VACACIONES FAMILIARES EN IQUITOS

Todos los años viajábamos a Iquitos para pasar nuestras vacaciones. Mi esposa, Profesora de Educación Primaria, y mis tres hijitas en edad escolar partían el 02 de enero y yo les daba el alcance el 01 de febrero. Nuestras vacaciones terminaban el último día de febrero.

Todo era pasear en nuestra motocicleta y refrescarnos en todo balneario existente y vivíamos una vida feliz, enteramente feliz, no nos enterábamos de nada, no comprábamos periódicos ni veíamos noticieros; solamente nos relajábamos recargando nuestra baterías para soportar los trajines de la vida en Lima. Disfrutábamos de la hermosa ciudad de Iquitos.

Un mal día, camino a Pampa Chica se reventó la llanta delantera de la moto y esta corcoveó igual que un caballo y el tubo de escape me quemó la pantorrilla derecha.

Estábamos cerca al Hospital Iquitos, así que nos dirigimos allí. Qué desilusión. El médico de Emergencia, luego de revisar mi pierna preguntó, como un idiota, a la enfermera:

  • Señorita ¿tenemos algodón? – Respuesta – No doctor.
  • ¿Tenemos gasa? – Respuesta – No doctor.
  • ¿Tenemos agua oxigenada? – Respuesta – No doctor.
  • ¿Tenemos mercurio cromo? – Respuesta – No doctor.
  • Vea señor, vaya a su casa, lávese con agua oxigenada y se pone una crema para quemaduras.

Felizmente al día siguiente regresábamos a Lima donde fui atendido de emergencia en la Clínica Raimondi y mi pierna sanó bien, sin dejar cicatrices.

UN SALTO MORTAL EN LA BOCA DEL AMAZONAS

Una circunstancia aciaga determinó que el Ministerio de Educación prohibiera los Viajes de Promoción en todos los colegios de la república y también toda actividad relacionada para recaudar fondos para este viaje.

Todas las promociones anteriores recaudaron suficientes fondos para costearse un Viaje de Promoción a todo dar: Viajaban a Lima, Arequipa, Cusco y Puno, acompañándoles siempre el Jefe del Departamento de Educación Física y Profesor de Educación Física Ramiro Vásquez Ruiz, y las fotografías se mostraban orgullosos en vitrinas ad hoc en el Gabinete de Educación Física.

Tuvimos que hacer algunas pocas fiestas ocultando el motivo verdadero, en consecuencia solamente nos alcanzó la plata para pagarnos un “Viaje de Promoción” a Nauta.

La pasamos bien, paseamos por toda la ciudad alterando su tranquilidad con nuestra alegría desbordante, propia de alumnos del CNI, amenizados con mi clarinete al son de La Pachanga y nos entrevistaron en la emisora local. Una fiesta.

Al regreso, justo cuando pasábamos por la Boca del Amazonas, la confluencia de los ríos Marañón y Ucayali, observé desde la parte alta de la lancha (no recuerdo el nombre) que el puente, tablón que se emplea para embarcarnos, estaba muy inclinado hacia el río, a punto de caer; le pasé la voz a Artemio Rodríguez de la Cruz, a quien todos llamábamos “Marlon Brando” y era, quizás, la única persona loretana que había visto en mi vida que no sabía nadar. Marlon se acomodó para remediarlo, solamente que en vez de jalar el tablón hacia sí, lo levantó. Era como una película verlo realzar un giro perfecto en el aire asido al tablón cuando su extremo toco el río a la velocidad en que viajábamos. Un verdadero salto mortal, era para aplaudirlo.

¡Hombre al agua! – grité – Marlon se cayó al agua y no sabe nadar.

El maquinista de la lancha de inmediato paró el motor y dio media vuelta para rescatarlo: lo encontramos bien asido al tablón al que en ningún momento soltó y estaba sonriente, como si acabara de realizar una hazaña.

Cuando lo subieron a bordo le pregunté qué se siente bañarse en la Boca del Amazonas y él dijo muy ufano:

  • Estaba calientita.

UN CRIMEN ATROZ

A las cinco de la mañana salió furtivamente del Casino de Suboficiales de la Fuerza Aérea, ubicada en el Jr. Lima, entre San Martín y Ricardo Palma. Tenía bajo el brazo un bulto y trataba de que no le vea el policía que siempre estaba de plantón en la esquina del “Polo Norte”, un bar restaurante en cuyo piso superior estaba ubicada la Comandancia de la Guardia Civil, por eso siempre había un policía de guardia en esa esquina, de la ciudad de Iquitos.

Pero el guardia bisoño le vio. Su modo sigiloso le hizo entrar en sospecha y pensando que estaba frente a un robo le hizo el alto, pero el otro volteando la esquina por la calle Ricardo Palma comenzó a correr.

El policía, ahora sí estaba seguro de que se trataba de un delito, lo persiguió a la carrera soplando a todo pulmón su silbato. Por la calle Tacna asomó un policía experimentado que iba a la Comisaría de la calle Morona para comenzar su turno de trabajo. También él, respondiendo al llamado de su colega corrió hacia el fugitivo soplando también su silbato. El hombre botó el paquete que traía en las manos para correr más rápido, en la berma entre Arica y Huallaga. Lo atraparon, y poniéndole las esposas regresaron hasta donde habían visto que había botado el objeto. Lo abrieron, ¡Horror! Era una cabeza humana.

Juan Sedano era el encargado del comedor y la cantina del Casino de Suboficiales y cada noche atendía a los suboficiales que venían a distraerse en su local, también atendía a otras personas, ajenas al mundo militar, pero conocidos empresarios que gustaban jugar y beber.

Laizamón Sánchez era un empresario zapatero cuya tienda quedaba en el mismo Jr. Lima, pero más allá y para poder viajar a Miami necesitaba conseguir dólares. Durante el juego dejó saber que requería dólares para su viaje y para traer mercadería, necesitaba cambiar 20,000 dólares.

Juan Sedano era un hombre que estaba sin plata, tenía muchas deudas y no sabía qué hacer. Cuando escuchó lo que decía Laizamón, el demonio entró en su cuerpo, era la solución a sus terribles problemas. Había decidido asesinarlo.

Llamó discretamente a Laizamón y le dijo que él tenía los 20,000 dólares, se los traería al día siguiente pero que no se lo diga a nadie porque le van a crear problemas.

Lo citó al empresario para las 10 de la noche, hora en que se cierra el local. La víctima llegó puntual y una vez que cerraron el local se puso a contar su dinero sobre la mesa sentado en una silla. En eso sintió que le atacaban por detrás, Sedano le había atizado un martillazo en la cabeza, se volvió y le abrazó mientras le decía:

  • ¿Qué haces hermano?

Pero el asesino estaba decidido a terminar lo que había empezado y acabó por matarlo a martillazos. Horas pensando que haría ahora, tenía el dinero, un montón de dinero, pero qué hacer con el cuerpo.

Durante el día trabajaban unos carpinteros en obras de refacción y le dejaban a guardar sus herramientas. De allí había tomado el martillo. Ahora veía el serrucho y se propuso descuartizar el cuerpo de su víctima y sacarlo poco a poco. A las cinco de la mañana ya estaba terminado su macabra faena y envuelto en periódicos los pedazos.

Ahora solamente tenía que ir sacándolos y botarlos por allí. Comenzó con la cabeza.

Fue un crimen atroz, jamás se había escuchado algo así en toda la historia de nuestra ciudad. Cuando se supo causó una gran conmoción en todos los habitantes, chicos y grandes. Todos querían saber los detalles de lo ocurrido.

La hija de Juan Sedano, era una guapa señorita y trabajaba de Secretaria en una de las oficinas de la ciudad; cuando se supo lo que había hecho su padre la botaron del trabajo. Un daño colateral.

ULISES

Ulises García Meléndez era nuestro vecino cuando vivíamos en la Primera cuadra de la calle Ricardo Palma en Iquitos y ellos a la vuelta, en el Malecón Tarapacá. Vivía él en la casa de los Hernández, dueños de la única Florería de gramalotes.

La Casa de los Hernández era visitada por todos los turistas, ávidos de conseguir souvenirs tan especiales y únicos. Los artistas del cine mexicano que venían a actuar en el Cine Teatro Alhambra necesariamente llegaban a esta tienda.

La mamá de Ulises era la ama de llaves de esta casa, era una persona amable y buena cristiana y experta en la cocina y repostería que eran una delicia para los viejos y por eso ella era muy importante para ellos.

Ulises era un joven de 16 años y siempre andaba muy bien vestido y al salir de paseo siempre se despedía de su madre con un beso. Según ella al despedirse le decía – Mamá voy a ver a mi chola – pues en opinión de ella ya era un hombre.

Pues un día fue a un velorio del familiar de un compañero de colegio que quedaba bajando por el arenal de la Plaza 28 de Julio, por la Bermúdez, creo.

Cuentan que cuando el muerto ha sido malo en vida su espíritu no quiere que abandones su velorio. Pero Ulises se retiró temprano porque tenía que estudiar.

En aquel entonces el alumbrado público era muy tenue y parecía que había sombras por todos lados. Cruzó la Plaza 28 de Julio y subió por la San Martín, volteó por el jirón Lima pero ya la sensación de que lo estaban siguiendo se hizo más tangible. Estaba francamente asustado; al llegar a la esquina del Polo Norte, donde siempre había un policía de plantón porque en los altos quedaba la Comandancia Policial, tenía ganas de decirle al policía que lo acompañe hasta su casa pero le dio vergüenza, “ya era un hombre”.

Dobló por la Ricardo Palma donde a mitad de cuadra había un callejón que siempre nos parecía tétrico porque estaba todo el tiempo oscuro y daba miedo. Al pasar por el callejón ya sintió que lo querían agarrar y emprendió una veloz carrera y al llegar a su casa golpeó violentamente la sólida puerta y cuando su mamá le abrió la puerta cayó en sus brazos desmayado, botando espuma por la boca y, por encima de ella la mamá sintió que pasaba un viento frío y desagradable que se perdió por la parra de uvas del patio central por donde se escuchó el silbido del maligno.

Su mamá lo arrastro hasta su cama donde lo frotó con Agua Florida y se puso a rezarle a la Virgen María, siempre tenía sobre la cabecera de la cama una imagen bendita de Ella.

Esa noche Ulises soñó que el demonio le decía que agradezca que su madre es devota firme de la Virgen, sino, lo hubiera llevado con él.