La bicicleta forma parte de nuestros más tempranos recuerdos de la mayoría de personas de nuestro mundo.
Está asociada a las historias fantásticas de nuestra niñez y es indesligable de nuestra existencia.
Cuando pienso en la bicicleta escucho en mi mente la canción de Evita, joven actriz mexicana:
“Vengan a ver mi bicicleta
vengan a ver que linda está
si no creen que es verás
ahora mismo lo verán”.
Cuando éramos niños en la maravillosa ciudad de Iquitos, apenas tenía libre una moneda de cincuenta centavos, corríamos, todo el barrio, a la Estación de Bicicletas Bolívar en la legendaria Plaza 28 de Julio, calle Aguirre con Ucayali.
El señor Bolívar era una persona a quien le faltaba una pierna y andaba con una muleta, pero atendía su negocio con total capacidad.
Media hora de alquiler de una bicicleta pequeña costaba cincuenta centavos y era suficiente para ir a nuestro barrio en la primera cuadra de la calle Ricardo Palma, dar todos una vuelta y regresar a devolverla. El Señor Bolívar nunca nos dijo nada si nos pasábamos del tiempo. Así aprendimos todos a andar en bicicleta.
Muchos estudiantes de la GUE iban al colegio en su bicicleta, nosotros nos íbamos en El Marciano, el bus del colegio, al cual teníamos derecho porque éramos de la Banda de Músicos.
Fue en esa época del colegio cuando se inventaron las bicicletas NSU, contrapedal. Un moderno concepto en el que no podías dar al pedal para atrás como se hacía con las demás bicicletas cuando paseabas porque si dabas para atrás frenabas. Pero de hecho eran más elegantes. Y más vistosas.
En temas de bicicletas existían cuestiones de género: bicicletas para hombre con una barra entre la montura y el timón, donde podías llevar a un pasajero. De hecho los hombres subíamos montando como si fuera un caballo después de deslizarnos con un pie en el pedal e impulsándonos con el otro pie para luego montar a la bicicleta.
La bicicleta para mujer no tenía barra y la mujer jamás montaba la bicicleta, simplemente se sentaba en la montura y comenzaba a pedalear. Era muy mal visto que una mujer fuera a montar a horcajadas, eso solamente los hombres.
Era tan arraigada esta forma de ser que hasta en las películas cuando una dama montaba un caballo lo hacía con las dos piernas juntas hacia un costado. Igual sucedía cuando llevabas a una dama en la parrilla de la motocicleta. En algún momento se deben haber dado cuenta que viajar de ese modo era una invitación segura al accidente.
Fue entonces que las damas montaron a horcajadas en la bicicleta, la moto o el caballo pues, era mejor para su seguridad.
Así mismo era mal visto a un hombre manejando una bicicleta de mujer. Al único hombre que vi andando como si nada por la ciudad en bicicleta de mujer fue al maestro Beny Soto en la bicicleta de su hija Carmen. Vino a mi casa para avisarme que teníamos actuación ese mismo día. Igual fue a avisar a todos los miembros de la Banda de Músicos porque, aunque estábamos de vacaciones de medio año, se iba a realizar el Congreso Nacional de Directores de Grandes Unidades Escolares y teníamos que marchar con ellos desde la Plaza 28 de Julio hasta la Plaza de Armas donde se izaría el Pabellón Nacional. Luego de la ceremonia marchamos de vuelta hasta la Plaza 28 de Julio donde fuimos agasajados en el Restaurante La Peruanita.
Felizmente cuando nuestras hijas crecieron se pusieron de moda las bicicletas Spider, unisex. Un timón que recordaba a Easy Rider, contrapedal, asiento alargado con un respaldar y una canastilla delante del timón sobre la rueda. Se había terminado la “cuestión de género” en las bicicletas.
Nuestra nieta Andrea, hija de Claudia, era fanática de las bicicleteadas que organizaba el Alcalde de Pueblo Libre, Rafael Rey, y junto con su padre, Jorge Canaval, participaba en ellas. El Alcalde fue siempre muy amable con todos y siempre estaba listo para permitirnos tomarnos fotos con él.
Fue en esos tiempos que regresó la onda de las bicicletas para hombre y bicicletas para mujer..
La bicicleteada no era una competencia sino un paseo familiar que partía del Parque el Carmen rumbo a Plaza San Miguel y regreso hasta el Parque El Carmen donde siempre Gatorade obsequiaba su bebida. Es pues, la historia en bicicleta.
Por si acaso la RAE acepta la palabra bicicletada pero también permite bicicleteada como un americanismo. Es decir, ambas expresiones son válidas.