A la cuadra tres de Julio C. Arana, ahora Nauta, llegó un borrachito a quien nadie conocía, y llegó diciendo en voz alta:
- Víctor Raúl es la luz. Víctor Raúl es la luz.
Apenas podía tenerse en pie y dando traspiés seguía:
- Víctor Raúl es la luz.
La cuadra tres de Julio C. Arana era un barrio de muchos mataperros entre los que sobresalían los de la familia Rojas a quienes llamábamos simplemente los “rojillos”.
Y el borrachito:
- Víctor Raúl es la luz.
Uno de estos muchachos traviesos, posiblemente un “rojillo”, le dijo:
- Pero Víctor Raúl ya ha muerto.
El transeúnte se paró, pareció meditar un instante y contestó apuntándole con un dedo:
- Pero quedan sus reflejos.
Ante ese nivel de fanatismo no tuvieron los muchachos ya nada más que decir y el señor se alejó con aspecto satisfecho.
