Ese sábado de 1965, cuando evacuamos a nuestro compañero Machiste de la universidad, fue llevado al Hospital Iquitos que estaba junto al Hospital Militar en Iquitos.
Nuestro compañero era natural de Yurimaguas y sus padres vinieron presurosos a cuidar a su retoño. Estaba instalado en una Sala de la Sección Clínica (pagada).
Todos fuimos a visitarlo y, naturalmente “La Guerrillera” María Judith, mi tierna enamorada. Eran tiempos de las guerrillas en el Valle de La Convención y todos los estudiantes de izquierda nos asumíamos guerrilleros.
Pero no era cierto, en el FER (Frente Estudiantil Revolucionario) estábamos unidos Acción Popular, Democracia Cristiana (entonces no existía aun el engendro llamado PPC), apolíticos y, por supuesto uno o dos comunistas. Éramos un frente unido contra el grupo aprista que apoyaba al rector.
A Maria Judith la llamaban cariñosamente “La Guerrillera” porque siempre estaba con nosotros sin ser estudiante universitaria, era Normalista y Profesora de una escuela fiscal. Andaba con nosotros siguiendo a su hermano Javier, el Presidente de la FEUNAP, quien era completamente apolítico.
Una vez mientras visitábamos a nuestro compañero Machiste en su habitación del Hospital entró a la sala el Dr. Torres. Torres, por su edad y los años de servicio en el hospital, era seguramente jefe de algún departamento del hospital. Se le consideraba uno de los mejores cirujanos pero carecía totalmente de sentido común, y seguramente él se sentía importante.
Entró y se puso a reñir a Machiste y a todos los estudiantes tildándonos de irresponsables y que poníamos en peligro la salud y la vida de las personas:
- Ustedes están mal de la cabeza.
Vi a mi “tierna” enamorada lanzarse con toda su furia contra el Dr. Torres y alzando la voz (voz de maestra):
- Quién diablos es usted para venir a meterse en nuestros asuntos. Quién le ha dado autoridad para venir a reñirnos. Si no sabe nada de la realidad no tiene por qué decir nada. Además usted no es su médico tratante y no tiene por qué estar aquí. Haga el favor de irse inmediatamente. Salga de aquí ahora mismo.
No supo que decir el doctor, nos miró, quizás se sorprendió de nuestra serenidad y dándose media vuelta se fue.
Ella se calmó y sonrió satisfecha, como si hubiera dicho “Vade retro satán”. Pero todos estábamos admirados de su actitud y supimos que ella era más fuerte que todos nosotros juntos y sabía más de la vida.
Y yo me casé con ella.