Fiestas Patrias el Desfile Militar se iniciaba con el paso gallardo de los Excombatientes y mi padre se lucía como Comandante de Sección.
Mi padre, don Pedro Suárez Soto, excombatiente de las Campañas de 1933 con Colombia y de 1941 con Ecuador, desfilaba orgulloso por su condición de haber peleado en esas lides y por el zapato que lucía. Nadie más tenía para desfilar Botines de Cuero Minero Tanque.
Siempre mencionaba en sus cartas sobre sus Zapatos de Desfile, le gustaban mucho, y como ya dije, duraban bastante y más aún cuando solamente lo destinas a marchar en el Desfile Militar.
Recuerdo con alegría cuando miro las fotos de nuestro Álbum Familiar y lo veo desfilar muy serio, como corresponde a un viejo militar con mando de Sección.
Hubo en Iquitos un Sanitario, Clase militar del área de Sanidad, que era muy bueno con las personas a quienes ayudaba. Un día se dio de baja y puso un consultorio donde daba consultas médicas y les vendía baratas las medicinas. Recibía muchas muestras médicas y él las regalaba.
Pero fue denunciado por el CMP y la policía lo detuvo. Todo Belén se levantó y exigió al Prefecto su inmediata liberación. Fue soltado en olor de multitud y lo sacaron cargado en hombros.
Fue tanta su alegría y tanta la gente que él ya se sintió el próximo Alcalde Provincial. Hacemos hincapié que el barrio de Belén es simpatizante de Acción Popular, el partido del Presidente Fernando Belaunde, quien inventó las “elecciones municipales”.
El Partido Acción Popular le hizo saber a Miguelito Olórtegui que ya tenían candidato para alcalde. De esta manera el sanitario fundó su propio partido pero no le fue bien y su agrupación se perdió en el olvido.
Algunas veces un partido político lanza a una persona en base a su carisma y a su popularidad personal pero sin que sea miembro de la agrupación. De todas maneras se sobreentiende que el Alcalde es el Alcalde del partido que es quien dicta el rumbo a seguir.
Ocurrió con el Alcalde Luis Arana Zumaeta, Alcalde Provincial por Acción Popular, pero observamos que nunca se presentaba a los Plenarios del partido por lo que se nombró una comisión para conversar y, sobre todo, aclarar su verdadera situación.
Cuando nos recibió nos dijo que él es Alcalde de Maynas no de Acción Popular. Le indicamos que era alcalde porque nosotros lo lanzamos con toda nuestra gente e invertimos mucho dinero para hacer la propaganda. Que ganó porque era el candidato de Acción Popular no por su linda cara.
Nos repitió que es el alcalde de Maynas y no tiene nada que hacer con Acción Popular. Si gastamos plata es asunto nuestro. Una persona sin el más menor sentido político, era Ingeniero y Gerente de una empresa local pero no tenía el más mínimo sentido común. Nos sirvió de escarmiento para nominar solamente a personas que hacen vida partidaria, no improvisados.
El Alcalde se declaró en contra del Tratado de Río de Janeiro y ordenó demoler la estatua de la Plaza 28 de Julio que celebra la firma del tratado.
En el monumento se puede leer la placa que dice:
“LOS PUEBLOS DE LORETO, SAN MARTÍN Y AMAZONAS, EN RECUERDO DEL PROTOCOLO DE RÍO DE JANEIRO DEL 29 DE ENERO DE 1,942, QUE BAJO LA INSPIRACIÓN PATRIÓTICA DEL SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DR. MANUEL PRADO, ORGANIZADOR Y DIRECTOR DE LA DEFENSA DE NUESTRA SOBERANÍA TERRITORIAL, CONSAGRÓ PARA SIEMPRE LOS DERECHOS DEL PERÚ SOBRE TUMBES, JAÉN Y MAYNAS”.
No contaba con la férrea oposición del Dr. Víctor M. Dávila, catedrático de la UNAP, sumo orador y escritor además cultor de las Bellas Artes.
Todos los días se enfrentaban en la radio ambos contendores hasta que al fin el Alcalde cedió a la insistencia y las razones de alguien más versado que él en temas de la historia de Loreto. Pero al obelisco ya le habían rebajado más de un metro de la parte más elevada. Solamente volvieron a colocar la estatua en su lugar.
Por algo dicen “Pa’bruto el alcalde”, en este caso nunca mejor dicho, fuera de esta situación su gobierno local pasó sin pena ni gloria.
Con un profundo pesar debo comunicar que el día de ayer, 22 de setiembre, ha fallecido mi amada esposa, Maria Judith Alva Rivera, en la ciudad de Lima. Sus restos se están velando en el Velatorio Camino de Paz del CAFAE-SE.
“La seguridad industrial es el conjunto de normas y actividades encaminadas a prevenir y limitar los posibles riesgos en una industria. Tiene por objetivo la prevención que se ocupa de dar seguridad o directrices generales para el manejo o la gestión de riesgos en el sistema.
Las instalaciones industriales incluyen una gran variedad de operaciones que tienen peligros inherentes que requieren un manejo muy cuidadoso. Se trata, en consecuencia, de adoptar, cumplir y hacer cumplir una serie de normas de seguridad y medidas preventivas que permitan desarrollar el trabajo de manera efectiva y sin perjuicios”.
Fuente: Wikipedia La enciclopedia libre.
Cuando me tocó trabajar en La Oroya, centro metalúrgico de la empresa norteamericana Cerro de Pasco Corp., observé con curiosidad la gran importancia que se daba en la empresa al tema de la Seguridad Industrial. La Oroya está ubicada en la Sierra del Centro del Perú, en la Carretera Central, a 3,750 msnm.
El Ingeniero Arakaki nos dijo en el primer día de entrenamiento:
Yo soy Ingeniero Químico y soy Ingeniero de Seguridad en La Oroya. La Oroya es un Centro Metalúrgico, aquí no hay minas ni concentradoras, solamente Plantas Metalúrgicas. De acuerdo a las leyes, en el Perú el Ingeniero de Seguridad debe ser un Ingeniero de Minas, pero aquí en La Oroya un Ingeniero de Minas estaría perdido. Mediante un convenio entre la Cerro y el Gobierno se ha llegado a un acuerdo: En La Oroya el Ingeniero de Seguridad es un Ingeniero Químico.
Cada mes recibíamos Charlas de Seguridad Industrial que nos daban los Ingenieros de Seguridad; y cada semana nosotros teníamos que dar Charlas sobre Seguridad Industrial al personal de nuestra Planta, obreros y empleados.
Para ello contábamos con el Manual de Seguridad Industrial de la Cerro de Pasco Corp., un libraco de más de 500 páginas: escogíamos un tema y sobre ello creábamos una charla, tratando de enfatizar los peligros a que estábamos expuestos si no observábamos el reglamento.
Me gustaba insistir en el tema de que la seguridad no solamente se debe cumplir en el trabajo sino también en todas las acciones en nuestros hogares o en el juego.
Salud Ocupacional revisaba nuestra salud y antes de salir de vacaciones debíamos pasar por el Hospital del Chúlec para la prueba del plomo. Si estabas “emplomado” no podías salir de vacaciones: te internaban hasta que te “sacaban” todo el plomo de la sangre con Versenate de Calcio que te inyectaban en la vena. Nunca me emplomé.
Nos enseñaban a levantar pesos con las piernas no con la columna. Eran insistentes con este tema y yo era el más entusiasta de su divulgación y aplicación. Repetía hasta el cansancio en todas las charlas que les daba de la necesidad de hacer todas las cosas en nuestra vida con acuerdo a las normas de seguridad.
Dos veces hice caso omiso a mis propias reglas y las dos veces “pagué”. Pagué un precio muy alto.
Cuando llevé a mi pequeña hija Luisa al Hospital del Niño porque no podía respirar por el asma, la sostenía en mis brazos. Delante de la camilla del hospital estaba un tacho de basura. Podía haberlo pateado para alejarlo pero en vez de eso estiré los brazos para depositar a mi pequeña en la camilla y escuché un “cric” en mi columna y ya entonces no podía caminar. Se había zafado un disco intervertebral y presionaba la médula espinal.
Cuando se recuperó mi hija regresamos a nuestra casa y yo apenas podía subir las escaleras hasta el Segundo Piso. Mi amada esposa Maria Judith cargó a la pequeña.
Una vez que llegamos a la casa y que hubimos arropado a la bebé, mi esposa me hizo echar en la cama bocabajo y se montó sobre mí y comenzó a sobar mi columna, desde abajo hacia arriba, hasta que escuchamos nuevamente el “cric” en mi columna. El disco se había colocado nuevamente en su posición y ya pude caminar. Nunca debí despegar el cuerpo de mi hija de mi pecho. Por desobedecer mis propias reglas sufrí ese percance. Y gracias a la acción de mi esposa pude volver a caminar. ¿Cómo no amar a esta mujer?
La segunda vez fue muchos años después, ya jubilado. Vestido y dispuesto para asear a mi esposa, postrada en cama por el Alzheimer, fui al baño. El balde con el agua tibia estaba pegado a la pared. Pude haberme puesto en cuclillas para jalar el balde, pude, en fin, haber pisado la poza de la ducha para coger el balde, pero en cambio estiré mi cuerpo desde fuera de la poza y mis dos pies resbalaron con lo que me di un fuerte golpe en la cabeza contra la pared, mi pierna izquierda sufrió un corte de 6 centímetros en el murito de la ducha, mi ceja izquierda un corte de 2 centímetros y la piel de mi nariz se rebanó. Chorreaba la sangre profusamente de la ceja, la nariz y la pierna, que los bomberos lograron contener y en el Hospital Rebagliati me atendieron de emergencia: cuatro puntos en la ceja, seis puntos en la pierna izquierda y un parche especial en la nariz.
Por segunda vez hice caso omiso de mis propias reglas de seguridad y pagué el precio.
No obstante, algunos años antes de este último episodio llevamos a nuestra hija Claudia al Hospital Santa Rosa. Mientras estaba en reposo nuestra hija salí a observar y vi que un señor mayor traía en una silla de ruedas a su esposa anciana. La anciana se había caído al suelo y ninguno de los “trabajadores” del hospital se movió. No les importó el drama de los ancianos: el señor anciano trataba de recoger a su esposa desmayada, con coma diabético me dijo. Me acerqué y le dije:
Señor, yo sé levantar. Usted sostenga fuertemente la silla de ruedas.
Ya señor. Gracias.
Recordé las reglas: levante con las piernas no con la columna. Levanté a la señora y la senté en la silla de ruedas y el señor anciano pudo llevar a su esposa al interior del hospital donde recibirían atención. ¿Y los «trabajadores” del hospital? ¿No tienen familiares ancianos? ¿No tienen vergüenza de trabajar en un hospital y no hacer nada por los demás?
Son nada más que unos infelices que no tienen idea de la suerte que les tocó tener empleo, pero que no parecen entender que el empleo conlleva obligaciones no solamente el derecho a recibir su paga, sino , principalmente la obligación de trabajar.