Corría el año de 1985 cuando pasamos a vivir en nuestra nueva casa en Pueblo libre. Por primera vez teníamos cochera propia, lo cual constituye un verdadero dolor de cabeza para los propietarios de vehículos cuando se debe uno sujetar a los caprichos de los dueños de las cocheras: Que solamente hasta las 11 pm se puede ingresar, que como se llena la cochera se tiene que dejar las llaves en la cochera, que sacar el carro en la mañana te consume una cantidad increíble de tiempo porque el administrador de la cochera debe hacer malabares para sacar tu vehículo, etc.
Yo salía de trabajar a las 11 de la noche y por esta razón muchas veces tuve que dejar mi carro nuevo en una calle, custodiado por dos hermanos armados con sendos garrotes que vigilaban esa cuadra. Es decir que además de pagar la mensualidad de la cochera debía pagar la guardianía en la calle.
Como dejas las llaves en la cochera, no sería raro que el cochero alquile tu carro para que hagan taxi.
Pero vivir en Pueblo Libre significaba la verdadera libertad al tener cochera propia, amén de casa de dos pisos y tres dormitorios. Una vivienda magnífica.
Es así que cuando salía de mi casa rumbo al trabajo a las 6:15 am para llegar a las 6:45 am para entrar a la Guardia a las 7:00 am en punto, iba escuchando la radio.
Mi carro era Station Wagon Datsun Modelo Ejecutivo, es decir, que tenía asientos de cuero, cinturones de seguridad, cabezales y, sobre todo, radio estéreo AM y FM marca National, la más afamada en aquel entonces. Un equipo de radio casetera magnífico.
Mi radio estaba seleccionada en Radio Panamericana, la cual todas las mañanas ponía un tema que me agradaba sobremanera: Camino del Sur, por Los Chicos de la Bahía.
Los Chicos de la Bahía era un cuarteto formado por cuatro hermanos españoles, de Gandia, Valencia y su tema más emblemático era, precisamente Camino del Sur.
Escucharlos una y otra vez este tema tenía sobre mí un efecto relajante y entonces estaba listo para enfrentar las situaciones del trabajo con sus más y sus menos.
Empieza con una tonada suave, un monólogo:
“Si yo tuviera el alma de plástico
Si yo quisiera ser un robot
Si yo no fuera un loco romántico
Si yo…”
Luego siguen el resto de los hermanos y logran el efecto deseado: querer seguir escuchándoles una y otra vez. Era increíble, pero lo disfrutaba; era como escuchar a Bach o Beethoven por su efecto relajante y tenía el mismo alcance.
Una buena radio, una buena emisora y una buena música ¿Para qué más?
Era un verdadero nirvana viajar hacia mi trabajo en las mejores condiciones en un carro magnífico que jamás me dio problemas y nunca tuve que hacerle bajada de motor.
Este tema, además, forma parte de mi corto Playlist que escucho por las noches en YouTube en mi cama. Como ya saben, soy sordo, pero mi Doctora me ha dicho que no tengo hipoacusia sino problemas de discriminación y mis oídos confunden y no llegan a captar las palabras porque el nervio auditivo está dañado. Pero con audífonos soy una fiera y, casualmente, escucho la televisión con audífonos a todo el volumen que quiero sin interferir con nadie. Así es fácil alcanzar la felicidad pues mi amada esposa que mora en el Cielo está siempre conmigo y el Playlist es de ambos, disfrutamos la misma música.
