UTÉ NO SE ME HACE ROCA

            Las esposas de los oficiales de nuestro ejército no siempre son personas cultas ni de alto rango. Supongo que pasando la mayor parte de su tiempo en el cuartel, no les queda mucho tiempo para hacer vida social en el mundo civil, de allí su elección.

            En una Guarnición Militar en la Zona de Fronteras, la mujer del Teniente viene a ser una especie de “mariscala” y se cree con derecho a gritar a los individuos de tropa y de reclamarles por todo.

            En la Guarnición de Curaray, la mujer del teniente gritó al panadero:

  • Uté no se me hace roca. Uté se me hace roquete.

            Muy culta no era la señora y en nuestro mundo, Loreto, donde todo el mundo asiste a la escuela, sabemos hablar bien y expresarnos correctamente. Pero las personas que vienen, supuestamente de Lima, se les llama genéricamente limeños y se les reconoce porque hablan rápido y, sobre todo, mal: redondeando la sílaba final.

            Pejcao, pejcaíto, he comío, he tomao, ha corrío, etc., son frases usuales en boca de dichas personas. Pero, además, algunas que viajaron a Lima y quieren aparentar ser limeñas, hablan mal y parecen desconocer las cosas más elementales de nuestra tierra.

            Es proverbial el cuento de la dama que trataba de aparentar en el Mercado de Belén que no conocía el pescado que estaba viendo en la bandeja de la vendedora y señalándolo con el dedo preguntó:

  • ¿Qué pecao e ete?

            Cuando de pronto el pescado que estaba vivito y coleando, le mordió el dedo. Sin más la dama gritó:

  • Ayáu maldita paña.

            Sí lo conocía bien pero intentaba hacer creer que no.

            La mariscala le gritaba al panadero que no hiciera rosca, un pan propio de nuestra Amazonía (con sal) e intentaba ordenarle que hiciera rosquitas dulces, pero su expresión era en verdad torpe e inapropiada. El soldado era panadero, no pastelero o repostero.

            Todas las historias de las Guarniciones Militares me los contaba mi madre y los atesoro con amor. Todo el tiempo hablaba con ella.

            Por supuesto que los soldados, compañeros del panadero, le celebraban lo que le había dicho la mujer del Teniente. A propósito, mi madre nunca usó la palabra burlarse o fastidiar, siempre me decía que le celebraban.

            Ignoro si el panadero hizo las rosquitas, pero todo el mundo sabe que el pan se hace con levadura de cerveza y los dulces con polvo de hornear. Es difícil disponer en una Guarnición Militar de artículos de repostería.

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