El nombre parece más bien una referencia a alguna película propia de Bollywood, que es como le dicen mayoritariamente a las películas de la India, que, según cuentan, supera en número a las del mismo Hollywood.
Tampoco es una referencia a la grandiosa cinta de Hollywood de 1939 Lo que el viento se llevó (Gone with the wind) con Clark Gable y Vivien Leigh. Es, en todo caso, una reflexión sobre lo que nos dejó la plaga del siglo, el Covid-19.
La enfermedad por coronavirus (COVID‑19) es una enfermedad infecciosa provocada por el virus SARS-CoV-2. La mayoría de las personas afectadas sufren síntomas que van de leve a moderada y se recuperan sin requerir tratamientos especiales, sin embargo muchas personas desarrollan síntomas graves que necesitan atención médica inmediata.
A nivel mundial han fallecido 6.3 millones de personas, siendo América el continente que ha padecido más: 2.7 millones de personas fallecidas. En el Perú se asegura que han fallecido 217,000 personas.
Casi todas las familias peruanas cuentan con pérdidas, lo cual es muy lamentable. Estamos incluidos en esa triste estadística.
Lo que la pandemia nos dejó es el manchari, voz loretana de origen quechua que significa: miedo. Todos tenemos miedo a contagiarnos y una vez contagiados a no llegar a contarla. El pánico es general.
La plaga nos ha dejado en la ruina: muchas empresas han desaparecido y otras han cambiado de rubro para poder subsistir en un mundo en el que ni siquiera podías salir.
La mayoría ha perdido su empleo aunque el despacho a domicilio ha emergido como una solución y aun cuando todo parece mejorar se ve todavía a jóvenes, varones y mujeres, en bicicleta, motocicleta o scooter y hasta con carretilla repartiendo sus artículos.
Por recomendación de la ONU (OMS) hemos estado confinados en nuestra casa y con toque de queda. Hemos sido testigos de una situación muy penosa: en el primer día del toque de queda una señora lloraba a moco tendido porque un policía le había indicado mal y ahora no podía tomar el bus que le correspondía para llegar a su casa antes que empiece el toque de queda. Se propaló por televisión canal 2 y ellos pidieron ayuda a su empresa (los periodistas en funciones podían capear el toque de queda), les enviaron una unidad y llevaron a la señora hasta su casa. Una gran acción que jamás olvidará la señora y ellos se anotaron un punto en nuestro corazón.
Todos los lugares públicos, cerrados, sin estadios, cines, restaurantes, bares ni discotecas. Quienes eran atrapados durante el toque de queda los llevaban a la comisaría, si estaban de buenas, de lo contrario un capitán abusivo la emprendía a cachetadas contra un joven asustado: quienes deben dar ejemplo de aplomo y serenidad dejaban salir su parte animal.
Quienes frisábamos más allá de los 40 años estábamos prohibidos de ingresar al mercado. Entonces conocimos el verdadero amor de la familia: Mi hija Charito y su esposo Pedro eran los únicos que salían a comprar, se sacrificaban por nosotros, papá y mamá y la pequeña hija de ellos. Al regresar cumplían rigurosamente los protocolos de desinfección. Ellos pusieron una batea con una toalla en el fondo y conteniendo lejía para desinfectar los zapatos. Andaban con alcohol en espray, se lavaban concienzudamente las manos con jabón y se desinfectaban con alcohol en gel. Por toda la casa había recipientes con alcohol en gel y en espray. No usábamos la entrada común de la Quinta, solo el postigo de nuestra cochera.
Una vez que salí después de tres meses de confinamiento, me había crecido el cabello y estaba Bristol, Charito me consiguió cita en el spa Nicolls. Al volver pasé por la batea de desinfección de zapatos, me dijo que debía bañarme y poner toda mi ropa en la lavadora y me cambiara de zapatos para airearlos.
Todos andábamos con mascarillas, escafandras y guantes, además de tener que mantener un distanciamiento social de 1.5 m. Yo aún salgo con mi alcohol en espray colgado del cuello y desinfecto todo vuelto que me entregan antes de guardarlo.
El desacatar las restricciones y el toque de queda originó una tragedia terrible en la discoteca Thomas Restobar donde fallecieron 13 personas debido, más que todo, a la estupidez de los “agentes del orden”. Esta situación originó el artículo Culpables y Responsables que publiqué en Facebook el 08 de agosto de 2020. También está incluido en mi libro digital Cuentos de mi blog – Volumen II.
Durante los tres años de pandemia, para cantar el japiverdi nos interconectábamos las tres familias por Zoom y nos “encontrábamos” en “vivo y en directo”. Incluido el cumpleaños de la mamá, Ainhoa se encargaba de apagar la vela. Ahora que la mamá no está yo le pido a mi nieta que me ayude a soplar mi vela. La Bebe canta el japiverdi con mucho entusiasmo y le encanta soplar las velas.
Pero no todo fue drama, también se dio salida al humor, humor del bueno: Cuando declararon que el domingo nadie debe salir de sus casas, yo publiqué en Facebook que solamente Ulises va a salir ese domingo. Ulises, el Odiseo, quien al gigante Polifemo que se los comía le dijo que se llama Nadie.
Para remarcar la distancia social crearon una imagen de una dama poderosa llamada Susana Distancia. No tardó en aparecer un meme que decía: Después de Susana Distancia viene Inés Tabilidad, Lalo Cura y Cindy Nero.
Pero el meme que se llevó las palmas es el lamento amargo:
Nunca pensé que mis manos iban a
consumir más alcohol que mi hígado. Nunca.
A Dios, gracias, que se inventaron las vacunas y estas nos han permitido un respiro, leve, pero respiro. Nos hace sentir más seguros aunque no libres del todo. Ya cuento con la cuarta dosis.
Aun después de haberse autorizado la apertura de estadios, cines y discotecas, las Iglesias estaban cerradas. Los gobiernos autorizaban a todo menos a lo que más necesita el hombre: la esperanza. Ahora ya podemos ir a Misa y estamos reanudando nuestra vida.
El hombre ha cambiado la naturaleza, para bien o para mal, también vamos a superar este ataque y alguna vez volveremos a respirar con tranquilidad.
Puedo ir al mercado y a los centros comerciales cercanos, salimos a tomar desayuno o a almorzar afuera (siguiendo estrictos protocolos). Nos visitamos con nuestras hijas.
Desde este mes de octubre se ha dispuesto que el uso de mascarilla ya no es obligatorio y se puede ingresar a los lugares públicos sin tener que mostrar el certificado de vacunaciones. Pero aún se ve a muchas personas con mascarillas en las calles, o son cautos o, tal vez, muy desconfiados. Bien por ellos. Pero el miedo va a tardar mucho más en desaparecer.