Desde que comenzó el suavizamiento de la cuarentena, innecesariamente estricta, mi hija me dijo para salir al parque Candamo para hacer pasear a la pequeña Ainhoa.
Solamente un paseo corto, insistió ella. Y bueno, comprendí que la niña debía salir a pasear para reconocer las calles y parques, de manera que acepté gustoso.
Cada sábado por la tarde salimos a golpe de las cinco, cogidos por la mano para que la bebe no se caiga. Recorremos la calle, bordeamos el parque Candamo e ingresamos por una esquina. Ainhoíta aprovecha para hacer su caminata por el borde de los jardines para entrenarse en el equilibrio que ello conlleva.
Si no hay más niños, Ainhoa sube sola a la glorieta china, se trepa a los bancos y luego de estar un rato, que ella misma decide, salimos y emprendemos el retorno a nuestra casa, no sin antes pasar por el “Yockey”, el centro comercial del barrio al que Luisa le puso en su momento tal sobrenombre a “semejanza” del Jockey Plaza. Es decir, el Jockey de nuestro barrio.
En este centro comercial, construido por los exambulantes de la esquina del Centro Comercial, Pedro compra, solamente desde la puerta, una lámina con estíqueres que son del agrado de la pequeña.
Se emociona cuando su papá le entrega la lámina porque cada vez es diferente y así aprende un montón. Es la alumna favorita del Nido Arco Iris y la Directora siempre pide permiso a Charito para enviar a la UGEL el material grabado con Ainhoa.
Al llegar a la esquina de nuestra cuadra emprende una carrera hasta la casa a la par con su papá. Este es el juego que Pedro, maratonista, le enseñó desde pequeña.
Quedamos todos contentos, sobre todo yo que sigo creyendo que me invitaron para hacer pasear a la niña. Iluso de mí. Me invitan al parque con Ainhoa para hacerme pasear a mí, pero igual, me siento contento de seguir siendo útil.