NOS OBSERVAN

Las personas nos observan sin que pudiéramos imaginar por qué ni para qué. Uno podría pensar que las cosas cotidianas que  hacemos de acuerdo a nuestro libre albedrío son hechos sin ninguna intención especial y por tanto nadie se debería fijar en ello.

Pero no es así. Siempre somos objeto de observación por parte de personas a quienes no conocemos y con quienes no tenemos ninguna relación.

Algunas veces nos hacen escuchar comentarios, tal vez hirientes, otras veces nos abordan para decírnoslo con tono más bien de admiración y felicitación, pero las más de las veces se lo guardan para comentarlo con sus amistades.

1966, falleció mi querida madre y entonces busqué el apoyo de mi enamorada Maria Judith. Ella vivía en la calle Nauta, 3ª cuadra y yo en la calle Pablo Rosell 5ª cuadra, en Iquitos.

Todas las noches la visitaba saliendo de la universidad y a golpe de las 11 de la noche regresaba por la calle La Condamine.

Una noche, caminando por la cuadra 7 de La Condamine, entre Távara West y Pablo Rosell, vi que estaban sentadas en la vereda dos señoras a quienes yo no conocía. Apenas las sobrepasé escuché a mis espaldas:

  • “Se le murió la mamá, ahora le queda la otra mamá”

Y yo que pensaba que nadie se fijaba en mí pero estaban enteradas del fallecimiento de mi mamá y hasta sabían lo de las visitas a mi enamorada y me lo hacían oír como para que no quedaran dudas.

1982, trabajaba en el turno de noche y, luego de descansar toda la mañana, al atardecer salía a pasear con mi pequeña hijita Charito, entonces de tres años.

Vivíamos en la Plaza Manco Cápac, av. Manco Cápac 4ª cuadra en La Victoria – Lima.

Un día caminamos hasta la 1ª cuadra de la av. Manco Cápac, donde una señora vendía mazamorras.

Compré un “Clásico”, combinado de arroz con leche y mazamorra morada, senté a mi bebé en la carretilla y yo puesto de cuclillas le daba en su boquita cucharada tras cucharada del dulce.

Una vez terminado me puse de pie y entonces una señora que sentada al lado había observado todo me dijo emocionada y alegre, juntando las manos sobre su pecho:

  • “Qué lindo papá, cuanto quiere a su hijita”

Yo, un tanto azorado y bastante sorprendido atiné a decir con una sonrisa – Gracias.

Jamás hubiera podido imaginarme que el brindarle un dulce a mi bebita iba a ser objeto de observación y, menos aún, de admiración.

2013, el padre Roberto Armas, Párroco de la Iglesia de Santa María Magdalena de Pueblo Libre nos envió a evangelizar. A cada Comunidad nos asignó un área.

Nuestra labor primeramente era hacer un censo y un registro de los vecinos que eran católicos y deseaban que los visitemos para comunicarles la Palabra de Dios, de acuerdo a los lineamientos del Concilio Vaticano Segundo y la Misión impulsada por la Conferencia General de Aparecida.

Organizados en grupos recorríamos nuestro sector asignado y entonces observé que en una casa de la Av. Sucre tenían reticencia, y sobre todo desconfianza y temor para recibir al grupo. Me acerqué al enrejado de la casa y mostré mi rostro, al punto la señora exclamó:

  • A usted sí le conozco, usted ayuda en la Misa.

Y sonriendo vino a conversar con nosotros. Por eso siempre digo “Haciendo las cosas de Dios en la Iglesia, también estamos evangelizando”

2015, mi esposa Maria Judith sufre del Mal de Alzheimer y a manera de terapia salimos a caminar cogidos de la mano a los parques cercanos, tanto al medio día como al atardecer. Al final paseamos por el Bulevar de Andalucía en Pueblo Libre – Lima y nos sentamos en las bancas de cemento. Lo hago con cariño, no para que la gente se fije, sino pensando solamente en el bienestar de mi esposa.

Una tarde, cuando estábamos sentados en la banca se nos acercó una señora y nos dijo:

  • “Dios le va a bendecir señor, son ustedes una linda pareja. Así como lleva usted a su esposa se ve que la quiere mucho. Dios le va a bendecir señor”

Por todo esto, sabemos que, para bien o para mal, las personas siempre nos van a observar. Es mejor por ello que obremos siempre bien y así seremos los testigos que nuestro Dios quiere.

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