Mi cuñado Javier estaba soltero y no por gusto le llamaban “El viejo” en la universidad, donde estudiaba Agronomía, que nos propusimos emparejarlos con el beneplácito de mi suegra y empezamos a llamarla “Cuñita”, cuñada en loretano. A ella no le desagradaba la propuesta.
Una vez fuimos al baile y al regresar la acompañábamos a su casa en la Tambo a pie. Había llovido y todo el camino estaba barro, mi esposa queriendo señalarle el camino para que no estropee sus zapatos nuevos de color blanco le indicaba de trecho en trecho – Pisa aquí cuñita.
En uno de esos avisos – Pisa aquí cuñita – Alicia acabó metiéndose en un charco profundo hasta la rodilla y adiós zapatos blancos nuevos.
Otro día salimos a pasear en auto para agasajar a mis mellicitas. Atrás íbamos Judith y yo sosteniendo a las pequeñas y adelante al lado del taxista iba Alicia con su vestido nuevo floreado; supongo que para ver mejor el paisaje Alicia había bajado completamente la luna, a pesar de que, para variar, había llovido en Iquitos y las calles estaban anegadas en muchos sitios.
Un carro pasó por nuestro lado a toda velocidad y lanzó una tremenda ola, como una tromba, contra nuestro auto y Alicia con su vestido nuevo floreado fue completamente bañada.
Curioso, pensé, Alicia sale con zapatos nuevos y acaba metiéndose completamente en el charco, sale con vestido nuevo y le bañan completamente con el charco. Si se caía sentada en un charco sabríamos entonces que se había puesto calzón nuevo.

