LOS AMIGOS DE LA INFANCIA

Nacido en Iquitos, tuve una infancia bastante movida, con situaciones que marcaron mi vida: Secretario de Actas del Club de fútbol de mi salón a los 8 años y también “canillita” del diario El Eco.

Aprendiz de músico en la Banda de músicos del colegio a los 12, canillita del recién estrenado diario El Pueblo y desde siempre aventurero consumado.

Con mi hermano Raúl y los muchachos del barrio, primera cuadra de Ricardo Palma, íbamos a pie a San Juan a pasar la Gran Fiesta. Allí estaban Lucho y Ulises García Meléndez, Arturo Chumbe Mori, Pablo Delgado, Javier Arévalo, Emiliano Trigoso, Abilio, etc.

Nos íbamos a bañar en la quebrada de Paíno por Versalles,  la lagunita Moronilla en La Circular, el lago Moronacocha en La curva, el río Itaya por El Hueco, la playa del río Nanay, la piscina artesanal Pucayacu en la carretera a San Juan, Rumococha, Quistocha, Santa María y más de una vez cruzamos el Amazonas en canoa. Me acompañaban en esto Pasión Alegría Vásquez y Néstor Najar Llerena.

En todas estas situaciones contaba con amigos que se complementaban muy bien conmigo, y de todos ellos guardo recuerdos muy lindos. Fue, de hecho, una infancia extraordinaria y feliz.

Tenía un compañero en el colegio, Carlos, del primero al quinto, con quien participábamos en muchas actividades sociales y culturales, íbamos al cine y entrenábamos juntos los ejercicios del método de Cultura Física de Heini Wenzel pues ambos queríamos ser Comandos del Ejército.

A muchos de mis amigos de la infancia los volvía a encontrar cuando regresábamos a Iquitos y a muchos más los perdí de vista.

Trataba de ubicarlos porque siempre pensé que al encontrarlos, aunque sea después de muchos años, seguiríamos siendo los amigos de antes con muchos intereses comunes y continuar así nuestra amistad tan linda. A quien con más empeño busqué fue a Carlos.

Por fin, después de más de 50 años, encontré en el internet a mi amigo Carlos, andaba a caballo entre Estados Unidos, España y Lima y reanudamos nuestra amistad por correo. Cuando iba a venir a Lima le invité a mi casa y para conocer mejor sus gustos le pregunté qué gustaba beber: cerveza, vino o pisco. Me contestó altanero “un buen whisky”.

Bueno, mis hijos me regalaron hace algún tiempo un Chivas Regal de 12 años y me dispuse a agasajarlo con él, sería el momento ideal para la que estuve guardándolo

Preparamos un lindo almuerzo pero no llegó a la casa. Por la tarde llamó para decir que estaba de paseo en Pisco y que por eso no pudo venir. Mi esposa me hizo entender que era mejor no volver a invitarlo. Bueno el Chivas aún sigue intacto esperando su oportunidad.

Entró mi amigo en mi red del Facebook y cuando en mi muro aparecía una nota o un meme sobre el Papa o cosas de la Iglesia se soltaba a hablar groseramente de los sacerdotes o del mismo Papa. Si lo llamaba al orden su reacción era más dura aún por lo que lo borré de mi red, del e-mail y de mi vida misma. Hay, pues, cuestiones con las que no transijo jamás.

Luego en el  Facebook apareció otro amigo de la infancia que parecía muy contento de haberme encontrado y se mostraba interesado en venir a mi casa. Me puse en guardia. Y apenas apareció en el Fb una nota sobre el Santo Padre se soltó a despotricar sobre el Papa, el Vaticano y los Tesoros del Vaticano. No esperé más y lo borré para siempre.

De niños somos lindos amigos pero luego no sabemos su forma de vida ni su manera de pensar. Cómo de muchachos educados y respetuosos pasamos a adultos necios e irrespetuosos y desconsiderados.

Definitivamente, los amigos de la infancia han sido muy importantes en mi vida, pero pertenecen a eso, la infancia, y deben quedarse allí. Traerlos al presente algunas veces puede resultar contraproducente.

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