EL PROFESOR VISIGODO

EL PROFESOR VISIGODO (1)

En Segundo de Media de la GUEMORB el Profesor de Historia del Perú, Walter Salazar Souza, Director del diario El Oriente y locutor de una emisora local, nos explicaba sobre los inicios de la Edad Media en Europa y cómo España había sido invadida por los bárbaros, en particular por los Visigodos que estuvieron 8 siglos en la península Ibérica.

En ese momento pasaba por la puerta del salón el profesor de Geografía y de Castellano, de cuyo nombre no quiero acordarme, momento que el profesor Salazar aprovechó para decir: Los visigodos eran unos tipos burdos más o menos como su profesor de Geografía y Castellano.

Y desde entonces el profesor de Geografía y Castellano se llamó Visigodo.

EL PROFESOR VISIGODO (2)

El profesor Visigodo en clase de Castellano nos dictaba de su libro un modelo de oficio. Era evidente que el libro tenía gruesos errores tipográficos que cualquier persona medianamente culta se hubiera dado cuenta de inmediato, pero no el profesor Visigodo pues era bien burro e ignorante.

En mi generación desde los 6 años de edad lidiamos con oficios: Una calle deseaba jugar un match de fútbol con tu calle, te enviaba un oficio y le respondías aceptando con otro oficio, por supuesto, escrito en papel de oficio. Ningún equipo de fútbol (no existía el fulbito) que se respete iba a organizar un Campeonato Relámpago sin enviar el correspondiente oficio a todos los equipos existentes y estos a su vez aceptaban con un oficio.

En Segundo de Media estábamos más que expeditos en materia de oficios.

El profesor Visigodo comenzó a dictar desde el “cuerpo”, siguió con la “despedida” y finalmente dictó el “encabezado”.

Le dije que estaba mal ese oficio; se molestó, en tono matón preguntó:

  • ¿Vas a saber más que el profesor?

Le dije que sabía escribir un oficio. Me botó de la clase y me puso cero.

En la clase siguiente, de arranque nos dijo:

  • El día de ayer les dicté mal el modelo de oficio, ahora les voy a dictar un modelo que está bien.

No me pidió disculpas ni borró el cero que me había puesto. Era un visigodo.

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