Mi profesor de Iniciación Técnica Químico-Industrial del 1º de Media de la GUE “Mariscal Oscar R. Benavides” era don Carlos del Águila, Químico Farmacéutico y dueño de la Farmacia Del Águila ubicada en Jr. Lima, entre Ricardo Palma y San Martín, en Iquitos.
Con él aprendimos a preparar betún para calzado con cera de abeja y negro de humo obtenido quemando un algodón empapado con esencia de trementina debajo de un embudo, también Margarina, novedoso reemplazante de la mantequilla, a partir de sebo de vaca que botaban en el camal, y saborizantes. Igualmente nos enseñó a preparar jarabe de azúcar para raspadillos.
Pero lo que más entusiasmo despertó en mis compañeros fue la fabricación de pólvora negra y pólvoras de colores; todos le aplaudíamos cada vez que se probaba la pólvora de uno y otro color, parecía una celebración de Fiestas Patrias.
Todos coreábamos – Don Carlitos, la bomba atómica.
Él decía:
- Sí, sí, sí, sí; sí podemos hacerlo, pero ¿Saben por qué no lo hacemos?
- ¿Por qué, don Carlitos?
- Porque ustedes son unos pícaros y lo podrían hacer explosionar.
Don Carlos era además inventor, fabricaba Jarabe de huito para la tos y Elíxir de Tutumo para el asma.
Años después observé que muchas personas en mi trabajo encargaban a quienes iban a Pucallpa que les traigan el Elíxir de Tutumo de Don Carlos del Águila.
Cuando me tocó ir a trabajar a Pucallpa pude conocer a Carlos del Águila, Químico farmacéutico, hijo de don Carlos del Águila y también fabricante del dichoso elíxir. Le hablé sobre su padre, nuestro profesor e inventor; me escuchó emocionado.