Podría haber llamado a este artículo “Los tres socios de la Conquista”, como Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque, o, tal vez “Los tres alegres compadres”, al igual que la película mexicana de 1952 con Jorge Negrete, Pedro Armendáriz y Andrés Soler.
Pero, preferí poner por título “Los tres amigos”, porque eso éramos. Tres compañeros de estudios que andábamos juntos para todos lados, desde el Segundo al Quinto Año de Secundaria en la GUE “Mariscal Óscar R. Benavides” de Iquitos.
Pasión Alegría Vásquez, Néstor Nájar Llerena y yo compartíamos la pasión por el estudio, el cine y la natación.
Natación no significa de ninguna manera deporte para alcanzar alguna presea, sino simplemente que nos gustaba nadar en cuanto lugar hubiera para este efecto: la piscina de Pucayacu (literalmente agua roja, desaparecida para dar paso a la carretera al Aeropuerto), la quebrada de Paíno al final de la calle Yavarí, el río Amazonas en la parte del Puerto Bellavista (bajada de la calle Ricardo Palma), laguna Moronilla y lago Morona en la carretera Circular, río Itaya, bajando por El Hueco, frente al Hospital Santa Rosa, la playa de Pampachica y, naturalmente, la Playa de Nanay (en los afiches publicitarios figura como Nanay Beach).
Con la excepción de Nanay, a todos los lugares acudíamos a pie. Para ir a Nanay tienes que tomar el ómnibus y luego viajar en canoa porque la playa de arena blanca está al frente, al otro lado del río (en lenguaje loretano está en la banda).
Una vez alquilamos una canoa y remamos para ir a la banda del Amazonas, cuatro kilómetros de distancia con fuerte corriente. El esfuerzo fue tremendo bajo un sol inclemente. Continuamente nos mojábamos el cuerpo para no tabardillarnos, pero de todas maneras tuvimos insolación por la cual nuestro cuerpo estaba rojo y nos ardía la espalda y el frente de las piernas. Pero fue una proeza memorable digna de contar a nuestros nietos. Yo lo hice.
En Padre Isla las guayabas estaban al mismo precio que en el puerto de Belén. Cuando hicimos notar esta situación al dueño de la plantación nos respondió en el más puro dejo loretano:
- Atashay, no es problema ir al puerto de Belén.
Asistíamos a las funciones de cine, principalmente de aventuras, comedias y mexicanadas. Visitábamos indistintamente el cine Belén (calle 9 de diciembre), Bolognesi (cruce de la calle San Martín con Huallaga, en la Plaza 28 de Julio), Excelsior (Calle Arica cerca a la calle Sargento Lores) e Iquitos (Esquina del jirón Lima y calle Palcazu).
No compartíamos mi pasión por la lectura, esa era mi afición particular e indesmayable. Fui elegido “El mejor lector de la Biblioteca del colegio” y recibí un premio creado por la Bibliotecaria, señora Iliana de Hidalgo Morey.
Ninguno de los tres destacaba en el fútbol ni en el basquetbol. El voleibol se consideraba propio de las chicas, de manera que para los hombres se inventó el Perú fútbol que se jugaba poniendo invertida la net y la pelota solamente se podía golpear con los pies y la cabeza, con las mismas reglas del voleibol.
También fui miembro del Equipo de Gimnasia en Aparatos del colegio, actividad que a ellos nos les llamaba la atención.
Tampoco participaban de mi afición por la música. De los tres fui el único músico profesional desde los 12 años. Pero, de la misma manera ninguno sabía bailar.
Tampoco andábamos en plan de shereteo (enamoramiento), para lo cual es condición sine qua non saber bailar. Nuestra mente estaba enfocada en ciencias y en aventuras.
Para el aniversario del colegio se realizaba el Paseo de Antorchas y cada uno pugnaba por construir el farol más llamativo que pudiera impresionar. Un grupo de alumnos del Politécnico hicieron un auto con faros de verdad. Dentro tenía una batería de carro. Lo cargaban cuatro alumnos.
Entonces estaba de moda los aviones supersónicos, los jets Camberra, que “batían la barrera del sonido”. De manera que entre los tres amigos construimos un farol de tres metros de largo imitando el jet. Bien iluminado con velas en el interior, lo cargamos los tres. Dio bastante que hablar por lo novedoso del tema y sus dimensiones extraordinarias.
Al terminar el colegio yo me vine a Lima e ingresé en el Ejército, el Centro de Reclutas (II CIR) en Chorrillos.
Pasión se quedó en Iquitos y fue de la primera promoción de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP). Pero durante la huelga de estudiantes, que duró un año, se mudó a Lima y estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional Agraria La Molina.
Néstor se fue a estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Trujillo. En las vacaciones volvía siempre a Iquitos y pudimos conversar. A Pasión nunca más lo volví a encontrar.