92 CABEZA DE TECHO DE PAJA

En 1973, alquilé una habitación en una casa en la calle Las Turquesas en la Urbanización Balconcillo en La Victoria porque me quedaba cercano a mi trabajo en el Instituto de Salud Ocupacional. Era una casa de dos pisos con cuatro dormitorios y azotea. Los inquilinos podíamos usar toda la sala, comedor, cocina y azotea. Estaba solo pues mi esposa y mis hijas las mellizas Lisa y Cisa vivían en Iquitos, mientras se pudiera “conseguir” el traslado de mi esposa, Profesora, a Lima.

También tomó una habitación una joven profesora Lily Linares, con quien tuvimos una gran amistad, al igual que con su enamorado Samuel Adrianzén.

Lily Linares era natural de Chiclayo y Samuel Adrianzén era Piurano. Lily trabajaba en Chorrillos y Samuel, Contador, trabajaba cerca a nuestra casa.

Cuando venía mi familia a visitarnos, tomaba dos habitaciones, porque venían con su nana, y Samuel nos sacaba a pasear en su Peugeot. Un domingo de verano nos llevó a Punta hermosa donde estuvimos todo el día en la playa.  A las seis de la tarde les dije para volver y mi hija Claudia sacó a relucir toda su rebeldía de sus escasos tres años “¿Para qué nos traen si nos van a llevar tan pronto?”. A las 8 de la noche emprendimos el retorno.

Samuel nos contaba que allá en su lejana Piura, cuando era chico, un señor se había molestado con los muchachos porque jugaban en su patio, pero toda su furia se había centrado en él – “Tú, cabeza de techo de paja” – le dijo.

Y siempre nos recordaba que el viejo de Piura le había dicho Cabeza de techo de paja, y se reía.

En una oportunidad nos hizo una adivinanza “¿Cómo se llama la mujer del huevo?”. Como no dábamos nos dijo “¿Nunca han escuchado decir clara de huevo? Clara es, pues, la mujer del huevo”.

Resulta que en la casa vino a vivir una dama que algunas noches recibía la visita de un señor misterioso que jamás saludó ni se presentó. La dama se llamaba Clara.

Mi habitación era el punto de reunión pues tenía una gran Radiola y un Televisor de 24 pulgadas; el summum de aquella época. Y Samuel mirando por la ventana a la calle nos dijo “allí viene «don Huevo»”, comprendimos el chiste y nos matábamos de risa: El misterioso caballero venía a visitar a doña Clara.

Mientras hacían planes para casarse, nosotros estábamos incluidos  en ellos porque íbamos a ser los padrinos del “Cabecita de techo de paja” que vendría en algún momento. Desde entonces nos llamábamos compadres y compadres fuimos para siempre.

La verdad es que ellos, los esposos Lily y Samuel, son Padrinos de Bautizo de nuestra hija Claudia Inés. Tuvieron tres “Cabecitas de techo de paja”: Manuel, Carlos Alberto y Jorge. Samuel hace años que está en el Cielo.

El Bautismo de mi hija Claudia

 

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