UN MODO PARTICULAR DE HABLAR

            Loa loretanos tenemos nuestro modo particular de hablar y de decir las cosas, característica que a muchos desconcierta y a otros mueve a la burla, como si ellos fueran perfectos.

            Lamentablemente quienes se burlan ni tienen educación ni tienen buenos modales, entonces, desde su ignorancia, recurren al único expediente que les es dado, la falta de respeto.

            Recuerdo cuando en la cervecería la Dra. Bedoya me “contó” que había venido un practicante “Charapa” y le había pedido papel de primera copia.  Cuando lo dijo se rieron por igual, characatos, sayaneros, huachanos, mochicas.

            Se rieron hasta que le explique a la doctora que en Iquitos cuando vamos a la librería pedimos las cosas por su verdadero nombre: papel de primera copia es lo que ustedes conocen como papel bond, papel de segunda copia es llamado por ustedes papel copia y papel de tercera copia a ustedes les suena papel periódico o papel bulk.  Es así como se escribe a máquina en original y dos copias, intercalando el papel carbón.

            Con esa cátedra, nunca más volvieron a contar el chiste y, menos aún, a reírse. Se habían dado cuenta que ellos solamente eran unos simples e ignorantes.

            Se viene la Fiesta de San Juan, fiesta grandiosa en toda la Amazonía cuya celebración tiene ribetes magníficos.

            En cierta oportunidad, el año de 1956, el Club de Tenis Iquitos organizó su Fiesta de San Juan, para lo cual colocó pancartas en las principales calles de la Plaza de Armas con un eslogan que pretendía ser festivo pero que más bien sonó a burla:

VAMOS A LA FIESTA DE SAN FAN

            El Dr. Carlos del Águila, Químico Farmacéutico dueño de la Farmacia La Saona que estaba ubicada en el jirón Lima, entre Ricardo Palma y San Martín, y profesor de Iniciación Técnica Químico Industrial, comentó acremente este hecho porque sus autores quisieron ser graciosos pero en cambio recibió el repudio de la colectividad porque fue considerado un insulto.

            Tenemos nuestra manera peculiar de hablar pero ello no puede dar pie a que personas de este mismo lugar se quieran burlar. Suena más bien a gente sin corazón.

            Desde hace siglos cada 23 de junio se congregan miles de personas en torno a las tradicionales hogueras para celebrar la víspera de san Juan. Según cuentan, Zacarías mandó encender hogueras cuando nació San Juan para anunciarlo a los 4 vientos.

            Esta es la tradición que celebramos y honramos en el Día de San Juan; en mi casa de la infancia mi mamá preparaba los juanes y la chicha fresca de maíz. En la escuela nos daban salida el 23 a las 11 am, según nos decían, para ir a ayudar a preparar los juanes en nuestra casa. Pero más bien recorríamos las carpinterías para solicitar gratis las virutas para preparar nuestros shuntos de la noche. Dichosos tiempos aquellos.

QUÉ VERGÜENZA POR DIOS

QUÉ VERGÜENZA POR DIOS

            Una frase que se sale de todos los cánones del sentido común y del buen decir.

            Fuimos criados por padres amorosos y en nuestro hogar aprendimos a realizar todas las cosas que se necesitaba en nuestra casa. Desde acudir cada día a la Proveeduría del Ejército para recoger el pan y la carne de res y a fin de cada mes a sacar los “víveres” para nuestro sustento de todo el mes, lo cual incluía arroz, frejol, azúcar, manteca, aceite, leche, fideos, café, etc.

            Teníamos, además, la obligación de tostar los granos de café y molerlos. También molíamos en batán la sal que era bien gruesa y estaban lejanos los tiempos en que se adquiere la sal en bolsas de un kilo, para cocina o para mesa, con añadidos, por orden del gobierno, de yodo y flúor. Por nuestra parte comprábamos maíz para tostar, moler y cernir para llenar unos cucuruchos de papel que vendíamos en el colegio.

            En nuestro tiempo no se denigraba el trabajo infantil y trabajábamos en lo que hubiera, con tal de entregar a nuestra madre nuestra ganancia.

            Veía a mi papá lavar los platos después de la cena y cuando mi madre se fue al Cielo, mi padre lavaba la ropa de toda la familia, por lo que dimos en ayudarle en esas labores. Quien primero llegaba a la casa paraba la olla y se disponía a preparar el almuerzo; cuándo  llegaba Wilma se encargaba de darle la sazón a lo que estábamos haciendo: todos, hombres y mujeres.

            Aprendimos que lo normal es que nuestro padre nos cargara cuando éramos pequeños y a nadie le parecía mal. También cuando nos tocó ser padres, nos llenaba de orgullo cargar a nuestra pequeñas hijas (En lenguaje loretano del nivel más culto se dice amarcar). En mi caso el motivo era doble, y en palabras de mi amada esposa:

  • Al hombre más vanidoso del mundo tenía que tocarle tener hijas mellizas.
  • Como el “sastrecillo valiente”: dos de un solo golpe – era mi respuesta.

            Solamente sonreía cuando ella me decía eso, pero en stricto sensu, que un padre cargue a sus hijos es lo más normal del mundo y era así para nosotros, sin sentirnos nada especial.

            Aunque, a decir verdad, es en los últimos tiempos donde se ven casos más numerosos de hombres cargando a sus hijos o empujando el cochecito.

            Alejandro Acosta era el Asistente del Jefe de Guardia del Laboratorio de Embotellamiento en el Segundo Turno. En ese tiempo los empleados y los obreros trabajaban  en turnos fijos, somos los Ingenieros quienes rotábamos en los tres turnos.

            Por tanto cada que me tocaba el –segundo Turno, me encontraba con Alejandro, más conocido como el “Gordo Acosta”, o también “Gordillo”.

            Era sumamente servicial y serrano hasta la médula de sus huesos y cada lunes llegaba cantando y zapateando el huayno de moda con que se había vacilado el fin de semana. Como él, muchos trabajadores eran oriundos de La Pampa, provincia del departamento de Ancash.

            Si necesitabas un abogado para “desahuciar” al inquilino de tu departamento o contratar a unos matones para el “lanzamiento”, acudías a él. Me puso en contacto con un abogado muy bueno y efectivo; y llegado el caso me puso dos hermanos modelos de la tienda Ternos Mister, de 1.80 m de estatura, atléticos, para lanzar a los inquilinos y poder pasar a vivir en nuestro departamento que habíamos adquirido “ocupado”.

            Pero un día llegó con una noticia que, para él, era, vergonzante e indigno. Como trabajaba en el Segundo Turno, por las mañanas salía a recorrer su barrio del Rímac o a pasear por la Plaza de Armas. Justamente en la Plaza de Armas fue testigo de “tal hecho sin precedentes”. Horrorizado dijo:

  • ¡Qué vergüenza, por Dios!

            Sorprendido por lo que decía, pensé que se trataba de algo horrendo lo que había ocurrido: Gordillo había visto al Ingeniero de Mantenimiento Mecánico cargando a su hijita. Y, para mayor “vergüenza”, en la mismísima Plaza de Armas. “¡Qué horror!”.

  • Oye ¿tú estás loco?
  • ¿Cómo va a estar cargando a su hijo delante de todo el mundo?
  • Si eso es lo que hacemos todos los padres.
  • ¿Tú has cargado a tu hija?
  • A las tres las he cargado y con orgullo. Es lo normal en las personas de bien.
  • Yo jamás he cargado a ninguno de mis hijos.
  • Pues, tú te lo perdiste. Perdiste la oportunidad de ser un buen padre y perdiste la oportunidad de ser un hombre.

            Me miró completamente sorprendido, no solamente porque no le seguí la cuerda sino que le di una lección para que no ande haciendo el idiota.

            El Ingeniero Mecánico había ido con su esposa e hijita a la Municipalidad de Lima, cuyas oficinas están en la Plaza de Armas, para regularizar su matrimonio con su esposa y, mientras su esposa cargaba el enorme bolso que es necesario llevar cuando se anda con bebés, el esposo cargaba a la pequeña. Cuando la esposa está sana se alternan los papeles, pero si la esposa tuvo cesárea, es el marido quien carga con todo. Es lo más natural del mundo y así me lo enseñaron y nosotros a nuestras hijas y yernos.

            A eso se llama amor.

UN ABRAZO ENORME

            Cuando somos pequeños vemos a nuestro padre con ojos plenos de admiración y cariño, lo cual nunca disminuye porque entonces comprendemos el esfuerzo inmenso que significa criar un hijo.

            Todo lo que quiere el padre es que su hijo sea un gran profesional en el campo que su propia cualidad le impulsa y se llena de emoción con cada uno de sus logros.

            Lo he vivido plenamente con mi señor padre don Pedro Suárez Soto quien solamente tenía frases de elogio para todo lo que yo hacía que, en buen romance, fue abundante.

            Un padre no necesita dar a su hijo lecciones de amor sino que uno aprende de lo que le ve hacer. Es por ello que el Papa santo Juan Pablo II decía:

Más convence el que da testimonio que el que enseña.

            Y el padre Juan Cuña Calavia, nuestro asesor espiritual, corroboraba:

Eso es cierto, necesitamos más testigos que teólogos.

            Aprendemos a amar viendo a nuestros padres y enseñamos a nuestros hijos con nuestras acciones y ellos a sus propios hijos en una cadena sinfín de amor.

            Estaba en Primero de Secundaria cuando mi padre me dijo que en el trabajo (Empleado Civil del Ejército) le van a tomar examen para el ascenso. Me dijo también que generalmente les toman cálculos de porcentajes y regla de tres.

            Me preguntó también si yo podía enseñarle. Claro que podía y nos pusimos “manos a la obra”. Una gracia de mi papá era que en la casa teníamos una pizarra de dos metros por uno, además de un mapa militar del Perú “viejo” y grande que se trajo a la casa cuando lo reemplazaron por uno nuevo en su trabajo.

            Esto solamente nos indica que ante cualquier duda su frase lo resume todo: a la pizarra, o en su defecto, al mapa, entonces todo se aclaraba.

            Le explicaba paso a paso cada uno de los ejercicios pertinentes y al día siguiente volvía a la casa, tranquilo, contento, y me decía que le pusieron 20 de nota.

            Cada año le ascendían, recorrió toda la escala de categoría de obrero (10 niveles) y toda la escala de categoría de empleado (10 niveles), hasta llegar al Grado de Subteniente del Ejército. En ese momento se dio de baja, es decir, se jubiló.

            Todo lo que él hizo por mí, pude retribuirle con afecto y, por ello, sentíamos ambos un cariño muy especial que nos llenaba de alegría el corazón.

            También nuestras hijas nos retribuyen todo el amor que las hemos brindado y por ello nos sentimos orgullosos. En todo lo que ellas emprenden son apoyadas totalmente por sus esposos y así crían a sus hijas con amor y rinden tributo a sus mayores. Tenemos la suerte de que en la familia nuestros yernos son buenos como el pan.

            Esto es lo que significa ser padre y por ello un abrazo enorme para sellar nuestro amor.

¡FELIZ DÍA DEL PADRE AMADOS YERNOS!

JORGE LUIS

JUAN ORLANDO

PEDRO PABLO

Este post se publicó en Facebook el 18 de junio de 2023 con ocasión de celebrarse en nuestro Perú, “El Día del Padre”.

UTÉ NO SE ME HACE ROCA

            Las esposas de los oficiales de nuestro ejército no siempre son personas cultas ni de alto rango. Supongo que pasando la mayor parte de su tiempo en el cuartel, no les queda mucho tiempo para hacer vida social en el mundo civil, de allí su elección.

            En una Guarnición Militar en la Zona de Fronteras, la mujer del Teniente viene a ser una especie de “mariscala” y se cree con derecho a gritar a los individuos de tropa y de reclamarles por todo.

            En la Guarnición de Curaray, la mujer del teniente gritó al panadero:

  • Uté no se me hace roca. Uté se me hace roquete.

            Muy culta no era la señora y en nuestro mundo, Loreto, donde todo el mundo asiste a la escuela, sabemos hablar bien y expresarnos correctamente. Pero las personas que vienen, supuestamente de Lima, se les llama genéricamente limeños y se les reconoce porque hablan rápido y, sobre todo, mal: redondeando la sílaba final.

            Pejcao, pejcaíto, he comío, he tomao, ha corrío, etc., son frases usuales en boca de dichas personas. Pero, además, algunas que viajaron a Lima y quieren aparentar ser limeñas, hablan mal y parecen desconocer las cosas más elementales de nuestra tierra.

            Es proverbial el cuento de la dama que trataba de aparentar en el Mercado de Belén que no conocía el pescado que estaba viendo en la bandeja de la vendedora y señalándolo con el dedo preguntó:

  • ¿Qué pecao e ete?

            Cuando de pronto el pescado que estaba vivito y coleando, le mordió el dedo. Sin más la dama gritó:

  • Ayáu maldita paña.

            Sí lo conocía bien pero intentaba hacer creer que no.

            La mariscala le gritaba al panadero que no hiciera rosca, un pan propio de nuestra Amazonía (con sal) e intentaba ordenarle que hiciera rosquitas dulces, pero su expresión era en verdad torpe e inapropiada. El soldado era panadero, no pastelero o repostero.

            Todas las historias de las Guarniciones Militares me los contaba mi madre y los atesoro con amor. Todo el tiempo hablaba con ella.

            Por supuesto que los soldados, compañeros del panadero, le celebraban lo que le había dicho la mujer del Teniente. A propósito, mi madre nunca usó la palabra burlarse o fastidiar, siempre me decía que le celebraban.

            Ignoro si el panadero hizo las rosquitas, pero todo el mundo sabe que el pan se hace con levadura de cerveza y los dulces con polvo de hornear. Es difícil disponer en una Guarnición Militar de artículos de repostería.

UNA HISTORIA EN DOS IMÁGENES

            Estamos hablando de Oliwia Dabrowska, quien tuvo un papel minúsculo en la película. Ni siquiera tenía una línea de diálogo. Pero dio mucho color a la película y tuvo un impacto devastador.

            Oliwia Dabrowska a los 3 años interpretó a la niña del abrigo rojo en “La Lista de Schindler”, de Steven Spielberg. El único color en una película ambientada en la guerra que, por lo demás, era en blanco y negro.

            Nos estamos refiriendo a una imagen de la película en la que se observa a un grupo de judíos condenados a morir en el Holocausto, escoltados por soldados nazis, y a la pequeña Oliwia en primer plano con un abrigo rojo, la única imagen de color en el film. (imagen 1).

            Cuando su pequeño cadáver es arrojado a la pila de cuerpos judíos que están siendo quemados, sientes como si te arrancaran el corazón.

            La Lista de Schindler

            La Lista de Schindler es una película estadounidense de 1993, del género de drama histórico, dirigida y producida por Steven Spielberg.

            El film relata un período de la vida de Oskar Schindler, un empresario alemán que salvó de morir en el Holocausto a más de mil judíos polacos durante la Segunda Guerra Mundial, empleándolos como trabajadores de sus fábricas.

            El actor principal es Liam Neeson como Oskar Schindler.

            Esta obra es considerada por muchos como una de las mejores películas en la historia del cine, el filme de Spielberg fue también un éxito de público que recaudó 321.2 millones de dólares en todo el mundo.

            El año de 2018 se cumplió los 25 años de su exhibición y fue ampliamente celebrada. Oliwia Dabrowska cumplió en ese entonces 29 años de edad (imagen 2).

            El Director le advirtió a Oliwia que no viera la película hasta tener 18 años. Pero no le hizo caso y la vio a los 11 años y le pareció horrible, se sentía muy mal.

            Pero cuando la vio de adulta comprendió en toda la extensión el significado de lo que había hecho: “Fui parte de algo de lo que me siento orgullosa”.

EL CEPILLO

            Siempre hacen memes sobre las medias y que da miedo comprobar que las medias desaparecen, sin que jamás se sepa a donde se fueron.

            Una vez boté 48 medias que estaban sin pareja. En otra ocasión 32 y aún ahora tengo 6 medias sin par. Jamás me pude imaginar cómo era posible. En el primer  caso sospechaba que la empleada botaba las medias sin darse cuenta, pero en el segundo caso ya no teníamos empleada y como también se perdieron llegué a pensar que la lavadora se los tragaba.

            El misterio es que nunca aparecieron y sigue siendo el secreto inextricable más curioso, a nivel mundial.

            Pero en mi casa, esposa y tres hijas, se pierden también los peines. Ojo que las damas deben tener siempre un peine a la mano, aunque para cada situación requiera determinado tipo de peine.

            Cada mes iba al Mercado Central para cobrar la renta de la tienda que mi esposa compró; aprovechaba para comprar un blíster (conjunto o set) de peines de tamaños diversos y diferentes colores: Pero nunca había peines en la casa.

            Tenía que salir embalado (a toda prisa) para llegar a la hora justa al trabajo y no podía perder tiempo buscando peines, por lo cual me compré un peine de bolsillo y lo hacía andar en el bolsillo de mi camisa.

            A pesar de la compra mensual de los peines en juegos de 10 unidades, cuando la pequeña Charito tenía que ir al colegio, vi que la empleada sacaba de su cabello un peine para peinar su larga cabellera. Consuelo sí era “segura”, tampoco tenía que ponerse a buscar peines que nunca estaban visibles.

            Nunca pude explicarme a donde iban a parar los peines, misterio tan insondable como el caso de las medias.

            Por el tiempo en que se iba reduciendo mi cabello, pregunté a Luisa si tenía un peine. Me entregó un cepillo de cerdas. Cuando me peiné sentí una conmoción en mi cabeza.

            Le dije a mi hija:

  • Siento como si un millar de hormigas estuvieran andando por mi cabeza.
  • Eso es bueno, papá. Significa que se está reactivando la circulación de la sangre y puede hacer crecer nuevos cabellos
  • Eso sí estaría bien.
  • Quédate con el cepillo, yo tengo otros.

            La verdad que aún ahora lo sigo usando y todavía tengo cabellos en la cabeza: Un hecho fortuito nos enseñó que usar el cepillo de cerdas puede ayudar en el mantenimiento del cuero cabelludo.

            Posdata, ya no se pierden los peines y tampoco voy al Mercado Central hace ya varios años. Aparte que ya no los necesito porque con el cepillo que me regaló mi hija tengo más que suficiente (nunca se perdió).