98 QUE TAL COMPADRE

            Todos los años mi amada esposa Maria Judith Alva Rivera preparaba los mejores juanes de la historia, no solamente para la celebración de la Fiesta de San Juan, que aun viviendo en Lima lo celebramos en familia todos los años, sino que lo preparaba para cualquier evento con la finalidad de no cocinar ese día, que los restaurantes no abundaban como ahora.

            Para toda Elección Presidencial porque todos nosotros éramos nombrados miembros de mesa, de manera que nos hacía llegar los juanes para los tres miembros de mesa. Si queríamos ir a pasear al Parque de la Leyendas, cargábamos nuestro juane para almorzar en el pasto verde, y así para cualquier evento ella nos hacía juanes.

            En una oportunidad se pusieron de acuerdo con nuestra comadre para ir a celebrar San Juan en Cañete donde residía una compañera de estudios de ellas. La amiga era conocida en la escuela como la Duce (Duche).

            Cañete está a 100 km de Lima e íbamos a viajar en nuestra camioneta Station Wagon, nosotros cinco y ellos tres.

            Pero me pareció curioso que nunca preguntaran sobre la gasolina ni los peajes. Supongo que pensarían que como es mi carro yo tengo que hacerme cargo de todo.

            Bueno, fue una sorpresa para la Duce y su familia pues habíamos llevado suficientes juanes para todos. Fuimos bien recibidos.

            En un momento dado vi que mi compadre salió con su hijo a la calle y Charito, mi hija menor de 6 años, los siguió. Fue con ellos.

            Los seguí a cierta distancia y lo que vi me hizo sentir mal. Jamás lo hubiera pensado. Mi compadre compró un chupete para él y uno para su hijo, no le importó que Charito estuviera con ellos. Me imagino que también fue una desilusión para mi hija.

            Me acerqué y llamé a Charito quien me sonrió sorprendida por lo que acababa de pasar, a unos pasos, en la pista, estaba un heladero. Le compré a mi hija el helado más grande y nos sentamos en una vereda para degustarlo frente a mi compadre y mi ahijado.

            Qué tal compadre.

El helado más grande

97 HERMAN MONSTER

            Cuando fui Presidente de la Comunidad Industrial de la Cervecería Backus y Johnston S.A. contraté una secretaria, de acuerdo a las reglas, porque la oficina tenía que estar abierta durante las horas de oficina y yo acudía al terminar mi jornada laboral en la fábrica.

            La Secretaria se llamaba Gladys Olaya Pasco y tenía todos sus documentos en regla. Trabajamos bien, tan bien, que cuando fui elegido Presidente de la Junta de Propietarios del Edificio de la Avenida Manco Cápac tenía que hacer copiar el Reglamento Interno en el Libro de Actas, a mano, para presentarlo en el Juzgado de Paz para su legalización.

            Le pedí a mi Secretaria que viniera a mi casa para un trabajo extra en mi domicilio. Le tomaría todo el domingo llenar el Libro de Actas.

            Pero cuando llegó a mi casa me dijo:

  • Yo he estado en esta casa.

            La miré, la imaginé más alta y con uniforme único, y recién me percaté que ella había sido compañera de estudios de mi hermana menor, Mónica. Cuando mi hermana vino a vivir en mi casa para continuar sus estudios la matriculé en la ESEP “María Parado de Bellido” en el distrito del Rímac.

            ESEP fue solamente un intento del gobierno de turno para revolucionar la educación en el Perú. La ESEP equivalía al 4º y 5º Año de Educación Secundaria y tuvo corta vida, pero las alumnas culminaron la Educación Secundaria.

            Fue entonces que Gladys venía a mi casa para hacer las tareas con mi hermana. Mónica me decía que a Gladys le llamaban en el colegio, Herman Monster.

            “Herman Munster es un personaje de televisión protagonista de la teleserie The Munsters interpretado principalmente por el actor Fred Gwynne. El personaje está basado en el monstruo de Frankenstein de Mary Shelley con el aspecto de la versión fílmica de Boris Karloff”.

            Fuente: Wikipedia la enciclopedia libre.

            Le decían Herman Monster porque usaba zapatos de colegio Herman Munster, que eran zapatos de cuero negro con la planta bien alta y la hacía parecer de mayor estatura y estaban de moda en aquel entonces. En ese momento le dije:

  • Tú eres Herman Monster.
  • Sí, señor, yo soy Herman Monster.

            Entonces es cierto lo que dicen los refranes:

  • La vida es un pañuelo.
  • La vida da muchas vueltas.

            Herman Monster entonces era mi secretaria, pero solamente duró tres meses. De repente dejó de venir a la oficina, y la oficina debe abrir todos los días para atender a las personas que vienen a hacer gestiones.

            Pasada una semana vinieron de su casa para preguntar si sabíamos dónde estaba. No, no sabíamos.

            De manera que contraté otra Secretaria, Consuelo Lucero Paredes.

            Luego de tres meses apareció Gladys para decirme que había estado cuidando a su abuelita, por eso dejó de venir.

            Era, en verdad, la mentira más grande que se podía haber escuchado. No tenía abuelita y en su casa no sabían dónde se encontraba. Solamente hice que el Contador le hiciera su liquidación porque ya tenía otra Secretaria pues la oficina debe atender todos los días.

            Gladys fue, pues, un personaje para la histeria.

Botines Herman Munster

96 EL SEÑOR SPOCK

            En la Cervecería Backus y Johnston S.A., nos enteramos que se había realizado un convenio con la ENIT (Escuela Nacional de Ingeniería Técnica) para recibir practicantes en las diferentes áreas de la empresa. Muchos fueron contratados como Tecnólogos porque ese era su nivel académico.

            En el área de Control de Calidad vino a trabajar un joven delgado con ropa entallada y un corte de pelo estilo militar y que se parecía vagamente al Señor Spock.

            El señor Spock es uno de los personajes más entrañables, al igual que el Capitán Kirk, de la serie de televisión Star Trek. Había muchos fanáticos de esta serie.

            De manera que inmediatamente le denominaron señor Spock a Eduardo Araníbar y, tal parece que el tal nombrecito le agradó y se llamaba a sí mismo Spock.

            En una oportunidad le envié a la Bodega para realizar algunas mediciones, premunido de chompa y casaca de cuero que en las bodegas de una cervecería hace frío intenso, dos grados bajo cero, y desde la Bodega de Gobierno me llamó por el teléfono interno al Laboratorio de Embotellamiento para informarme:

  • Ingeniero Suárez, habla Spock.
  • Dime Eduardo.
  • Acaban de llenar un tanque de cerveza, lo voy a medir de una vez.
  • De acuerdo, Eduardo. Mídelo.

            Cuando se llena un tanque de cerveza en la Bodega de Gobierno, se trata de un tanque de cerveza refinada, listo para ser enviado al Salón de Embotellamiento, por lo tanto, el Departamento de Control de Calidad debe conocer todas sus características técnicas para poder autorizar su envasado.

            Básicamente estas características son: contenido de aire (0.5% o menor de oxígeno), contenido de gas carbónico (.500 a .540%) y tomar una muestra para determinar en el Laboratorio, la turbidez y el extracto que nos permitirá conocer la brillantez de la cerveza y que el contenido de alcohol sea el permitido por las leyes del Perú.

            Spock realmente parecía de otro mundo, algunos decían que era de Vulcano, pero resistía el frío como pocos y era incansable. Terminada la jornada de trabajo iba al Sporting Cristal a jugar fútbol o fulbito. Algunos simplemente le decían Marciano.

            De pronto ingresó a la Universidad Federico Villarreal y estudió los 5 años reglamentarios para graduarse de Ingeniero Industrial. Es el único Tecnólogo de la ENIT que se graduó y no necesitó de la gracia de la UNI y San Marcos para ello.

            Durante 5 años trabajó en el turno de noche (11 pm a 7 am). Como los turnos de trabajo deben rotar cada mes, él cambiaba su turno por el tercero, de amanecida. Solamente un marciano podía hacerlo, que Ingeniería nunca fue fácil.

            Él me explicó:

  • Salgo del trabajo a las 7 de la mañana, llego a mi casa, tomo mi desayuno y me echo a dormir hasta las 2 de la tarde. Almuerzo y voy a la universidad hasta las 10 de la noche. A esa hora vengo a la fábrica y llego a tiempo para comenzar el tercer turno.

            Fue a España, becado para estudiar Cervecería y regresó casado con una española que, seguramente, también era recia como él.

            Como dije, solamente un marciano podía hacerlo y eso era el señor Spock o Eduardo Araníbar. Me alegra mucho haberlo conocido y ser su amigo.

El marciano

95 EL PREMIO

            Un día un millonario decide dar un gran premio a sus empleados. Organiza una gran fiesta en su mansión. Cuando la fiesta está en su apogeo, el millonario dice:

  • A ver, vengan todos y párense alrededor de la piscina. Ven lo que hay dentro en el agua.

            Y en la piscina había tiburones, cocodrilos, pirañas, barracudas, anguilas eléctricas y ballenas asesinas. El rico entonces dice:

  • Hoy los reuní aquí en mi mansión porque me siento con ganas de regalar, pero no lo quería hacer fácil, así que puse todos esos animales peligrosos en la piscina, de manera que el hombre que se tire a la piscina y nade de un lado al otro y salga vivo lo voy a premiar grandemente.

            En eso se oye un gran SPLASH!!! y se ve un hombre braceando en la piscina como un loco a máxima velocidad. Cuando sale vivo al otro lado el millonario le dice:

  • Oh, un hombre valiente, que bien. Qué quieres de los siguientes premios: ¿Mi hija o 2 millones de dólares?
  • No, señor, no.
  • ¿Pues quieres todas mis cabezas de ganado?
  • No señor, no.
  • Ah, pues ¿quieres ser vicepresidente de todas mis compañías?
  • No señor, no, ¡no!

            A esto, sorprendido el millonario entonces le dice:

  • Te he ofrecido grandes premios y los has rechazado, ¿qué es lo que tú quieres?
  • Señor, yo lo que quiero saber es quien fue el desgraciado que me empujo a la piscina.
Una piscina peligrosa

94 CUANDO COMEN LAS DAMAS

            Cuando lean mis libros En Nuestra Selva o Nuestro Amor se darán cuenta que en la casa de mi enamorada Maria Judith Alva Rivera, hoy mi amada esposa por más de cincuenta años, son de poco comer. Comen muy poco y todos eran flacos. Les gusta comer, sí, sobre todo las cosas regionales: majáz, sajino, motelo, paiche, carachama, boquichico, pijuayo, aguaje, humarí, etc., pero comen poco. Yo era el único tragón.

            Pero cuando se trata de pollo a la brasa, doña Judith no para mientes. Se lo come todo. Desde que lo inventaron y lo pusieron en Iquitos, fue su plato preferido por excelencia.

            En cierta oportunidad mi Aseguradora de Pensiones Mapfre nos invitó, al asegurado y su esposa, a la Granja Villa de Chorrillos para celebrar Fiestas Patrias. Nos sirvieron medio pollo a la brasa con harta papa frita y bastante chicha morada. Yo el pollo a la brasa lo como por amor a esta extraordinaria mujer, de manera que solamente comí un cuarto. Judith se comió su medio pollo y el cuarto mío. Las damas pidieron más papas y más chicha y se los dieron. Mapfre nos trató siempre bien. Mi esposa que come poco no parecía hartarse.

            Pero las leyes en el Perú cambiaron y ahora el que quiere se inscribe en una AFP o en el Fondo Nacional de Pensiones. La ignorancia o la avaricia propició estos cambios. Mapfre ya nunca más nos invita nada.

            Dicen que cuando una chica es criada junto con varios hermanos varones, come tanto como los varones porque no quiere quedarse atrás. En consecuencia es tragona.

            Otras veces simplemente come abundantemente porque le gusta comer y tiene con qué.

            Con ocasión de la operación de mi hermana Mónica, pedí a su colega, vecina y amiga, a quien llaman en el barrio de Iquitos, “La viuda”, para que donara sangre. De inmediato aceptó pues eran bastante amigas y compañeras de juerga. En Lima continuaron su amistad. Luego de la donación de sangre, es costumbre convidar a la donante una bebida, principalmente un jugo de frutas enriquecido, pero la viuda me dijo que prefería un caldo de gallina. Eran las 11 de la mañana y frente al Hospital Rebagliati existen varios restaurantes.

            Entramos a un restaurante y le pregunté, más que todo por diplomacia:

  • ¿Estás segura que puedes con un caldo de gallina?
  • Y me falta todavía.

            El caldo de gallina en Lima lo sirven con una presa grande de gallina, un huevo duro entero, una papa entera y harto tallarín. Al final resulta en una sopa de 1 litro. Sorprendido por su respuesta pedí dos caldos de gallina. Pero no pude terminarlo, apenas llegué a tomar un tercio del plato, que era un platón.

            La viuda se tomó todo su plato. Increíble. Me contó que con su hija, adolescente, toman cada una un plato de caldo de gallina y quedan contentas. La viuda es gruesa pero su hija es delgada y comen igual.

            En mi casa, tres hijas mujeres, las mayores, mellizas, comían en el desayuno lo mismo que yo, calentado, tacu tacu, bistec o sánguche de asado o jamón y queso. Excepto la menor, Charito, quien jamás tomaba desayuno.

            Pero una noche escuché ruidos en la cocina a las 11 de la noche, bajé sigilosamente y encontré a Charito, de 4 años friendo fariña en una sartén. Para alcanzar a la altura de la cocina a gas había puesto una caja vacía de cerveza, volteada y se había subido sobre ella.

  • ¿Por qué no me dijiste?
  • Tenía hambre, papá.

            A pesar de haber nacido en Lima, Charito ama todas las cosas de la Selva, de donde somos oriundos todos los demás. La fariña es el alimento fundamental en la dieta loretana y es el subproducto residual de la fabricación del almidón de yuca, tostado.

            Cuando hice dieta para bajar de peso, llegué a comer tan poco que Luisa dijo:

  • Mi papá come tan poco que nos hace sentir vergüenza.

            Siempre estábamos a la caza de algún lugar donde comer cosas especiales. En el Centro de Lima, frente al Mercado Central había un chifa, el único en Lima, que vendía comida china en menú al escoger: todo estaba a la vista y pedías lo que querías. Periódicamente hacíamos excursiones al Centro para disfrutar de éste chifa. Al final resultó que el chifa era del tío de Sandra Chau, compañera de estudios de Luisa en la UPCH. Ahora ambas son Odontólogas.

            En la calle Huancavelica, por donde está la Reniec, había una tienda que vendía antojitos chinos, muy agradables. Igualmente lo visitábamos toda la familia.

            También encontramos un chifa que vendía menú en la calle Grau, en Magdalena, en la esquina de la heladería Speciale.

            Años después descubrimos un chifa que vendía menú en la Av. Universitaria, frente a la Feria Internacional del Pacífico, y Charito llenaba la camioneta con sus compañeros de estudios de la PUCP para ir a almorzar puesto que un menú chifa es “contundente”, mucho más que la comida en la universidad.

            Nos llena de satisfacción cuando alguien que estimas y aprecias y, sobre todo, que amas, disfruta la comida como tú. Es una bendición.

Comen las damas

93 EL JUGO DE FRUTAS

            Por la Plazuela de San Agustín, en el jirón Camaná, en el Cercado de Lima, había una juguería muy especial.

            Paseando por el Centro con mi enamorada Maria Judith Alva Rivera, descubrimos esta juguería y nos encantó su producto.

            Cada que coincidíamos en nuestro viaje a la Capital, vivíamos en Iquitos, nos gustaba pasear por el Centro visitando Iglesias antiguas, las cuales resaltaban por su arquitectura singular y las historias que de ellas se contaba. También recorríamos museos y casas históricas.

            En suma, realizábamos lo que hacen los enamorados, pasear cogidos de la mano. Dichosos tiempos en el que no te asaltaban a cada paso como ahora.

            Esta juguería era única en todo el país. De hecho, había juguerías por todo lima, principalmente en los mercados y algunos restaurantes, pero en aquellos tiempos una licuadora no era un artefacto electrodoméstico. He visto una licuadora con un enorme motor que transmitía movimiento a la licuadora por una faja de transmisión. Debía costar mucho dinero, además de lo aparatoso de su tamaño y peso.

            Pero la juguería que menciono, ni siquiera recuerdo si tenía nombre el local, no nos servía frutas con agua y azúcar, sino jugo de pura fruta, sin agua ni azúcar agregados.

            En verdad parece que utilizaban extractores únicos en el país. Muchos años después llegarían las licuadoras y los extractores electrodomésticos.

            Podías pedir, mango (nuestro preferido), uva, pera, manzana, tuna, etc. Siempre que veníamos a Lima hacíamos una parada en ese lugar para deleitarnos con nuestro jugo especial.

            Cuando llegamos a vivir con nuestras hijas, paseábamos por el Centro pero ellas eran más de visitar tiendas Monterrey, tiendas Tía, Oechsle o Sears. En tiendas Tía hacíamos un alto en la jornada para atiborrarnos con un buen lonche. Era el preferido de ellas.

            En un lugar cerrado de la tienda, al ingresar te entregaban una boleta donde estaban escritos cantidades en soles y centavos, cuando cogías lo que deseabas comer, la chica que atendía marcaba en tu ficha el valor. Al salir la cajera sumaba el total y pagabas. Todas las viandas estaban a la vista y tomabas lo que te atraía por su aroma o por su forma.

            También visitábamos con ellas las Iglesias y museos, pero preferían visitar tiendas para mirar novedades y hacer sus pedidos para la próxima visita.

            No hay nada como pasear con la familia, pero no dura mucho. Pronto tendrán compromisos del colegio o la universidad y ya no puedes contar con tenerlas a todas juntas todo el tiempo. Luego el matrimonio y con pandemia de por medio ya ni nos vemos en persona. Pero felizmente todos estamos con buena salud, algunos ya vacunados y otros en espera, pero todos felices, contentos y agradecidos por la vida y la salud.

Licuadora medio antigua