Cuando Maria Judith era niña su mamá encargaba al hermano mayor, le llevaba dos años, que la cuide bajo su entera responsabilidad.
Noé Segundo Alva Rivera consideraba a su hermana un estorbo para el desarrollo de las acciones que tenía que realizar con sus compañeros. Si alguno ha leído Tom Sawyer de Mark Twain puede comprender de lo que estoy hablando.
Pero la orden de la mamá era terminante y tenía que obedecer, entonces andaba con Judith para todos lados y ella tenía que verlos jugar sin participar.
Me contaba ella que los amigos de su hermano le decían a él “Café quemadito” porque era medio oscurito y “Agente municipillo” aunque nunca supo por qué.
Pero cuando arreciaba el calor, y en la selva amazónica de Requena, arrecia todo el día y todos los días, iban a la quebrada a nadar.
Noé y sus amigos eran eximios nadadores y les gustaba nadar en la parte honda de la quebrada para mostrar su habilidad, pero a su hermana menor no le dejaba alejarse de la orilla.
Judith aprendió a nadar por su cuenta cerca de la orilla porque Noé no le dejaba ir a la parte honda. Es por esta razón que mi amada esposa solo sabe nadar “estilo perrito”. Esto es, sin bracear.
No tiene temor de nadar en el hondo pero es incapaz de bracear. De hecho hubiera podido salvarse si se hubiera hundido la lancha “Manaos” pero nadando estilo perrito. Felizmente nunca naufragó y no tuvo necesidad de comprobarlo.
Cuando éramos enamorados fuimos a nadar en la piscina de Pucayacu, al costado de la carretera a San Juan, a la Playa de Nanay (en los folletos turísticos figura como Nanay Beach), en el lago Morona, en la playa de Pampachica, en el río Itaya y en la quebrada Paíno, al fondo de la calle Yavarí. Exceptuando Paíno todos los demás lugares eran hondos y nos hemos bañado con total tranquilidad, pero ella únicamente perrito.
Nunca quiso aprender a bracear, me ayudó a enseñar a nadar a nuestras tres hijas y a nuestra nieta Andrea, todas ellas bracean con elegancia pero mi amada esposa solo perrito.
Me parece que es su manera de rendir homenaje a su hermano mayor Noé Segundo, tempranamente desaparecido en la tragedia del Estadio Nacional, quien nunca quiso enseñarle a nadar braceando tan solo para que no vaya con ellos a la parte honda del río donde precisamente la corriente es muy fuerte y algo le pudiera ocurrir a la “Bebe”.
Pero para todos los efectos, mi amada esposa sabe nadar.