Mi amada esposa siempre ha estado vestida “a la moda” como mujer profesional que era y tenía gustos muy especiales, que para eso ganaba sueldo.
Como era muy delgada pero con tetas grandes y potona la alentaba a vestirse de acuerdo a la moda que se imponía en cada época.
De hecho, usó pantalones jean, minifalda, falda tubo, maxifalda, maxivestido, pantalones palazzo, hotpants, etc.
La falda tubo me preocupaba porque en esa época solamente había microbuses en Iquitos (aún no llegaba la era de las motocicletas) y el primer escalón del micro estaba a 50 cm del suelo. Con la falda que mantenía juntas las rodillas, pensé que sería imposible que subiera al micro, pero ella me dio una lección de habilidad femenina: se paraba de costado frente a la subida del micro, cogiéndose del agarrador levantaba una pierna, asentaba el pie en el primer escalón y lo demás es acrobacia simple, en un dos por tres ya estaba arriba.
La minifalda la usaban todas las damas jóvenes, pero cuando llegó la prenda más atrevida la cuestión se puso muy caliente: el hotpants o pantaloncitos calientes, marcó un hito en la liberación de la mujer.
Como ella siempre decía “mis piernas flacas, chuecas, torcidas”, le indiqué que ya que tenía unos muslos soberbios, era la ocasión propicia para mostrarlos sin detrimento de su personalidad, solamente no se recomendaba ir al trabajo con esta prenda. Encargamos a Celestina Amaya, hermana de Alicia Amaya, costurera profesional, que le confeccionara sus hotpants en color beis (beige).
Le quedaba de maravillas pero su hermana mayor Lolita le llamó la atención:
- Hermana, una señora no debe usar esas prendas.
Pero su mamá, doña Natividad Rivera Pérez le respondió:
- Si su marido no le dice nada, tú qué te tienes que meter.
Esta historia la cuento para que entiendan que aprecio mucho el buen vestir de las damas y su buen gusto para hacerlo; por algo dicen que “la moda no incomoda”.
Cuando nuestras hijas crecieron también vistieron minifalda, excepto Luisa. Decía que no le quedaban bien.
Cuando fuimos a Sears a comprar ropa, vi una minifalda jean que le quedaría magnífica, pero ella se negó a probarse:
- Papá, no me queda.
- Mira hijita, ve al vestidor, te pones la minifalda, te miras en el espejo de cuerpo entero que está allí, luego te lo sacas, vienes y me dices: papá no me queda. Y yo nunca más volveré a importunarte. ¿De acuerdo?
A Dios gracias mis hijas son educadas y obedientes. Luisa se probó la ropa y regresó contenta para decirme:
- Me lo llevo, papá.
Desde entonces nunca dejó de usar minifaldas y zapatos sandalias, con el pie desnudo y bien arreglado. Tal parece que a su esposo le agrada, lo cual me llena de satisfacción.