LA PALMA BENDITA

“Trajeron el burro a Jesús, le pusieron sus capas encima y Jesús montó en él. Muchas personas extendían sus capas a lo largo del camino, mientras otras lo cubrían con ramas cortadas en el campo.

Y tanto los que iban delante como los que seguían a Jesús, gritaban:

«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Ahí viene el bendito reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»” (Evangelio de san Marcos, Capítulo  11, Versículos 7 – 10)

            La procesión de las palmas en el Domingo de Ramos es característica en este día porque cuando Jesús entró a Jerusalén, la gente le aplaudió con palmas en las manos. Este objeto era símbolo de fecundidad y riqueza para el pueblo judío y se podía utilizar para hacer pan y miel.

            La palma es bendecida por el sacerdote y colocada en un lugar privilegiado durante toda la Semana Santa. Cuando acaba, se quema en la iglesia y se utiliza la ceniza en el Miércoles de Ceniza del año siguiente. Además de con palmas, a Jesús también lo recibieron con ramas de olivo, que era un símbolo de la paz.

            Ahora, en este tiempo, la palma la compramos cerca del atrio del templo. Esto se debe a que la mayoría de personas vivimos en departamentos donde apenas puedes tener una macetita con cactus enano o, tal vez, una plantita de menta, un buen digestivo. No existen huertos de libre disposición para arrancar las palmas. El sacerdote bendice las palmas y la conservamos en nuestro hogar: la palma bendecida protege la casa de todo mal.

            Pero cuando era niño, allá en la lejana ciudad de Iquitos, muchos iban al monte a coger las palmas, siempre nos regalaban una ramita. Asistíamos a la fiesta del Domingo de Ramos, tomábamos parte en la procesión y llevábamos a nuestra casa las palmas bendecidas.

            Mi mamá conservaba estas hojas de palmera, generalmente de chambira, las cuales cuando están secas arden bien. Cuando sobrevenía un “ataque de lombrices” mi mamá cogía una sartén vieja, ponía brasas de carbón y quemaba la palma bendita junto con alhucema (hoja, flor y semilla de un arbusto aromático) y también incienso. Nos hacía aspirar este humo y era cosa de ver como si fuera un milagro que las lombrices se detenían y daba tiempo para correr al mercado de Belén, donde siempre estaba un señor que vendía aceite de paico, de un gusto horrible pero un eficaz antihelmíntico.

            Este señor era un personaje curioso, en realidad era un químico sin título, porque preparaba ésta pócima de resultado asegurado y también aceite de ungurahui para el cabello, el cual lo usaban las mujeres para embellecer el cabello. También preparaba otros productos que no eran mencionados a los niños.

            A manera de acotación diremos que el ungurahui es una palmera propia de la selva loretana, donde utilizamos  sus frutos arracimados para preparar una bebida típica a la que se denomina “chapo de ungurahui y se espesa agregándole fariña. Tiene un agradable sabor achocolatado. También se consume como chupetes y helados.

            Los frutos son de color negro de cáscara aparentemente dura pero quebradiza y semilla grande. Generalmente la semilla se descarta, pero el industrioso extrae de ella el aceite de ungurahui.

            Una corta referencia al efecto del ataque de lombrices se puede encontrar en Mi libro Cuentos de mi Blog (Capítulo Curiosidades) y en Cuentos de mi Blog – Volumen III (Capítulo Cuentos de Memoria). Ocurría siempre en nuestra “moderna ciudad” de acequias abiertas y andares descalzos de aquellos tiempos.

            Pero la sabiduría de mi madre nos mantuvo a salvo a sus siete hijos, ayudada por la Palma Bendita que traíamos de nuestro Domingo de Ramos.

Es post fue publicado el 15 de abril de 2022 con ocasión de la Semana Santa.

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