Mi esposa Maria Judith Alva Rivera tiene la voz aguda, voz necesaria para ser Profesora de Educación Primaria cuyo timbre de voz le permitía ser escuchada nítidamente por los 60 alumnos de su Clase.
El mío es más bien ronca, especial para voz de mando y me fue útil cuando fui soldado de la Patria.
Pero ambos compartíamos una afición que nos unía: el canto.
Las canciones que se escuchaba en la radio, jaranas criollas, o en el cine Belén, canciones rancheras, nos servían como excelente pretexto para cantar a dúo.
Ella cantaba con voz impostada de soprano falsete, tal y como le enseñaron a cantar las monjas del Sagrado Corazón en el Internado de Requena y en la Escuela Normal de Iquitos. Pero muchas veces sabíamos la canción pero no la letra por lo cual adquiríamos cancioneros y cantábamos las canciones más conocidas. Era un buen ejercicio amén de una buena manera de estar juntos.
En resumen, nuestra afición compartida era contarle yo la obra de literatura que había leído, entonces había leído miles de libros, y ella la oyente más atenta que todo orador sueña con tener, ir al cine, y cantar juntos; además de pasear por las calles de Iquitos, las Plazas y los lugares de baño, piscina de Pucayacu, rio Itaya, lago Morona y la playa de Nanay. Lo pasábamos bien y cada vez nos compenetrábamos más para llegar con ansias al matrimonio.
Luego de casados continuamos con nuestro canto a dúo, y cuando nos separamos por cuestiones de mi trabajo, ella enseñaba a nuestras hijas canciones representativas de nuestra tierra: Ellas formaban un trío melódico. Básicamente ella les enseñaba principalmente el vals Iquitos y Amazonas de Julio “Chispa” Elgegren Pinedo y también el vals Hermosa loretana.
Cada que llegaba a Lima, recorría el corredor entre el Parque Universitario y la Plaza San Martín y en alguna librería al paso encontraba cancioneros que los adquiría y constituía nuestro más preciado tesoro que nos permitía cantar las canciones que escuchábamos en la radio o en las películas mexicanas. Aún conservo estos cancioneros aunque ya no lo cantamos, ella ya no puede hacerlo. Así tengo:
- Cancionero Escolar Editorial Bruño
- 200 Valses Criollos Ediciones Comerciales 1971
- Selección de Valses Criollos de Ediciones Díaz 1971
- Selección de los Mejores Boleros de Ayer, de Hoy y de Siempre Editorial Inkari
- 1000 Boleros de todos los Tiempos Tomo 1 Centro Gráfico 1993
- Cantares de México Editorial Goicochea
- Los Mejores Tangos Ediciones comerciales
- Vive Cantando Parroquia Santa María Magdalena
Claro, el Cancionero Escolar es de su época en la Escuela Normal y contiene las partituras, y Vive Cantando es el cancionero que hace algún tiempo editó nuestra Parroquia pero nunca más publicó una actualización y en los Via Crucis cantamos cantos que no están incluidos en este cancionero.
Fue mi hija Claudia quien nos pasó el post “Por qué los pacientes con demencia recuerdan su canción favorita”.
El proyecto se basa en la idea de que si a la gente con la enfermedad se le ofrece un acceso frecuente a la música en la que están arraigadas sus memorias y experiencias pasadas, la música puede mejorar su estado actual, disminuyendo la agitación, depresión y ansiedad, mejorando la interacción y aumentando su sentido de identidad.
Por ello elaboré «PLAYLIST CANCIONERO DEL AMOR», cancionero con nuestros temas más queridos, 16 en total, con el lema
“Ser capaz de reaccionar ante la música es lo único que la demencia no puede destruir”
Este es pues el Cancionero de nuestra vida y lo cantábamos juntos con emoción y nuestro corazón vibrando al compás de cada tema.
Los temas contenidos en este Playlist son:
Alabaré Alma, corazón y vida
Cielito lindo El mar y el cielo
El reloj El trece de mayo
Estrellita del sur La Contamanina
Las mañanitas María bonita
Me he de comer esa tuna Muñequita linda
Oh buen Jesús Solamente una vez
Tengo una muñeca Tú reinarás
Durante un año tuvimos esta hermosa terapia, luego perdió el interés por el cancionero, así como por muchas otras cosas más.
Cuando mi amada esposa estaba pasando por el proceso de cambio que le ocasiona el Mal de Alzheimer, estaba de pie a mi lado mientras yo lavaba los platos luego de la cena, entonces aprovechaba para cantar nuestros cantos más reconocidos y ella me hacía el dúo en voz alta. Fueron unos 6 meses aproximadamente, y después ya no quiso cantar.
Llegó de visita Elmira Amaya, antigua amiga nuestra y cantora y rezadora profesional, como ex monja sanjosesina. Le conté lo que estaba pasando, después de haber cantado a dúo “ahora ella ya no quiere cantar”. Elmira me preguntó “¿Cuáles son esas canciones? A ver, vamos cantando”. Estábamos sentados en la mesa, y di la voz de nuestros cantos conocidos.
Elmira con su voz potente hizo que Judith también volviera a cantar con nosotros. Fue muy bonito y llenos de entusiasmo cantamos toda la tarde, pero fue también la única vez. Judith nunca más cantó conmigo ni con nadie.