YO NO ME LLAMO, ME LLAMAN

Hace algunos años, el Magisterio sufrió una debacle total por los miserables sueldos y la falta de consideración a su honorable profesión. Se apoderó de los maestros una desesperanza y renunciaron en masa, solamente quedaban los maestros que laboraban en la ciudad porque así podían recursearse en cualquier otro trabajo para completar su presupuesto.

La Dirección Regional de Educación de Loreto, en vista de la difícil situación en que quedaba el sistema educativo, convocó a Concurso de Méritos para Maestros sin Título. Único requisito tener Secundaria Completa y estar dispuestos a trabajar por los ríos de la selva y solamente en los ríos de la selva.

Como es lógico se presentaron muchos postulantes, pues, quien no iba a querer tener una carrera sin haber estudiado. Entre ellos se presentó mi hermana Mónica y ella fue testigo de esta anécdota que paso a narrar.

Luego del Examen Escrito los postulantes aprobados tenían que pasar el Examen de Presencia, como quien dice Examen Oral.

El día del examen los postulantes eran llamados en grupo de cinco y cada uno se paraba frente a un Miembro del Jurado y rendía su prueba.

Naturalmente los señores del Jurado no sabían quién es la persona que estaba frente a él y, por consiguiente la primera pregunta era para determinar de quién se trataba.

Es lógico pensar que después de examinar a cientos de aspirantes los señores del Jurado ya estaban cansados, y aun así un jovencito imberbe quiso dárselas de chistoso sin tomar en cuenta la seriedad del evento pero le fue mal.

El Examinador preguntó:

  • ¿Cómo se llama usted?

Y el gracioso contestó sonriendo:

  • Yo no me llamo, me llaman.

Poco faltó para que lo coja del cuello y lo saque a patadas, de tan molesto que estaba el señor, quien sólo atinó a decirle:

  • Haga el favor de salir de aquí.

Y se le terminó la aventura al jovencito.

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