CABALLOCOCHA

Me lo contó un anciano y así te lo cuento amigo lector.

Era un pueblito floreciente con un gran movimiento comercial, abundaba la plata y la vida era bastante fácil.

Pero los habitantes vivían apartados del Camino  del Señor. La Iglesia permanecía vacía, en cambio las cantinas y las casas de perdición estaban siempre abarrotadas. En fin, este pueblo era una moderna versión de las ciudades bíblicas que fueron destruidas por sus pecados.

Pero en medio de tanta corrupción había una familia que cumplía fielmente con las obligaciones cristianas. Era la familia de Mario Orellana, su esposa Silvia y sus hijos Carlos y María.

Trabajaban toda la semana en su chacra y los domingos religiosamente acudían a la Iglesia. Empezaban por limpiarla y luego adornaban los altares con lindas y frescas flores del campo para entonces recién rendir culto a Dios, a la Virgen y a los Santos.

Ellos oraban para que Dios se apiade de las almas pecadoras de los vecinos del pueblo y pedían que los devuelva al buen camino.

Un buen día, o quizás un mal día, los lugareños, no contentos con la vida de perdición que llevaban, decidieron rendir culto al diablo: quemaron la Iglesia y en medio de orgías interminables adoraron al demonio.

Esto, como es natural, provocó la ira de Dios quien decidió castigar a todo el pueblo y sus habitantes pero quiso salvar a la familia de Mario Orellana por su buen corazón. Envió al Arcángel San Gabriel, Espada de Fuego, para avisarles.

Esa noche San Gabriel se le apareció a Mario, éste tuvo miedo pero el Ángel le dijo:

  • No temas Mario, por tu buen corazón le has caído en gracia al Señor y para premiar tu fe te permitirá salvarte junto con tu familia. Este pueblo maldito será destruido, las aguas la cubrirán y se ahogarán los pecadores. Toma estas semillas de aguaje, las irás arrojando de trecho en trecho y donde la semilla al caer produzca un ruido seco te indicará que todavía es tierra firme, sigue por ahí. Sólo así podrán salvarse. Pronto coge a tu familia que ya las aguas comenzaron a subir.

Mario, dando gracias a Dios llamó a su esposa y cargando a sus pequeños empezaron a buscar el camino firme en medio de la noche cerrada. Mario arrojaba una semilla de aguaje y si ésta se hundía arrojaba otra en diferente dirección, por donde sonaba seco continuaban avanzando. Así pudieron escaparse de una muerte segura, mientras el pueblo entero desaparecía rápidamente bajo las aguas.

Allí fue el crujir de dientes, los ayes y gritos de terror rasgaban la oscuridad, luego todo quedó en silencio.

De pronto apareció un jinete a caballo que galopaba sobre las aguas, era el diablo que venía a llevarse las almas de los pecadores al infierno.

Con muchas expresiones de agradecimiento y alabanzas a Dios, Mario y su familia se alejaron del lugar en busca de una nueva vida, siempre una vida buena de amor y fe en Dios.

Donde antes hubo un pueblito floreciente hoy sólo aguas negras han quedado. En las noches de luna llena, dicen, se puede ver al diablo montado en su caballo pasearse por sobre las aguas del lugar; por eso la gente ha dado en llamar a este sitio Caballococha.

Caballococha, lugar maldito, es sólo un aviso para que los hombres se aparten de la mala senda y busquen siempre el camino del Señor.

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