A las cinco de la mañana salió furtivamente del Casino de Suboficiales de la Fuerza Aérea, ubicada en el Jr. Lima, entre San Martín y Ricardo Palma. Tenía bajo el brazo un bulto y trataba de que no le vea el policía que siempre estaba de plantón en la esquina del “Polo Norte”, un bar restaurante en cuyo piso superior estaba ubicada la Comandancia de la Guardia Civil, por eso siempre había un policía de guardia en esa esquina, de la ciudad de Iquitos.
Pero el guardia bisoño le vio. Su modo sigiloso le hizo entrar en sospecha y pensando que estaba frente a un robo le hizo el alto, pero el otro volteando la esquina por la calle Ricardo Palma comenzó a correr.
El policía, ahora sí estaba seguro de que se trataba de un delito, lo persiguió a la carrera soplando a todo pulmón su silbato. Por la calle Tacna asomó un policía experimentado que iba a la Comisaría de la calle Morona para comenzar su turno de trabajo. También él, respondiendo al llamado de su colega corrió hacia el fugitivo soplando también su silbato. El hombre botó el paquete que traía en las manos para correr más rápido, en la berma entre Arica y Huallaga. Lo atraparon, y poniéndole las esposas regresaron hasta donde habían visto que había botado el objeto. Lo abrieron, ¡Horror! Era una cabeza humana.
Juan Sedano era el encargado del comedor y la cantina del Casino de Suboficiales y cada noche atendía a los suboficiales que venían a distraerse en su local, también atendía a otras personas, ajenas al mundo militar, pero conocidos empresarios que gustaban jugar y beber.
Laizamón Sánchez era un empresario zapatero cuya tienda quedaba en el mismo Jr. Lima, pero más allá y para poder viajar a Miami necesitaba conseguir dólares. Durante el juego dejó saber que requería dólares para su viaje y para traer mercadería, necesitaba cambiar 20,000 dólares.
Juan Sedano era un hombre que estaba sin plata, tenía muchas deudas y no sabía qué hacer. Cuando escuchó lo que decía Laizamón, el demonio entró en su cuerpo, era la solución a sus terribles problemas. Había decidido asesinarlo.
Llamó discretamente a Laizamón y le dijo que él tenía los 20,000 dólares, se los traería al día siguiente pero que no se lo diga a nadie porque le van a crear problemas.
Lo citó al empresario para las 10 de la noche, hora en que se cierra el local. La víctima llegó puntual y una vez que cerraron el local se puso a contar su dinero sobre la mesa sentado en una silla. En eso sintió que le atacaban por detrás, Sedano le había atizado un martillazo en la cabeza, se volvió y le abrazó mientras le decía:
Pero el asesino estaba decidido a terminar lo que había empezado y acabó por matarlo a martillazos. Horas pensando que haría ahora, tenía el dinero, un montón de dinero, pero qué hacer con el cuerpo.
Durante el día trabajaban unos carpinteros en obras de refacción y le dejaban a guardar sus herramientas. De allí había tomado el martillo. Ahora veía el serrucho y se propuso descuartizar el cuerpo de su víctima y sacarlo poco a poco. A las cinco de la mañana ya estaba terminado su macabra faena y envuelto en periódicos los pedazos.
Ahora solamente tenía que ir sacándolos y botarlos por allí. Comenzó con la cabeza.
Fue un crimen atroz, jamás se había escuchado algo así en toda la historia de nuestra ciudad. Cuando se supo causó una gran conmoción en todos los habitantes, chicos y grandes. Todos querían saber los detalles de lo ocurrido.
La hija de Juan Sedano, era una guapa señorita y trabajaba de Secretaria en una de las oficinas de la ciudad; cuando se supo lo que había hecho su padre la botaron del trabajo. Un daño colateral.