Qué emoción, ¡La Marcha en Campaña!
En un lugar alejado, al sur de Lima establecimos nuestro Campamento. El Grupo Nº 2 de Artillería (GAC 2) estaba listo para demostrar su capacidad y potencia de fuego para lo que hemos sido entrenados. Las Baterías de Cañones Schneider con sus Secciones Ana y Burro estaban emplazados, al igual que la Sección de Morteros Howitzer. Y nosotros, la Batería de Comando, nos habíamos preparado incesantemente para este gran día.
Siempre me ha parecido curioso esta diferencia de nombres en la Unidades militares: El Grupo de Artillería es equivalente al Batallón de Infantería, en ambos casos al mando de un Comandante. La Batería de Artillería es equivalente a la Compañía de Infantería, al mando de un Capitán.
Las distancias de combate son muy amplias y por ello los alcances de las piezas son enormes y se ocultan buscando una mayor protección, por lo que se hace imposible que una sola persona, el capitán de la batería, fuera capaz de ver el objetivo a la vez que determina y ordena a las piezas los datos de puntería.
Es por eso, también, que se asignan oficiales especialistas en observación y corrección del tiro que desempeñan esta labor desde puestos de observación ubicados a vanguardia, es el Observador Adelantado (OA), esto permite localizar con mayor precisión los objetivos.
La Batería de Comando comprendía las Secciones de Topografía, Transmisiones y Central de Tiro. Cada uno al mando de un Teniente o un Alférez.
Topografía había levantado los planos del Teatro de Operaciones, ubicando en la Plancheta el Puesto de Comando, el Emplazamiento de las piezas, el Objetivo a bombardear y el lugar del OA desde donde el oficial nos irá transmitiendo las incidencias de la operación para guiarnos, puesto que los cañones están a 10 kilómetros del objetivo y nosotros en el Puesto de Comando en un punto intermedio tampoco podríamos ver nada.
Transmisiones había enlazado todos estos puestos tendiendo cables con bobinas de alambre de 50 kilos y Central de tiro con las Planchetas elaboradas por Topografía donde estaban marcados todos estos elementos, comandaría toda la ejecución. Demás está decir que los tiros pasarían por sobre nuestra cabeza para alcanzar al objetivo y destruirlo.
Era yo un soldado nuevo pero mi 5º de Secundaria en la GUEMORB me permitió alcanzar pronto el puesto de Comando de Central de Tiro.
Antes que yo llegara quien tenía ese puesto era el Sargento Villarreal pero no era bueno en matemáticas y allí se necesitaba en gran medida esta habilidad, de modo que sacaron al sargento y me pusieron en su reemplazo.
Utilizábamos Regla de Cálculo, antes que se generalizara su uso en las universidades, y el abanico de Derivas para convertir los datos matemáticos en órdenes para los cañones.
El ejercicio de tiro se iba a realizar a mi voz.
Para que todo salga de modo totalmente correcto se debe cubrir todos los ángulos del caso. En este caso se consideraba de suma importancia la transmisión telefónica de las órdenes tal y como las pronunciaba el Comando. Se estableció el modo correcto para hacerlo, sin lugar a dudas ni equivocaciones, en acciones de combate.
Preparé hasta el cansancio a un recluta para operar el teléfono (Hands free) de acuerdo al método, como decir uno a uno los dígitos del Alza:
El Comandante Carlos Leiva Arguedas estaba entusiasmado con mi desempeño – Quinto de media pues – decía. Me llamaba el Rosario de la Central de Tiro. Un capitán me explicó que el Coronel Rosario era un genio de la Central de Tiro, orgullo del Perú.
¡Por fin llegó el gran día!
El Batallón de Infantería BI 19 y el BI 33 también estaban haciendo maniobras en el lugar y nuestro Comandante invitó a los jefes a presenciar la habilidad, capacidad de tiro y potencia de fuego.
El Alférez Rivas me observaba nervioso, todos estábamos ansiosos, el Teniente Rodríguez y el Capitán Hugo Díaz Chávez estaban atentos.
Comenzaron a llegar los mensajes por teléfono del Teniente Jaime Centurión Basáuri, con sus anteojos de piloto, el OA, y de inmediato inicié las operaciones con la Regla de Cálculo y el Abanico de Derivas para convertir los datos en órdenes para los cañones: Deriva, ángulo horizontal hacia donde apuntarán los cañones, Alcance, distancia a la que se encuentra el objetivo y Alza, ángulo de elevación de los cañones.
De acuerdo a lo ensayado infinidad de veces, empecé a dar las órdenes con voz clara y pausada:
- Alcance diez mil, Alza cuatro uno grados -El Telefonista dijo – Alcance 10 mil. Alza uno cuatro grados.
Lo único que faltaba era que yo diga – ¡Fuego! Y se hubiera desencadenado el infierno. En vez de eso grité a voz en cuello – ¡Alto el fuego! Y de inmediato todos los oficiales presentes gritaron también en cadena:
Miré al telefonista y vi que el recluta entrenado no estaba en su puesto sino el Sargento Villarreal, quien valiéndose de su rango había sacado al recluta y se puso él de operador. El Comandante Leiva furioso sacó su pistola mientras decía – Lo mato, lo mato. El Alférez Rivas hizo escapar al sargento.
Qué vergüenza para el Comandante y qué nervios para nosotros, si los cañones hubieran disparado con ese ángulo de elevación de 14 grados nosotros hubiéramos volado. Era por eso el entrenamiento exhaustivo para aprender a repetir exactamente la orden.
Calmada la situación y, con el telefonista entrenado en su puesto, reanudamos la operación con un éxito total. Toda la operación perfecta.
Los Jefes de las unidades de Infantería felicitaron al Comandante Leiva por la excelencia demostrada.
El Alférez Rivas me dijo emocionado:
- Soldado Suárez se ha fogueado usted en combate de una manera brillante. Felicitaciones.
Después de todo él fue quien me entrenó. Honor al mérito.
La Central de Tiro