26 LA SILLA DE RUEDAS

Cuando se enfermó gravemente mi amada esposa Maria Judith con el Mal de Alzheimer, experimentamos una serie de situaciones que no esperábamos, pero, que fuimos asimilando conforme iba avanzando el mal.

El    médico Neurólogo, Dr. Roberto Ramírez Ruiz, que la atendía en el Ancije (Hospital de Essalud para Maestros jubilados en la Asociación Nacional de Cesantes y Jubilados)nos dijo que le diéramos 5 gotas de la medicina, pero que si se ponía “brava” le diéramos más. No sabíamos el efecto que estábamos produciendo, llegamos a darle 60 gotas al día y sus piernas se pusieron rígidas, tanto que ya casi no podía caminar.

Cuando le informamos al doctor de la situación, cambió la medicación y nos dijo que solamente le diéramos las gotas  en las mañanas y la pastilla en las noches, para dormir.

De esta manera aprendimos a dosificar su medicación conforme veíamos su situación. Desde entonces se mantiene sin alteraciones pero, de todas maneras, el efecto colateral de este buen estado de salud, resultó en que sus extremidades inferiores están un tanto rígidas y no es capaz de caminar normalmente. Tampoco es capaz de doblar las rodillas para sentarse, se desploma en la silla. La llevaba a pasear por las mañanas, a las 11, al Parque El Carmen y por las tardes, a las 5,  al Parque Candamo, cogidos de la mano como cuando éramos enamorados.

Conversé con nuestras hijas sobre su situación y pensamos que una silla de ruedas sería bueno para llevarla a pasear cada día.

Comenzamos entonces a buscar información en el Internet sobre modelos y precios y, sobre todo, las utilidades de cada modelo.

En eso estábamos cuando vi en el Facebook de la Municipalidad de Pueblo libre que habían adquirido 150 sillas de ruedas para donarlas a las personas discapacitadas residentes en el distrito. Nos inscribimos y no tardamos en recibir una flamante silla de ruedas.

Paseando con mi esposa

El señor Alcalde Jhonel Leguía Lamis, personalmente se acercó a nuestra casa para hacernos entrega de la silla de ruedas. Desde entonces se resolvieron nuestros problemas y, como se verá más adelante, se resolvieron muchos más problemas de los que hubiéramos podido imaginar.

Con nuestra hija Charito

Cuando se tiene en casa una persona discapacitada con un mal degenerativo como es el Mal de Alzheimer, se gasta una fortuna en pañales y eso lo sufragamos con la participación de nuestros hijos pues el Seguro Social no contribuye en eso.

En el principio la silla de ruedas era usada solamente para salir a pasear o para llevarla al mercado o a la panadería, puesto que ella no se puede quedar sola en la casa.

Para tomar los alimentos la sentábamos a la mesa del comedor, un mueble de madera de los años 80, con 8 sillas forradas en terciopelo rojo granate. Sillas muy pesadas. Mi esposa al principio comía bien, pero luego dio en empujarse con las manos apoyadas en la mesa que nos asustaba pues podía voltearse y hacerse daño. Probamos a sentarla pegada a la pared pero  la que se movía era la mesa con todas las viandas, y era una situación sumamente difícil pues a medida que avanza la enfermedad va disminuyendo su edad mental y está a nivel de un bebé.

Hasta que Charito dijo que mejor la sentábamos en la silla de ruedas para que pudiera comer ella y nosotros también. Desde entonces tenemos la solución, ella come sentada en su silla de ruedas en la casa o en cualquier restaurante a donde vamos para celebrar algún acontecimiento.

Chicharrones don Lucho

 

25 LA NATY

Mi esposa es una persona simple y conversadora, amiguera en grado sumo y siempre muy agradecida.

Trabajaba como Profesora de Aula en la Escuela de Mujeres Nº 172 de Iquitos cuando hizo amistad con La Naty, Natividad. Naty era la Directora de la Nocturna en ese mismo Centro Educativo y convenció a mi esposa para que se pase a la Nocturna  y poder así Enseñar en el Colegio Particular San Agustín, donde también trabajaba ella.

Colegio San Agustín de Iquitos

En aquel entonces mi esposa Maria Judith Alva Rivera vivía en Iquitos con nuestras hijas mellizas, Lisa y Cisa, yo trabajaba en Lima e intentaba conseguir el traslado de mi esposa a Lima. Luego de 5 años recién se pudo conseguir el tan ansiado traslado.

La Naty no solamente era su Directora en la Nocturna de la 172 y compañera de trabajo en el San Agustín sino que, esposa de un industrial, tenía dinero y era “prestamista”.

Judith me explicó que trabajando los dos en lugares distantes y deseando que nuestras hijas estén ligadas a mí, nuestros gastos eran grandes pues nos veíamos cada tres meses: Una vez iba yo a Iquitos y tres meses después ellas venían a Lima, y todos saben que este viaje es en avión y es por tanto muy caro. Allí estaba la prestamista auxiliándonos con el capital a esta joven pareja.

Ya asentados en la Capital nos dedicamos a organizar nuestra vida, una casa donde vivir y un colegio para nuestras hijas. Ocurrió que la Naty también se mudó con toda su familia a Lima donde habían comprado un chalet. Ella, su esposo y sus 4 hijos.

En su casa Naty daba alojamiento y pensión a estudiantes varones únicamente. Decía ella que los varones no dan problema. No quería pensionistas mujeres.

Ocurrió que una colega de ellas en el San Agustín, Clarita Alván, se mudó también a Lima a la espera de que se concrete su matrimonio con un oficial del Ejército. Y Clarita vino a alojarse en la Pensión de la Naty.

Mi esposa Maria Judith sintió la necesidad de mostrar nuestro agradecimiento a la Naty y su familia por su “valiosa ayuda” y quiso invitarles a almorzar. Teníamos una cocinera estrella que hacía maravillas en la cocina.

Fue un banquete digno de un rey: Entrada de chonta con tomates, cebollas y palta, sopa Inchicapi de gallina, segundo Pollo relleno   y postre omelet con leche condensada.

A las 4 de la tarde servimos el lonche, sándwich de jamón y queso con chocolate caliente. Abrimos una caja de bombones y una de galletas importadas.

Mi esposa estaba muy contenta, satisfecha de haber podido rendir un homenaje a su amiga y pensaba que sus invitados se iban felices de haber sido agasajados tan copiosamente. Seguramente recordarían durante mucho tiempo el esfuerzo que representó cumplir con ellos.

A la semana siguiente mi esposa invitó a Clarita Alván a almorzar en la casa y me imagino que mi esposa esperaba oír que nuestros invitados anteriores se habían expresado con un alto grado de satisfacción. Pero Clarita nos dijo que llegaron a su casa despotricando cruelmente de nosotros.

  • Por eso son pobres esos Suárez, todo el día comen
  • Sí, por eso nunca tienen plata
  • Nos han dado de tragar hasta hartarnos en vez de guardar ese dinero para que se compren sus cosas

Un balde de agua fría no hubiera hecho el mismo efecto que causaron en mi esposa esas expresiones, se puso muy triste. Si no pueden mostrar agradecimiento, por lo menos no debían hacer críticas tan feroces.

En mi cabeza retumbaban las palabras de mi abuelita Luisa Chávez, una dama muy dicharachera y una larga lista de refranes para toda ocasión:

  • Ningún adulón sale con bendición

Sólo me quedó reconfortar a mi amada esposa y tratar de tranquilizarla

  • Tú hiciste lo que tu corazón te decía. Cumpliste como amiga y por eso debes sentirte orgullosa de lo que has hecho. Si no te han dicho gracias, qué importa. Lo que vale es el amor y el cariño que tú has demostrado. Ahora estás con tu esposo y nuestras hijas y eso sí importa.

24 MI ABNEGADA MADRE

Mi madre, María Luisa Sandoval Chávez, era una mujer ejemplar, amorosa, cariñosa y valiente hasta el sacrificio.

Todo el tiempo que estaba yo en casa conversaba con ella: me contaba historias increíbles, todas las historias que se contaban en nuestra tierra; tenía una memoria extraordinaria. Leía bastante y gustaba mucho del cine, se conocía a todos los actores del cine mexicano por su nombre y las películas en que habían trabajado. Varios de estos actores los veíamos en persona pues, cuando llegaban a Iquitos para actuar en una representación especial, venían siempre a la vuelta de mi casa, a la casa de los Hernández, donde hacían los más extraordinarios adornos en gramalote y era el punto obligado de los visitantes para adquirir los más bellos recuerdos.

Aún recuerdo las recomendaciones de mi madre

  • Amárrate bien los zapatos, para que puedas patear cuando pelees. Amárrate bien el cinturón para que puedas correr si el otro es más grande.

Mi papá era militar y pertenecía a una Compañía de Colonización del Ejército y, por tanto, su destino era en la zona de frontera por lo que pasamos algunos años en Curaray y en Cabo Pantoja. Es decir, desde pequeño conocí la verdadera selva.

La Casita en Curaray

Tenía buenas dotes de elegancia pero decía, como Cornelia, madre de los Graco, que sus hijos son sus joyas. Y su mayor orgullo era decir que a sus hijos los vestía en la Casa del Niño, tienda muy de moda que quedaba en el jirón Lima, en Iquitos.

Después del Desfile de Fiestas Patrias

Mi madre era lectora empedernida y su hobby era alquilar fotonovelas en el Mercado de Belén, de las cuales también yo aprovechaba.

Ella me decía cuando yo era pequeño, quizás por lo que había escuchado decir, que me case con una maestra.

  • Cásate con maestra, pues, ellas ganan un buen sueldo.

Jamás imaginaría mi madre que con el paso de los años acabaría yo casándome precisamente con una maestra, como ella me había recomendado infinidad de veces, y que esa maestra sería como mi madre por la manera cómo nos cuidó a nosotros, a mí y a nuestras hijas y nietas.

Paseando por la Plaza San Martín en Lima

A la Psicóloga del Policlínico de la Cervecería Backus le dije que amaba mucho a mi madre y todo el tiempo que podía conversaba con ella, por lo cual a la Licenciada no se le ocurrió idea más feliz que preguntarme

  • Hasta qué edad durmió con su mamá.

Comprendí de inmediato lo que estaba pasando por la mente de la profesional que no me quedó más remedio que decirle la verdad

  • Nunca dormí con mi mamá. Desde que nací tuve mi propia cama.

La Licenciada pareció algo confundida porque mi respuesta no cuadraba con lo que le enseñaron en su escuela, pero ese es su problema.

La nostalgia por mi madre se explica porque ella se fue bien pronto, a los 46 años de edad, y mis hermanos estaban pequeños. La última tenía apenas 7 años y tuvimos, con mi papá, que abocarnos a su crianza.

A mi madre la recuerdo siempre con cariño y mis hijas y nietas conocen las enseñanzas que me inculcó desde mi más tierna edad. Y la recuerdo con alegría por la felicidad de haberla tenido como madre amorosa y abnegada.

 

23 CUANDO MURIÓ MI PADRE

Fue en la ciudad de Lima, donde residimos, un jueves 29 de abril de 1999, cuando recibí el aviso por teléfono que mi anciano padre había fallecido.

De inmediato preparamos el viaje a la ciudad de Iquitos con mi esposa Maria Judith, a la tierra donde nací.

Mi padre don Pedro Suárez Soto, veterano de dos guerras, en 1933 con Colombia y en 1941 con Ecuador, integraba el batallón de Excombatientes y todos los años desfilaba en las fechas cívico-militares de la ciudad. Cuentan mis hermanos que el día del Desfile madrugaba para ganar el “mando de la compañía” y que cuidaba mucho  su “zapato de desfile”. Un par de botines de cuero minero tanque de color negro que Backus, la cervecería donde yo trabajaba nos hacía entrega cada seis meses y se los había regalado. Decía que era de buen cuero y se lustraba bien. Tenía entonces mi padre 92 años.

Pedro Suárez Soto

Al llegar a Iquitos, el catafalco organizado por mis hermanos presentaba el ataúd cubierto con la Bandera peruana. Un detalle gentil de la Comandancia, pensé.

LA BANDERA Nacional

Pero, me dijo mi hermano Enrique que tenían un problema con el entierro.

Habían programado el entierro para las 4 de la tarde donde seríamos recibidos por una Guardia de Honor del Ejército y el Corneta tocaría “Silencio”. Es decir “Honores Militares”, pero en la Comandancia decían que a las 4 sería el entierro de un Cabo y a las 5 el de nuestro padre. A las 5, me decía Enrique ya está oscuro y no van a asistir muchos, sobre todo los más viejos, sus compañeros.

Fuimos a la Comandancia con Enrique y el señor Capcha, compañero de armas y de trabajo, mucho más joven que mi padre. Conversamos y el Capitán erre que erre con que a las 4 el Cabo y a las 5 mi padre, que los familiares del Cabo lo habían solicitado primero. No había solución a tal impasse, de manera que nos despedimos y, como yo también había sido soldado,  le dije al salir

  • Capitán, antes se decía en el Ejército, que “La Antigüedad es Clase”
  • Ahora también – contestó él.
  • Por qué entonces ocurre esto, mi padre era Sargento Primero.
  • Y el otro es Cabo. Ya, a las 4 Pedro Suárez y a las 5 el Cabo. Se acabó.

De esa manera solucionamos la situación de acuerdo a como habían organizado mis hermanos residentes en la ciudad de Iquitos.

Efectivamente, una cuadra antes de llegar al Cementerio General un piquete de personal del Ejército, vestidos para la ocasión con un uniforme de Séquito Militar, cargaron el ataúd y se dio comienzo a la procesión y en el Cementerio sonó la corneta el Toque de Silencio.

Pero, me di cuenta que Enrique cogió la Bandera, lo dobló y al pasar por mi lado me dijo

  • Tengo que devolver la Bandera, prestadito nomás es. Es de la Asociación de Excombatientes.

Y yo que había llegado a pensar que había sido un bonito gesto de la Comandancia del Ejército, al cual sirvió durante 45 años mi padre. Dios lo tenga en su Gloria. El Estado no “puede” honrar a sus héroes ni siquiera con una Bandera. Una pena.

 

22 LAS ANDANZAS DE MI AMADA ESPOSA

Como es de dominio público, mi amada esposa Maria Judith Alva Rivera, Profesora con dos Títulos Académicos, es víctima del terrible Mal de Alzheimer.

Este es un mal degenerativo y no tiene cura, no existe en el Perú nada que pudiera paliar de alguna manera su mal.

Mi amada esposa, antes

Hace ya 5 años que sufre el daño cerebral pero siempre nos desconcierta sus reacciones y sus acciones que se producen cuando menos lo esperamos y no dejan de llamarnos la atención.

Cuando la inscribimos en el Padomi de Essalud (Programa de atención domiciliaria) vino el Psiquiatra para evaluarla. En ese entonces ella todavía parecía que daba razón aunque no por entero.

Cuando el doctor le preguntó cómo se llama, ella respondió como una “lección aprendida”

  • ¿Yo? Yo me llamo Maria Judith Alva Rivera de Suárez

Muy sorprendido el doctor por tal grado de lucidez, le preguntó entonces

  • ¿Y ese señor que está ahí? – señalándome

Ella me miró de arriba abajo y muy suelta de huesos le dijo

  • Él es el que siempre está ahí.

Ella ahora no sabe decir su nombre ni que es una mamá y que tiene hijas y nietas. No sabe qué es una hija o una nieta o un esposo.

Mi amada esposa, ahora

Cuando la última de nuestras nietas, Ainhoa, estaba más pequeñita, la sentaban en su silla comedor con todas sus correas de sujeción. Mi esposa caminando se acercó a ella y quiso sacarla con una mano (no tiene mucho equilibrio). Me di cuenta y lo evité, pero avisé a mi hija y a su esposo que tuvieran cuidado con la pequeña, pues, la abuelita la quiere levantar.

Estaba Pedro con la nena en sus brazos y mi esposa quiso arrebatarle a la bebita. Pedro se volteó para impedirlo y mi esposa dijo con voz muy clara y molesta

  • Yo le quiero amarcar, pues.

Nos llamó mucho la atención el uso correcto de este vocablo propio del runa simi (quechua) que se usa en forma extendida en toda la Amazonía. Ella no sabe qué es la selva, ni que nosotros somos de la selva pero lo dijo en forma muy clara y correcta. Amarcar es cargar en brazos a un bebé.

Recuerdo que Nuestro amigo Jorge Barreyro  recibió a Mañuco como ayudante en su Taller de Reparación de Motos, allá en Iquitos. Mañuco era viejo y nulo en cuestiones de mecánica fina y Jorge estaba molesto. Un día que le gritó porque no sabía cuál es la herramienta que le estaba pidiendo. Mañuco le dijo entonces

  • No me estés gritando don Jorge, mira que yo te he amarcado cuando eras llullo

Jorge pues se tragó su cólera porque era cierto.

Ahora que está muy de moda el uso del celular, muchas personas hablan con voz fuerte sus conversaciones, de manera que quieras o no, te enteras de lo que están tratando. Estábamos paseando por el Boulevard de la calle Andalucía en Pueblo Libre llevándola en su silla de ruedas cuando alcanzamos a escuchar

  • Ya te he dicho…

Y mi esposa se volteó y le respondió al punto

  • A mí no me has dicho nada – agitando su mano en señal de negación

Seguí caminando esperando que el fulano no se hubiera dado cuenta de la intromisión aunque pensando que se lo tuvo bien merecido por hablar en voz alta.

Y siempre en el boulevard se dan esos casos de conversaciones por celular en voz alta. En esta ocasión el hombre parlante decía

  • Ha habido una fiesta. ¿Ella ha ido?
  • No – respondió mi esposa, y mientras nos alejábamos y volteándose hacia esa persona y agitando la mano en señal de negación, continuó – No ha venido nadie

Bueno, son cosas de la vida pero no deja de sorprendernos la oportunidad con la que capta la conversación ajena y sus respuestas precisas, vengan o no al caso.

Se despierta bien temprano y me cuenta cosas o me hace preguntas, las más de las veces no le entiendo pero trato de contestarle de modo que la calmen y la hagan sentirse bien.

Una mañana se suscitó el siguiente diálogo

  • ¿Papi, vas a ir?
  • No creo, Bebe – No sabía de qué me estaba hablando y contesté al azar
  • Mejor así Papi, ellos van a caer por su propio peso. Mejor no vayas
  • Ya, Bebe. No voy a ir

Nunca supe de qué se trató, y aunque digan que las personas con ese mal no pueden sostener un diálogo, me sentí muy contento de haber podido tener un diálogo con mi esposa.

Pasa las horas echada en la cama viendo TV, los dibujos animados. Siempre pensé que, a pesar de mirar con atención, no captaba la historia. Pero al parecer yo estaba equivocado.

Estábamos viendo “Campanilla y el Gran Rescate”, una película de Disney. Campanilla queda atrapada en una casita para hadas que una niña humana, Lizzy, había construido. Comenzó una lluvia torrencial y todo el mundo sabe que cuando llueve, las hadas no pueden volar, y, por tanto, no salen. La niña intenta hacerse amiga de Campanilla y para demostrarle que no está  prisionera y que puede irse cuando quiera, abre la ventana. Afuera se veía la fuerte lluvia y mi esposa gritó

  • ¡Noo! – Muy sorprendido por lo que acababa de escuchar le pregunté
  • ¿No debe salir, verdad?
  • Uhum – me respondió ella, es decir sí, que no debe salir la hada

Jamás se me ocurrió pensar que mi esposa seguía la ilación de la película, pero esto me hace comprender que sí. Quizás se olvide de todo pero capta la historia mientras la está viendo.

Alguna vez le dije en tono de complicidad “Bebe”  y ella me respondió de inmediato “¿Qué papi?” Es la manera como siempre la he llamado y es la manera como ella siempre me ha respondido durante toda nuestra vida matrimonial. ¿Cómo no voy a amar a esta mujer? Ella es todo para mí y aunque me digan que ella no me reconoce y no me entiende cuando le hablo, para mí es, ha sido y siempre será mi Amada Esposa y aquí estaré para cuidarla hasta que yo me vaya con Dios nuestro Señor.

 

21 EL CHECHO CHALLENGE

Nos cuenta El Bocón del 15 de setiembre de 2018 que aquí en el Perú, hay un personaje muy popular que ha decidido lanzar su propio desafío.

Se refiere al exfutbolista Sergio Ibarra, quien ha retado a sus compañeros del área de deportes de Latina a enfrentarse en una competencia.

Este reto, que ha sido bautizado como “El Checho” Challenge, consiste en que el ahora presentador de noticias en el canal 2 juegue un partido de ping pong de cabecitas con los periodistas, personajes de la política o del mundo de la televisión y la música

La  disciplina que jugarán es muy similar al tenis de mesa. La gran diferencia es que no tendrán una raqueta en sus manos, sino que tendrán que utilizar sus cabezas para enviar la pelota a campo contrario.

Se dice también que El Checho Challenge arrasa con la sintonía, bien por él por haber “inventado” un nuevo deporte.

El Checho Challenge

Hace muchos años, fue en 1956, un Profesor de Educación Física de la Gran Unidad Escolar “Mariscal Oscar R. Benavides” de Iquitos, nos enseñó un “nuevo deporte”, el “Perú Fútbol”.

El Profesor, venido de Lima, viendo que los varones no éramos muy dados a jugar Vóley porque pensábamos que eso era para las mujeres, de hecho las chicas de la Comercial jugaban intensos partidos de Vóley, nos hizo jugar el Vóley de una nueva manera, más varonil.

Poníamos la net invertida, con la malla a ras del suelo y participábamos el mismo número de jugadores que en el Vóley, pero nada de manos, solamente con los pies y la cabeza. Tenía las mismas reglas del Vóley, las reglas antiguas: rotación y puntos.

Todos los varones lo jugábamos y yo pensé que habiendo venido el Profesor de Lima, en Lima era ampliamente conocido, pero no.

Cuando vine a Lima en 1962 me di con la sorpresa de que nadie había escuchado hablar de Perú Fútbol, ni escolares ni adultos, es decir ni chicos ni grandes. Llegué a la conclusión de que el Profesor Márquez fue un auténtico inventor de este deporte de mi juventud. Ignoro si lo siguen jugando en Iquitos.