Desde mi más tierna infancia he estudiado con chicos y chicas y todos estudiábamos los mismos cursos, sin distinción de géneros.
Pero los juegos fuera del colegio sí estaban separados en juegos para varones: fútbol, basketbol, trompos, bolas (canicas), latas (tapas metálicas de gaseosas o cervezas), pistolas, espadas, ampay y mano; y juegos para mujeres: llaces o yaces (jackses), mundo, la sortija perdida, saltar la soga, materile y las muñecas. Eran, pues, mundos exclusivos y nunca intercambiables.
Cuando era niño vivía en Iquitos y la educación básica comenzaba con Transición, nivel al que también le decían preescolar o preparatoria. Pero no conocíamos absolutamente nada relacionado con el Jardín de infantes porque no era necesario. En mi barrio todos aprendíamos los primeros pasos en nuestra casa, además que el único Jardín de la Infancia que existía en Iquitos quedaba fuera de la ciudad, demasiado lejos de nuestro barrio. El Jardín de la Infancia “Emilia Barcia Boniffatti” ubicada en la cuadra 7 de la calle Yavarí, ocupa toda una manzana entre las calles Yavarí, Loreto, Callao y Pucallpa. Además no sabíamos que el colegio tenía movilidad gratuita para los alumnos y sus padres.
Fue cuando pasamos a vivir en la calle Tacna cuadra cuatro cuando nos enteramos sobre la facilidad de estudiar en el Jardín de la infancia. En la misma cuadra vivía el señor Eduardo Linares y da la casualidad que su esposa era profesora del jardín. Ella nos indicó que en la Plaza 28 de Julio y en la Plaza de Armas había dos paraderos para tomar la movilidad gratuita al jardín. Mis hermanos Enrique, Pedro, César y Mónica gozaron de este centro de estudio.
Era por demás curioso el local porque todo era de tamaño mini: las sillitas, las mesitas y hasta los baños, sin embargo tomaban muy en serio su labor. Para toda celebración había actuaciones que comenzaban con el desfile de todos los pequeños alumnos con su guardapolvo blanco con un botón de color en el pecho que indicaba el color de su salón. Marchaban cantando al son de marchas infantiles adaptadas por la señorita Rosita Luján, quien tocaba el piano:
Somos los verdecitos
que venimos a marchar
en fila marcharemos
listos para triunfar.
Así así, así así,
vamos marchando
con placer.
Para cumplir nuestro deber,
para cumplir nuestro deber.
Pero los estudios y juegos eran iguales para todos, niños y niñas.
Cuando nos tocó llevar a nuestras pequeñas hijas al Nivel Inicial, también fue de la misma manera, al igual que con nuestras nietas.
Las películas para niños, me esmeraba mucho para conseguir que nuestras pequeñas pudieran ver las películas de Walt Disney que ya había visto encantado: Cenicienta, Blanca Nieves, Pinocho, Peter Pan, Fantasía, etc. Y también las nuevas películas infantiles que se estaban produciendo. No había muchas. Así vimos Marcelino Pan y Vino, Un Cuento Americano, Laberinto con David Bowie, etc. Pero ninguna de estas producciones tenían género, no había películas para niños o películas para niñas.
Igualmente las series de televisión la veían indistintamente sin ningún problema. La infancia actual sin televisión a la hora del almuerzo podrían considerarlo inaudito. Quizás sea necesario explicar que mi experiencia con niños se basa exclusivamente en niñas: tres hijas y tres nietas. Pero jamás nadie había dicho que tal serie infantil es para niñas o tal otra para varones.
Es por eso que sin ningún retintín pregunté a mi nieta Andrea:
- Andreíta ¿tú ves Ben Diez?
- ¡Abuelo, eso es para varones!
Me quedé en la Luna de Paita y el Sol de Colán, que es como se dice en el Perú cuando algo te deja zonzo y estaba en verdad confundido. Nunca pensé que había ya series para varones y series para niñas.
Por lo visto, nunca es tarde para aprender.