EL PROFESOR DE DIBUJO

Nos pasamos toda la educación primaria teniendo como única manifestación de arte el cantar las canciones escolares, pero ningún profesor te daba ni la más pequeña enseñanza de dibujo y menos de pintura o escultura.

Sin embargo tenías que presentar láminas dibujadas en cartulina y con lápices de colores. Lo solicitaban a principio de año en la lista de útiles escolares pero jamás te enseñaban a utilizarlos.

Si, llevado por tu afición, te anotabas para dar una poesía o una canción, no te ayudaban con tu preparación. Al parecer el arte no forma parte de la formación académica de los Normalistas, o no les interesa en absoluto enseñarlo.

Cuando pasamos al Colegio Secundario se nota un cambio total en el comportamiento tanto de los profesores como de los alumnos, quizás debido a que la mayoría de quienes enseñaban no eran docentes sino profesionales de otras ramas de la actividad  humana: Médicos, Abogados, Militares o Ingenieros.

Nuestro profesor de Dibujo en el Primero de Secundaria era el Profesor Linares. Alto, flaco como una lombriz, razón por la que le llamaban “Cuica”, lombriz en loretano, y era un verdadero artista, Además del dibujo, la pintura y la escultura, cultivaba la práctica de la mandolina. Pero era un ser insoportable y un genio malvado.

Fue el único que nos dio verdaderas lecciones de dibujo, y el punto de mira, la línea de horizonte, las líneas de fuga y la perspectiva eran elementos comunes en esta clase. En la primera clase traía el boceto con todos estos elementos mencionados y en la siguiente clase lo traía empastado y en la tercera clase el trabajo terminado. Teníamos que hacer la lección en clase mientras él se paseaba por entre las filas de carpetas bipersonales y cuando veía que estabas errando el trabajo se detenía y te increpaba sin más:

  • ¿Pero eres imbécil? ¿No te das cuenta que la línea de horizonte está mal ubicada? Arréglalo pedazo de bruto.

Este profesor cajamarquino se llevaba mal con todos los demás profesores, a tal punto que cuando el Director de la GUE Dr. Juan Ángel Dextre Rojas plantó el “Arbolito de la Confraternidad” en una emotiva ceremonia, el arbolito se secó, lo que motivó a que el alumno Benites lanzara su famosa sentencia:

  • Cómo va a crecer el arbolito de la confraternidad si el Profesor Linares no es amigo de nadie.

Pero era el artista que diseñaba la insignia de la GUE y lo trasladaba y pintaba en la parte trasera del ómnibus del colegio y se veía muy bonito. Era el mandolinista que amenizaba las veladas Literario – Musical acompañado por la guitarra del profesor de Primaria Renato Mesía en las ocasiones especiales en que se invitaba a los padres de familia. Era por lo tanto muy apreciado por las autoridades del colegio que pasaban por alto su pésimo carácter.

El Profesor Linares “Cuica” sostenía que el blanco y el negro no son colores: el blanco es luz y el negro es ausencia de luz.

En Segundo Año nuestro profesor era Rengifo a quien llamaban “Bayuca”, gusano con vellosidades que al tocarlo resulta urticante, quizás por el bigote tipo Hitler que usaba. Era de profesión Dibujante Técnico y Pastor Adventista. Jamás pintó, su asunto era solamente el dibujo de formas geométricas. Él dibujaba en la pizarra y nosotros lo copiábamos.

En el Tercer Año nos tocó el “Loco” Gil; nunca supe si era Médico Veterinario o Ingeniero Agrónomo, pero era el Jefe de la Granja Militar. Era  hermano del “Loco” Gil, Médico del Ejército.

Era Dibujante Comercial, basado solamente en líneas y círculos como los que se emplean para los iconos de deportes o de seguridad. Andaba siempre con un cartapacio voluminoso y a veces sacaba de él una revista de modas y dibujaba en la pizarra una pierna femenina, seguramente una propaganda de medias de mujer, y teníamos que copiarlo en nuestro cuaderno de Dibujo Raphael. Otras veces hacía letreros señaléticos, pero jamás hablaba.

A pesar de “tamaño esfuerzo de nuestros profesores” hubo alumnos que sobresalían en el arte del dibujo y la pintura, e incluso hacían negocio con ello. Había en la calle Brasil un dibujante que pintaba los polos de algodón con la insignia del CNI, muy solicitado, su precio era cómodo, pero otros cobraban para hacer la tarea de los alumnos menos dotados para el arte, para presentarlo en el colegio como su “trabajo”.

Es conocida la anécdota del alumno León Urrunaga, quien en el examen final de Dibujo presentó una lámina extraordinaria y el profesor Cuica, para burlarse, le preguntó a boca de jarro:

  • ¿Cuánto te costó?

Queriendo significar que era imposible que el alumno lo hubiera hecho.

El alumno, no se sabe si por la pregunta de sopetón o simplemente porque le resbalaba la actitud del profesor, contestó al toque:

  • Veinte soles profesor.

Cogido de sorpresa, el profesor Cuica lo aprobó. No esperaba una respuesta sincera o cínica.

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