Jamás se me ocurrió ni se me ocurrirá ir a una situación en la que yo no tenga el control. Pero un amigo iba todos los jueves por la noche a las sesiones de ayahuasca. Pasaba siempre por mi casa en la Pablo Rosell.
Leonardo Rodríguez Pulido, bailarín de Ballet, profesor de Ballet en la Escuela Regional de Música y alumno mío en la Escuela Regional de Bellas Artes, decía que las sesiones de ayahuasca, con sus alucinaciones, le ayudaban en la preparación de las coreografías para su arte.
Pero algunos años después lo encontré en Lima, dueño de una tienda de arañas eléctricas y dedicado a la grabación de casetes de música a elección. Nada de ballet ni de ayahuascas. Al parecer, recuperó la cordura.