Cuando se enfermó gravemente mi amada esposa Maria Judith con el Mal de Alzheimer, experimentamos una serie de situaciones que no esperábamos, pero, que fuimos asimilando conforme iba avanzando el mal.
El médico Neurólogo, Dr. Roberto Ramírez Ruiz, que la atendía en el Ancije (Hospital de Essalud para Maestros jubilados en la Asociación Nacional de Cesantes y Jubilados)nos dijo que le diéramos 5 gotas de la medicina, pero que si se ponía “brava” le diéramos más. No sabíamos el efecto que estábamos produciendo, llegamos a darle 60 gotas al día y sus piernas se pusieron rígidas, tanto que ya casi no podía caminar.
Cuando le informamos al doctor de la situación, cambió la medicación y nos dijo que solamente le diéramos las gotas en las mañanas y la pastilla en las noches, para dormir.
De esta manera aprendimos a dosificar su medicación conforme veíamos su situación. Desde entonces se mantiene sin alteraciones pero, de todas maneras, el efecto colateral de este buen estado de salud, resultó en que sus extremidades inferiores están un tanto rígidas y no es capaz de caminar normalmente. Tampoco es capaz de doblar las rodillas para sentarse, se desploma en la silla. La llevaba a pasear por las mañanas, a las 11, al Parque El Carmen y por las tardes, a las 5, al Parque Candamo, cogidos de la mano como cuando éramos enamorados.
Conversé con nuestras hijas sobre su situación y pensamos que una silla de ruedas sería bueno para llevarla a pasear cada día.
Comenzamos entonces a buscar información en el Internet sobre modelos y precios y, sobre todo, las utilidades de cada modelo.
En eso estábamos cuando vi en el Facebook de la Municipalidad de Pueblo libre que habían adquirido 150 sillas de ruedas para donarlas a las personas discapacitadas residentes en el distrito. Nos inscribimos y no tardamos en recibir una flamante silla de ruedas.
Paseando con mi esposa
El señor Alcalde Jhonel Leguía Lamis, personalmente se acercó a nuestra casa para hacernos entrega de la silla de ruedas. Desde entonces se resolvieron nuestros problemas y, como se verá más adelante, se resolvieron muchos más problemas de los que hubiéramos podido imaginar.
Con nuestra hija Charito
Cuando se tiene en casa una persona discapacitada con un mal degenerativo como es el Mal de Alzheimer, se gasta una fortuna en pañales y eso lo sufragamos con la participación de nuestros hijos pues el Seguro Social no contribuye en eso.
En el principio la silla de ruedas era usada solamente para salir a pasear o para llevarla al mercado o a la panadería, puesto que ella no se puede quedar sola en la casa.
Para tomar los alimentos la sentábamos a la mesa del comedor, un mueble de madera de los años 80, con 8 sillas forradas en terciopelo rojo granate. Sillas muy pesadas. Mi esposa al principio comía bien, pero luego dio en empujarse con las manos apoyadas en la mesa que nos asustaba pues podía voltearse y hacerse daño. Probamos a sentarla pegada a la pared pero la que se movía era la mesa con todas las viandas, y era una situación sumamente difícil pues a medida que avanza la enfermedad va disminuyendo su edad mental y está a nivel de un bebé.
Hasta que Charito dijo que mejor la sentábamos en la silla de ruedas para que pudiera comer ella y nosotros también. Desde entonces tenemos la solución, ella come sentada en su silla de ruedas en la casa o en cualquier restaurante a donde vamos para celebrar algún acontecimiento.
Chicharrones don Lucho