Se llama Luisa Chávez de Sandoval, mamá de mi madre, María Luisa Sandoval Chávez, y era una persona muy directa en su decir y muy refranera.
Conocía todos los refranes existentes y cada dos por tres, en su conversación, brotaba un refrán alusivo a lo que estaban tratando.
Mi mamá me hablaba mucho de ella porque era yo muy pequeño cuando la abuelita emigró a Lima con mis tías Hilda y Ángela en una lancha que partiendo de Iquitos se adentró en el Océano Atlántico, dio la vuelta al Estrecho de Magallanes y recorrió el Océano Pacífico hasta llegar al Puerto del Callao donde se afincó hasta su muerte muchos años después.
Entre los más celebrados se encuentran los refranes:
La miel no se ha hecho para la jeta del burro
Dícese de la falta de capacidad o calidad para apreciar las cosas buenas
Para un pie podrido nunca falta un zapato roto
Significa que todos tienen la posibilidad de conseguir pareja
Más vale pájaro en mano que ciento volando
Es mejor asegurar lo que has conseguido y no te ilusiones por lo demás
En gustos y en colores no discuten los autores ni los mari…
Las opiniones son propias y no se discuten
A caballo regalado no se le miran los dientes
Los regalos se agradecen sin fijarse en el estado en que están
Haz bien sin mirar a quien
Cuando ayudas no pienses en que te van a retribuir
Confianza en Dios no en el Diablo
Confiar solamente en personas respetables y no en cualquiera que puede parecer bueno
Su hija Hilda viajó con un hijo, Pepe Mattos, y en el Callao vivió con un tipo con quien tuvo dos hijos. Hilda se separó porque no podía seguir con una vida insoportable. Trabajaba de Taquillera en un cine del Callao y una noche al salir de la función el tal tipo la asesinó de 14 puñaladas. Dolor que la abuelita Luisa tuvo que soportar y seguir criando a los tres nietos. Los vecinos de la calle Venezuela la ayudaron bastante así como su hija Ángela que también había formado un hogar con Carlos Alberto Príncipe Medina, Patrón Práctico de Pesca.
La conocí cuando viajamos a Lima con mi papá y siempre iba a visitarla en su casa de la calle Venezuela.
Había un Oficial de Mar que la visitaba con frecuencia y le llevaba una bolsa de pan de la Marina. Pan guardado al que la abuelita le ponía manteca de chancho y sal y lo tostaba al canto de la candela. Delicioso.
Cuando me casé fui con mi esposa a verla y también llegó a conocer a mis hijas mellizas Luisa y Claudia. Vivió bastante la abuelita, la causa de su resistencia era su nieto Pepe a quien había decidido proteger. Dios la tenga en su Gloria.
Blanca Hilda Morales Colón, nieta.