El primo Tito estaba de viaje en México y siempre enviaba cartas a sus padres a quienes amaba, contándoles cosas que ocurrían en esa gran urbe.
Tito es el apelativo con el cual lo llaman sus padres. Es común en las familias de la sierra llamar de algún modo característico a sus propios hijos. Su nombre es en realidad Mario Soto Moriano, artista plástico, cantautor y poeta, que es la manera que gusta ser reconocido. Es el artista de la familia.
Aunque, en realidad, toda su familia cantaba, en castellano y en quechua y el tema que más los emocionaba era Laulico. Basta que alguien comience:
Salías de tu cabaña
en busca de un mundo mejor
a veces por la mañana
a veces al ponerse el sol.
Y todos los familiares, padres, hermanos, tíos, primos, etc., acudían de cualquier rincón de la fiesta a sumarse a voz en grito, que Laulico fue el líder fuerabambino que quiso devolver la libertad al dios Apu Wamani. (Fuerabamba, provincia Cotabambas, departamento Apurímac).
Desde siempre se dedicó a la poesía y al canto, al igual que al dibujo. Fue contratado por la Marina de Guerra para ilustrar historietas sobre el héroe Miguel Grau. Decía que era admirador de la Nueva Trova pues su canto contenía reclamos acerca de la injusticia y la discriminación, acompañado de su fiel guitarra.
Una editorial de textos escolares lo contrató para ilustrar sus libros y con la finalidad de que se dedicara al 100% a su tarea le puso un departamento en San Borja, con todas las comodidades.
Así las cosas, de repente decidió ir a la ciudad de México para desarrollar su arte y enriquecer sus conocimientos. Estuvo algunos años por allí y conoció a muchos amigos que lo apoyaron.
Estábamos en una fiesta en casa de sus padres en el jirón Bello Horizonte en San Martin de Porres, cuando su padre don Pascual Soto me trajo la última carta que les llegó de México y la tía Regina Moriano, su esposa, me animaba a leerla. Era la carta de un poeta, no era una carta intima, que los poetas dicen cosas hermosas cuando dicen algo.
Lleno de emoción me puse a leer en voz alta para todo el grupo de familiares que nos rodeaban cuando de pronto, un familiar mal educado soltó ese lugar común:
- Es mala educación leer cartas ajenas.
Era a todas luces una impertinencia, decir eso es nada más que un lugar común que no tenía nada que ver con la grandiosidad de lo que estaba ocurriendo.
Es restarle valor al documento de un poeta, el cual por sí mismo ya es suficiente para ser leído en voz alta. Es no apreciar el arte y el valor del artista.
Mis tíos me conocen y saben que en mi familia todos somos artistas y apreciamos mucho el canto, la música, el dibujo la pintura, la literatura porque todos lo practicamos y cuantas veces acudía a visitarlos me pasaba horas conversando con Tito y por ello me entregaron la carta porque sabían que lo comprendería bastante bien y lo apreciaría con el corazón. Y así fue realmente.
La impertinencia cesó cuando le dije son sencillez:
- No es carta ajena, es carta escrita a sus padres pero dirigida a todos nosotros porque todos nos compenetramos con él, más que una carta es un poema, un canto de amor. Si prestas atención podrás comprenderlo pero no nos vengas con esas vulgaridades.
Un hermoso documento que nos contaba de sus éxitos rotundos en México City y los muchos amigos que lo apoyan, pero narrados como un poema.
Mario Soto, Tito, un gran artista cuyo arte perdura para siempre.