Nora Sugobono, en su blog Sobremesa, dijo “Gastón Acurio alguna vez dijo que era su favorito”. Lo es también de muchas, muchas personas.
Tengo entendido que cuando alguien famoso dice algo, se vuelve tendencia. Y, al parecer, ahora todo el mundo lo pide.
Lo que muchos no saben es que en nuestra tierra, Iquitos, es una costumbre ancestral.
Hace algunos años, cuando anualmente íbamos a Iquitos toda la familia por vacaciones para visitar a la madre de mi esposa, doña Natividad Rivera de Alva, nos nutríamos con manjares propios de la Selva amazónica.
Mi esposa es Profesora y tenía, entonces, dos meses de vacaciones, enero y febrero, y como nuestras hijas estaban también de vacaciones, el 2 de enero viajaban ellas a Iquitos y yo les daba el alcance el 01 de febrero, mes de mis vacaciones. El último día de febrero volvíamos todos a Lima con las baterías recargadas por el descanso y listos para afrontar nuestras obligaciones correspondientes, mi esposa a enseñar, mis hijas a estudiar y yo a controlar la calidad de la cerveza Cristal.
Uno de aquellos días fui a visitar a mi padre, Pedro Suárez Soto, don Pedrito, y mi sobrino David Suárez Rodríguez, entonces de 8 años, me dijo, en tono de queja
- Estamos “misios” tío, por la tarde solamente comemos arrocito con huevito frito y madurito frito.
- Entonces están de suerte – le dije – porque ese es el manjar que más aprecian mis hijas.
David abrió tamaños ojos como si no entendiera lo que acababa de decirle, le miré sonriente y también sonrió. La verdad es que en casa de mi padre jamás faltó la comida, y éramos 7 hijos, es decir 9 a la mesa. Como mi padre trabajaba en el Ejército sacábamos los víveres de la Proveeduría del Ejército una vez al mes y cada día, medio kilo de carne de res y 1 kilo de pan consistente en cuatro moldes bien nutridos.
Quizás deba aclarar que “misio” era la palabra que se usaba entonces para significar que estamos sin plata. Expresión que con el paso del tiempo mudó a “estar aguja” y últimamente a “estar chihuán”.
Acerca del manjar que más aprecian mis hijas, es enteramente cierto. Teníamos una empleada, Sara, quien era una experta cocinera y se desvivía por preparar platos de su repertorio especial, tales como Pollo a la Reina, Gallina rellena o Pavo relleno, Bistec en salsa de champiñones, etc., que mis hijas lo comían con tranquilidad; parecía que nada que les preparara Sara les alteraba en absoluto. Y eran de “buen diente”.
Pero un día en que Sara no tenía muchas ganas de cocinar, o quizás, porque se le hizo tarde, les presentó un plato inusual para ella: Arroz con huevo frito y maduro frito.
Las mellicitas Lisa y Cisa lo comieron con fruición, emitiendo como con sordina sonidos de mucho agrado, hum, hum. Al terminar el almuerzo le dijeron a Sara
- Sarita, ¡Qué rico has cocinado¡ Gracias Sarita.
- Bah – dijo Sara, bajito – Bah, el día que no tengo ganas de cocinar me agradecen, qué curioso.
El maduro es el plátano “Bellaco” en estado de madurez que es extraordinariamente dulce y se lo come crudo o cocinado o frito o asado al carbón; y también se prepara una bebida muy apreciada llamada “chapo”, muy propio de la culinaria loretana.
De tal modo que lo que Nora Sugobono resalta como fuera de serie al reseñar lo que Gastón dijo, no es realmente un gran descubrimiento. En nuestra tierra es normal.