Es la fiesta más esperada, por lo menos, por los niños que van a recibir regalos y por los padres que, llenos de emoción, esperan construir la alegría de sus pequeños.
Muy emocionados evocan su infancia cuando sus padres les obsequiaban a ellos y se esmeran en cumplir ahora los anhelos de sus propios hijos.
En la noche de Navidad se vive la alegría familiar y se nota la algarabía general en toda la ciudad.
Cada familia celebra la fiesta según sus propias costumbres ancestrales y algunos asumimos las nuevas costumbres del lugar en el que nos tocó vivir.
Cuando vivíamos en Iquitos, la Navidad se reducía al pollo asado en olla, los panetones (bizcochos dulces con harta pasa) y el infaltable chocolate caliente. En Iquitos el pavo era escaso y sumamente caro.
En Lima, donde la Cervecería Backus nos regalaba un pavo a sus trabajadores, aprendimos a apreciar el pavo al horno, las frutas secas (nueces, pecanas y pasas) acompañado siempre con una copa de champán y el chocolate caliente. Las nueces y pecanas con cáscara pues el hecho de reventarlos con el cascanueces le daba un toque más festivo.
Los panetones en Lima había para escoger este bizcocho de origen italiano afincado ya entre nosotros: Motta, D’Onofrio, Todinno, a los que se sumaron Gloria, Winter, Metro, Plaza Vea, Bauduco, Blanca Flor, etc., amén de los panetones propios de las panaderías locales.
Hace ya mucho que no pasan la película en corto metraje “El cascanueces” y nos tenemos que contentar con lo más novedoso del momento. Tal parece que ahora se exhibe “Barbie en el Cascanueces”.
Tenemos sí una tradición desde el principio de nuestros tiempos: la Navidad la pasamos en familia, y en el Año Nuevo nuestras hijas se jaranean donde lo hayan planeado.
También en esto Luisa y su familia alternan un año con nosotros y al otro con sus suegros; y la cena de Navidad siempre es con el acostumbrado pavo al horno. Con un alto para la entrega de los regalos designados.
Como decimos desde siempre, esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad.