LA MUERTE

            La muerte es el fin de la vida. Muchas veces la referimos con eufemismos: deceso, defunción, expiración, fallecimiento, óbito, etc.

            Es un proceso irreversible que resulta del cese de su capacidad de utilizar energía para mantener al organismo vivo, con lo cual las funciones vitales llegan a su término.

            Es clásico en nuestras clases de Biología en la universidad en la que el Dr. Emilio Gordillo Angulo se declaraba incapaz de definir la vida, precisamente, porque no conocemos el principio de la vida.

            La literatura, sobre todo, almacena frases que se refieren a ella y por ese motivo incluyo algunas paremias:

  • Tan presto muere el rico como el mendigo: la muerte lo iguala todo.
  • Paz a los muertos: es el deseo común a las personas.
  • Más penoso es a un rico morir que a un pobre vivir.
  • La muerte y el sueño igualan al grande con el pequeño.
  • Después de muertos todos seremos iguales: Denota que la muerte es la gran igualadora.

            Mi madre me contó una experiencia que tuvo cuando estuvo al borde de la muerte. Fue atacada de malaria estando en Cabo Pantoja, una Guarnición Militar Peruana a orillas del río Napo.

            La malaria o paludismo, también llamada terciana porque cada tres días te ataca la fiebre bien alta.

            En un momento dado, mi madre sintió que estaba muerta y caminaba por un túnel. Al final del túnel se veía luz y ella caminaba hacia la luz. Cuando estaba por llegar al final del túnel escuchó un estruendo de cadenas y se despertó. Volvió a la vida.

            Siempre recuerdo esa experiencia y pienso que así ha de llegar el momento final de nuestra existencia.

            Algunas personas comparten memes sobre la muerte  a la que dan la categoría de “gran verdad”, pero todo ello es falso y nunca se han detenido un instante para reflexionar.

            Con la muerte no se acaba nada, más bien es cuando empiezan los verdaderos problemas para los deudos: las sepulturas no son gratis.

            El rico tiene un entierro de lujo y gran boato, son instalados en criptas familiares y mandan a colocar esculturas de mármol para perennizar su memoria, dando una imagen de gran importancia al cementerio que se convierte así en museo.

            Con los pobres no ocurre así, nada se iguala con la muerte.

            Recuerdo el caso de una chica de la Catequesis de nuestra Parroquia, cuya madre falleció. Estuvo internada en la Clínica Stella Maris, de por sí, muy cara, y habían dejado de pagar durante tres meses las cuotas de Finisterre. Finisterre se negaba a hacerse cargo del sepelio por el incumplimiento con las cuotas. El Párroco tuvo que lidiar con la clínica y llegar a un arreglo con Finisterre. Todo se consumó bien, pero no fue fácil.

            Más grave fue el caso de una joven emprendedora que puso una cafetería en lo alto de una empresa de inversiones, frente a la Iglesia de La Merced en el jirón de La Unión. «Sofocleto advertía que ya llega el 15 de diciembre y empieza la temporada de incendios “accidentales” que precisamente borraban todo el mal manejo de las instituciones».

            Todo el capital de la joven estaba puesto en la cafetería. Junto con ella estaba un joven quien viendo la imposibilidad de bajar saltó al edificio contiguo, rompió la torre, se rompió una pierna, pero quedó vivo. La chica no se atrevió a pegar el salto de cuatro metros y murió quemada en su local.

            Con su muerte no se acabó nada. Nada tenía en su casa, todo su capital estaba en su negocio. No había con qué enterrarla. La pusieron en una caja de tecnopor y la enterraron en un cementerio clandestino en un cerro de Comas, sin ninguna señal.

            Si el fallecido sufrió un accidente, debe ir a la Morgue y no lo puedes sacar si no pagas una serie de derechos y cincuenta soles por día de “internado”. Muchos que no tienen ni para comer, prefieren dejarlo en la Morgue, la cual pasados algunos meses lo entrega a las universidades para su estudio.

            Tienes que disponer la movilidad para llevar a tu familiar fallecido: Cuando murió “Globito” niño amigo de mi hermano César, su madre lo trajo en sus brazos desde el Hospital Iquitos en el carro de la basura. Un hábil y generoso carpintero hizo el ataúd y lo velamos los vecinos.

            Para mis familiares que viven en San Gabriel, recibir servicios en Surquillo es un lujo. Los bautismos se hacen en la Iglesia San Vicente de Paúl. Si mueren desean ser enterrados en el Cementerio Municipal de Surquillo.

            Cuando falleció la abuela Marcosa, segunda esposa de mi abuelo Enrique Suárez Arcasi, sus hijos contrataron a un pariente que tenía una empresa de pompas fúnebres. Le decían, le insistían que fuera ese mismo día para asegurar el entierro, pero el pariente fue recién al día siguiente. Era el aniversario de Surquillo y no atendían nada.

            El pariente tuvo que ir al cementerio de San Gabriel; las tumbas están en los cerros. Decía él que te dan una sepultura cavada solamente 20 centímetros y venía a pedir ayuda para cavar. Casi le cuelgan. Tuvo que contratar obreros para cavar la sepultura.

            La muerte, pues, no es cosa de juego y cuesta mucho. Nosotros, gracias a que mi amada esposa fue Maestra tenemos el seguro de sepelio de Cafae-se y el sepelio no nos cuesta nada, salvo que el cementerio de Cafae-se está en los “quintos infiernos”, un lugar a donde no puedes llegar sino tienes carro propio. Para enterrar a mi amada esposa donde queríamos todos: El Parque del Recuerdo, tuvimos que hacer un pago extra en dólares.

            Ahora ella tiene su “casita de campo” en Lurín, a donde iremos todos.

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