UN BUEN CHICO

            Muchas veces he narrado las historias que me ocurrieron cuando era niño y algunas de ellas parecen difíciles de creer, pero cada historia que he contado ha ocurrido de verdad.

            Era de natural estudioso no solamente porque repasaba la lección sino porque prestaba atención al dictado de la clase poniendo en acción todos mis sentidos.

            Jamás se me ocurrió faltar a la escuela o hacer lo que se llama comúnmente en Iquitos “hacerse la vaca”. A estos les llaman generalmente “vacacuicas”.

            Siempre he sido de la idea de que una lección bien atendida vale más que mil libros leídos porque aprendes de manera directa y puedes hacer preguntas que afirman la lección en tu mente.

            No era suficiente lo que nos enseñaban y buscaba saber más. Mi padre lo entendió así y nos trajo un texto de distribución militar: El Libro del Segundo Grado. Era una verdadera enciclopedia y lo leí de cabo a rabo.

            Era muy pequeño cuando mi padre me entregó un folleto denominado “La verdad sobre el apra” y en otra oportunidad un folleto sobre “Cuidados que debe tener presente el soldado en sus relaciones íntimas”. Ambos folletos eran de distribución militar. No es entonces de extrañar que cierto día me despertó a las seis de la mañana para decirme que el General Zenón Noriega había intentado dar un golpe de estado al Presidente Manuel A. Odría, pero fue debelado y el golpista deportado. Estaba mareado y seguramente habían conversado toda la noche en el “Casino de Empleados Civiles del Ramo de Guerra”.

            Únicamente a mí me llevaba al Sachachorro, emblemático mercado de Iquitos que por las noches de los sábados se convertía en ring de box.

            Pude conocer de cerca los más famosos boxeadores de Loreto, con el agregado de que periódicamente venían boxeadores ranqueados de la Capital. Cómo, cuando el boxeador presenta una buena pelea despierta la euforia en el público y muchas veces expresan su satisfacción lanzando dinero, monedas y billetes, al ring.

            Esta anécdota lo he narrado ampliamente en mi libro Cuentos de mi blog – Volumen II, como una lección de que a veces cuando se gana se pierde y viceversa.

            En la Escuela Práctica nunca hubo celebración de ninguna festividad, pero en la Escuela Urbana Pre Vocacional “Sargento 2º Fernando Lores Tenazoa” (Escuela Fiscal Nº 161) todos los días había formación y cantábamos el Himno Nacional, cada día una estrofa, en orden, de lunes a sábado y cuando tocaba una festividad cívico-escolar lo celebrábamos con un discurso a cargo del Director o un Profesor y una declamación.

            Yo me ofrecía a recitar una poesía en cada actuación; y entonces mi labor consistía donde encontrar una poesía alusiva a la fecha: Inicio de Clases (1º de abril), día del Idioma (23 de abril), día del Trabajo, día de la Madre, la Jura de la Bandera (7 de junio), día del Indio (24 de junio), día de la Patria, batalla de Junín (6 de agosto), combate naval de Angamos (8 de octubre), día de la Raza (12 de octubre) y batalla de Ayacucho (9 de diciembre).

            El día del Indio, fue cambiado por el GRFA por el día del Campesino porque según los militares, el término indio es ofensivo. El día de la Raza ha desaparecido del calendario cívico-escolar y nadie celebra el Descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Este mismo día se celebraba el día de la Educación Física pero ahora no existe tal fecha.

            En 1955, para la Clausura del Año Escolar, comprometí a dos compañeros para hacer una representación “¿Qué seré cuando mayor?”, pequeña obrita de teatro que saqué del libro de Víctor Álvarez, del Primer Grado (Primero, Segundo y Tercer Año de Primaria).

            Por supuesto mis padres me apoyaban en todo y me tomaban la declamación, haciendo recomendaciones sobre el movimiento de las manos y la entonación.

            Cuando en diciembre de 1955 dimos el “Examen de Madurez Mental” para ingresar al Primer año de Secundaria en la GUE “Mariscal Óscar R. Benavides”, aprobé y fui gratuito. Es decir que los 5 años de estudio de Secundaria no pagué pensión escolar (En aquel entonces se debía pagar 90 soles trimestralmente).

            Al término del examen anunciaron que a partir del 02 de enero habría clases gratuitas de Matemáticas (los daban Practicantes de Educación venidos de Lima) y a partir del 02 de febrero tendríamos clases gratuitas de Música. Las clases de música lo daba el maestro Beny Soto, profesor de música y Director de la Banda de Músicos del colegio. La idea era formar músicos para reemplazar a los alumnos que ya terminaban la Secundaria.           Fui el único que aprobó el examen y desde entonces fui músico de la banda y luego músico profesional en la Orquesta Beny Soto.

            Todos los años desfilaba en la Banda de Músicos del Colegio y aunque era un tanto “prosista”, me gustaba estar siempre en la columna que me permitía ver todo el desfile de nuestro colegio y de pasada dejarme ver por el público, no le quita mérito a mis logros.

            Me gustaba dibujar. Llené una libreta de notas de tapa gruesa con mis dibujos. En una oportunidad, sentado en la Biblioteca Municipal con mi compañero Pasión Alegría, frente a nosotros, en la misma mesa, estaba sentada una señorita Normalista. Ella estaba quieta, absorta en su lectura, que tuve tiempo de hacerle un dibujo de su rostro. Me salió perfecto, pero nunca supe si se dio cuenta o no.

            Era deportista nato, pero nunca me dio por el fútbol aunque jugaba todos los sábados, prefería el atletismo, principalmente barra, barras paralelas y gimnasia en taburete. Formé parte del Equipo de Gimnasia en Aparatos del Colegio y me cupo el honor de vestir el uniforme distintivo propiedad del colegio: buzo blanco y polo granate, señal de estar representando al colegio. Hicimos una demostración una noche en la Cancha Aguirre con asistencia de nuestros padres y también llevamos el evento a la bella ciudad de Nauta, adónde llegamos en lancha en Viaje de Promoción en diciembre de 1961.

            La Cancha Aguirre luego se denominó Coliseo Grau y después fue taller para lavado de motos. Su historia solamente quedó en la memoria de los presentes. En la actualidad existe una carretera Iquitos-Nauta y ya no es el río Amazonas el único medio para llegar a Nauta.

            El salto más espectacular y el más peligroso me tocaba a mí porque era el único que podía hacerlo: un salto “palomita” sobre 6 niños acurrucados (3, 2, 1). Había sabido encontrar el lugar donde pisar en el modernísimo trampolín cuyo diseño trajo de Lima el Profesor Márquez.

            No podía haber padres más orgullosos que los míos, aunque ellos me dijeron que siempre habían estado orgullosos de todo lo que hacía porque se habían dado cuenta que nadie más pudo lograr lo que yo hice. En fin, era un buen chico.

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