368 EN LAS ARENAS DE DUNKERQUE

            En el centro de reclutas del Ejército, II CIR (Centro de Instrucción de Reclutas), luego de la lista de Revista a las ocho de la mañana, cada sección se dirigía al campo en la campiña de Chorrillos para recibir instrucción de orden cerrado: marchar al paso redoblado, paso de desfile y paso sin compás, maniobras cuerpo a tierra, castigo mecánico, ranas, canguros, tornillos, planchas, siempre con el fusil de dotación en la mano. Cada día teníamos una ronda de ejercicios físicos de acuerdo al reglamento.

            A las diez de la mañana, con el arma terciada, emprendíamos la marcha al paso ligero durante una hora. Para hacerla más extensa salíamos a la pista.

            Este ejercicio que puede parecer agotador, servía para fortalecer los pulmones, las piernas y el corazón. En tres meses subí de mis escuálidos 48 kilos a 70 y aumenté 7 centímetros mi estatura. Llegué a medir 1 metro setenta y cinco centímetros.

            El capitán de la compañía nos animaba siempre diciéndonos que próximamente haríamos el recorrido Chorrillos – Lima, son diez kilómetros solamente. “Papaya” decíamos los jóvenes.

            Pero en realidad, el entrenamiento era agobiador. Hacíamos los ejercicios hasta casi caernos de cansancio. Y siempre debíamos estar dispuestos para otra ronda más.

            Cada Compañía estaba a cargo de un teniente, el nuestro era el teniente Luis Peirano Figueroa. Cada sección estaba a cargo de un clase, cabo o sargento, o de un “soldado antiguo”. Se les decía mi teniente, mi sargento, mi cabo o mi antiguo.

            En una competencia de tiro fui el número 1 y como premio me dieron un fusil ametrallador ZB30 de 10 kilos de peso, como arma de dotación. Todos los demás tenían el fusil corto original peruano de 3.5 kilos. Mientras ellos corrían con su fusil, yo corría con mi ZB 30. ¿No era para estar feliz?

            En cierta oportunidad en que parecíamos estar cansados, en verdad estábamos muy cansados, un sargento nos mostró una novela que estaba leyendo En las arenas de Dunkerque. Era un ejemplar de bolsillo. Me figuro que muchos libros deben haberse escrito sobre la Operación Dinamo.

            La operación Dinamo fue realizada en mayo de 1940 para evacuar a 150,000 militares británicos de suelo francés, luego que Francia perdiera la guerra frente a la Alemania Nazi. El lugar para la evacuación fue la extensa playa de Dunkerque. Las expectativas fueron superadas, en solo 6 días fueron evacuados 338,872 combatientes (215,787 británicos y 123, 095 belgas y franceses).

            La otra  gran retirada exitosa de la Historia ocurrió en el 401 a. C, narrada por Jenofonte en su célebre Retirada de los diez mil o La Anábasis.

            Nos contaba el sargento que en Gran Bretaña había un sargento que entrenaba a su tropa con esfuerzos extremos hasta caerse de cansancio. Todos los soldados lo odiaban, pero eran la tropa mejor preparada para cualquier eventualidad. Formando parte del contingente que viajó a Francia para defenderla de la Alemania Nazi, recibieron de pronto la orden de retirarse por cualquier medio posible hasta la playa de Dunkerque desde donde serían embarcados para volver a suelo inglés.

            El sargento ordenó a su tropa aligerar equipo y emprender la marcha al paso ligero para recorrer los 60 kilómetros que los separaba de Dunkerque. Llegaron  entre los primeros y con total tranquilidad, antes que empezara el bombardeo sistemático de la Luftwaffe nazi. Allí los soldados supieron el valor del exigente entrenamiento a que los sometió su jefe y gracias a eso pudieron salvar la vida.

            Bueno, más motivados que nunca, seguíamos nuestro entrenamiento sabiendo que algún día podía salvarnos la vida.

            Debo añadir que nunca encontré la novela que nos mostró el sargento, en cambio, encontré Las arenas de Dunkerque de Richard Collier y he visto la película británico-estadounidense Dunkerque de Christopher Nolan, pero no hay ninguna referencia al caso mencionado. Pero que sí nos motivó y eso, para nosotros, fue suficiente.

Dunkerque

367 EL FUTURO

            Cuando hablamos del futuro casi siempre nos referimos a muchos años para adelante, y en los tiempos que vivimos el futuro suele presentarse como la llegada de nuevos inventos y maneras extraordinarias de  desenvolvimiento de nuestra vida.

            Cuando era niño, los discursos de personajes doctos llevaban necesariamente la frase “mañana, más tarde” para referirse al futuro de nuestra existencia cuando nos tocara asumir nuestra responsabilidad como adultos.

            Han sido siempre los artistas quienes han desenrollado la trama de seres fantásticos que pueblan el futuro, principalmente los escritores y cineastas.

            Casi desde los inicios del cine hubo la obsesión por crear un futuro que fueron denominados de ciencia ficción: Una nueva rama del arte.

            El escritor que más libros ha producido sobre temas de ciencia ficción fue el francés Julio Verne. Se le llama el gran visionario por predecir muchas de las cosas que ahora tenemos, incluyendo el Viaje a la Luna. Su “futuro” más lejano se llama Paris en el siglo veinte.

            Algunos creadores tenían como futuro algo más cercano, como Frankenstein 1970, película futurista norteamericana de 1958 dirigida por Howard W. Koch con artistas desconocidos. Rápidamente llegamos a 1970.

            George Orwell, escritor británico, publicó en 1949 la novela distópica 1984 que nos ha dejado el tema del “gran hermano” y “la policía del pensamiento”. Cuando llegó el año en cuestión, toda mi familia había leído la novela y, fuera del mundo comunista, nada se parecía  a lo imaginado en el libro.

            Pero en mi niñez disfrutábamos de un futuro lejano, bien lejano, en las seriales de Flash Gordon: La invasión de Mongo (1936) y Flash Gordon Conquista el Universo (1940).

            Y que siempre el futuro ha sido la preocupación de todo el mundo lo expresa el éxito y la gran difusión de una canción: En una película de 1956, dirigida por Alfred Hitchcok, con James Stewart, Doris Day canta el tema What will be willbe, canción que resulta crucial para encontrar a su hijo secuestrado en una angustiosa pesadilla que tiene que ver con una operación de espionaje internacional.

            Esta canción tiene un verso en español y todos lo cantábamos en inglés y en español y era el tema obligado  en las clases de inglés (Los compositores son Jay Livingston y Ray Evans):

WHAT WILL BE WILL BE

When I was just a little girl
I asked my mother, what will I be
Will I be pretty, will I be rich
Here’s what she said to me.


Que Será, Será,
Whatever will be, will be
The future’s not ours, to see
Que Será, Será.

            Un futuro mucho más lejano lo encontramos en la película animada de Walt Disney WALL-E, ambientada en el siglo XXIX luego que la tierra fuera devastada  y el sueño es que la nave, el Axioma, pueda volver alguna vez a repoblar la tierra cuando vuelva a ser habitable.

            Sin embargo, desde hace muchos años, “los nuevos tiempos” nos hacen sentir que ya estamos viviendo el futuro: viajamos en avión jet, asistimos  al lanzamiento de naves interespaciales que han orbitado la tierra, el descenso en la luna (alunizaje), naves espaciales como el Challenger que luego de orbitar en el espacio exterior pueden aterrizar en el aeropuerto como cualquier avión, hemos vivido el nacimiento y desarrollo increíble de la computadora y los teléfonos celulares, ese que Dick Tracy lo predijo cuando se comunicaba con su Comisaría por medio de su reloj de pulsera como si fuera un dispositivo de radio, y tratamos por todos los medios de adaptarnos a pesar de la gran dificultad que tenemos ahora por la pandemia que se ha cernido sobre toda la humanidad. El futuro es ahora.

Dick Tracy

366 DE LOS NOMBRES

            Una cosa curiosa que siempre me ha llamado la atención es lo referente a los nombres de las personas. Vaya uno a saber cómo se les ocurrió a sus padres ponerle tal nombre.

            En cierta oportunidad leí que un sociólogo sostenía que en el Perú los pobres ponían a sus hijos nombres extranjeros y los ricos preferían nombres de conquistadores, de allí que entre ellos encuentres Franciscos, Pedros, Hernandos, etc.

            Pero en lo que se refiere a los nombres de origen extranjero es lo que ha producido una enormidad de nombres diferentes, de acuerdo a cómo lo pronuncian los padres y a cómo lo entiende el registrador.

            Cuando era niño, en Iquitos, una familia agradecida con mi padre hizo que mis padres fueran padrinos de bautizo de su retoño. Luego de la ceremonia en la Iglesia Matriz, la reunión fue en mi casa en la calle Tacna.

            En un alto en la conversación pregunté al papá por el nombre del niño. Muy orgulloso me contestó Elvis Jack. Pronunciado como se escribe, no como lo dicen los gringos: Elvis Llac.

            Es común encontrarse con Piter o Lleny, que es la forma cómo los gringos pronuncian Peter o Jenny (diminutivo de Jennifer). Es sabido que los limeños confunden la Y con la Ll, de allí la confusión con los nombres provenientes del extranjero.

            Al parecer esta confusión es más común de lo que se pudiera pensar, en muchas recetas de pastelería mencionan “nuez moscada rayada”. Pero rayar es trazar rayas con un lápiz o un útil y rallar es raspar o raer algo con un rallador, útil de cocina. Entonces la expresión correcta vendría a ser “nuez moscada rallada”.

            En Iquitos es común el nombre tomado del polaco Wladislaw y lo escriben tal como lo pronuncian: Uladislao, cuando ya es adulto le dicen simplemente don Ula.

            Mi vecino comunista puso a su hijo Yuri Gagarin, el nombre del primer cosmonauta ruso que salió al espacio exterior en 1968, sin parar mientes en que Yuri era su nombre de pila y Gagarin su apellido.

            Mi amiga Nora Acheng me pidió que coloque a su hermano como empleado temporal en la Cervecería Backus. Cuando hablé con él le pregunté su nombre: James, me dijo. Un tanto confundido le pregunté cómo lo escribe y me dijo que lo escribe como lo pronuncia: James. James, no Lleims que es como lo dicen los ingleses.

  • May neim is Bond, Lleims Bond. (My name is Bond, James Bond).

            De manera que lo inscribí en la fábrica, no sin especificar que su nombre es James no Lleims.

            En una tienda de Jesús María pregunté su nombre a la jovencita vendedora. Carlén, me dijo. Como vio mi cara de sorpresa me explicó: mi papá dice que lo escuchó en una telenovela. Y ella sonreía satisfecha. Yo sonrío por la paciencia y amabilidad que tienen siempre conmigo.

            Alguna vez vi escrito en letras de molde Llolanda, supongo que el nombre original sería Yolanda.

            En 1957 Paul Anka grabó una canción “Diana”, que en inglés se pronuncia Dayana. Toda una generación de chicas se llaman desde entonces Dayana, escrito y pronunciado en español.

            Judith, mi amada esposa tenía en Jesús María una clienta y amiga llamada Desni. Como siempre he sido muy curioso en lo que respecta a los nombres, le comenté:

  • Es un nombre bastante raro ¿Tendrá algún significado?
  • Ninguno – me dijo – sus padres son ignorantes. Quizás quisieron llamarla Disney y la pusieron Desni, porque, tal vez pensaban que así es cómo se dice.

            Nunca la había escuchado hablar de esa manera de una de sus clientes, por eso yo estaba totalmente sorprendido.

            En el colegio, desde 4º Año de Primaria en la escuela Nº 161, tuve un compañero que se llamaba Alejandro Bytton García y cuando pasaban lista le llamaban así, como está escrito (Bitón). Fue de este modo hasta 2º de Secundaria en la GUE “Mariscal Óscar R. Benavides”. En el 3º tuvimos un Profesor de inglés que sí sabía inglés. Le dijo a nuestro compañero que su apellido es inglés y se pronuncia Bayton no Bitón. Aprovecho para decir que a pesar de su musculatura sobresaliente tenía mi misma edad por lo cual pertenecíamos a la Categoría D, es decir que lanzábamos especímenes pequeños de disco, jabalina y bala. El alumno Bytton fue campeón de lanzamiento de bala los cinco años de secundaria y fue ampliamente conocido.

            Tuve también un compañero que se apellidaba Moreau, y todos, profesores y compañeros, le llamábamos Moreau. Pero en 4º de Secundaria el doctor Héctor Morey Peña, Profesor de Literatura, graduado en España y Francia, le dijo que su apellido es francés y se pronuncia Moró. De allí para adelante fue Moró (Moreau).

            En 1981 Ronald Reagan fue elegido presidente de los Estados Unidos y el locutor Pablo de Madalengoitia, que leía noticias en un canal de televisión comenzó a llamarlo Ronald Reigan, como diciéndonos que no sabíamos hablar inglés, él sí. Sofocleto dijo en su periodiquito que él escuchó al mismo Reagan pronunciar su apellido cuando era diplomático en los Estados Unidos y es Rígan (Reagan) no Reigan. Luego se generalizó el uso de la palabra Rígan para el presidente gringo porque se vino una avalancha de información pertinente.

            En Secundaria en el colegio, el alumno Gavino Chávez leyó en voz alta una nota sobre el actor Yul Brynner en el periódico mural. Dijo Yul Brainer. Miró mi desaprobación y me reclamó:

  • ¿No dices que así se pronuncia el inglés?
  • – le dije – así se pronuncia el inglés pero este señor no es inglés ni norteamericano, es ruso y se pronuncia Brínner.

      Decían que un productor teatral británico le llamaba Brinar, esa inflexión que tienen los ingleses cuando pronuncian la e.

            El caso más emblemático lo constituye Lionel Messi. Lionel de origen griego (el pequeño león) y Messi de origen italiano. En español se pronuncia como está escrito, pero en Estados Unidos hay un personaje famoso, Lionel Hampton, gran amigo de Benny Goodman. Goodman conoció a Lionel Hampton (Laionel Jampton) cuando desayunaba en la cafetería donde Lionel era camarero, cocinero, cantante e intérprete. Fueron grandes cultores del Jazz en la década del veinte (siglo XX). Benny Goodman tocaba clarinete y era mi ídolo.

Yul Brinner

365 HUMOR DENTAL

LA MUELA

            Va un señor al Dentista por una molestia en una muela. El Dentista le revisa la boca y entonces el paciente le pregunta:

  • ¿Voy a perder mi muela, doctor?
  • Eso no lo sé, señor. Yo se la voy a entregar en una bolsita y si la pierde es problema suyo.

UNA MUJER MUY VALIENTE

            Una mujer y su esposo tuvieron que interrumpir sus vacaciones para acudir al dentista, en cuanto llegaron la dama le dijo al dentista:

  • Doctor, necesito una extracción, pero sin anestesia porque llevo mucha prisa. Extraiga la muela lo más rápido posible para que podamos irnos pronto.

            Muy impresionado el dentista exclamó:

  • ¡Qué valiente es usted, señora! ¿Cuál es la pieza?


            La mujer se volvió a su marido y le dijo:

  • Muéstrale tu muela, cariño.

EL ZODIACO

  • ¿De qué signo del Zodiaco son las muelas?
  • De caries.

ASESOR ESTÉTICO

            El paciente  va al dentista y le consulta:

  • Doctor, tengo los dientes amarillos ¿qué me recomienda?
  • Corbata marrón.

EN EL CONSULTORIO

  • ¿Nervioso?
  • Sí.
  • ¿Es tu primera vez?
  • No. Ya me había puesto nervioso antes.

EL PARTIDO DE FÚTBOL

            El dentista le dice al paciente:

  • ¿Puede ayudarme? Grite lo más fuerte que pueda simulando dolor.
  • Pero doctor ¿eso no es malo para el consultorio?
  • Es que hay mucha gente en la sala de espera y no quiero perderme el partido de fútbol de las siete.

PRECIO POR RAPIDEZ

  • Doctor ¿Cuánto me cobra por sacar este diente?
  • Ciento cincuenta soles.
  • ¿Ciento cincuenta soles por unos pocos minutos de trabajo?
  • Si usted desea se lo puedo extraer muy lentamente.

EN EL RING DE BOX

            Un señor fue a una pelea de box y junto a él estaba sentado un señor que echaba vivas a los dos boxeadores. Fastidiado le increpó a su vecino:

  • ¿Por qué le echa vivas a los dos?
  • ¡Porque soy el único dentista en este pueblo!

LA CORONA DE LA REINA

            El dentista revisa al paciente y le dice:

  • Señor, voy a tener que ponerle una corona, pero le advierto, esto le va a costar mil  quinientos soles.
  • ¿Y de quién es esa corona, de la reina de España?

LA PRIMERA ES GRATIS

            Un hombre va a un consultorio donde quitan la primera muela gratis y pregunta:

  • ¿Aquí sacan la primera muela gratis?
  • Sí.
  • ¿Y la segunda?
  • No lo sé, nadie vuelve.

364 EL HABLA DE MI TIERRA

            Existen vocablos que son emblemáticos en la selva peruana, sobre todo en Iquitos, donde se reunían personas que recorrieron el mundo para su formación profesional, porque era más fácil y mucho más seguro, embarcarse en un transatlántico para irse a estudiar en Londres, Madrid, Paris o Roma, que atravesar los Andes en un viaje peligroso y agotador a lomo de mula.

            Mucha gente culta existía entonces en Iquitos y tales personas ocupaban los principales cargos políticos y pertenecían a la clase social más elevada.

            Pero el habla de mi tierra ha incorporado vocablos de diferentes lenguas que han cruzado nuestro territorio y nuestra vida y se expresan mayormente en frases compuestas.

            La palabra que más viene a mi mente es sacha. Si bien en el quechua de Apurímac tiene un significado de silvestre, no cultivado, en Loreto se dice de lo que no es el verdadero, como por ejemplo el sacha culantro que es una planta parecida al culantro y con idénticos usos comestibles, pero no es culantro. El término sacha con el significado que no es el verdadero se aplica en sobrenombres como sacha cura. Posiblemente la persona tiene tonsura  en la cabeza o por lo menos, actitudes de cura pero no es cura.

            Dicen sacha pintor a alguien que se las de artista pero no tiene las mínimas cualidades de tal.

            El lugar más emblemático en Iquitos es el Sacha chorro del cual hoy solamente queda el Mercado del Sacha Chorro.

            A un profesor que vivía en la calle Ricardo Palma, cercano a la calle Tacna, le decían Tacsha leva por su corta estatura y el pantalón que se le arrastraba.

            A un profesor que tenía manchas en la cara, mi tía Manuela decía que era sucia huya.

            A las personas con el vientre abultado, de todas maneras se les dice buchisapas. A quienes para San Juan ingresan en huerto cerrado se les denomina huallpasua, ladrones de gallina.

            Mi cuñada Dolores Alva Rivera cuando el cerco estaba mal amarrado decía que eso no es cerco sino cercho. Este es un modo de expresar que vino del otro lado del “charco”. El Rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno, dijo refiriéndose a su libro Niebla, que no es propiamente una novela sino apenas una nivola. Quizás quiso dársela de humilde, que no lo era. Pero cuando un crítico le dio la razón diciendo que efectivamente  no es una novela de verdad, se puso más bravo que un doberman y replicó:

  • Zamarro, más que zamarro, Niebla es una novela y bien novela.

            Para qué quiso dársela de humilde cuando no le salía ni por el forro de los botones.

            Cuando un niño tenía dificultades para hablar bien, mi esposa, Judith, decía que tenía lengua Quillu callu (coloquialmente lengua de loro, que no sabe hablar bien).

            En Requena vivía un señor que andaba siempre con el pantalón bajado, mismo Cantinflas y en vez de cinturón se los amarraba con una soga. Mi suegra, Natividad Rivera Pérez, le decía suru huara. Y cuando alguno de su familia andaba con los pantalones que se bajaban le gritaba viejo Sinacay. Esto era una llamada de atención muy fuerte y debían corregirse de inmediato.

            Desde mi más tierna infancia escuché decir una frase destinada a desanimar a alguien que está molestando demasiado o que cree saber mucho, como si fuera el non plus ultra: “Anda así a freír monos en sartén de palo”. Solamente en Loreto se entiende y se le utiliza.

            La frase más recurrente en el habla loretana es valgan diá. Apócope del castizo “Válgame Dios”.

            El padre Julián Regalado nos contó que cuando la madre Iberico, monja loretana y compañera de colegio de mi esposa, cuando puso el pie por primera vez en Huaraz, mirando el Huascarán dijo con emoción “¡Bruto ese cerrazo!”. Un paisano dijo que había cazado un sajino asisote. Otro manifestó que las hormigas son asicitas pero muerden duro.

            Es frecuente que algunas personas no desean hacer notar su amplio conocimiento en temas amazónicos para que no vayan a pensar que son nativos del lugar, en vez de sentirse orgullosos de ese conocimiento. Es proverbial el chiste muy antiguo que se cuenta en Iquitos sobre una dama que regresó de visitar Lima y se expresa en el torpe lenguaje limeño. Caminando  por el Mercado Belén se encontró con una vendedora que tenía pescados en una bandeja, bien frescos, y ella llena de “frescura” pregunta:

  • ¿Qué pecaíto es ete?

            Al parecer, o era o se hacía la tonta, acercó demasiado su dedo a la boca del pescado y este le mordió y ella chilló:

  • Ayáu, maldita paña.

            Con lo cual quedó develado que la dama en cuestión era oriunda de Iquitos por más que haya deseado pasar por limeña.

            En el primer año de universidad, 1964, Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP), fuimos de visita a la Piscicultura en la primera cuadra de la calle Ramírez Hurtado (Hoy todas las especies están en Quisto Cocha) y había muchas especies de peces disecados. Para ayudarme en el reconocimiento de las especies le pregunté a una compañera oriunda del barrio de Belén, de apariencia totalmente ribereña, pero me dijo que no lo sabía. Quedé sorprendido, pero le pregunté a Guayaba “El popularísimo” y él al punto me explicó todas las especies. Bagre (cunchi), Boquichico, Bujurqui, Canero, Carachama, Chambira, Corvina, Dentón, Doncella, Dorado, Fasaco, Gamitana, Lisa, Maparate, Mota, Paco, Paiche, Palometa, Paña, Sábalo, Ractacara, Saltón, Sardina, Shiripira, Shiruy, Tucunaré, Turushuqui, Yahuarachi, Yulilla, Zúngaro. Al ver esto, nuestra compañera se animó y comenzó a mencionar los nombres en franca competencia con Guayaba, demostrando que lo sabía todo pero había querido aparentar que no.

            Es también muy empleada la sorna, el sarcasmo con el que nos expresamos los loretanos como una manera de “vengarnos” de las malas autoridades. Después de muchos años volví a Iquitos y fui de visita a la casa de mi hermana Mary Wilma y le pregunté a su esposo, Sergio:

  • Viniendo del aeropuerto he visto varios tanques elevados de agua que tienen inscritas las  siglas R1, R2, R3, etc. ¿Qué significan esas siglas?
  • Ah, eso es Roba 1, Roba 2, Roba 3.
Paña

363 EXTRACTOS DE EVA LUNA PARTE 2

            Es una continuación del relato anterior.

            Pág. 37

            La mulata pasó tres meses sin fumar ni beber para ahorrar unas monedas y el día señalado me compró un vestido de organza color fresa, puso un lazo en los cuatro pelos miserables que coronaban mi cabeza, me roció con su agua de rosas y me llevó en brazos a la iglesia. Tengo una foto de mi bautizo, me veo como un alegre paquete de cumpleaños.    Como no le quedaba dinero, cambió el servicio por un aseo completo del templo, desde barrer los pisos hasta limpiar los ornamentos con creta y pasar cera a los bancos de madera. Así es como fui bautizada con toda pompa y ceremonia, como niña rica.

  • De no ser por mí, todavía estarías mora. Los inocentes que mueren sin sacramento se van al limbo y de ahí no salen más – me recordaba siempre mi Madrina. Otra en mi lugar te habría vendido. Es fácil colocar a las muchachas de ojos claros, dicen que los gringos las compran y se las llevan a su país, pero yo le hice una promesa a tu madre y si no la cumplo me voy a cocinar en las cacerolas del infierno.

            Pág. 38

            La fe de mi pobre Madrina era inconmovible y ninguna desgracia posterior pudo abatirla. Hace poco, cuando vino por aquí el Papa, conseguí autorización para sacarla del sanatorio, porque habría sido una lástima que se perdiera al Pontífice con su hábito blanco y su cruz de oro, predicando sus convicciones indemostrables, en perfecto español o en dialecto de indios, según fuera la ocasión. Al verlo avanzar en su acuario de vidrio blindado por las calles recién pintadas, entre flores, vítores, banderines y guardaespaldas, mi Madrina, ya muy anciana, cayó de rodillas, persuadida de que el Profeta Elías andaba en viaje de turismo. Temí que la muchedumbre la aplastara y quise llevármela de allí, pero ella no se movió hasta que le compré un pelo del Papa como reliquia. En esos días mucha gente se volvió buena, algunos prometieron perdonar las deudas y no mencionar la lucha de clases o los anticonceptivos para no dar motivos de tristeza al Santo Padre, pero la verdad es que yo no me entusiasmé con el insigne visitante, porque no guardaba buenos recuerdos de la religión.

            Un domingo de mi niñez la Madrina me llevó a la parroquia y me arrodilló en una cabina de madera con cortinas, yo tenía los dedos torpes y no podía cruzarlos como me había enseñado. A través de una rejilla me llegó un aliento fuerte, dime tus pecados, me ordenó y al punto se me olvidaron todos los que había inventado, no supe qué responder, apurada traté de pensar en alguno, aunque fuera venial, pero ni el más insignificante acudió a mi mente.

  • ¿Te tocas el cuerpo con las manos?
  • Sí…
  • ¿A menudo, hija?
  • Todos los días.
  • ¡Todos los días! ¿Cuántas veces?
  • No llevo la cuenta… muchas veces…
  • ¡Esa es una ofensa gravísima a los ojos de Dios!
  • No sabía, padre. ¿Y si me pongo guantes, también es pecado?
  • ¡Guantes! ¡Pero qué dices, insensata! ¿Te burlas de mí?
  • No, no… – murmuré aterrada, calculando que de todos modos sería bien difícil lavarme la cara, cepillarme los dientes o rascarme con guantes.
  • Promete que no volverás a hacer eso. La pureza y la inocencia son las mejores virtudes de una niña. Rezarás quinientas Ave Marías de penitencia para que Dios te perdone.
  • No puedo, padre – contesté porque sabía contar sólo hasta veinte.
  • ¡Cómo que no puedes! – rugió el sacerdote y una lluvia de saliva atravesó el confesionario y me cayó encima.

            Salí corriendo, pero la Madrina me cogió al vuelo y me retuvo por una oreja mientras hablaba con el cura sobre la conveniencia de ponerme a trabajar, antes que se me torciera aún más el carácter y se me acabara de ofuscar el alma.

            Pág. 39

            Después de la muerte de mi madre, llegó la hora del Profesor Jones. Murió de vejez, desilusionado del mundo y de su propia sabiduría, pero juraría que murió en paz. Ante la imposibilidad de embalsamarse a sí mismo y permanecer dignamente entre sus muebles ingleses y sus libros, dejó instrucciones en el testamento para que sus restos fueran enviados a su distante ciudad natal, porque no deseaba terminar en el cementerio local, cubierto de polvo ajeno, bajo un sol inclemente y en promiscuidad con vaya uno a saber qué clase de gentuza, como decía.

            Pág. 41

            Al desaparecer el patrón, el mundo donde yo había vivido se desmoronó. El pastor realizó el inventario de los bienes y dispuso de ellos, partiendo de la base de que el sabio había perdido el juicio en los últimos tiempos y no estaba en capacidad de tomar decisiones. Todo fue a parar a su iglesia, menos el puma del cual no quise despedirme, porque lo había cabalgado desde mi primera infancia y de tanto decirle al enfermo que se trataba de un perro terminé creyéndolo.

            Cuando los cargadores intentaron colocarlo en el camión de la mudanza, armé una pataleta aparatosa, y al verme echar espuma por la boca y lanzar alaridos, el presbítero prefirió ceder. Supongo que tampoco el animal era de alguna utilidad para alguien, de modo que pude guardarlo.

            El pastor despidió a los empleados y cerró la casa. Así fue como salí del lugar donde había nacido, cargando al puma por las patas de atrás, mientras mi Madrina lo llevaba por las delanteras.

  • Ya estás crecida y no puedo mantenerte. Ahora vas a trabajar, para ganarte la vida y hacerte fuerte, como debe ser – dijo la Madrina. Yo tenía siete años.

            Pág. 42

            Se abrió la puerta y entró la dueña de la casa, una mujer pequeña, con un complejo peinado de rodetes y rizos acartonados, vestida de luto riguroso y con un relicario grande y dorado como una medalla de embajador colgado al cuello.

  • Acércate para mirarte, me ordenó.

            Pero yo estaba clavada al piso, no pude moverme y la Madrina tuvo que empujarme hacia delante para que la patrona me examinara: el cuero cabelludo por si tenía piojos, las uñas en busca de las líneas transversales propias de los epilépticos, los dientes, las orejas, la piel, la firmeza de brazos y piernas.

  • ¿Tiene gusanos?
  • No doña, está limpia por dentro y por fuera.
  • Está flaca.
  • Desde hace un tiempo le falla el apetito, pero no se preocupe, es animosa para el trabajo. Ella aprende fácil, tiene buen juicio.
  • ¿Es llorona?
  • No lloró ni cuando enterramos a su madre, que en paz descanse.
  • Se quedará a prueba por un mes, determinó la patrona y salió sin despedirse.

            Pág. 44

            Después del primer mes a prueba, me explicaron que debía trabajar más, porque ahora ganaba un sueldo. Nunca lo vi, lo cobraba mi Madrina cada quince días.

            Cuando la patrona me lavó la boca con bicarbonato para quitarme el hábito de mascullar entre dientes, dejé de hablar con mi madre en voz alta pero seguí haciéndolo en secreto. Había mucho que hacer, esa casa parecía una maldita carabela encallada, a pesar de la escoba y el cepillo, nunca se terminaba de limpiar esa floración imprecisa que avanzaba por los muros. La comida no era variada ni abundante, pero Elvira escondía las sobras de los amos y me las daba al desayuno, porque había escuchado por la radio que es bueno empezar la jornada con el estómago repleto – para que te aproveche en los sesos y algún día seas instruida, pajarito – me decía.

            Pág. 45

            Durante la siesta, cuando el silencio y la quietud se adueñaban de la casa, yo abandonaba mis tareas para ir al comedor, donde colgaba un gran cuadro de marco dorado, ventana abierta a un horizonte marino, olas, rocas, cielo brumoso y gaviotas.

            Me quedaba de pie, con las manos en la espalda y los ojos clavados en ese irresistible paisaje de agua, la cabeza perdida en viajes infinitos, en sirenas, delfines y mantarrayas que alguna vez surgieron de la fantasía de mi madre o de los libros del Profesor Jones. Entre tantos cuentos que ella me contó, yo prefería aquellos donde figuraba el mar, porque me incitaban a soñar con islas remotas, vastas ciudades sumergidas, caminos oceánicos para la navegación de los peces. Estoy segura de que tenemos un antepasado marinero, sugería mi madre cada vez que yo le pedía otra de esas historias y así nació por fin la leyenda del abuelo holandés. Ante ese cuadro, y o recuperaba la emoción de antaño, cuando me instalaba junto a ella para oírla hablar o cuando la acompañaba en los trajines de la casa, siempre cerca para oler su aroma tenue de trapo, lejía y almidón.

  • ¡Qué haces aquí! – me zarandeaba la patrona si me descubría. ¿No tienes nada que hacer? ¡Este cuadro no es para ti!

            Me acuerdo muy bien, era un día lluvioso, había un olor raro, a melones podridos, orines de los gatos y un vaho caliente que venía de la calle, un olor que llenaba la casa, tan fuerte que se podía agarrar con los dedos. Yo estaba en el comedor viajando por mar. No escuché los pasos de mi patrona y al sentir su garra en el cuello, la sorpresa me devolvió de muy lejos en un instante, paralizándome en la incertidumbre de no saber dónde me encontraba.

  • ¿Otra vez aquí? ¡Anda a hacer tu trabajo! ¿Para qué crees que te pago?
  • Ya terminé, doñita…

            La patrona tomó el jarrón del aparador y le dio vuelta desparramando al suelo el agua sucia y las flores ya marchitas.

  • Limpia – me ordenó.

            Desaparecieron el mar, las rocas envueltas en bruma, la roja trenza de mis nostalgias, los muebles del comedor y sólo vi aquellas flores sobre las baldosas, inflándose, moviéndose, cobrando vida, y esa mujer con su torre de rizos y el medallón al cuello. Un no monumental me creció por dentro, ahogándome, lo sentí brotar en un grito profundo y lo vi estrellarse contra el rostro empolvado de la patrona. No me dolió su bofetón en la mejilla, porque mucho antes la rabia me había ocupado por completo y ya llevaba el impulso de saltarle encima, lanzarla al suelo, arañarle la cara, agarrarla del cabello y tirar con todas mis fuerzas. Y entonces cedió el rodete, se desmoronaron los rizos, se desprendió el moño y toda esa masa de cabellos ásperos quedó en mis manos como un zorrillo agonizante.

            Aterrorizada, comprendí que le había arrancado el cuero cabelludo. Salí disparada, crucé la casa, atravesé el jardín sin saber dónde ponía los pies y me lancé a la calle. En pocos instantes la lluvia tibia del verano me empapó, y cuando me vi toda mojada me detuve. Me sacudí de las manos el peludo trofeo y lo dejé caer al borde de la acera, donde el agua de la alcantarilla lo arrastró navegando con la basura. Me quedé varios minutos observando ese naufragio de pelos que se iba tristemente sin rumbo, convencida de que había llegado al límite de mi destino, segura de que no tendría donde esconderme después del crimen cometido. Dejé atrás las calles del vecindario, pasé el sitio del mercado de los jueves, abandoné la zona residencial de las casas cerradas a la hora de la siesta y seguí caminando.

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            Me senté al borde de la pileta a mirar los peces de colores y los nenúfares agobiados por el clima.

  • ¿Qué te pasa? – Era un muchacho de ojos oscuros, vestido con un pantalón de dril y una camisa muy grande para él.
  • Me van a meter presa.
  • ¿Cuántos años tienes?
  • Nueve, más o menos.
  • Entonces no tienes derecho a ir a la cárcel. Eres menor de edad.
  • Le arranqué el pellejo de la cabeza a mi patrona.
  • ¿Cómo?
  • De un tirón.

            Se instaló a mi lado observándome de reojo y escarbándose la mugre de las uñas con un cortaplumas.

  • Me llamo Huberto Naranjo, ¿y tú?
  • Eva Luna. ¿Quieres ser mi amigo?
  • Yo no ando con mujeres.

            Pero se quedó y hasta tarde estuvimos mostrándonos cicatrices, intercambiando confidencias, conociéndonos, iniciando así la larga relación que nos conduciría después por los caminos de la amistad y el amor.