Cuando tenía 8 años de edad vivía en la calle Tacna, entre Ricardo Palma y Brasil; en esa cuadra vivían también las dos familias Linares, la familia del padre y la familia del hijo, y ambas familias tenían en la misma cuadra sendos garajes donde guardaban sus camiones con los que hacían servicio de transporte de toda la mercancía que llegaba al muelle de Iquitos para todo el comercio de la ciudad.
Allí, en esos garajes, estaban los obreros cargadores, los mecánicos y los choferes de los varios camiones que tenían los Linares. Todos vestían ropas astrosas de mezclilla. También le llaman a la tela denim, pero mi madre decía que era sempiterno el nombre de esa tela.
Estos trabajadores eran rústicos, vulgares, groseros y malcriados, se hacían chistes ruines y se reían ruidosamente y, lo que es peor, se metían la mano a vista y paciencia de todas las personas. Algo verdaderamente odioso.
Mi madre decía que esos obreros son así porque son personas sin educación, nunca han ido a la escuela.
Desde entonces me hice la promesa de estudiar mucho para nunca ser obrero y así nunca vestir de sempiterno.
Fue en el año 58 cuando llegó a Iquitos la moda de los Blue Jeans, hechos de denim. Todos mis compañeros de colegio se lo ponían para ir al Baile del Carnaval Juvenil en el Athletic Club José Pardo, donde yo tocaba con el Maestro Beny Soto. Se lo ponían doblando la basta hacia afuera, una verdadera revolución en el vestir. Pero yo no tuve nunca la más mínima intención de romper mi promesa.
Al salir del Ejército fui obrero, pero jamás me puse jeans.
Se lo he contado a mis hijas, todas ellas usan jeans, pero me dicen:
- A ver si un obrero se va a poner un Jean de 300 dólares para ir a trabajar de cargador.