EL FENÓMENO FUJIMORI
El Ingeniero Alberto Fujimori fue Catedrático, Decano y Rector de la Universidad Nacional Agraria “La Molina” y conducía un programa en la Televisión del Estado, denominado “Concertando”, cuando fue elegido Presidente de la república a pesar de provenir de una estirpe japonesa.
A partir de aquí comienza la leyenda Fujimori.
En el Laboratorio Central de la Cervecería Backus trabajaba un Técnico llamado Víctor Mori. Y como en todos los medios de comunicación hablaban bastante acerca del Fenómeno Fujimori, el Doctor Francisco (Pancho) Pérez inventó una adivinanza:
- ¿Cómo se dice Víctor en japonés?
Respuesta:
- Fuji.
Era un chiste obvio pues se reducía a un simple “juego de palabras”.
HEMOS JUGADO FUJIMORI
Alicia Amaya, nuestra entrañable amiga, era Directora del Jardín de la Infancia en la zona de Kirio, en Chosica. También vivía allí.
El hijito de la Portera a quién ella llamaba “Cabezón”, ya había egresado del Jardín y estaba estudiando el Primer Grado de Primaria en un Colegio cercano. Todos los días venía a saludar a su madrina Alicia y a contarle las ocurrencias del día en el Colegio.
Un día llegó y luego de saludar le contó:
- Madrina hemos jugado Fujimori.
La interrogante de Alicia era ¿Cómo se juega Fujimori? Dijo que en su salón había un japonesito y todos los niños del salón lo perseguían y lo cercaban, entonces abriendo los brazos le decían:
- ¡Qué buena yuca Ingeniero!
Era un chiste que había inventado el cómico Carlos Álvarez en su programa de la televisión y los niños lo convirtieron en un juego y todos se divertían.
YOGA
Mi amada esposa recibía atención, en nuestra casa, del PADOMI (Programa de Atención Domiciliaria) de Essalud. Acudía dos veces por semana una dama Terapista Física, para hacerle su rehabilitación.
Nery Cortez Medrano era una persona agradable de fácil conversación y muy competente en su labor, la misma que era observada con atención por nuestra nieta Ainhoa.
Hacía masajes en el pie, la pierna y el muslo, haciéndoles rotar para restaurarles su fuerza y movilidad: levantaba la pierna hasta tocar el vientre, lo mismo hacía con los brazos levantándolos por encima de su cabeza. Finalmente la hacía sentar sosteniéndola contra su propio cuerpo para hacerle masajes en la espalda, el cuello y la cabeza.
A nuestra nieta le parecía que estaba haciéndole yoga, tal y como ella misma lo hace mirando la televisión: Yoga infantil
Ainhoa ya había estado recibiendo clases virtuales en el Nido Arco Iris (Nido de 3 años y Nido de 4 años), por lo tanto sabía conversar.
Muchas cosas me he perdido por no poder escuchar (pérdida auditiva), pero esto me contó mi hija Charito, mamá de Ainhoa. La niña le dijo a la señora terapista:
- Yo también hago yoga.
- ¿Ah, sí?
- Sí.
Sentándose en el suelo le mostró a la señora cómo hace yoga y fue de su agrado. Sobre todo la facilidad que tiene la niña para conversar con personas adultas y la pasmosa rapidez con que Ainhoa relaciona las cosas que observa: Para Ainhoa su abuelita estaba haciendo yoga con la ayuda de la señora Nery.
CELINA
Cuando mis padres vivían en la Guarnición Militar de Cabo Pantoja tenían una empleada witota, su nombre era Celina. Era muy laboriosa pero su habla, como la de todos los indígenas, era muy particular, como le ocurre a todas las personas que deben hablar español pero tienen su propio idioma, witoto, que para nosotros es imposible de entender.
Cuando tronaban los cercanos cañones de guerra, Celina salía a la calle y se ponía a gritar histéricamente:
- Ja jai, quiero me reír para no me llorar.
Pienso que igual sucedía a las señoras cuyos esposos estaban en el frente de guerra, pero mantenían la compostura porque, de todas maneras, eran esposas de militares.
Este es uno de los relatos que me transmitió mi adorada mamá, pues yo aún no había nacido. Ella fue la causa de que me convirtiera en el narrador de cuentos.
